Por Andrés Pérez
Un email ha llevado a una llamada y la llamada a una convicción:
Se muere la tía Paca.
La
última de Las Capote ha decidido tirar la toalla y como
Amaranta Buendía se ha tendido en la cama a esperar que
llegue la muerte, sin ser original porque antes lo hizo mi madre
hasta que una neumonía y las escaras la llevaron a la
muerte y después lo hizo Ñuño la hermana
mayor, quien próxima a los cien años se despidió
de todos una noche y se acostó a dormir para no despertar
de nuevo.
Paca
ha decidido que ya no quiere seguir el camino a la inutilidad
física y mental o quizás ya no tiene fuerzas para
luchar contra la soledad o la falta de esperanzas y ha decidido
rendirse.
Y
lo peor es que Leo, mi hermana, quiere cuidarla, llevarla a
su casa y ella se niega porque quiere morir en su cama y su
casa de la Calle Habana entre Luz y Acosta donde están
sus recuerdos y los de Irigoyen, su esposo.
Paca es el único enlace que me queda con el mundo antes
de mí y perderla puede ser cruel.
Hace
más de once años fui a verla a Miami donde se
encontraba de visita y le di el beso más grande que haya
dado a nadie en la vida que no sea de lo que llaman mi familia
nuclear.
Besar a Paca era besar a mi madre, a mi infancia y adolescencia,
era besar mis recuerdos y era, sobre todo, besar a Paca.
No repetiré, aunque ya lo esté haciendo, que yo
era el sobrino predilecto.
No
volveré a decir que ella me inculcó sin saberlo
el placer por una música que aún me conmueve.
Paca es Lucho y María Victoria, Paca es La Aragón
y Nat King Cole. Paca, la que decía que Xiomara Alfaro
tenía vocecita de blanca, la que criticando unas canciones
me hacía oirlas a ver si era verdad.
Paca es ante mis ojos la rebeldía por una mierda de vida
y muchas ilusiones y fantasías.
Paca
fue la que rebelándose reconstruyó la casa de
La Loma de Caymari a su gusto, o como Dios a su imagen y semejanza,
con pozos ciegos llenos de tortugas, con caminos de piedras,
con macetas de helechos donde ovaban los caguayos.
Paca fue la que en la cima de la Loma de Caymari en Manzanillo,
diseñó una casa que según pasaba el tiempo
y la rodeaba la pobreza representó una riqueza que ni
siquiera tenían los que estaban dentro de ella; una casa
con lámparas de araña y cortinas de seda, con
vajillas de ribetes dorados, con copas de cristal de baccarat,
con cubertería de plata (o casi), con centros de mesa
llenos de plumas de pavo real, con manteles de encajes de Bruselas
encima de muebles de caoba y estos encima de pisos relucientes.
Paca fue la que decidió que las Capote o sus herederas
siguieran siendo las poderosas de siempre y no recuerdo a nadie
que fuera a la casa de La Loma llevando las provisiones que
mandaban Gongo o Nito que no entrara por la puerta trasera,
hasta que Galle vio que estaban en la miseria y empezó
a vender durofríos a los muchachos del barrio por la
cerca del fondo para que Paca no la viera y después puso
una escuelita pesetera de barrio en la terraza en la que antes
se reunía la jai de la ciudad.
¡Qué duro debe haber sido para Paca aceptar delante
de todos lo que sabía desde mucho antes que estaba ocurriendo!
Y
sobre todo, saber que ya no vendrían las mulas o los
burros cargados de carnes, viandas y frutas para satisfacer
a la Matriarca, porque no sólo ella había muerto,
sino que tambien habían muerto los que se sentían
obligados a satisfacerla, adularla o complacerla.
Paca, la tía Paca que me hace estar llorando, es aquella
a la que Dios no le dio hijos pero el Diablo le dio sobrinos
que la quieren como si fueran hijos. No diré que gran
parte de mis recuerdos infantiles están unidos a ella.
No lo diré, ni diré que si Paca se muere habré
perdido algo que quiero demasiado. No lo diré, aunque
escuchando las canciones que oi junto a ella llore su ausencia.
Tengo que hacer algo y no sé bien qué es, ni si
conviene. La llamaré y le pediré que se vaya donde
Leo, que piensa como yo, para que como desea hacerlo la cuide
y que si va a morir no muera sola sino acariciada y cuidada
por quienes la quieren. Creo que si y seré egoista; ella
quiere morir y yo no quiero que muera.
Haré eso y lo haré bebiendo un rioja Campo Viejo
mientras lloro y escucho a Maria Victoria, a Nat King Cole o
la Aragón, porque Paca se me va y me deja un poco más
solo si cabe y no soy capaz de aceptarlo
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