La trastienda de Fidel
Sonia Lira
Norberto
Fuentes nunca escribió un libro sobre el atentado
a Pinochet, que Raúl Castro alguna vez le encomendara.
En cambio, publicó un ensayo donde revela los secretos
y trapos sucios del régimen cubano.
Norberto Fuentes debe ser uno de los escasos escritores
que conoce algunos de los secretos mejor guardados de
Fidel Castro. De hecho, este cubano sabe más de
lo que muchos chilenos quisieran sobre episodios claves
de la historia reciente de nuestro país.
Su calidad de testigo privilegiado se la debe en un 50
% a que durante años fue uno de los escritores
favoritos de la dirigencia castrista. "Mi biografía
Hemingway en Cuba le gustó a Fidel. A partir de
entonces, tuve la posibilidad de estar donde siempre había
soñado: en el verdadero puesto de mando de la Revolución",
cuenta a Qué Pasa desde Miami.
El otro 50 % se debe, paradojalmente, a su expulsión
del corazón del poder. De haber permanecido al
alero de Castro, Fuentes seguramente se habría
llevado la mayor parte de sus secretos a la tumba. El
autor de Condenados de condado fue arrestado durante el
proceso judicial que en 1989 condujo al paredón
al general Arnaldo Ochoa y al coronel Antonio de la Guardia,
entre otros ex héroes de la Sierra Maestra acusados
de montar una red de narcotráfico. "Esa causa,
llamada causa Nº 1, me salva como escritor, pero
me liquida como revolucionario", dice, al recordar
los acontecimientos de ese borrascoso verano boreal que
culminaron con su huida de la isla.
Estos hechos son presentados en el ensayo Dulces guerreros
cubanos (Seix Barral, 1999). Un libro sobre el recorrido
personal del escritor en las sombras del poder castrista,
"y de lo que encontré cuando estaba solo y
era vulnerable", como afirma en el primer capítulo.
Pero Fuentes también aclara que el texto es la
historia del pacto de silencio entre Castro y el coronel
De la Guardia y de una decisión posterior que impulsó
al autor a "contarlo todo".
El año en que se destapó el escándalo
salieron a relucir las más variadas hipótesis
sobre las razones del líder cubano para llevar
adelante el juicio. Se especuló que denunció
a sus colaboradores para encubrir su propia participación
en los hechos. Otros aventuraron que intentó desmantelar
un golpe de estado. Según Fuentes, Castro conocía
las operaciones de narcotráfico y actuó
por cálculo político: "Fidel es un
tipo que mide muy bien todo lo que hace y con la causa
Nº1 logró resultados inmediatos: perdió
algunos hombres importantes, pero ganó en sus relaciones
con Estados Unidos y América Latina, entre otras
cosas".
El libro, que debería llegar a Chile a principios
del 2000, además de ser un testimonio personal
y desgarrador del mayor caso de corrupción desatado
en la isla desde que la Revolución derrotó
a Fulgencio Batista, contiene datos reveladores sobre
personajes chilenos radicados en Cuba tras el golpe militar
de Pinochet.
Uno de ellos es el empresario Max Marambio -ex jefe del
GAP, guardia personal de Salvador Allende-, a quien Castro
le encarga el "primer escalón de vigilancia"
del escritor colombiano Gabriel García Márquez.
Según relata en el libro, Marambio o "Guatón"
(ahora investido con el grado de mayor del Ministerio
del Interior cubano) debía informar "sobre
asuntos de implicaciones eróticas" del Premio
Nobel de Literatura.
"Yo he estado muchas veces con Fidel y García
Márquez y puedo dar fe de que el escritor siente
una sincera lealtad por el Comandante. Quizás en
un hipotético momento en que desfallezca esa admiración
por Castro sean útiles para el régimen ese
almacén de fotografías e información
de tipo sexual, pero lo fundamental es que se trata de
un sentimiento legítimo", explica Fuentes.
Marambio no sólo debió espiar las conductas
íntimas del autor de Cien años de soledad,
considerado uno de los grandes amigos del presidente cubano.
