Por
Rafael E. Saumell
¿De dónde es Félix Benjamín
Caignet Salomón?
Bueno soy de San Luis, Oriente, del cafetal Burene, propiedad
de mi padre. Él era francés y mi madre cubana,
tenían un cafetal maravilloso, el mejor que había
en Oriente.
Mi
padre se arruinó durante la guerra de independencia,
era simpatizante de los revolucionarios y los españoles
le hicieron horrores, le quemaron los cafetales. Luego se quedó
paralítico y arruinado. Así pues se quedaron con
nueve hijos, mi madre y él paralítico.
Era
un hogar católico, apostólico y "romántico".
El único que no hizo la comunión fui yo. Mi madre
era muy católica, devota de la Virgen de la Caridad,
por cubana no por virgen. Me simpatiza y la respeto. Yo busqué
independizarme, quise trabajar, ser útil, he sido un
espíritu demasiado inquieto, muy ambicioso en mis sueños,
he soñado muy alto. Hubiera preferido ser más
modesto.
Me ha gustado tener dinero y he sido rico para repartir
lo mío y hacer feliz a mucha gente. No lo estoy diciendo
como una virtud porque no creo en las virtudes sino en el instinto
del individuo. Era más bien por estética que por
virtud porque pensé que es mucho más bonito ser
bueno que malo.
Yo
quería ser útil en mi casa y no estudié
nunca. Le va a parecer imposible, yo nada más pasé
hasta un tercer grado malo en una escuela pública. Yo
no sé conjugar un verbo, no sé analizar una oración.
Miguel Matamoros y yo fuimos amiguitos desde muchachos, en la
misma escuela de Carmela Cruz aprendimos a leer y a escribir.
Nunca
aprendí a pintar y pinté, llegué a pintar
bastante regular, me gustaba mucho la acuarela. Hago joyas de
piedras. Libertad Lamarque anda siempre con un amuleto de la
buena suerte que yo le hice, que es un negrito llorando.
Se
lo mandé a montar en un aro de oro. He leído mucho,
los libros han sido mis maestros. Siempre he sido un buscador
de almas. Con mis amigos he sufrido muchas decepciones porque
he ido a encontrar en amigos el alma que no tuvieron.
Allá
en Oriente, crítico de teatro, y en La Habana amigo de
Caruso
Empecé en los periódicos de Oriente, en el Diario
de Cuba, en El cubano libre. Publicaba cuentos en el periódico,
versos, poesía lírica,
todavía no hacía versos negros como Nicolás
Guillén en Sóngoro cosongo. Era un muchacho entonces,
cubría los deportes, la policía, después
hice de crítico teatral, me gustó mucho el teatro,
lo leía mucho todo ese teatro español, francés,
las obras de Jacinto Benavente y de los hermanos Álvarez
Quintero.
Tengo un archivo maravilloso de obras del teatro universal.
También tengo una colección de fotografías
y de autógrafos de eminencias teatrales, de Anna Pavlova,
de mi gran amigo Enrico Caruso, me hice amigo suyo por cartas.
Primer tenor del mundo, un hombre maravilloso, de una sencillez
enorme. Cuando vine a La Habana [invitado por el cantante] me
hospedé en el hotel Saratoga, cerca de donde estaba hospedado
él que era en el Plaza. Me hacía ir todos los
días a almorzar con él, de noche lo que tomaba
era una limonada.
Y una noche, me acuerdo que cantaba Payasos, ¿sabes a
cuánto vendían las lunetas? En taquilla eran cincuenta
dólares, los revendedores a cien y a veces ciento veinte,
ciento veinte cuando cantó Aída. Llegamos al teatro
y habíamos salido un rato, habíamos caminado por
el Parque Central y nos fuimos para el teatro. Entonces, cuando
llegamos, había una alegría enorme entre bastidores.
Era
temprano todavía y toda la gente del teatro de allí,
gente humilde, una alegría, estaban repartiendo tabacos
de primera, repartiendo una caja de tabacos y tenían
una botella de ron y se estaban dando tragos. Y me dice Caruso:
"¿qué está pasando
ahí?" Y voy yo, indago y le digo. "Mire lo
que pasa es que aquel muchacho que está allí,
era un morenito, un tramoyista, ha tenido su primer hijo, ha
salido varón, está repartiendo tabacos y bebidas
a todo el mundo, a todos los amigos". Dice Caruso: "Yo
soy amigo de él" y va para allá y le dice
"un abrazo, papá. Tu hijo tiene que llamarse Enrico
Caruso y yo voy a ser el padrino".
