Por Andrés Pérez
Coño
es una palabra maravillosa que siempre ha estado unida a mi
desde que nací, aun cuando hubo momentos de mi vida en
que no me permitían decirla.
Todo el mundo de habla hispana sabe qué es coño,
pero coño para mi es mucho más que una palabra
encontrada en un diccionario o dicha porque si.
No recuerdo la primera vez que la dije, pero si recuerdo que
me obligaban a decir “concho” en su lugar y debe ser porque
antes de que me corrigieran la dije, y eso debe haber sido alrededor
de los cinco años, que es la edad de los primeros recuerdos
que tengo.
Mama
y Ñuño eran mucho más puritanas o represoras
y me decían, allá en la casa de La loma de Caymari,
que ni coño ni concho sino concho colates. Desde luego,
que ni se imaginaban que mientras más me decían
que no la dijera, más la decía.
Coño
es una palabra que en Cuba sirve para todo: Para el asombro
¡Coñóoo! con acento en la o y esta alargada,
para la duda ¿Cooñoo? alargando ambas oes, para
el disgusto ¡Coño!, así seco y acompañando
el puñetazo en la mesa o acción similar, para
el dolor ¡Coño! vibrante y corto.
Coño es también una ofensa, por ejemplo cuando
se dice: ¡Me cago en el coño e tu madre! y a veces
se extrema cuando se dice “el recontracoño de tu madre”.
En Venezuela y otras zonas del Caribe es un calificativo de
alguien poco importante “Un coño e madre” y en muchos
lugares es una especie de entelequia cuando se pregunta por
ejemplo ¿Qué coño te pasa? o feminizándolo
se usa como broma “¿Estás de coña?”, e
incluso para alguien muy feo se dice que tiene “cara de coño”,
y si tiene sólo pelos alrededor de la boca, con labios
pulposos, se le dice que tiene boca de coño.
Pero
en definitiva coño es uno de los miles de nombres con
que ha sido bautizado en español el sexo de la mujer.
Los chuletas se refieren a la mujer como su coñito, y
en España no se hace sexo oral, sino que se come el coño,
cuando realmente no se come, porque el hecho de comer algo implica
morder, cortar, picar, masticar y tragar, por lo que es más
acertado el concepto latinoamericano de chupar o mamar.
Yo
recuerdo muchos coños en mi vida. Coños en frases,
en preguntas, interjecciones y oraciones, incluso en apodos,
llamándole Coño a alguien querido y mutándolo
en Ñoco para que no lo supiera.
Coños
de asombro, de admiración, de duda y de disgusto, de
ofensas y conmiseración, pero sobre todo recuerdo coños
de carne sin hueso.
Coños
pequeños, medianos y grandes, blancos, mulatos, chinos
y negros, con vaginas color caimito o rosadas, coños
gordos y finos, húmedos y secos, pelados, peludos, pelimpimpudos,
éticos, peléticos, pelimpimpéticos, con
sus muchos pelitos o con ninguno, olorosos, que nos embriagan,
o sin olor y bembudos, de labios gruesos y prominentes, o labifinos,
que casi cortan al acariciarlos, o carnívoros y lactantes
que nos acechaban para hacernos su presa y que no pudiéramos
escapar después de tomar nuestra carne, sangre, miel
y leche y coños omnivoros, que se comían lo que
se les acercara, cuando tenían el hambre que debían
saciar.
Si, definitivamente, Coño es una palabra maravillosa.
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