Según los antecedentes que entrega el libro, el
chileno participó junto al coronel De la Guardia
en el lavado en Suiza de casi US$ 300 millones, entre
los años 1974 y 1975, provenientes de las acciones
armadas del grupo extremista argentino Montoneros.
En Dulces guerreros cubanos, los hechos se suceden vertiginosamente
desde el prefacio hasta el último capítulo,
cuando el general Ochoa debe enfrentar el paredón,
tan sólo meses después de ser recibido en
La Habana como héroe por su participación
en Angola. Ya en sus primeras líneas, Fuentes asegura
que en un 80 % el ensayo está construido con información
reservada.
Entre estos datos secretos se encuentra la carta que envía,
desde prisión, el general Patricio de la Guardia
a su sobrino, hijo de su hermano mellizo Antonio. En esa
misiva, el oficial -condenado a 30 años de cárcel-
revela información altamente sensible sobre lo
que el autor considera la "subversión"
en expansión en América Latina. En uno de
sus párrafos, por ejemplo, relata el viaje que
Antonio de la Guardia realizó en 1971 a Chile,
como jefe del primer grupo operativo de las llamadas Tropas
Especiales. Entre sus misiones se encontraba estudiar
las unidades militares chilenas y analizar la manera de
introducir clandestinamente armamento al país.
De los archivos personales de Fuentes podría salir
una saga completa sobre cómo se desarrolló
la Guerra Fría en esta parte del mundo. Tal como
afirma en su ensayo, Castro seguramente subestimó
sus conocimientos al permitir su salida de la isla. En
la actualidad, el escritor se encuentra desarrollando
la trama de un nuevo libro, instalado en su casa de Miami,
aunque no disimula sus deseos de emigrar a otra ciudad
norteamericana:
"Lo más difícil de vivir aquí
ha sido mi conocimiento de la imbecilidad humana. El viejo
exilio de Miami no calcula que ellos pavimentaron el camino
a la dictadura de Fidel. Porque el que abrió el
paso a Fidel fue Batista. Es una situación dramática,
aunque también he encontrado aquí muchos
amigos".
A pesar de todos los libros que potencialmente puede escribir
el autor cubano, hay uno que parece irremediablemente
condenado a permanecer en el olvido. Se trata de la historia
del atentado del FPMR a Pinochet, que le había
encargado el hermano menor del líder cubano y segundo
hombre en la isla, Raúl Castro, poco antes de que
estallara el caso Ochoa. Según Fuentes, algunos
de quienes participaron en la fallida emboscada en 1986,
fueron interrogados por la inteligencia cubana.
Todo ese material le fue entregado apenas cinco semanas
antes de que se iniciara la causa Nº 1. Sin embargo,
le fue diligentemente arrebatada por agentes del Partido
Comunista de Cuba luego de que el propio escritor fuera
interrogado por sus nexos con los procesados: "El
libro se quedó sin hacer, de lo cual me alegro,
porque no tenía el menor interés en escribirlo".
Dulces guerreros cubanos
A principios de los ochenta, Gabriel García Márquez
ganó notoriedad extraliteraria en Cuba. Mientras
cumplía una misión asignada por el comandante
en jefe, había demostrado ser un tipo de coraje.
Había reservado su asiento de primera en Iberia
y aterrizado en Madrid y se había dirigido a la
Moncloa para decirle a Felipe González que era
maricón. Ajustemos la frase. Que Fidel mandaba
a decirle que él, Felipe, era un maricón.
En eso se resumía la experiencia de García
Márquez que tanta admiración causaba al
más alto nivel de la nomenclatura cubana. En decirle
al presidente español: "Oye, Felipe, dice
Fidel que tú eres un maricón". Como
quiera que la escasa celebridad que he logrado acumular
en mi carrera ha sido siempre extraliteraria, cualquier
episodio de esta naturaleza me entusiasma y rápidamente
me pongo a observar cómo se las arreglan otros
para que el mecanismo extraliterario funcione. Es así
como aprendo que el mecanismo de García Márquez
como héroe de la nomenclatura cubana comienza a
vislumbrarse en la tercera década revolucionaria,
y el instrumento de que se sirve para el aumento de su
gloria es la transportación de un par de mensajes
de idéntica naturaleza ante sendas dignidades extranjeras.
