Por
Miguel A. García Puñales
Centro de Estudios Cubanos de España
Hace ya dos años, buscando en la Red noticias del
terruño encontré el artículo Campaña
contra el SIDA en Cuba de Fernando Ravsberg, corresponsal
de la BBC en La Habana.
La
noticia en sí misma era preocupante, pues -redacción
descafeinada aparte-, su contenido aportaba los siguientes
elementos informativos; Aumentan los casos de SIDA en Cuba
y se relaciona su incremento con el abandono por parte del
estado cubano de la antigua política de encierro
obligatorio de los sero positivos, también al bombardeo
de turismo sexual que sufre el país, confirmando
de paso la poca utilidad del condón como medio profiláctico
por parte de la población cubana, destacando el alto
índice de promiscuidad sexual existente, sobre todo
en los segmentos más jóvenes de la población.
Es importante que se anote la fecha, eran despachos de prensa
del año 2002, a partir de entrevistas a autoridades
sanitarias de las áreas epidemiológicas. Llevamos
seis años en el exilio alertando que el Programa
Nacional contra el SIDA esconde la realidad del país.
En noticia reciente, procedente de despachos de prensa emitidos
en la sede de la última reunión mundial sobre
la pandemia -organizada por la OMS en Bangkok- no se deja
lugar a dudas; prestigiosos científicos del área
latinoamericana denuncian la “bomba de relojería”
que constituyen los reservorios cubanos de casi todas las
cepas africanas del VIH y de paso ponen en duda la capacidad
de los fármacos anti-retrovirales de producción
cubana a los que acusan –además- de ser una probable
vía de inmunización medicamentosa para el
virus, reforzando su resistencia a otros fármacos.
Queriendo
incluso ser condescendiente con el gobierno cubano, la primera
afirmación no puede ser refutada. Es una verdad de
Perogrullo que las largas estancias de las tropas cubanas
en el territorio africano y en especial en las zonas de
mayor pertinencia endémica del VIH, -en época
en que aún se desconocía la existencia de
la enfermedad y por tanto las medidas preventivas eran cero-
constituyeron la principal vía de entrada de la pandemia
en el país.
Si
además, estamos informados sobre los pésimos
resultados de vacunas vendidas a Brasil a principios de
los noventa y que fueron promocionadas en su momento como
medicamentos de primera línea, entenderemos también
los temores de los científicos del área.
Para
comprender mejor el asunto inevitablemente tendremos que
hacer un poco de historia.
Una
guerrilla cubana contra los “demonios” capitalistas
Desde
la aparición del primer caso de VIH positivo en Cuba,
el control de la pandemia se concibió como una operación
militar de alto secreto. Fueron el ejército y el
Ministerio del Interior los encargados de capturar y conducir
a condiciones de aislamiento a las personas que arrojaban
resultados positivos, para lo que fue destinada una pequeña
granja situada en la carretera de Santiago de Las vegas
al Rincón, cuyo nombre original Los Cocos prevaleció
sobre Sanatorio Santiago de las Vegas. En los años
anteriores a la apertura de esta cárcel para pacientes,
las instalaciones habían sido utilizadas como un
reformatorio de menores.
La
operación se organizó cual si de un episodio
de la Guerra Biológica se tratara, como sí
el virus no fuera de trasmisión por vía sexual
o sanguínea, sino de transmisión ambiental.
Cierto es que para esa fecha –mediados de los ochenta- aún
se desconocían muchos aspectos de la enfermedad que
hoy día se conocen, pero también es cierto
que desde un inicio se descartaron todas las vías
de trasmisión que justificaran el aislamiento social
de los pacientes.
Esto
sin contar que los medios de comunicación del país
apoyaban por esa época la teoría de un virus
maligno escapado de los “laboratorios de guerra biológica
de la CIA”, que quedó totalmente descartado desde
la primera conferencia mundial sobre el tema organizada
por la OMS y transmitida a todo el mundo vía satélite.
Especial
cobertura divulgativa se dio en los primeros momentos a
la supuesta condición homosexual de los infectados
–con divulgación pública de la identidad
de un coreógrafo gay cubano que visitó Estados
Unidos y donde supuestamente entró en contacto con
el virus-; se ocultó que muchos de los casos iniciales,
con largas arañas epidemiológicas, se correspondían
con soldados y oficiales cubanos regresados de las campañas
internacionalistas en África.
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