Por
Félix Luis Viera
“¿Por
qué aplauden y celebran si nosotros no deberíamos
estar aquí?”. Esta frase, inolvidable, la pronunció
alguien cuando, en uno de los campos de trabajo forzado establecidos
por el gobierno cubano, en la década de 1960, en las
llanuras de Camagüey, los jefes militares anunciaron que
dentro de un mes los familiares podrían visitar a los
confinados.
Me
viene a la mente aquella frase hoy, cuando el preso político
Ariel Sigler Amaya, parapléjico gracias a la buena atención
que recibía en el penal, ha sido liberado mediante “licencia
extrapenal” luego de siete años de cárcel.
Yo
no digo que ésta sea una mala noticia. Sólo me
siento en el deber de replicar a los que rebozan de entusiasmo
con esta decisión de la dictadura cubana, a quienes han
llamado a esta determinación “un gesto de buena voluntad”
de parte del gobierno de Fidel y Raúl Castro, a los que
casi agradecen a este par que hayan liberado a quien nunca debió
ser encarcelado. Parafraseando: “¿Por qué aplauden
y celebran, si Sigler nunca debió estar allí?”.
Ariel
Sigler Amaya ha demostrado de nuevo su estoicismo, su valentía:
“No voy a dejar en ningún momento de luchar por la libertad
y la democracia en Cuba, voy a seguir porque nuestros hermanos
que quedaron en prisión salgan en libertad'', ha afirmado
luego de ser excarcelado. Está consciente de que sus
“hermanos” siguen padeciendo una condena injusta. Y que la excarcelación
de éstos debe, o debiera, ser objetivo de todos los hombres
de buena voluntad.
Que
se sepa, el ahora liberado no ha agradecido a sus verdugos por
esta acción. Y nadie que goce de un mínimo de
objetividad debe hacerlo.
Llama
la atención que CNN en Español, una cadena de
noticias que durante la mayor parte de su estadía en
Cuba se ha portado como una vasalla de la dictadura imperante
en Cuba, haya dado a conocer una breve entrevista con Sigler,
en la cual éste enfatizó sobre las violaciones
de los derechos humanos en la Isla. ¿Tendrá aún
hoy corresponsalía en Cuba CNN en Español? Si
la respuesta es sí, tampoco es una mala noticia, pero,
a la vez, no es como para aplaudir ni agradecer a la dictadura
bicastrista porque haya abierto un poquito la mano de su férrea
censura a la información. Como aquél que estaba
encarcelado, la censura tampoco tenía por qué
estar allí.
No
es el momento de “pedir”, de “solicitar” al régimen cubano
alguna que otra limosna. Se trata de “exigir”, de exigir lo
que no es de aquel régimen: la libertad de los presos,
la libertad de todo un pueblo, la democratización de
la sociedad, y todo lo que faltaría enumerar. Es decir,
con los radicales, hay que ser radicales.
Ahora
resulta que la Iglesia Católica cubana es la anunciante
de lo que hará la dictadura; es la que está dando
a conocer la liberación de Sigler o el acercamiento de
otros presos políticos a cárceles más cercanas
a los domicilios de sus familiares. Esto es ridículo.
Y yo aún dudo que haya sido la Iglesia la que se acercó
a Castro y no viceversa, porque sería una salida de cierta
elegancia para el segundo hijo descarriado de Birán que,
gracias a la Iglesia, él, que representa la bondad de
“un pueblo justo y sensible”, haya decidido –no sabríamos
por qué razón– aplicar algo de clemencia a “los
enemigos de la patria”.
De
cualquier manera, nadie pagará a los que ya han sido
excarcelados el tiempo que injustamente pasaron tras las rejas,
ni a los que continúan en prisión el que han cumplido
y el que les espera.
Se
le podría asimismo exigir a la dictadura bicastrista
una quimera: ¿Ofrecerá disculpas a Ariel Sigler
Amaya? |