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| El Veraz. | San Juan, Puerto Rico |

La Servidumbre del Superpoder

Por José Vilasuso.

Marchamos a paso de carga bajo la arrolladora preeminencia de las trasnacionales, el neoliberalismo y la globalización. Es una experiencia que para bien, regular o lo contrario, jalona nuestro diario quehacer con todos los visos de quedarse.

Encabezados por los medios publicitarios, los superintereses capitalistas disfrutan sus utilidades con una complacencia desafiante capaz de preocupar a los espíritus más sensibles y morigerados.

Las grandes cadenas dominan el panorama mundial, fabrican noticias, las agrandan, minimizan o seleccionan, conforme a esa visión generalizadora que se ha convertido en especie de burocracia “impoluta” con su seudomística, nomenclatura y divisa propia. A un acontecimiento de cualquier índole se le confiere valor informativo de primera plana, por razones, pautas y antecedentes de una dirigencia que así lo considera. El resto es la secuela del poder.

A su amparo, se rastrea la parcialidad consuetudinaria de firmas como EFE, CNN, AP, REUTER u otras instaladas en La Habana. Basta un vistazo al flujo regular de sus despachos, para constatar el vaho insípido de toda prensa censurada. Es el clásico informe oficial que se le cae de las manos hasta al propio coronel de seguridad del estado. Tema demasiado familiar para extendernos en su descripción minuciosa. Y no podría devenir de otra forma, puesto que si los corresponsales en ejercicio se extralimitaran por un milímetro, en sus funciones trazadas; inmediatamente serían puestos en la escalerrilla del avión. Fidel Castro les ha tolerado operar conforme a su conveniencia. De lo contrario, nones.

Por su parte, los magnates del ramo no desconocen el terreno que pisan. Una causa del contubernio radica – según informes - en la previsión de obtener las primicias de acontecimientos que, más temprano que tarde, se han de producir y a los que parece reducirse el fisgoneo de cierto mundo postmoderno. La caquexia, estreñimiento o diarrea de un viejo de setenta y seis años o más, su sucesor inocuo, etc… Todo cuadra en la categoría del acertijo, la apuesta al cubilete, las cábalas o la Ouija. Es decir la mirilla propia de quien carece de convicciones sólidas e ideales definidos.

De momento este comportamiento no difiere de cualquier debate sobre corrupción, deportes, farándula o las fechorías de un exdictador… Prosigue el ritmo repetitivo de la información programada, sin brillos alternos, originalidad o renuevo. Con cuya rutina se contribuye eficazmente a la inercia inseparable de un régimen caduco, aun a flote, dada la represión, incapacidad de sus adversarios y silencio del mundo libre.

Inquietud. Vale la pena concederle a un dictador de cuarenta y tres años en el mando el apoyo de las agencias cablegráficas más relevantes del planeta; a cambio de una futura promoción informativa, que con la divulgación de noticias censuradas, estamos demorando indefinidamente. No más vueltas. No en absoluto.

En esta ocasión, los cerebros libres pecan de ligereza subestimando su propio aval, pues resulta insólito que desechen su músculo propiciatorio, para aguardar en la inanición, por acontecimientos biológicos que, de forma opuesta, contribuirían de manera decisiva a consumarse. El rejuego periodístico internacional con La Habana, deviene más decepcionante aún que el protagonizado por Cadena Meliá en el terreno económico. Todo tirano ofrece globos a cambio de perlas. Lo triste es obsequiarle las perlas.

Todo lo anterior, sin desdoro de un sufrido pueblo al que ha de parecerle maravilloso el rayito de luz emitido desde un lente no oficial. Además de que la presencia potencialmente fiscalizadora del poder exterior, fuerza al censor a atenuar sus embustes. Sin embargo, ante una escala de comparaciones de tan engorrosa medición. Sólo se impone una alternativa bien señalada por el expresidente Bill Clinton; el cumplimiento del deber profesional. La verdad monda y lironda. El arma más temida por los dictadores bajo toda etiqueta, clima y latitud. En la medida que los medios internacionales acreditados en La Habana, denuncien las verdaderas carencias populares y se hagan eco de los anhelos emergentes del ciudadano de a pie, se acercará esa ansiada avalancha informativa cuyo financiamiento y precio moral ya hoy es incosteable. No vale la pena.

Y el ejemplo más convincente lo tenemos en los periodistas independientes del patio, cuya labor heroica, paso a paso, conquista las mejores voluntades en los cinco continentes. Son ellos los que despejan los nubarrones polarizados. Son ellos quienes en buena lid levantan la clientela. A las alturas del momento hay que contar con su colaboración y prestigio, pues hacen historia. Al fin y al cabo, son disidentes, no otra cosa, y la historia no admite censuras bajo ningún sello gomígrafo, amigo Andrés Eloy Martínez.

Por otra parte, Cuba posee atractivos insospechados en el orden periodístico, que dados sus acentuados emblemas, venderían noticias calientes por bandadas, a una audiencia sedienta de enfoques no sellados por los intereses del dictador. Por ahí circula LA ISLA DEL DOCTOR CASTRO por ejemplo, un reportaje rubricado por Corinne Cumerlatu y Denis Rousseau. Trabajo recomendable para toda inteligencia hastiada de los discursos barbudos con sus miles y miles de obligados a concurrir a la plaza pública, - entre cartelones alusivos y consignas pasadas de moda – para luego sentarse y aplaudir, dónde y cuándo se les ordena, con su tradicional mimetismo, simulación y sincronía de la obediencia.

Basta un adarme de ingenio para columbrar la complacencia mundial. Si a la anterior orquestación, un reportero con chispa, le agregase la selección y grado de vigilancia aplicados a esos miles y miles de concurrentes a dichas concentraciones; para insertar así la pinta viva, el tono de gracia, la autenticidad exigible a toda noticia digna de crédito y cobrar los honorarios decorosamente.

Y por supuesto, que Castro, sin pensarlo, pondrá al audaz en el avión, escupiendo la sarta de amenazas e infundios habituales de su gastado repertorio. A cambio, en ese preciso instante, el asunto cobrará la vitalidad de que hasta el momento había carecido. De la noche a la mañana, un simple implante, se habrá convertido en noticia de impacto. Una brecha de inusitadas emociones se abrirá a la opinión pública mundial y las corrientes progresistas del planeta asumirán el natural liderazgo que la ocasión demanda. Son los episodios que, de cuando en cuando, redoblan las coordenadas históricas de avanzada, haciendo a los reaccionarios recular entre chirridos de colmillos afilados y brotes de baba pastosa derramadas sobre luengas barbas.

Un viejo proverbio árabe, reza. “Todo servilismo conduce al envilecimiento y como resultado, aleja de la realidad.”


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