Ah,
un negro llamado Caruso, era un tipo simpático el negrito,
un negrito de obra bufa, como Garrido, una cosa así.
Vivía en Regla y allí se celebró el bautizo
y el individuo le puso a su hijo Enrique Caruso y González.
Por ahí saca usted el carácter que tenía
Caruso, un hombre sin vanidad de ninguna clase, encantador,
yo lo tengo entre mis recuerdos más agradables. Luego
vino la radio, escribí cuentos para niños, Chilín,
Bebita y el enanito Coliflor", del tamaño de un
cigarrillo Edén que patrocinaba el programa.
Chilín
y Bebita eran dos hermanos mellizos. Coliflor siempre iba como
asomado a un balcón, metido en el bolsillo de Chilín.
Representaban a los niños, al hombre y a la mujer perfectos.
Tocaba las distintas facetas humanas y les impartía todas
las virtudes a mis personajes. El enanito Coliflor era el que
los aconsejaba, el que les decía la verdad, era chiquitico,
claro, mencioné mucho en mi cuento la frase "no
hay hombre grande ni chiquito, lo que se necesita para la estatura
moral es voluntad fuerte, una enano puede ser gigante si tiene
voluntad".
Y a base de eso giraban mis personajes. Yo mezclaba
eso con lecciones de historia, geografía, astronomía.
Todos los días se interrumpía la aventura con
una cajita de música que yo tenía, empezaba a
sonar, "ah, qué ruido, tengo que interrumpir, la
cajita de música manda que no puedo seguir, será
mañana, continuará". Eran episodios infantiles
como por ejemplo El mundo azul. Lo hacía todo. Si había
un incendio usaba un pedazo de papel celofán, hacía
las voces, aquello fue un éxito, los episodios salían
a las siete de la noche, todavía tengo los episodios,
por seis años consecutivos… Por esa época
compongo El ratoncito Miguel. Formé un cuadro de teatro
infantil para dar funciones, se me llenaba el teatro, por ahí tengo los programas del Teatro Oriente.
Alcanfor
y las cartas de amor
Yo ya había empezado a hacer música, ése
es otro episodio de mi vida, quizás el más "novela
rosa" de todos, esa novela rosa que
hemos vivido en nuestra juventud. Después nos abochornamos
de lo picúo que fue aquel amor, ese despertar a la vida,
ese enamorarse románticamente. Y es tan bonito eso, chico;
yo lo recuerdo siempre porque a mí me inspiró
a hacer música, ser músico, porque yo quise serlo
y un pariente mío que como mi padre estaba paralítico
era el tutor nuestro, completamente cavernícola, me dijo
que no, que quién había visto a un hombre dedicado
a la música, que eso era para las mujeres. Un imbécil,
un imbécil, un cerebro torcido, el exponente más
alto de la imbecilidad y la ignorancia.
Bueno,
el caso es que yo escribía en el Diario de Cuba una sección
que era anunciada por el cigarrillo Edén y firmaba con
un seudónimo, Alcanfor, porque era un nombre extranjero.
Lo hice porque me anunciaron que querían hacer un concurso
para premiar la mejor carta de amor que se recibiera. Todos
los días premiaban la mejor carta de amor. Cada concursante
tenía que mandar el frente de una cajetilla de cigarros
y se premiaba con cinco pesos a la mejor carta. Pues recibo
una carta que tengo guardada, sabe, y me decía: "Me
he atrevido a dirigirme a usted escudada por el seudónimo.
Usted nunca sabrá quién soy, mi pudor de mujer
me lo impide, pero mi condición de mujer me aconseja
que tenga este desahogo y se lo diga. Yo lo conozco a usted,
pero usted no me conoce a mí. Creo que soy bonita, por
lo menos no soy fea y yo estoy enamorada de usted. Me has gustado
por feo, me gusta tu alma, la he visto a través de tus
cuentos, de tus poemas publicados en Diario de Cuba".
Todavía yo no hacía versos negros como Nicolás
Guillén en Sóngoro cosongo, que eso fue lo que
me inspiró a escribir esos versos en aquella época.