En efecto, no sólo a Felipe "lo tocan con
limón", para decirlo en cubano. Omar Torrijos,
el venerado general panameño, también tiene
su cuota. También es acusado. Y también
es el comandante el que manda el recado -el hombre es
una maldita fábrica de decirle maricón a
todo el mundo, como podemos constatar. Y allá,
ufano y directo, García Márquez va disparando
a investir del epíteto fidelista al general Torrijos.
Se produce un torrencial aguacero a la vera del canal
cuando se encuentra con su amigo y le informa: "Oiga,
general, dice el Comandante que usted es un maricón".
Una diferencia con el presidente González. Gabo
no tuteaba al general. Son cosas que debemos aprender
en este territorio de la extraliteralidad.
Llegado al presente punto debo apresurarme en advertir
al lector (¡una vez más!) que todo lo que
aquí se expone se ajusta estrictamente a la verdad.
No hay invento, por insólito que pueda parecerle
la historia de un Premio Nobel de Literatura sirviendo
como mensajero de un altanero Fidel Castro y prodigando
entre jefes de Estado su rabioso insulto. Hay testigos.
Excepto Torrijos, está vivo y es localizable el
resto del personal involucrado en la historia. El expediente
Gabo.
Bien, pues, el caso Felipe González. Muy sencillo.
Es la época en que Felipe hace algunas declaraciones
en favor de unos prisioneros políticos cubanos
que llevan más de 20 años tras las rejas,
y hay una campaña internacional por su liberación,
y los tipos ya están viejos y no significan un
peligro para nadie y la imagen de la Revolución
puede mejorarse con su liberación. Se trata de
un poeta cubano semiparalítico, Armando Valladares,
y de un fracasado guerrillero de origen gallego, Eloy
Gutiérrez Menoyo. Pero también se trata
de una mala época con Fidel. Está en la
onda de las cárceles repletas. Y se indigna con
Felipe. Es lo que le explica a Gabo. Está indignado
con Felipe porque mira cómo se porta Felipe después
de todo lo que he hecho por él. Felipe es un malagradecido.
Además, se está metiendo en los asuntos
internos de Cuba.
Lo mismo está ocurriendo con Mitterrand y con Régis
Debray. Se han sumado a la campañita contra Cuba.
Entonces surge la nueva tarea. Gabo, vete a Madrid. Y
dile a Felipe que es un maricón.
El propio Gabo me hizo el cuento. En 1983 había
dos cubanos en Cartagena de Indias bajo el protectorado
de Gabo. La poderosa delegación política
cubana constituida por el poeta Eliseo Alberto, alias
"Lichi" (que quizá se disponga a servir
ahora de testigo en mi cuento), y por mí. El programa
era muy sencillo: visita a los padres de Gabo, cena en
un restaurante de la plaza vieja donde se encontraba la
mujer y el hombre más lindos del mundo y vuelta
para Bogotá. Recuerdo aquella casa de los padres
de Gabo en Cartagena y las risotadas de Papá García
y de Mamá Márquez al saber que yo había
contraído matrimonio cinco veces. Ahora la risa
sería acumulativa: tengo dos matrimonios más
a mi haber. Siete en total. Esa noche nos instalamos en
el restaurante italiano del hombre y la mujer más
lindos del mundo, que eran a su vez los corresponsales
de The New York Times en Cartagena de Indias y éramos
(Lichi y yo, al menos) muy pobres y felices y Gabo nos
cuidaba como a dos hijos y él tenía las
sienes plateadas y sonreía y el vino de ellos era
bueno y mi scotch era mejor y la mujer y el hombre más
lindos del mundo atendían nuestra mesa y entonces
yo le pregunté a Gabo por la historia famosa.
