Por
Adolfo Rivero Caro
El
colapso mundial del socialismo ha convertido al gobierno
de Fidel Castro en un anacronismo histórico. El régimen
aprisiona a nuestro pueblo, política y económicamente,
como una vieja y raída camisa de fuerza. Ante el
inevitable crecimiento de la resistencia popular y la certidumbre
de futuras olas represivas, parecería conveniente
desmitificar un tanto ese centro operativo conocido por
los disidentes cubanos como "Villa Marista", "Villa"
o simplemente "El Colegio". El régimen
se mantiene por el terror. Lo que más hay que temer
es al miedo mismo.
Villa
Marista es parte del Departamento de Operaciones de la Dirección
de Contrainteligencia del Ministerio del Interior. Fue creada
en 1963 y es el equivalente cubano de la Lubianka de Moscú.
Instructores de la KGB, veteranos estalinistas, trasmitieron
a los cubanos su vasta experiencia represiva. Esos instructores
vinieron a Cuba en la época de Khruschev y de Breznev,
después del XX Congreso del PCUS, cuando los crímenes
de Stalin habian sido denunciados por los mismos comunistas
y las tenazas estaban guardadas en la gaveta. La metodología
represiva de la KGB tenia puesto el énfasis en la
tortura psicológica, no la física, se trataba
de destrozar el espíritu, no el cuerpo. Por otra
parte, las torturas contra los revolucionarios durante la
dictadura de Batista habian provocado una profunda repugnancia
en nuestro pueblo y no hubiera sido fácil recurrir
sistemáticamente a los mismos métodos. De
aquí que en Villa Marista la tortura física
no haya sido un procedimiento habitual.
En
Villa Marista, el objetivo fundamental de la Seguridad es
conseguir la rendición moral del detenido, derrotarlo
moralmente. No se pretende convencerlo ideológicamente,
el objetivo es más modesto. Se trata de convencerlo
de la omnipotencia del aparato represivo y de que los detenidos
están absolutamente inermes. Si lo consigue, éste
termina arrepentido de haber emprendido una lucha obviamente
imposible y resentido contra quienes lo instigaron a la
misma. Resentimiento que, a su vez, puede conducir a la
delación de otros opositores. No solo eso. Convencido
del poderío abrumador del aparato represivo, eventualmente
el opositor moralmente derrotado llega a la conclusión
de que la Seguridad es inclusive generosa al no aplastarlo
como a un insecto. Como anticipara Orwell en "1984",
el supremo triunfo de la Seguridad es cuando el disidente
termina amándola.
Y,
sin embargo, las apariencias engañan. Villa es mucho
menos poderosa de lo que quiere aparentar y sus opositores
están mucho menos desvalidos de lo que parecen. En
primer lugar, la revolución cubana se encuentra en
una crisis terminal e irreversible. El colapso de la URSS
y del campo socialista ha significado el fracaso del modelo
político, económico, social e ideológico
escogido por Fidel Castro. Su consiguiente perdida de autoridad
moral es irreparable. Castro y su sistema represivo representan
el pasado y su desaparición, más tarde o más
temprano, es inevitable. Por otra parte, la disidencia cubana
es una de las más tenaces y valientes del mundo.
El gobierno no solo ha sido incapaz de aniquilarla sino
que se ha multiplicado y extendido a todo lo largo y ancho
del país. El movimiento de derechos humanos, surgido
como una reacción de autodefensa popular, ha puesto
a Fidel Castro en el banquillo de los acusados y, aunque
sin proponérselo directamente, ha mermado sustancialmente
su poder. Los disidentes cubanos no son vistos como un grupúsculo
insignificante sino como un interlocutor esencial a la hora
de discutir la problemática cubana. Cada vez es más
claro para todo el mundo que la oposición representa
el futuro.
LA
EXPERIENCIA DE VILLA: LA DETENCION
Aunque la Seguridad del Estado no esté sometida al
imperio de la ley, siempre trata de guardar ciertos formalismos
legales para protegerse contra críticas internacionales
que puedan afectar el prestigio y por tanto la autoridad
del gobierno revolucionario. Eso es algo que ningún
opositor debe olvidar nunca: todas las fechorías
y arbitrariedades de la Seguridad deben ser recordadas,
anotadas y difundidas. Los disidentes no solo son víctimas,
sino también testigos y notarios.
Salvo
pocas excepciones, el método de detención
de la Seguridad consiste en asaltar las casas entre las
dos y las cuatro de la mañana. Aprovechar cuando
el objetivo y su familia son mas vulnerables a un ataque.