Me emociona de una manera grande aquella carta. Entonces yo
la reto a ella. Le respondo públicamente: "He adivinado
en usted un alma de talento superior", la elogiaba mucho,
le pedía que prescindiera de esa modestia y de ese pudor
y que se diera a conocer. Me dijo no, imposible, que siguiéramos
así. Ella me escribía, yo le contestaba por el
periódico. Se popularizó mucho entre los orientales
la Gilma ésa que le escribía a Caignet y llegamos
a ser novios sin conocerla. Qué cosa tan bonita aquélla,
chico.
Había
detalles como dijo Pablo [Paolo] Mantegazza, eran las sublimes
imbecilidades del amor. Un día recibo, certificada, una
cajita así y dentro un bombón mordido, ella se
había comido la mitad de un bombón y me mandaba
a mí la mitad. De un picuísmo rabioso pero encantador.
¿Sabes lo que es mandarme un bombón? Después
de que transcurrieron los años, me veía ya grandullón
comiendo un bombón con una cara de imbécil enorme,
en un deleite romántico y sentimental extraordinario.
Recibo otra cajita. Un ramito de violetas marchitas. Me lo puse,
estuve paseándome con él por el parque, lo llevaba
puesto en el lado izquierdo, en el corazón. Esos detallitos
tan imbéciles. Les haces una radiografía colocado
en un plano de seriedad, de pollino. Pero si te pones en un
plano de juventud lo encuentras perfectamente justificado. Eso
es cuando el alma es más pura. Después viene el
amor meditado, el amor que de acuerdo con todas las prescripciones
sociales le restan ternura al amor. Y pasa un día, pasa
un año y yo suplicándole cómo era. La gente
preguntaba cómo es Gilma y a imaginarla.
Un
día La imaginación me hizo soñar con ella.
Estaba yo de administrador del Teatro Cuba, sentado en el escritorio
leyendo las cartas mientras funcionaba el cine. Me digo, ¿por
qué esta muchacha no se deja ver? Llegué a enamorarme
de verdad. Se me ocurren unos versos y me pongo a escribirlos:
"He soñado contigo
y te he visto en mis sueños
adorable risueña como un rayo de luz
había gloria en tus ojos/había gloria en tu boca
había luz en tus ojos
y la luz de tu cuerpo se filtraba en mi alma
con tal embrujamiento/con tan suave fulgor
que esa luz misteriosa…"
.....
qué sé yo, se me ha olvidado. Leo los versos y
salían con música que tarareaba mentalmente. Ay,
he hecho una canción. Era en la época del cine
silente. Al frente de la orquesta estaba el maestro Rafael Morales
que fue pianista del Teatro Encanto, gran amigo mío,
una persona de mucho talento. Adaptaba la música a las
películas. El primer violín era Chepín
[Electo Rosell]. Yo lo quiero mucho y le estoy muy agradecido,
amigo mío de toda la vida.
Llega
Chepín a mi oficina y me dice "iba a hablar contigo".
"Mira chico, llegas a propósito. Fíjate en
esto. Me he puesto a escribir unos versos a Gilma y me han salido
con música". Dice, "no fastidies, chico. Te
vas a volver loco por Gilma" porque todo el mundo hablaba
de esos amores románticos desde un periódico,
realmente enamorado. Se la canto y dice Chepín "óyeme,
eso es una criolla perfecta".
Fue
a buscar papel pautado para copiarla y me dijo "cántala",
como sé música se la canté. "La vamos
a instrumentar entre Moralitos y yo para estrenarla en la tanda
elegante del domingo que viene, por la mañana, después
de la misa de las diez de la Iglesia de Dolores" a la que
iba lo mejor de Santiago de Cuba, la alta sociedad, y al salir
de la iglesia se iban a la tanda del domingo.
Bueno,
la instrumentan, publiqué la poesía y le digo
a Gilma: "Me has hecho músico. Se va a estrenar
el domingo próximo, ojalá que puedas estar presente."
Aquello fue una revolución. El doctor Ramón Miyar
me estrenó la canción. Era joven y luego se hizo
abogado. Tenía una lindísima voz de barítono,
preciosa. Se publicó la letra por si el público
quería cantarla. El lleno fue absoluto. Lo confieso:
mi emoción fue tan grande que cuando oí mi primera
canción cantada en público, muy bien cantada,
con una magnífica orquesta, me eché a llorar como
un niño. No se me olvida nunca eso. Mira que hacía
años que no lloraba y lloré. Al día siguiente
carta de Gilma. Había venido de Bayamo y asistido a la
función. Estuvo allí y yo no la conocía.