-Y, oiga, Maestro, ¿es verdad que usted le dijo
maricón a Felipe González, es decir, que
le llevó el recado, es decir, ehhh... que le dijo
maricón de parte del comandante?
-Oh, claro. Es verdad. Pero qué pendejada es ésa.
¿Quién te dijo eso?
-Tony Pérez Abrió los brazos para hacer
el cuento. Luego entendí que estaba haciendo la
mímica del gesto de Felipe cuando recibió
el mensaje. Felipe se había asombrado, dijo Gabo.
Se había asombrado y había abierto los brazos
en señal de interrogación y había
palidecido. Gabo había sido textual: "Oye,
Felipe, dice Fidel que tú eres un maricón".
En su momento Torrijos también había palidecido.
Aunque luego del mensaje lead, venía el cuerpo
de demandas. Con Torrijos, relaciones, rápidas
y plenas. Con Felipe, déjame a mí con mis
presos. Mitterrand y Régis Debray eran otra cosa.
Fidel prefería dejarlos para una nueva ocasión.
Además, qué mella les iba a causar a aquellos
franceses que les dijeran maricones. Para que el insulto
te movilice, se supone, necesitas un mínimo componente
español en las venas. Y si es gallego, mucho mejor.
Una conmovedora boutade de Gabriel García Márquez
es decir que él nunca olvida un hito de su pasado.
Que es el hijo del telegrafista de Aracataca. La afirmación
le sirve como carta de ciudadanía. Recuerda un
pasado de pobreza. A nivel del Comité Central del
Partido Comunista de Cuba, esto funciona muy bien. Bueno,
uno de los principales argumentos de Raúl Castro,
el hermano del comandante y jefe del ejército,
acerca de las virtudes de Gabriel García Márquez
era su antigua pobreza. "Un compañero de origen
muy humilde".
"Sí", me decía Raúl, "y
le dijo maricón a Felipe González y a Omar
Torrijos"
Notas
del Editor
¿Es
un cerdo? ¿Un perro servil? ¿Un
traidor? ¿Un inmoral? ¿Un Chivato,
informante? ¿Un insecto? ¿Un oportunista?
¿Un hombre que al igual que Fidel Castro
debieron ser abortados al mes de embarazo por
sus progenitoras? ¿Existe calificativo
que pueda reunir tantos defectos en una sola persona?
Difícilmente exista en la lengua española.
Tal vez solo busca popularidad y que hablen de
el, bien o mal pero que hablen. Quizás
algún día lo encontremos en una
Parada Gay, quizás se convierta en transexual.
Esta será la primera y última vez
que lo complaceremos.
Publicaremos
un artículo que quizás se acerque
a definirlo aunque sea un poco. Creo que lo mejor
que haríamos es, no dejar que se cebe como
quiere, no comprando los libros que escribe, que
no dicen nada que no conozcamos. A juzgar por
lo que dice en sus entrevistas, lo que escribe,
le revolverían el estomzago al propio Hitler.
Creo que sigue amando a Fidel castro y que lo
único que le reprocha es que ya no le alcanzaba
el dinero en Cuba para comprarse una pizza de
8 pesos. |
NORBERTO
FUENTES:
¿ EXILIADO O INFILTRADO?
"No
es un desafío: ¿qué cubano mirará
como enemigo a otro cubano? ¿qué cubano
permitirá que nadie le humille? ¿qué
cubano que no sea un vil, se gozará de humillar
a otro? --José Martí*
El Sr. Norberto Fuentes, a pesar de ser un asesino confeso
y un castrista declarado, ha sido recibido por el exilio
cubano con magnánimo respeto. Sin embargo, el ejemplo
del ideal martiano al que yo he acudido en el exergo,
es algo que el Sr. Fuentes no para de fustigar para dar
así más leña al fuego que alimenta
el odio entre la diáspora, y a la propaganda que
realza en cada momento la astucia de Fidel Castro, su
ídolo imperfecto. A pesar de la pasión que
me despierta el derecho de replica, no voy a ser yo el
que deje molesto a los que piensan como el buen Martí.
