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| Semanario El Veraz | San Juan, Puerto Rico | |
Tetas

Por Andrés Pérez

Me fascinan las tetas, son algo tan femenino, tan sexual, sensual, y tan erótico que tengo que rendirme a ellas.

Da igual que sean pequeñas, que quepan en un puño, téticas de doncella que les dicen, o que sean grandes, matriarcales y nutricias, que tengan pezones como dedos, prestos a dejarnos tuertos si nos acercamos, o pequeños que tengamos que descubrir, que las areolas cubran medio pecho o que apenas rebasen el pezón, que sean pardas o rosadas, que tengan pelitos a su alrededor (¡Que morbo!) o que carezcan de ellos.

Da igual que cualquier caricia se convierta en un moretón y que un beso se convierta en un chupetón o que todo lo contrario, una mordida de deseo orgásmico pase desapercibida. No importa, una teta es una teta y es una mujer.

¿Pero y si la mujer no tiene tetas? ¿Qué pasa si es plana o la ha perdido? Me detengo a pensar, bebo una copa y llego a la conclusión que quizás muchos no compartan:

Una teta es una teta y es una mujer, pero una mujer es una mujer con tetas y sin tetas y entre mujer y tetas gana la mujer y aunque a algunas de ellas no les guste a muchos nos llena reclinarnos y sentir una teta cerca de nuestra cara, pero si ya la teta no existe sabemos que estuvo allí.

Sin tetas no hay paraíso, pero sin mujeres mucho menos, con tetas hermosas o sin ellas.

De todas formas, no intentaba entrar en estos pantanales dialécticos y eroticofilosóficos no fuera que algún seguidor de Freud me diera la vara sino que quería escribir de un cariñito que me dieron hace poco, cuando una mujer, a la que quiero sin el más mínimo interés sexual, me abrazó y considerándome inofensivo me puso sus tetas en la cara y yo las sentí plenas, cálidas, turgentes y perfumadas y me retiré de ellas porque débil es la carne y uno puede ser viejo, pero no es de piedra y yo, que he visto y deleitado tantas tetas, pequeñas, medianas y grandes, blancas, morenas y negras, puberes, adolescentes, jóvenes, maduras y viejas, turgentes y arrugadas, según cada etapa y lugar de mi vida, sabía que esas que me acogían eran únicas, como cada una de las que en cada momento tuve.


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