Dice que pasó cerca de mí y me sonrió.
El romance siguió, ya Félix Caignet era compositor,
me sentía tan orgulloso.
Feliz,
Félix
Antes yo era más que Félix, Feliz, y ahora soy
Félix, aunque no soy amargado. Yo no quiero ser un viejo
amargado en el país del azúcar. Es un contrasentido.
Y a pesar de estar el azúcar racionado, yo le he echado
puñados de azúcar a mi vejez para no ser un amargado.
No dejes de querer nunca en la vida aunque te haga mucho mal,
aunque te odien, ama tú, que es un tónico para
seguir viviendo.
Amo
la vida, amo a mis semejantes, no sé odiar. La prueba
está en que tengo una canción que se llama Te
odio, que dice "y sin embargo te quiero". Nada, nada.
Cumplir con mi deber y lo que me mandaban mi corazón
y mi cerebro. ¿Ves como se me ha relegado al olvido?
Tú no sabes los desaires que he recibido yo.
El
director de Cultura, un señor al que no tengo el gusto
de conocer. Le escribí una carta, entonces yo estaba
completamente ciego, ahora estoy mejor después de operarme.
Primero me operé en Boston y después aquí.
Le mandé una carta a ese señor, Luis Pavón
Tamayo, le suplicaba una entrevista porque yo quería
tener una charla con el Departamento de Cultura de mi país,
porque yo tengo un archivo tan valioso como el que tengo, no
sólo de obras mías, un archivo internacional,
tanto en música como en literatura. Y le mando la carta
y dos o tres días después me manda una carta la
secretaria de Pavón, me dice de parte del señor
que si usted puede recibirlo el martes, le digo cómo
no, ya lo creo que sí, mi casa está abierta como
mis brazos, de par en par, lo considero amigo ahora que ha tenido
ese gesto, que lo espero, bueno, el martes él va a su
casa.
Mi
sobrina Cuca prepara una merienda maravillosa, se preparó
la mesa muy bonita. Él quedó de venir a las tres
de la tarde. Tres años han pasado, todavía lo
estoy esperando. Un desaire que no tiene nombre. Nada. En días
pasados, cuando nombraron a este señor, Nivaldo Herrera,
director del ICRT, le escribo una carta poniéndome a
su disposición, y que yo a pesar de mi edad tenía
veinte años en el espíritu, este señor
no me contestó. Pasan cuatro meses, me llama Conchita,
la secretaria, y me dice, "Caignet, dice Nivaldo que si
usted puede recibirlo ahora mismo" y le digo que sí,
hace cuatro meses lo estoy esperando.
Y
llega Nivaldo Herrera con Antonio Hernández que trabajó
conmigo en Ángeles de la calle, hacía el "Fosforito".
Viene Nivaldo y empezamos a conversar, suena el teléfono,
era Conchita. "¿Está Nivaldo ahí,
Caignet? Dígale que se ponga". Habla con Conchita
y de pronto me dice: "Caignet me tengo que ir a una reunión
urgentísima, mi presencia es indispensable". Quince
minutos estuvo aquí, no pudimos hablar absolutamente
nada, de esto hace cuatro o cinco meses. "Yo volveré
por aquí".
Lo
que la vida me ha debido se lo he cobrado
Yo fui un triunfador, no me puedo quejar de la vida. Nunca he
fracasado, jamás. He luchado tanto. Le he cobrado a la
vida un interés por todo lo que la vida me ha debido
y no me dio. Como un garrotero, cobrarle un interés crecido,
a un 100% le cobré a la vida. Porque todo lo que quise
tener lo he tenido. Y para sentirme más satisfecho, he
tenido muchos enemigos gratuitos. Un individuo que ha tenido
como vicio hacer el bien por el placer de hacer el bien. Soy
un poco radiólogo-filósofo. Le hice un día
una radiografía a la envidia para verla por dentro. Ah,
pero si no es un enemigo mío, es un admirador. La
envidia es admirar con rabia. Nunca me ha atormentado
eso.
Del
estilo picúo
A mis enemigos no les gusta como yo escribo y, total, es porque
yo he empleado mucho lo que creí necesario en mi estilo
para escribir novelas, yo escribía para los más,
para ayudar a vender jabones y esas cosas, tenía que
hacerlo, aprovechaba ese surco abonado que es la emoción.