Para que el desprestigio sea total, mejor dejemos que
sea él mismo, Norberto Fuentes, quien nos desvele
su verdadera identidad.
Veamos pues, la anatomía de este "desertor".
En la introducción de su libro "Cazabandido",
el Sr. Fuentes dice: "Les hablo de la mejor época.
La que se añora. Yo fui corresponsal de esa campaña.
Un corresponsal que me convertiría en fiscal para
entrevistar a los bandidos, y también podía
ser miembro de un pelotón de fusilamientos. Quiero
decir, de esa campaña que para mí fue una
fiesta, aunque extraña. Una fiesta leninista."
Un periodista convertido en fiscal nos demuestra aquí
el sentido de la justicia de Norberto Fuentes y sus secuaces.
Pensar entonces que hubo en Cuba compatriotas encarcelados
por más de 20 años por la Causa Escambray,
reclama un poco de justicia contra este fiscal improvisado.
Fusilar
alzados (entre los que se encontraban mayoritariamente
cientos de campesinos pobres inconformes con el comunismo1),
parece que llegó a ser su hobby favorito. Así,
sin la menor muestra de arrepentimiento, Norberto Fuentes,
mayor de la seguridad del Estado en aquellos años,
nos lo deja ver a lo largo de la narración que
hizo sobre esa campaña fratricida. "Resultó
que en 1961 algunas lecturas me dejaron ardiendo el alma.
Alejandro Beck me llevó con "Los hombres de
Panfilov" y aprendí a conceptuar la Patria
y a fusilar traidores."2 ¿Traidores? ¿Para
quién? Pues para él, porque el papel de
verdugo que el oficial Fuentes asumió y la nostalgia
con que lo recuerda desde los Estados Unidos en su último
libro ya va para 40 años.
En su nuevo libro, escrito desde un territorio al que
siempre consideró enemigo, no sólo nos documenta
con fotografías su postura arrogante cuando realizaba,
como agente de la inteligencia cubana, interrogatorios
a los africanos desarmados, sino que además, nos
confiesa que a esos negros se les fusiló después.
Como si la guerra de Angola no hubiese sido un genocidio
contra ese pueblo africano que al cubano no había
hecho ningún daño. Si Pol Pot viviera, el
Sr. Fuentes se ganaría un empleo de asesor. Vean
sino como este veterano relata con regocijo y en tercera
persona sus andanzas por el Africa: "regresaban a
casa – la base de Menongue – y con los cañones
de los AK aún humeantes y al rojo luego del reparto
de caramelos."3 ¿No les resulta insensible
y además grotesco?
Su odisea para escapar de Cuba más me recuerda
a las aventuras de Ulises que algún hecho de la
realidad. Norberto Fuentes, lejos de agradecer al exilio
el seguir con vida, sigue mostrándose servil, encantado,
y atraído por Fidel Castro y el poder que este
representa. Él, como nadie, sigue amando ese poder
a pesar de "haber dejado de ser uno de sus miembros
más activos" (entrecomillas que yo siempre
pondré en dudas), nos lo recrea así: "Gracias
a que derrotamos a la contrarrevolución, y a la
brigada de la CIA en Playa Girón, y todo cualquier
otro portador de una idea o proyecto de restauración
republicana,"... para que no nos queden dudas de
cuánto sufre el escritor alejado de la protección
que le daba su padrino Castro, el mafioso.
No por gusto Norberto Fuentes empieza su libro con una
cita de Dante: "No hay mayor dolor que recordar los
tiempos felices en el infortunio"..., o lo que es
lo mismo, no hay nada más triste que haber dejado
de formar parte de aquellos pelotones de fusilamiento
a favor del totalitarismo de papá Castro. Del subconsciente,
o quizás no tanto, a Fuentes se le escapa de la
pluma una frase de Jean-Paul Sartre en la que dice: "uno
no sabe lo que es la clase hasta que se da cuanta que
no puede abandonarla"
¿La habrá abandonado él? A otro con
ese cuento.
