Por
Eduardo Cancio González
cuartodetierra@hotmail.com
La sentencia del Generalisimo Máximo Gómez
ha quedado en la historia: los cubanos, o no llegamos, o
nos pasamos. Y es que la máxima se me antoja oportuna
ante la nueva propuesta (o desatino) de un grupo de ¿compatriotas?
que recién han creado una organización en
el exilio, para trabajar en función de una Cuba futura
, estado de la unión del norte.
Escribir, desde esta tierra, sobre tan peliagudo tema, es
sumamente complejo. Me atendré a la norma de respeto
que todo huésped debe a su anfitrión, y sobre
todo al principio de no recomendar recetas a terceros. Puerto
Rico, sin duda alguna, saldrá adelante por el mérito
de sus hijos.
Pretender negar al pueblo cubano todo, de adentro y afuera,
la posibilidad de fundar una nueva y verdadera República
con todos y para el bien de todos, como pedía Martí,
es cuando menos negarse como cubanos. Y es, en estos momentos
de gran incertidumbre, asestar una puñalada más
a un pueblo cuyas fuerzas están menguadas por la
desesperanza que conlleva el fracaso de un proyecto traicionado
hace 40 años. No me voy a referir aquí a los
antecedentes históricos del ideal anexionista de
los cubanos, proyecto cuya fortaleza alcanzó su mayor
esplendor en el siglo XIX, y que dadas las circunstancias
de entonces, muchos buenos cubanos veían como salida
a la encrucijada de una metrópoli cansada y retrograda
como la española. Eso sí, como parece ser
ahora, el móvil de sus precursores era de bolsillo,
más que de bandera.
El 50% del sostén político del régimen
de La Habana viene, sin duda alguna, de los disparates de
la diáspora. Si se estuviera, por un minuto si quiera,
en el pellejo de mis hermanos de la isla antes de abrir
la boca, lograríamos mucho más. Se improvisa
a diestra y siniestra, convirtiendo la solución en
parte del problema, en loca carrera carente de objetividad
en la mayoría de los casos. Objetividad que se esfuma
por la sencilla razón que no toma en cuenta la opinión
de los más, los de la isla, como si fueran 12 millones
de imbéciles sin criterio u opinión. En más
de una ocasión he dicho que el hecho de vivir sojuzgados
y victimas de un sistema represivo sin par en la historia
no nos hizo menos pensantes o más ignorantes. Se
nos cercenó la palabra, pero nos cultivaron el espíritu,
estudiamos para un mañana incierto, pero estudiamos.
De modo que hay potencial y más que todo derecho
a construir con independencia, por una vez en 500 años.
Minimizar
o desconocer el papel de EUA en este entramado es poco realista,
pero de ahí a renunciar a nuestro propio derecho
de ser, es condenarnos a cambiar gratitud y admiración
por una reverencia eterna. En democracia cada quién
tiene el derecho a la libre expresión, pero se impone
un mínimo de ética y respeto. No creo en soluciones
que cambien de cadena al dueño. Más bien sueño
con un país inmerso en un proceso de descubrimiento
de su verdadera historia, de instauración de derechos
e instituciones democráticas verdaderas, de confianza
en sus hijos, de una sola bandera. Y sueño, por que
confío en los míos, y no me atrevería,
ni con el pensamiento, a pisotear el orgullo de ser CUBANOS,
que nos pasea por el mundo
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