Dicen
que El derecho de nacer es muy picúo,
muy picúo.
Siempre
escribo para el pueblo, no para los intelectuales. No soportaría
en la vida ser intelectual, soy un individuo que se para recto
como un machete. Qué va, sé natural, mira a tu
alrededor y no pienses en sangre azul que tú no estás
en el mundo azul.
El
que está a tu lado, quiérelo, no por su color,
ni por su dinero, ni por nada. Sí, mis novelas
eran picúas, pero tenían un rating más
grande que todas las demás. Y un día lo dije:
"¿quién no ha sido picúo algún
día en la vida?" Sobre todo en la juventud. Cuando
uno dice por primera vez en la vida: "te quiero",
lo dice con un picuísmo…
Las
grandes firmas, los grandes escritores, los encuentras picúos.
José Zorrilla, ¿habrá versos más
hermosos que los suyos? ¿Habrá algo más
picúo que Don Juan Tenorio? Aquel hombre de unos bigotazos
enormes, un hombre valiente de capa y espada, arrodillado delante
de un sofá donde estaba sentada
Doña
Inés, "no es verdad, ángel de amor, que en
esta apartada orilla…",
bueno,
de unos bigotes de manubrio de bicicleta, arrodillado, recitándole
a Doña Inés, eso es picuísmo. Alejandro
Dumas, hijo. ¿Habrá picuísmo más
grande que el de La dama de las camelias? Un solo de tos en
cuatro tomos. Y se siguió poniendo. A mí me gusta
mucho jugar con la experiencia, ¿sabe?
El
derecho de nacer
Nunca me dejé influenciar por ningún empresario.
Yo escribo pero no al dictado. Nunca he escrito una novela completa,
jamás, escribía dos o tres capítulos de
cada novela que quería transmitir por la radio.
Tenía
escritos tres capítulos de El derecho de nacer, se los
llevé a Amado Trinidad [dueño de la emisora] para
ponerlos en Cadena Azul. El que estaba al frente de los programas
era Jesús Alvariño y entonces se los di. Me dice
Amado, "dáselos a Jesús para que los revise".
Yo necesitaba trabajar, estaba sin trabajo y le digo a Jesús:
"Chico, acábame de ver la novela que te he traído".
Dice: Mira, chico, yo estoy tan ocupado, explícame qué
es lo que tú quieres" y le digo "hasta ahora
lo que tengo es lo que está escrito ahí, que es
un hombre que no iba a nacer, un hombre que iba a ser abortado.
Ése es el prólogo y la muchacha, una muchacha
de la alta sociedad va a pedirle a un médico que la haga
abortar, que no quiere tener ese hijo. Entonces el médico
le dice que de ninguna manera, que el aborto es un asesinato
y hay el derecho de nacer". El prólogo dura dos
días por radio, sabe. Entonces le digo cómo se
llama. "Ah", dice Alvariño, "eso no va
a gustar". "Dame acá", le digo yo, dámela
acá si no te interesa". Y, efectivamente, me llevé
la novela y en eso Goar Mestre se metió a director general
de CMQ.
Era
muy amigo mío, él y toda su familia, sus padres
y todos amigos de mis padres, pero amigos de verdad, y le gusta
el asunto. Me dice: "Mira, me gusta para Kresto así
que vamos a prepararla, prepárala y dámela".
Pero yo le digo que no escribo novelas ya hechas, que le doy
el comienzo de la novela, según se va radiando voy consultando
al público, me voy a los solares, me voy a las cuarterías
ésas, a los solares o casas de vecindad, me voy al mercado
y oigo lo que dice el público, le pregunto de la novela
como si fuera un empleado del "survey" y veo la opinión
que tienen y eso me sirve de mucho.
Me convenía muchísimo y me daba muy buen resultado.
Era más desconocido que el soldado y me iba con mi camisita
por fuera, modestamente, con una libretica y un lápiz
para que me confundieran con un agente de "survey".
Dice
Mestre, "bueno, haz lo que te dé la gana".
Y, efectivamente, se empieza a radiar El derecho de nacer con
éxito. Goar me dijo, "si tú logras mejorar
el "rating" de CMQ yéndote arriba de La novela
del aire, si llegas a ponerla en la cuarta parte del "rating"
que tiene la Cadena Azul…" La de Caridad Bravo Adams
era el programa más oído de novelas en Cuba, el
espacio más oído, óyeme, la CMQ estaba
muerta a esa hora, todo el "rating" lo tenía
hacía años Caridad Bravo Adams.