El libro "Dulces Guerreros Cubanos" no es otra
cosa que un retrato de su personalidad. En muchas de sus
páginas, sus verdaderos pensamientos hacia Fidel
Castro se le escapan tal y cual los siente. El dictador
cubano ha pasado en la distancia a ser un Dios, un ser
superdotado. No hay más que ver cómo se
expresa de él hasta en el plano privado: "Fidel
ha dejado de ser el marido que desayuna con su mujer,...
para convertirse en el hombre que aun lleva las riendas
del movimiento comunista internacional y que ha recibido
el mandato de quebrar la espina dorsal de los Estados
Unidos de América, el líder severo, distante
y frío, el Comandante en Jefe."
Por otra parte, lo que Seix Barral clasifica de "ensayo",
no pasa de ser un catálogo de despecho hacia aquellos
que en la cúpula de la corrupción siempre
le aventajaron. Comparemos la idolatría que siente
por Fidel Castro (y que expresa en toda su obra), con
el odio y la envidia de su enemigo perfecto, el General
Ochoa. Al comparar a Fidel (que quería lanzar los
misiles nucleares contra los Estados Unidos) con Nikita
Jruschov, Fuentes lo describe como si se tratara de su
macho favorito: "con la soberbia estatura de ascendencia
gallega y con las dos pelotas de sus enormes testículos
perfectamente marcados en sus pantalones de campaña".
O mejor vean cómo, cuando Girón, nos describe
su fotografía preferida: "Durante sólo
escasos segundos, se logra ver en esa escena, libre del
pecho para arriba, a Fidel, puesto que tiene delante a
José Abrantes Fernández, poniendo el suyo.
Alerta, realmente hermosos los dos, Abrantes cuidando
a su líder, Fidel joven padre."
Su odio hacia las mujeres es idéntico al de Fidel
Castro. La mujer cubana para Norberto Fuentes es apenas
un hueco que juega su papel sobre la cama. O la mujer
es sumisa ante sus demandas, o él la calumnia como
prostituta, pero si esa misma mujer acepta las demandas
de otro hombre, entonces la acusación es de traidora.
Fuentes, no sólo mira el trasero de la mujer de
su mejor amigo, sino que también las descalifica
cuando estas, ya viudas, rehacen su vida con otra relación.
El héroe que le abre las latas de conserva a sus
superiores sabe que merece una medalla al valor. Pero
añade, "una medalla que no se les da a las
putas", o lo que es lo mismo, a esas cubanas que
fueron a Angola en uniforme y de las cuales él
abusó aprovechándose del cargo, de sus relaciones
con los altos oficiales, o de los recursos e infraestructuras
que estos le dejaron disfrutar.
Que Norberto Fuentes haya dedicado este libro al eminente
Guillermo Cabrera Infante y su simpática esposa
Miriam Gómez, no parece haber tenido el efecto
que el obtuso deseaba. Quizás creyó que,
dedicando el libro a estos dos amantes de la libertad
de Cuba, se situaba ya entre sus libertadores. Tanto Miriam
como Guillermo coinciden en que su libro tiene valor.
Norberto Fuentes, narra hechos que permiten al exilio
ver lo podrida que es la clase dirigente cubana y eso
le hace daño internacional al régimen. Pero
este "ensayo", deja también mucho que
explicar. Como cubano que tuve el privilegio de conocer
al General Arnaldo Ochoa, y además, ser alumno
de su bellísima esposa, debo comenzar por decir
que no es de cubano, ni de hombre, herir la memoria de
los muertos y mucho menos, si estos han sido mucho "más
de todo" que el difamador.