En general, se procede al registro de la casa en presencia
de un representante de los CDR que, supuestamente, da testimonio
de que los agentes no han sustraído nada que no sea
pertinente al caso. (Los robos, por supuesto, son frecuentes).
Luego, el detenido es llevado a una máquina y conducido
a toda velocidad hacia Villa Marista.
En
Villa, el tratamiento no es uniforme sino individual y diferenciado.
En general, el detenido es fotografiado, pesado, medido
y se le toman las huellas digitales. Cada vez que ingrese
le harán lo mismo. Pero uno puede permanecer detenido
en una habitación relativamente confortable, esto
depende fundamentalmente del rango que el detenido haya
tenido dentro del régimen. Esas "consideraciones"
tienen el objetivo de trasmitir un mensaje silencioso: todavía
es considerado básicamente como uno de los suyos.
Se ha descarriado pero no se olvida lo mucho que los une
todavía. (El general Ochoa ni siquiera estuvo nunca
en Villa.) En este sentido, es bueno recordar que ningún
"tronado" ha recuperado nunca el favor oficial.
Lo mejor para un "tronado" es tomar consciencia
de que ha sido colocado en la oposición, y actuar
en consecuencia. Hacerse ilusiones en este sentido lo debilita
como opositor sin mejorar su posición ante el gobierno.
Es difícil concebir peor situación política
que la de ser despreciado tanto por el gobierno como por
la oposición.
Más
tarde o más temprano, el detenido pierde su ropa
habitual y tiene que vestir un uniforme amarillo, generalmente
mayor de su talla, para que se sienta incomodo y ridículo.
Es el momento de ser trasladado a una celda corriente, momento
en que también pierde su nombre. En lo adelante será
llamado por un número. El uniforme y el numero pretenden
humillarlo, despersonalizarlo y hacerlo tomar consciencia
de su absoluta impotencia.
EL
HOSPEDAJE
La
celda habitual en Villa mide 3 x 2 metros. Ciertamente no
es aconsejable para los que padezcan de claustrofobia. Las
literas son planchas de hierro o madera encadenadas a la
pared. Hay una o dos literas en cada pared. Las celdas tienen
unas especies de persianas de concreto que no permiten ver
hacia afuera, aunque dejan entrar el aire y alguna claridad.
Es posible darse cuenta del amanecer y del crepúsculo.
La letrina es un simple agujero en el piso. Un pequeño
chorro de agua cae sobre el hueco. Generalmente, los detenidos
toman el agua de beber de ese chorro. Un pedazo de tubo
que sobresale de la pared, sobre la letrina, sirve de ducha.
A los detenidos no se les permite afeitarse ni peinarse
ni cortarse las uñas. Las horas del baño están
reguladas, aunque esa regulación, como otras, son
casi imposibles de imponer en la práctica.
Sobre
la puerta de hierro hay un bombillo perpetuamente encendido
cubierto por una malla metálica. Pero, con un poco
de práctica, gracias a los cambios de luz y los sonidos
de la calle, es posible calcular la hora del día
con relativa facilidad. La puerta tiene una ventanilla que
los guardias pueden abrir para vigilar (siempre preocupados
por los suicidios) y trasmitir órdenes. Para llamar
al guardia (al que hay que tratar de "combatiente"),
el detenido tiene que golpear la puerta de hierro. En general,
la puerta solo se abre para el desayuno (6.30 a.m.), el
almuerzo (11 a.m.) y la comida (4 p.m.). Los mismos guardias
le darán el cepillo de dientes cuando pasan a recoger
las bandejas vacías. También hay que abrir
la celda para una limpieza semanal. Un guardia le da a los
detenidos una frazada para limpiar el piso y un jarro con
creolina para echar en la letrina.
Dado
lo escaso de la ventilación, las celdas son extremadamente
calurosas en verano. Por física elemental, cuando
hay calor asfixiante el lugar más fresco no es la
litera superior sino el suelo. Algunas celdas tienen un
fuerte aire acondicionado con el objetivo de torturar a
los detenidos. Son las llamadas celdas "frías".
Con
un poco de práctica, también es relativamente
fácil ubicar donde están los guardias. A ellos,
por su parte, les resulta muy difícil ubicar exactamente
de que celda ha salido algún grito. Esto permite
comunicarse y averiguar, por ejemplo, si hay algún
amigo detenido en el mismo piso. Por otra parte, como las
ventanas dan al exterior, no es difícil hablar con
algún detenido del piso de arriba o de abajo. Este,
a su vez, puede gritar preguntando por cualquier preso.
El resultado es la posibilidad de una sorprendente comunicación
entre los distintos pisos en una prisión de máximo
aislamiento. Villa es demasiado grande como para que pueda
haber vigilancia sobre cada celda.
LOS
INTERROGATORIOS
Lo habitual es que los detenidos lleguen a Villa y tengan
que esperar varios días antes de ser llamados para
su primer interrogatorio. Esa tensión ha bastado
para quebrar psicológicamente a más de un
detenido impreparado. Tampoco es extraño que en ese
primer interrogatorio, ansiosamente esperado, el oficial
se limite a pedirle al detenido su nombre y otros datos
generales. El objetivo siempre es el mismo: convencerlo
de su insignificancia (¡ni siquiera saben su nombre!)
y dejar que el aislamiento lo deteriore psicológicamente.
Es común que los interrogatorios se hagan de madrugada.
El objetivo es el mismo de la hora de la detención:
aprovechar el ritmo biológico para sorprender al
objetivo "con la guardia baja", cuando esta psicológicamente
menos preparado y es más vulnerable.
Para
el interrogatorio, un guardia abre la ventanilla, llama
el número e inmediatamente comienza a abrir la puerta.
El detenido sale de la celda y se tiene que poner de frente
a la pared, hasta que el guardia cierre nuevamente. Allí
podrá ver una cajuela donde se guardan su cepillo
de dientes y algunas medicinas que pueda estar tomando.
Luego el guardia le ordena que camine en cierta dirección
mientras marcha detrás chiflando para advertir a
cualquier otro guardia que pudiera venir en sentido contrario
con otro detenido. En caso de ir a cruzarse, le gritan que
se detenga y se quede mirando a la pared. Se trata de que
nadie pueda ver a los demás detenidos ni comunicarse
con ellos.
Las
oficinas de los interrogadores están ubicadas a lo
largo de los pasillos de cierta área, y son mas bien
pequeñas. El guardia manda a detener al detenido,
siempre de frente a la pared, junto a la puerta y le grita
al oficial interrogador: "¡Permiso para presentar
al detenido!". Cuando el oficial asiente, el guardia
se hace a un lado y le hace un gesto al detenido para que
entre en la oficina. El interrogador, que esta sentado detrás
de una mesa, le invita a sentarse, y el interrogatorio comienza.
Se supone que el detenido este sentado en posición
de firme. Si se inclina, recuesta, cruza las piernas o hace
cualquier otro gesto le llamarán secamente la atención.
Si el detenido es fumador, probablemente le ofrezcan cigarros.
A los oficiales les gustan los fumadores porque eso les
da un pequeño poder suplementario sobre ellos. En
general, hablan poco, prefieren que sea el detenido el que
lleve el peso de la conversación.
Los
detenidos nunca deben perder de vista que ahora se encuentran
en universo particular que se rige por sus propias leyes.
Los usos y costumbres de la vida normal han perdido su validez.
Carece de sentido, por ejemplo, que un detenido trate de
convencer de su inocencia a un oficial interrogador. Eso
es olvidar que los éxitos profesionales de ese oficial
son directamente proporcionales a la cantidad y gravedad
de los "delitos" que logre descubrir. Para la
Seguridad, todo el mundo es culpable, y no poder demostrar
satisfactoriamente esa culpabilidad no es mas que un fracaso
profesional. Al olvidarlo y tratar de convencer de algo
a un oficial, el detenido solo consigue trasmitir una información
que inevitablemente va a ser usada en su contra. Por consiguiente,
es aconsejable limitar al mínimo lo que se intercambia
con los oficiales.
El
interrogador siempre trata de dar la impresión de
que lo sabe todo y de que el único objetivo del interrogatorio
es darle la oportunidad al detenido de manifestar su arrepentimiento
"por su propio bien". Si hay varias personas en
un caso, se le dice al detenido que los demás han
confesado y, para corroborar esa impresión, se utilizan
los retazos de información que se van obteniendo
de los demás. La realidad es que es en los mismos
interrogatorios donde los oficiales obtienen la mayor parte
de su información. En este sentido, a veces, se alternan
interrogadores "amistosos" y "hostiles"
para suscitar un deseo de ayudar al oficial "amistoso"
dándole información. El detenido siempre debe
recordar que no está solo y que tiene amigos que
están luchando por él. Pero ninguno de ellos
trabaja en Villa.