"Si
me das la cuarta parte del "rating" el primer mes,
te regalo el automóvil que tú quieras, de la marca
que tú quieras". Eso fue en el cuarenta y ocho.
Y sale El derecho de nacer y se hizo un "survey" al
poco tiempo y estaba por encima de La novela del aire.
El
prólogo lo hicieron en México Dolores del Río
y Manolo Fábregas. Primera vez que Dolores del Río
trabajaba en radio porque ella era muy amiga mía, se
prestó a hacer el prólogo, lo tengo grabado en
un disco. En México mismo hay un caso. Al principio de
ponerse la novela había una muchacha humilde, ya ella
lo tenía todo preparado para abortar la criatura, era
sirvienta de la casa de una famosa actriz, llevaba una criatura
de un individuo de alta posición que había abusado
de la pobre muchacha ésta y ella se vio muy pobre, de
origen humilde y de profesión humilde, un niño
era para ella una carga y todo lo tenía dispuesto para
abortar la criatura, tenía dos meses de embarazo.
Oye el prólogo donde yo defiendo la natalidad y combato
el aborto y dijo: "Éste no me lo saca nadie de aquí,
nada más que Dios cuando yo vaya a dar a luz". Y
nació el niño, le pusieron por nombre Félix
Alberto, Félix por mí y Alberto por el personaje
Albertico Limonta, el que no iba a nacer. La madre orgullosísima
de tener a ese hijo que ella iba a malograr pero que influenciada
por mi novela el niño nació.
Fui el padrino y Fedora Capdevila, que había sido la
Mamá Dolores en México por radio, la madrina.
Hizo una magnífica Mamá Dolores. El día
que bautizamos al niño ella caracterizó a Mamá
Dolores, se pintó de negro, se puso el traje y fuimos
a la iglesia. Estaba llena de todos los artistas de cine, de
compañeros nuestros y cuando llegamos allí que
el cura la vio, dice: "Pero usted está pintada,
usted es la madrina y está pintada". Y dice ella
remedando a la Mamá Dolores [imita el tono]: "Sí,
señor cura, yo soy Mamá…ete’ niñito
e’ ‘Albeltico’ Limonta". Dice el cura:
"Ah, pero si usted es Mamá…la de la novela
que yo estoy oyendo".
Le
dio un abrazo. Pues este niño está de un momento
a otro a punto de graduarse de médico…El regalo
de bautismo, los patrocinadores por radio de El derecho eran
los Bonos del Ahorro Nacional de México y le di dos bonos
de cien pesos capitalizables para que se pagara los estudios.
Con tanta suerte, porque eso se va capitalizando por medio de
sorteos aparte del tiempo y no sé qué cantidad
de sorteos salieron premiados.
En
Brasil, que es un país que yo adoro, porque es un país
que hay que quererlo, allí mi novela se ha puesto no
sé cuántas veces y después que se puso
la novela por primera vez yo fui. Estaba de presidente Getulio
Vargas y yo tuve la oportunidad de conocer la faceta más
hermosa de él, no el político, el hombre todo
bondad, todo dulzura, simpatía. Me leyó poemas,
tenía predilección por sus amigos artistas.
Era amigo de Pedro Vargas, de Fernando Albuerne, de todos los
artistas que pasaban por allí. Los invitaba a pasar fines
de semana en su residencia de descanso y entre ellos estuve
yo. Me invitó a pasar el fin de semana en su hacienda
y allí fue el bautizo de veinte y ocho niños blancos,
negros, mulatos, japonesitos, había muchos en Brasil.
Los niños llevaban nombres de personajes de la novela,
niñas que se llamaban Isabel Cristina, otras María
Elena, otras María Dolores, otros Jorge Luis, Rafael
y así, con nombres de personajes. Fue una cosa emocionante
ese bautizo, más barato por docena, veinte y ocho se
bautizaron allí en la finca. Trescientos cincuenta y
ocho ahijados tengo en toda América.
Después
de que se filmó la película sobre El derecho,
Gloria Marín me regaló una sortija que era una
belleza, con una turquesa que cambiaba de color. Se ha puesto
en Japón también, en todos los países.