La envidia que Norberto Fuentes siente por Arnaldo Ochoa
lo lleva a llamarlo "negro" "arrogante",
"asesino" y otros muchos calificativos que hoy
habría que preguntarse a quién le pegan
más. Sin embargo, el colmo de su complejo de inferioridad
se deja ver cuando algunas de las mujeres con las que
el escritor quiere acostarse le dicen que Ochoa era muy
bueno en la cama. Entonces saca, del inmenso baúl
de sus complejos, una grosería que me recuerda
el estilo Zoé Valdés y añade: "Pero
a pesar de todo lo que me dijera Aymée, cada mujer
que se metiera esa pinga de Arnaldo Ochoa, o la pinguilla
de Polo, estaba compartiendo una verga que ya había
pasado por los culos babosos de todas las yeguas y chivas
que despertaron la libido de estos héroes legendarios..."
Quien haya visto las fotos que Norberto Fuentes inserta
en su libro coincidirá conmigo en esta descripción:
Frente achatada de mestizo mexicano, pelo negro y enroscado
como el de Carlos Aldana, orejas similares a las puertas
abiertas de un jeep de fabricación soviética,
nariz torcida, curva, y de porrón sobre un bigote
similar a las brochas con la que los niños en Cuba
pintaban de lechada las aceras, y dientes, que parecen
haber sido liberados del sarro con ayuda de la dinamita.
Sin embargo, este mamerto sin espejos se describe así:
"apuesto señor, de elegantes canas, Rolex
en la muñeca y briosos Ray-Ban,"... ¡El
pobre!, no sólo porque tenía que hacer exhibicionismo
del Rolex para atraer a sus mujeres, sino porque a falta
de brío propio, tenía que atribuírselo
a sus oscuras gafas.
Hablando de un militar que no pertenecía a su casta,
el Sr. Fuentes dice: "era uno de los vergonzantes
usuarios cubanos de Rolex... al que no correspondía
disfrutar del agradable peso en la muñeca de esa
máquina de navegantes". Dios mío -
me dije, - que no mire nunca a la muñeca de este
pobrete relator de sus envidias. Que no pueda Fuentes
nunca observar lo que un trabajo honesto, y no el saqueo
y la piratería comunista, me han permitido a mi
comprar. Yo que nunca he tenido medio millón de
dólares robados y escondidos en mí casa,
yo que jamás podría escribir un libro de
459 páginas para repetir en cada una de ellas que
era el dueño del más pacotillero de los
Rolex, correría el peligro de formar parte de una
enciclopedia si Norberto se fija un día en lo que
corona con esmerada exactitud a mi mano izquierda.
¿Cómo puede alguien llegar a ser tan vanidoso
y por tan poca cosa? ¿Cómo puede este simpatizante
vitalicio de Fidel Castro escribir tanta porquería
y asombrar con ella a medio exilio? Peor aún ¿cómo
puede una parte del exilio confiar en semejante mequetrefe?
No me resulta tan extraña su deserción como
su tapada o abierta confesión de amor ideológico
al régimen cubano4. Raro es que aún haya
quien no asocie el indulto castrista con todas las maravillas
que Norberto Fuentes ha escrito sobre la revolución.
Me gustaría ver la cara de todos aquellos que hoy
alaban este libro escrito en los Estados Unidos si algún
día se enteran que este hombre, que tanto ha hecho
por destruirnos pública y solapadamente, se declara
mañana agente de Fidel y otra vez condecorado oficial
de la seguridad cubana.
Los que me crean loco, o paranoico, debieran entonces
recordar esta extraña coincidencia. El 6 de Abril
del 2000, Castro califica de "victoria legal, moral
y política" el regreso de Elián a Cuba5.
Dos días más tarde, Norberto Fuentes, lleno
de regocijo y tan alegre como cuando fusilaba cubanos
en las montañas del Escambray, secunda a su líder
y declara a un periódico español: "Utilizando
a un niño de seis años y amenazando con
atacar con la formidable tropa de una docena de pioneritos,
Fidel Castro ha arrasado a la clase política de
Miami, probablemente para siempre."6 ¡Amigos
míos, "guerra avisada no mata soldados",
dice un magnífico refrán!
Carlos
Wotzkow |