La
Seguridad no vacila en recordarle a los detenidos sus anteriores
vínculos con el régimen, el romanticismo de
su juventud, la nostalgia de lo que pudo haber sido y no
fue. Pero el único objetivo es que abandone la lucha
y se rinda para aplastarlo mas fácilmente. Frecuentemente,
se trata de endilgarle a los opositores la confesión
de algún delito común, al que los mismos interrogadores
suelen restarle importancia. Pero los detenidos deben recordar
que una confesión de ese tipo puede representar años
de cárcel. Hay que evitar caer en esa trampa. La
estancia en Villa puede ser muy difícil pero no es
sensato cambiar días por años.
Las
amenazas de los interrogadores no deben ser tomadas a la
ligera pero tampoco exageradas. Havel y Walesa también
fueron amenazados cuando estuvieron presos pero llegaron
a la presidencia de la República Checa y de Polonia
respectivamente. Y, sin embargo, el último ministro
del Interior de la Unión Soviética, Boris
Pugo, terminó suicidándose mientras que otro
ministro del Interior, éste cubano, el general José
Abrantes, "murió" en la cárcel.
LAS
VISITAS
Los detenidos tienen una visita de cinco minutos a la semana
en presencia de un oficial. Antes de la visita son llevados
a una barbería donde son afeitados por un silencioso
barbero. Allí también reciben un pequeño
espejo manual para que puedan peinarse. El objetivo, por
supuesto, es que tengan el aspecto más normal posible
ante sus familiares para tranquilizar a éstos y desmovilizarlos
psicológicamente. El salón de visitas esta
alfombrado y tiene aire acondicionado. A los familiares
les resulta difícil comprender que una simple puerta
separa la normalidad del infierno. Los intercambios están
limitados a asuntos familiares pero, con un mínimo
de habilidad, no es difícil trasmitir información
importante, sobre todo si previamente se han acordado ciertas
claves. Los familiares también pueden aprovechar
para llevar tijeritas que le permitan a los detenidos cortarse
las uñas.
La
solidaridad familiar es muy importante. Lo que más
hace sufrir a los detenidos no es tanto su propia suerte
como la forma en que esta se refleja sobre sus seres queridos.
La Seguridad lo sabe y no tienen escrúpulos en presionar
a los familiares para que, a su vez, estos lo presionen
para "colaborar" con las autoridades. Mientras
más firmes y combativos sean los miembros de su núcleo
familiar, mas ayuda moral le darán al detenido. Esta
es, sin duda, la prueba suprema del amor. En realidad, la
única medida disciplinaria posible para un detenido
en Villa Marista es la suspensión de la visita. Pero,
cuando esto suceda, los familiares deben luchar por todos
los medios para que estas se restablezcan a la mayor brevedad
posible. Un detenido sin visitas debe ser considerado automáticamente
como un desaparecido y esto requiere una inmediata denuncia
ante la opinión publica internacional.
Es
importante recordar que la Seguridad quiere la rendición
moral de los opositores y que se le deje manipular todas
las situaciones a su antojo porque aspira al máximo
de represión con el mínimo de costo político.
Los opositores, a su vez, no pueden evitar la represión
pero si puede hacerla lo más políticamente
costosa posible. Es su única arma en esa lucha desigual,
renunciar a ella es fortalecer al mismo enemigo que esta
empeñando en destruirlos.
CONCLUSIONES
Todo opositor al régimen tiene que prepararse psicológicamente
para Villa. En lo fundamental, esto significa prepararse
para un confinamiento solitario indefinido. Una vez en Villa,
es recomendable hacer mucho ejercicio físico (caminar
haciendo ochos, para no marearse), garantizar el máximo
de orden e higiene en la celda, y dividir el día
para todas las actividades intelectuales posibles como,
por ejemplo, ejercicios de memoria, meditación, y
oración para los creyentes. Frente a un individuo
amante de la soledad y del silencio, Villa sería
prácticamente impotente. Por otra parte, en Villa
nadie esta abandonado. La solidaridad con los detenidos
en Villa y con los demás presos es la principal tarea
de los activistas en el exterior. Hay que hacerle pagar
el mayor precio político posible al régimen
por sus violaciones de los derechos humanos. En ultima instancia,
los que están realmente aislados son los carceleros.
El futuro pertenece por entero a la democracia.
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