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| El Veraz. | San Juan, Puerto Rico |

Revelaciones de un judío cubano

por CLAUDIA MáRQUEZ LINARES, La Habana

Antonio Funes aspira a una sociedad tolerante. Se convirtió al judaísmo hace apenas tres años y leer en hebreo es una de sus predilecciones. A través de la curiosidad de un judío de Israel, quien ostenta su mismo apellido, pudo conocer de su origen. Cuando se acercó a la Comunidad Hebrea de Cuba le recomendaron que investigara si realmente era un descendiente judío. Seis meses le costó encontrar la genealogía de su familia.

Pinjas Mijael, nombre hebreo de Funes, pertenece al Centro Hebreo Sefardí de Cuba, a donde asiste con su esposa y sus dos hijas, Susana y Hadasa, de 12 y 15 años respectivamente. Funes narra que quizás si en la Isla se viviera en un ambiente de plena democracia los ciudadanos pudieran rescatar sus raíces judaicas, confeccionando su árbol genealógico con mayor facilidad, y afirma: "El judaísmo no es prosélito, pero muchas personas que se acercan a veces preguntando si son judíos son rechazados producto de que proceden de familias asimiladas. Son muy pocos los casos que logran ser aceptados por parte de la dirigencia de la comunidad judía; por lo que es muy difícil integrarse y rescatar las raíces judías".

En la actualidad la comunidad hebrea en Cuba se estima está compuesta por unos 1500 ciudadanos, y de éstos casi el 80% reside en La Ciudad de La Habana. Según datos oficiales, la comunidad hebrea y el judaísmo se hicieron patentes en la mayor de las Antillas en la segunda mitad del siglo XIX, con la llegada de judíos provenientes del sur de La Florida, quienes en su mayoría eran de origen europeo (ashkenazitas), principalmente rumanos. Ya en la etapa republicana, entre 1908 y 1914, arribaron hebreos sefarditas principalmente de Turquía y la región sur de los Balcanes. A éstos se les reconoce la fundación del primer cementerio judío en la Isla y la sinagoga Shevet Ajim.

Pero, según la doctora Margalit Bejarano, Especialista e Investigadora sobre el Judaísmo en Cuba de la Universidad Hebrea de Jerusalén, "no existe continuidad histórica entre los judíos que residían en Cuba en la época colonial y aquellos otros que inmigraron en el siglo XX", por lo que se reconoce a los sefardíes como pioneros de la inmigración judía a la Isla.

Luego de la Primera Guerra Mundial, en el período comprendido entre 1920 y 1924, arribaron otros hebreos procedentes de Europa oriental, principalmente de Rusia, Lituania, Hungría, Polonia y Rumania.

En Cuba ser judío no es fácil. Según datos recopilados por Antonio Funes, cada 25 días se transmite por la televisión una Mesa Redonda especializada en el ataque y la desinformación en relación con Israel. Para la comunidad hebrea residente en la Isla esto es una fuente de descontento, pero no se queja al Gobierno por temor a perder el poco espacio que ha ganado. La Oficina de Asuntos Religiosos adscrita al Comité Central del Partido Único, chequea sus actividades y mantiene relación estrecha con los directivos de la Comunidad Hebrea de Cuba.

"Como cualquiera otra de las instituciones religiosas en Cuba, la Comunidad Hebrea se ve precisada a mantener cautela so pena de que cierren las instituciones o que empiecen a dañarse las relaciones con la Oficina de Asuntos Religiosos del Comité Central, una especie de órgano inquisidor no sólo contra los judíos, sino contra todo el sector cristiano en todas sus facetas, ya sean católicos o protestantes", afirma Antonio Funes y agrega: "Entre nosotros hay malestar por la propaganda antijudía. Tenemos hijos que se crían dentro del judaísmo y más tarde o más temprano vivirán en Israel, y esta sobredosis de desinformación les produce temores. A veces ellos nos preguntan: papá, mamá, ¿es cierto lo que dicen en la televisión? Porque por desgracia es lo único que pueden ver aquí. No tenemos ni siquiera acceso a Internet ni a otras televisoras ni publicaciones".

