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| El Veraz. | San Juan, Puerto Rico |

Encuentro con Esteban Casañas

La vida para mí nunca ha dejado de ser una aventura, una extensa aventura que comencé a vivir con toda su intensidad desde muy pequeño. Para muchos seres no deja de ser reducida a pocos movimientos en el tiempo y el espacio, para mí fue muy amplia desde que puse mis pies fuera del umbral de la casa. Esa loca y apasionante aventura nunca se ha detenido, creo que hoy se encuentra en un estado de transitorio reposo, quizás en retiro espiritual.

Envié una foto a una extensa lista de amigos que tengo por Internet, conozco a muchos de ellos, otros siguen mis pasos desde hace unos pocos años y siempre me resulta un grato placer comunicarme con ellos; algo cada día más difícil, pero no imposible, siempre intercambiamos algunas letricas. Con el envío de esa foto rompí algo de la magia que se disfruta de este medio, destruí sin pensarlo ese espacio dedicado a la imaginación, dejé de ser un hombre cibernético y adquirí la figura de uno real, ese de carne y huesos que siempre se encuentra detrás de un teclado.

Las respuestas han sido muy variadas, unos me imaginaban más joven, otros más moreno y de menos peso, algunos creyeron que yo era mucho más viejo por la gran cantidad de historias narradas, creo que me aproximan a los cien años, y se los juro, no es para menos. Entre todas esas respuestas me llegó una proposición muy acertada, ¿por qué no hacía una síntesis cronológica de lo que ha sido mi vida?, creo que ayudaría a evacuar muchas dudas. Heme aquí, enredado hoy en un cuéntame tu vida, pero esta vez no seré muy extenso.

Nací el 6 de Septiembre de 1949 en el hospital Maternidad Obrera de Marianao, soy el primogénito de cuatro hermanos carnales, dos por la parte materna y cinco por parte de padre. Soy de origen humilde, pero no de esa enfermiza humildad política, mi pobreza no tuvo relación alguna con Batista ni el imperialismo yanqui. No la he ocultado nunca, pude conocer el color, el olor, y el amargo sabor del hambre cuando las tripas se convierten en una orquesta sinfónica, eso debo agradecerlo a mi padre. Tiene sus pros y sus contras, creo que ha sido la mejor arma para enfrentar la vida, aún así no se la recomiendo a nadie.

Los recuerdos más antiguos de mi infancia se conservan con la frescura de haber terminado de vivirlas, son huellas imborrables que nos dejan marcados para toda la vida. Me trasladan hoy con la fantasía de un viaje tenebroso hasta el barrio de Mantilla, vivimos en un insalubre cuartucho donde no era difícil adivinar cuando era de día y cuando era de noche, nos enterábamos perfectamente cuando llovía, y mi madre, una anciana de casi treinta años, formando militarmente los pocos cacharros disponibles con certera puntería. Casi todos los que vivíamos en aquella hilera de cuartuchos semejantes éramos familia, les hablo de una callecita de tierra, de mucho fango cuando llovía, la misma que nacía en la calzada de Managua frente al cine Chic. Nos gustaba jugar en el callejón de Lucero, y en mis mejores recuerdos guardo la imagen de una jamaicana, Rosa, quien siempre nos regalaba algún mango o un mendrugo de pan viejo. ¿Para qué hablar de malos momentos? En la mente de un niño son apenas perceptibles, existen, pero el mundo para nosotros es totalmente distinto, es solo un juego. De aquellos primos de ese pedacito de infancia hay tres en Miami, se nos gastan muchas horas tratando de recordar nombres, sitios, casas, árboles donde una vez nos subimos.

La desgracia tocó muy temprano a nuestras puertas, correría el año 1954, nuestro padre nos abandonó y a partir de entonces nos convertimos en nómadas, pienso que en desterrados también. Entonces, nuestros pies guiaron nuestras almas por distintos rumbos, y se perdió por muchos años aquel barrio de gente tan humilde como nosotros, solidarios como nunca he conocido en la vida, vagamos.

Ese mismo año entré en la Casa de Beneficencia y Maternidad de La Habana, las nuevas generaciones de cubanos no la conocieron, era un gran orfanato que abarcaba toda una manzana, la misma que hoy ocupa el hospital Almejeiras. Mucho se habló durante un tiempo de esa escuela, creo más bien que se difamaba, hoy, puedo asegurarles una cosa; no ha existido una institución o escuela en la etapa post castrista que la haya superado en absolutamente nada, escribo esto como estudiante que fui y como profesor de la Academia Naval del Mariel. Ninguna se puede comparar con la Beneficencia, ni la secundaria República de Bulgaria en sus momentos de esplendor cuando fue considerada "vanguardia nacional", allí estudió mi hijo.

Es increíble afirmar tal cosa, pero los momentos más felices de mi corta infancia ocurrieron en aquel centro destinado a huérfanos y niños pobres. Es quizás la formación recibida durante mi infancia en esa escuela, la que ejerciera gran influencia en mi carácter, temperamento, personalidad e identificación ante la sociedad, amén también de los sentimientos solidarios y humanos allí inculcados. Analizando todas las actividades que allí se desarrollaban y donde la participación estaba al alcance de todos, puede decirse entonces, que estar en una escuela como aquella era un lujo.

