Por
Julio San Francisco, desterrado*
Madrid
España
Columnista
La Nueva Cuba
http://www.juliosanfrancisco.com/
Acabo
de tener noticia de que el Congreso español ha aprobado,
casi por unanimidad de grupos parlamentarios, una propuesta
no de ley en la cual se condena el embargo del gobierno
de Estados Unidos sobre Cuba, en tanto que se ignora escandalosamente
la total falta de libertad que padece ese mismo pueblo que
los "correctos solidarios" dicen defender.
Mi
pueblo, ese pueblo cubano que sólo arengado por Fidel
Castro tiene permiso para manifestarse, ha tomado oportuna
nota de esta infamia.
No
es que a todos moleste la condena del embargo. Es que resulta
de una hipocresía antológica no condenar las
flagrantes y probadas violaciones de los 40 artículos
de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre
que, día a día, y durante 46 años ocurren
en el oprimido país caribeño, ni haber exigido
sin cortapisas la inmediata libertad incondicional de los
75 cubanos prisioneros por opinar, todos hermanos míos
de lucha y algunos, como los dos poetas, íntimos
amigos.
El
diferendo histórico España-Estados Unidos
de América no debe mantenerse incorporado a la realidad
cubana. Los cubanos, ni de dentro ni de fuera de Cuba, no
debemos seguir pagando las absurdas consecuencias de esas
diferencias que no califico por respeto al país que
me acoge.
Los
asesores de la nueva Administración sin duda han
pifiado, sólo que esta vez han pifiado en algo que
signa indeleblemente el futuro de las relaciones entre Cuba
y España, de no haber, de inmediato y claramente,
una rectificación del Sr. Rodríguez.
El
único tipo de relación al cual le daría,
aunque, claro, calladamente también, el beneplácito
el pueblo cubano es aquella que consista --y sugiero este
programa mínimo para Cuba al Presidente Español--
en mantener el ejecutivo español relaciones de distancia
subrayada y exigencia patente hacia la tiranía de
Castro.
El
gobierno español debe, si no promover, sí
apoyar cualquier política que consista en aislar
a Fidel Castro política, diplomática, cultural
y deportivamente. (Es lo que no se ha hecho durante toda
esta etapa totalitaria y es con lo que podría presentar
el nuevo gabinete español una proposición
constructiva y novedosa). Igualmente creemos que está
en la obligación moral de mantener las mejores relaciones
con la hoy prisionera o desterrada oposición cubana,
que será la legítima interlocutora del mañana
cercano e ineluctable.
No
debe olvidar el Sr. Rodríguez que las relaciones
entre Cuba y España para el futuro pasan, en este
presente, por esa oposición cubana de la cual me
honro de ser parte. Hoy se juega cómo serán
esas relaciones: si España será un país
con un tratamiento preferencial de nuestra parte el día
de mañana o si, simplemente, irá a parar al
turbión de los otros países del mundo.
Y
los cubanos no olvidamos ni a los amigos ni a los enemigos,
Sus Señorías. |