Hice
una compañía de películas, hicimos nueve
en Cu-Mex con novelas mías, yo era el
presidente.
Invención
del narrador enamorado de la radio
Soy un enamorado de la radio, me gusta más que la televisión.
Con la radio y la televisión pasa una cosa muy curiosa,
lo que pasa en gran parte entre seres humanos.
Nació
la radio con éxitos enormes, enormes, y los empresarios
la querían mucho, era la esposa, la publicidad a los
espectáculos, cuidado a los espectáculos radiales,
ay, así años tras años, y la esposa leal
dándole buenos servicios a la humanidad, pero llega la
amante, la jovencita, la TV y el esposo abandona a su esposa
y llena de gloria y de atenciones a la querida, eh, a la amante,
a la TV.
Pero sigue ahí la radio y seguirá, porque es el
espectáculo que tiene la suerte de tener al oyente como
cooperador. Una novela, vamos a poner un ejemplo. Está
el público oyendo y están individuos cultos oyendo,
personas analfabetas y están oyendo, y hay un narrador,
que sabes que el narrador fue inventado por mí.
Las
novelas no tienen éxito porque tengan un gran narrador,
lo tienen por su trama.
Cuando
yo llegué a Buenos Aires para hacer Chan Li Po allá
se hacían los espectáculos pero ninguno con narrador.
Aquí el narrador era Carlos Badía, allá
era un argentino. Aunque duró poco tiempo en el aire,
porque suprimieron Chan Li Po y todos los espectáculos
detectivescos.
Ocurrió
un caso de sangre en la familia del presidente de la república,
el doctor [Roberto M.] Ortiz [Lizardi] y mataron a una parienta
suya. El esposo la mató por infidelidad y fue un escándalo. Había un programa que era como la Guantanamera en Cuba
en Radio Belgrano de Buenos Aires, el hecho del día lo
escenificaba, los hechos de sangre. Y lo escenificado en este
caso era una sobrina del presidente. Se escenificó la
tragedia esa presidencial. ¿Qué hicieron? El gobierno
prohibió todo espectáculo, para que no fuera ese
solamente, detectivesco y ahí estaba Chan Li Po que empezaba
a triunfar, ¿eh?, pues se acabó y Chan Li Po llevaba
el narrador.
Aquí
tampoco había el narrador. El creador del narrador en
las radionovelas es Félix B. Caignet. Empecé con
Chan Li Po. En todo el hemisferio no se narraban las novelas,
no había un narrador para darle más fuerza a la
obra radiada. Yo le doy al oyente el pie forzado para que tenga
la oportunidad de crear el personaje a su manera. La prueba
la tiene que aquí en uno de los espectáculos que
más se oía antes de venir Chan Li Po era la comedia
de 0’Shea, Radiodifusión O’Shea, que tenía
a Pilar Bermúdez y a Marcelo Agudo. En La Habana hacían
adaptaciones de obras de teatrales o de novelas, era lo que
se ponía. Los conciertos se hacían, los mejorcitos
eran los de Gonzalo Roig con su banda y los del maestro Luis
Casas Romero. Chan Li Po salió en Santiago de Cuba interpretado
por Aníbal de Mar, patrocinado por el cigarrillo Edén.
Yo
estimo que el narrador viene siendo, en la radio, el escenógrafo,
el attrezzista, el de utilería, todo eso lo tiene, todo
lo describe el narrador. Es un espectáculo para ser visto
por los oídos. A los actores mismos los sitúa.
Siempre pensé: debe ser una cosa extraordinariamente
curiosa hacer una investigación de oyentes, a ver si
todos coinciden en imaginarse a los personajes como los describe
el narrador en la radio. En mi técnica de autor el público
se entera de toda la trama, sabe la verdad de todo, pero él
que no lo sabe es el personaje.
El
público lo que desea saber es ver la reacción
del personaje cuando se entera de lo que ya es evidente para
los otros, ése es el interés que tiene, [por ejemplo]
fulana me dijo:
"¿qué
pasará cuando María Elena [madre de Alberto Limonta
en El derecho de nacer] sepa que ése es su hijo?"
El día en que la editorial de aquí quiera publicar
El derecho, acaba, porque la petición es enorme. Con
decirle que es de la época en que yo era rico.
Cuando
Selecciones compró la edición me dieron
$350,000.00 dólares.
Naturalismo,
todo eso lo he tocado yo en mis novelas. Miguel de Carrión
fue un individuo que si no en carne propia, puso, todo lo que
escribió lo había vivido mentalmente, un individuo
que respondía al eco emotivo de lo que iba viendo en
la vida.
Arquitecto
de sueños
Hice una casa en Santa María del Mar. Mi piscina era
un sueño, ya yo tenía práctica de arquitecto
porque había hecho muchos castillos en el aire, sabe,
era arquitecto de sueños. Cuando empecé a tener
éxitos metálicos y artísticos, de todo,
me puse de arquitecto pegado a la tierra e hice mi casa que
es un sueño convertido en realidad.
Tiene
ocho habitaciones y seis baños. La piscina tenía
música debajo del agua. La casa me costó $130,000.00
dólares y amueblarla $10,000.00. La gocé pero
ahora me han robado ahí bárbaramente, se la he
prestado a unos amigos y lo que han hecho es robarme muebles
y todas esas cosas. Actualmente hay un doctor y aquella casa
maravillosa, al borde del valle, tiene unas terrazas de sueño,
todo granito, Ave María.
Todos
los artistas estaban allí siempre. Cuando vino Bing Crosby
se pasó tres días. Mi casa era una especie de
círculo de artistas.
Iba Libertad Lamarque, que se pasaba una semana. Les di una
fiesta a Errol Flynn y a Pedro Armendáriz, los dos han
muerto, los pobres, una fiesta nocturna porque estaban filmando
aquí y se dio una fiesta maravillosa en mi casa. Errol
Flynn era de una simpatía extraordinaria, hablaba un
castellano chapurreado, sentía mucha admiración
por Fidel Castro, iba a menudo por mi casa.
Se
había aprendido de memoria, en su español malo,
todas las malas palabras y las palabrerías del vocabulario
populachero cubano. Las decía con una gracia las malas
palabras, era graciosísimo. Murió, como supongo
yo quería haber muerto, en plena juventud, en plena fiesta
porque fue como murió él.
Ahí
era adonde iba mi amigo Camilo Cienfuegos, era amigo mío.
Desde que él tenía catorce años iba a mi
casa. Ahí tengo una carta de Camilo cuando él
estaba en la Sierra Maestra. Cuando vino él de la sierra
se iba todos los jueves a mi casa de Santa María del
Mar para descansar, no le decía a nadie adónde
iba. Eligió los jueves porque ése era el día
en que no había visitas en mi casa. Era como un restaurante
de todos mis amigos, de todos los "pollos", de las
modelos, mujeres lindísimas se bañaban en la piscina
que tenía música por vibración pero indirecta,
en toda la casa, todos los muebles.
Yo
nunca me bañé en la piscina, no me gusta, me gusta
nadar en la ducha. Se me metió en la cabeza hacer una
cascada que fuera como natural, se rompieron muchísimas
piedras. Hice una cascada natural y por medio de una turbina
entraba y salía el agua constantemente, caía en
cascadas
con "spotlights" de distintos colores, azul para el
agua, me eché a volar, le puse alas al cóndor
de mi fantasía. Vinieron unas americanitas que eran manzanas
nadadoras, qué caritas más lindas, qué
frescura. Se hizo un show acuático y sacaron una película
en colores.
Probablemente
le venda la casa al gobierno. Hace como siete años que
no voy allí. Es horrible lo que han hecho allí,
está la casa bellísima y según tengo entendido
el gobierno la quiere como una casa de protocolo. Ya yo viví
esa casa y creo que todo en la vida tiene su época, yo
fui feliz ahí. Como ser humano estoy convencido que eterno
es el talento, algo que queda, eso es una vida eterna, la vida
eterna de Beethoven, de Mozart, de San Martín, de Maceo,
de Céspedes, con sus hazañas.
Porque
para nosotros los cubanos nuestros próceres son eternos,
mientras se les recuerde están vivos, muertos están
los olvidados, porque no tienen quién los recuerde. Quien
deje una obra hecha o una huella, esos sí que están
vivos siempre. Y ya te digo, ahí surgió todo esto
que te he explicado un poco atropelladamente.
N.E.
El 25 de mayo de 1976 muere en la capital cubana y sus restos
descansan desde 1992 en el cementerio del poblado santiaguero
que tanto lo sedujo y que lo vio crecer, aunque naciera en San
Luís, otro hermoso sitio de la provincia suroriental.
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