Pero bueno, estoy escribiendo sobre mi persona y no analizando las condiciones de aquel centro. Les cuento algo que me ocurrió siendo todavía un párvulo, llegan tres monjas y nos ponen en fila india a los muchachitos de ese pabellón. Uno a uno los van observando detenidamente y cuando terminaron su faena, nos llevaron hasta el vestidor y nos cambiaron de ropa. Debo detenerme a contarles que la ropa era de buena calidad y en el caso nuestro los zapatos eran de charol. Después que nos vistieron, nos llevaron hasta el parqueo y nos montaron junto a otro grupo de encantadoras niñas en un minibús, éramos 14 en total, siete hembras y siete varones. Ni se imaginan cual fue nuestro destino, estuvimos todo el día jugando con los hijos menores de Batista en el Palacio Presidencial, y por la noche participamos en el cumpleaños de uno de ellos. Al día siguiente un gran despliegue de fotos de nosotros en la fiesta, unas veces junto al cake, otras al lado de Martha y como es de suponer junto a Batista también. Cuando la llegada de los rebeldes mi abuelo tuvo miedo y quemó todos aquellos periódicos, una verdadera pena creo yo. ¿Cuántos niños de Cuba tuvieron ese privilegio? No creo que muchos, pero estuve en el lugar y tiempo indicado para que esto ocurriera.

La primera actividad que desarrollé en esa escuela fue cuando me incorporan a uno de sus dos coros, me refiero al del maestro Sixto Franca. Con ese coro hacíamos visitas a hospitales, otros centros de estudio, etc. Uno de esos días nos preparó otra gran sorpresa, los miembros del coro trabajaríamos en un programa de televisión donde se le celebraría una despedida a los artistas mexicanos Corona y Arau, después nos utilizarían en diferentes programas.

Cuando fui un poco mayorcito y salí del pabellón de párvulos, me fui incorporando a otras actividades antes vedadas por la edad. Ingresé en el equipo de balompié infantil de la escuela, existían dos en la fecha que les hablo. Estuve estudiando solfeo para ingresar en la banda de música, pertenecí al grupo de arte dramático de la escuela. Era un asiduo visitante a la magnífica biblioteca existente, donde orientaban nuestras inclinaciones por la lectura, contaba entonces con un bibliotecario cuyo trabajo era ese. Bueno, yo era un niño orquesta y como yo muchos de mis amigos, no me explico aún de dónde podía sacar tiempo para estudiar y obtener buenas notas, modestia aparte, pero era la verdad. ¿Qué les cuento? Antes de la llegada de Fidel al poder se comenzó la demolición de aquella escuela, una parte de nosotros fuimos a parar a Tiscornia, luego nos llevaron para el edificio Dupont ubicado al lado de la escuela, y de allí para lo que fuera el Instituto Cívico Militar de Ceiba del Agua, en el año 1962 desintegraron totalmente la escuela y los alumnos serían distribuidos en el plan de becas del gobierno. Los huérfanos pasaron a manos de Celia Sánchez y a partir de entonces recibirían el nombre de hijos de la patria.

Creo que me he adelantado un poco, retrocedamos nuevamente al año 1960, ¿se acuerdan de aquellos muchachitos que cantaban la lotería? Yo fui uno de ellos pero creo que de la última generación, el sorteo se realizaba cada sábado en el teatro del INAV (Instituto Nacional de Ahorro y Vivienda) dirigido entonces por Pastorita Núñez. Estando la escuela en Ceiba del Agua y continuando como miembro del grupo de arte dramática, Alicia Alonso se llega hasta el centro con el fin de llevarse a los muchachos para su naciente escuela de ballet. Yo me negué a ingresar en ella, dentro de ese grupo partieron Pablo Moré, Edmundo Ronquillo, Nicolás, Jorge Esquivel, Francisco del Toro y otros que es difícil de recordar. Menos Francisco del Toro, todos los demás fueron miembros del ballet nacional de Cuba, en una de sus giras coincidimos aquí en Montreal, y fue inmensa la alegría de todos nosotros por aquel encuentro, los benéficos éramos hermanos.

Mi rumbo fue totalmente opuesto al de los bailarines, con solo once años de edad y el sexto grado vencido, otros amiguitos de la escuela me entusiasman para partir a alfabetizar. Fue así que de la noche a la mañana y por una terrible irresponsabilidad de mi abuelo al firmar la autorización de mi partida, me encontré viviendo durante más de seis meses en las montañas de Baracoa.

Todo el tiempo transcurrido desde 1954 hasta la fecha de mi partida a la campaña de alfabetización en 1961, salía semanalmente de la escuela, pero no tenía un hogar establecido. Unas veces iba a parar en Regla junto a una tía, otras a Guanabacoa, otras a Cojímar, Centro Habana, y así de casa en casa, como un simple vagabundo, pero sin darme cuenta, aquellas continuas peregrinaciones me ayudaron muchísimo a conocer nuestra capital. Puedo afirmar entonces que, el tiempo transcurrido entre los campesinos había sido el más largo compartido en el seno de una familia. Fue una experiencia maravillosa de mi infancia que guardo con mucho cariño, conocí de cerca la vida de esos seres que hasta entonces vivían en un mundo virgen, luego fueron convertidos en más desgraciados y enemigos de la gente de la ciudad. La vida en el monte fue llena de aventuras para mi edad, pero me hizo un gran daño, probé de cerca lo que era la libertad y eso me perjudicó mucho en el futuro cercano.

Al regreso sentí mucho dolor cuando vi que todos mis compañeros de escuelas eran repartidos por distintas becas. Para esa fecha ya mi madre vivía arrimada al que fuera mi padrastro en el reparto Párraga, todo un verdadero personaje del que he escrito algunas líneas. