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| El Veraz. | San Juan, Puerto Rico |

LA LEGION DE LOS DISIDENTES

Por José Vilasuso.

El nombre de Jorge Masetti encarna la tradición revolucionaria más rancia del siglo que ha terminado.

Su padre fundó de Agencia de Noticias Prensa Latina y murió como guerrillero en los años sesenta. Jorge heredó los impulsos de los tiempos duros y más que citar escenarios, nos preguntamos, dónde no operó con su rifle en ristre. Italia, Argentina, Costa Rica, Panamá, Nicaragua, Guatemala etc. Aunque más importante y de admirar son las conclusiones a que, en plena juventud, arribó para escribir uno de los libros de mayor veracidad e impacto que el vasto tema comprende a fines de milenio. “El Furor y el Delirio.” (Tusquets.)

Desde sus primeras páginas, queda al descubierto el influjo del medio para determinar su conducta ideológica. Masetti no tenía otra alternativa, dado que no conocía otro mundo. Había nacido, políticamente, en el foco marxista leninista del momento. Cuando tiene que dejar a Cuba, para comenzar desde el principio en Argentina, su cuna biológica, no lo ve cual cuesta arriba, sino el nuevo deber asignado, que acomete con su acostumbrado denuedo. En el derrotero largo, se suceden los acontecimientos que conocimos por las noticias internacionales, pero casi nunca testimoniadas por protagonistas de primera fila. La clandestinidad es verdaderamente un mundo aparte por el que cualquier idealista se deja deslizar. Posee todos los elementos de lo extraordinario y fuera de factura. El guerrillero arquetipo, es especie de religioso entregado a una causa sagrada en la que no se escatiman sacrificios y, si es menester, se dejará a la vida. Las prisiones, torturas, secretos, venganzas, deshonras y muertes de camaradas y enemigos, lo atan cada vez más a los objetivos finales del Partido, cual cadena y candado cerrado, para que no entren los reptiles. Todo lo cual confirma que – en definitiva - cada hombre se labra su destino; pero nunca es ajeno a influencias, medios y ambientes, capaces de reducir su ámbito de opciones en no poca magnitud.

El militante consagrado nunca descansa y debe vivir alerta a toda tentación alternativa. He ahí el cuidado escrupuloso de la dirigencia ante el menor atisbo de incertidumbre, y honda preocupación por la duda al acecho. Un cuadro que pregunta demasiado, debe corregirse el defecto. Incluso un fogueado hermano mayor, puede ser designado su consejero permanente. Esta tarea primordial – por pura carambola y a distancia - corresponde en la obra al Comandante Manuel Piñeiro, Jefe del Departamento América, órgano del Ministerio del Interior en el gobierno cubano. La figura de Piñeiro fría y calculadora, contrasta con el idealismo y ardores del protagonista. Es el personaje que persigue objetivos en los que los ímpetus juveniles, quedan reducidos a mero instrumento. Para todo neófito en el oficio, el encuentro con altos dirigentes en el poder, provoca un choque. Nunca demuestran lo esperado. La lejanía de sus recomendaciones; acaba por sugerir la ambivalencia, luego por decepcionar. Pero el proceso requiere tiempo y tropiezos. En la mayoría jamás se adoba. Una y otra vez, Jorge Masetti encara al poderoso ministro, mientras el lector digiere este contraste de caracteres, que involuntariamente tejen la telaraña de intrigas envolventes. Algo similar ocurre en “Persona no Grata,” de Jorge Edwars, quien dibuja a Manuel Piñeiro con un pincel descriptivo de gemela factura.

Así las cosas, un día, al regreso a casa, Jorge y su esposa Ileana, descubren que en su ausencia, allí tuvo lugar un registro. Conclusión costosa; pues implica el tambaleo de un tinglado en el que se cree firmemente. Las dudas asaltan. Se apagan las luces. Los escozores registran el vientre. Comienza una retrospección espaciada, lenta, hacia los orígenes. Hay que tomar medidas de precaución y como avezados de casta, conocen el procedimiento y contra quiénes va dirigido. Ahora se ven desde el sitio opuesto. En el sótano en vez del tope. Pero no hay tiempo que perder. Ellos tienen relaciones a la mano y saben a quién dirigirse. Se les recibe amablemente. Aunque ya no es lo mismo. Aflora la duplicidad y se esconde el cinismo. Es que se penetra a una nueva fase de la revolución. De cara a su reverso. Aquello que antes se vio aplicar al enemigo, mejor dicho al contrario; se les acerca sugerentemente. El consejo es la calma. Es el espíritu conservador, que esconde la garra con guante de seda. “No tienen nada que temer,” se les dice. De ustedes quién puede desconfiar.

Ha caído el telón. A la vista el trasfondo jamás sospechado. Se trata del proceso del General Arnaldo Ochoa y los hermanos Tony y Patricio De la Guardia, padre el primero de Iliana. La historia aporta cada día, nuevos datos y componentes de balance, a este acontecimiento revelador de la naturaleza intrínseca del régimen cubano. Masetti, junto con su esposa, registran en carne propia, la confirmación de precedentes insalvables rubricados por Ignazio Silone, Jorge Semprún, Regis Debray, Carlos Franqui, César Vilar, Carlos Pellecer, Arthur London y miríadas al sol, u ocultas a la luna, de disidentes y disidentes. Los que fueron y dejaron de serlo. Tal vez los únicos con verdadera autoridad para hablar del asunto. Aquellos a quienes debía de consultarse al respecto, para evitar las bagatelas poligráficas que tanto agobian.

En el expediente de revisión, hay más tiempo para juzgar las cosas a la luz de la objetividad. Jorge Masetti explora etapas que anteriormente no le fueron dables. Ya no impera la sombra de la censura y puede abrirse a sus inquietudes libremente. Descubre espacio viviente del pasado cubano, que jamás se le hubiera ocurrido escrutar. El lugar donde permanencen incontables revolucionarios que mucho antes, cruzaron su mismo Rubicón. Son los malos de la película, que una vez tratados tete a tete, se identifican cual seres humanos, con defectos y virtudes. Sentados en los cafés de Miami, escucha relatos y conoce protagonistas de odiseas paralelas. El comandante Humberto Sorí Marín por ejemplo; exministro de agricultura, fusilado el 19 de abril de 1961 en La Cabaña. Las caras, los nombres, los apisodios al relieve, denotan el reverso de la revolución y sin el cual no hay verdadera vivencia, pues cada moneda debe verse por ambas caras.

La recopilación de material se agolpa ante sus ojos formando tongas y tongas que tocan al techo. Masetti guarda recuerdos recientes que se funden con el historial acumulado en La Florida. De sus conclusiones, se entresaca la memoria de Ernesto Che Guevara. Era el colofón, pues, tras la operación boliviana; de haber salido éste con vida, no sería de extrañarse que hoy engrosara la legión de los disidentes.


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