En el Centro Hebreo Sefardí de Cuba existe una pequeña escuela dominical donde se enseña a niños y adultos idioma hebreo, tradición, cultura; pero el Gobierno no permite que la educación religiosa se institucionalice. "A mí como judío me gustaría que mis hijas asistieran a una escuela judía a tiempo completo, pero por desgracia no puede ser así". Funes resalta cómo las autoridades cubanas violan flagrantemente la Declaración Universal de Derechos Humanos que ampara el derecho de los padres a escoger la educación de sus hijos. "En Cuba ése es uno de los mayores anhelos de los padres, sobre todo de aquellos que profesan una religión, cualquiera que sea, pero el Gobierno se ha empeñado en no liberalizar la educación para garantizar el adoctrinamiento y la fidelidad ideológica de las futuras generaciones".

El régimen no reconoce como legítimo el Estado de Israel. Ambos gobiernos no comparten en la actualidad relaciones diplomáticas, las cuales se rompieron tras la victoria israelí en la Guerra de Yom Kippur, en 1973. A pesar de esta situación, los judíos cubanos pueden, a través de la Embajada de Canadá en La Habana —donde obtienen las respectivas planillas—, hacer la aliá (inmigración a Israel). Desde 1995 unos 400 judíos cubanos han emigrado al Estado de Israel con la anuencia del Gobierno de Fidel Castro.

El carácter totalitario del régimen y su persistente judeofobia, principalmente a través de los medios de comunicación, han hecho que el judío cubano tenga que convertirse en un misionero de su realidad histórica en las calles, en su barrio, dondequiera que se genere un debate sobre la situación en Israel. "A nuestros vecinos y amigos tenemos que aclararles que a ellos les llega una sola fuente de información, evidentemente mal intencionada, que ofrece las noticias al pueblo. Tenemos que explicarles a las personas en la calle lo que realmente sucede entre los pueblos de Israel y Palestina. Sin embargo, muchas veces nos enteramos de lo que ocurre en Israel mucho tiempo después debido a la desinformación que existe, incluso en nuestras comunidades. Las llamadas telefónicas (a Israel) son en dólares y muy caras, y una de las cosas que más nos preocupa es la falta de material informativo que padece la comunidad judía cubana. Solamente las visitas de judíos del mundo entero nos aclaran nuestros puntos de vista". Ser sionista o antisionista no resulta un tema de debate en las comunidades judías. Sin embargo, Funes agrega: "A veces se producen confrontaciones ideológicas en lo que es ser revolucionario o ser opositor".

Según reveló una fuente que pidió el anonimato, el Gobierno de La Habana oculta la incidencia de varios judíos extranjeros en la economía cubana, los cuales poseen negocios de alimentos, cosméticos o inmobiliaria, y que sin dudas contribuyen a la recaudación de divisas tan necesarias en la actual crisis económica. Resulta paradójico que mientras algunos filántropos judíos invierten su capital en la Isla, el Gobierno se empeñe en desacreditar al Estado de Israel ante la opinión pública nacional.

A pesar de que el Gobierno no practica la tolerancia con el que piensa diferente el cubano común no rechaza a los judíos, como suele suceder en otras sociedades, donde la judeofobia puede llegar incluso a la violencia. La armonía y la paz son palpables en la pequeña comunidad sefardí del Vedado, en la que cada fin de semana se reúnen judíos para orar y estudiar el hebreo con tesón. Pero la libertad no deja de ser un anhelo para Antonio Funes, miembro de esa comunidad y que afirma: "La Tradición judaica te ayuda a ser un hombre libre a pesar de no vivir en libertad".

En las últimas cuatro décadas, la comunidad judía en Cuba ha decrecido de unos 15.000 a unos 1500 en la actualidad. En la Isla no hay rabinos ni se permite la creación de una escuela judaica. Se estima que unos 25.000 cubanos son de ascendencia judía, pero lo desconocen debido a la poca información que se puede recaudar al respecto


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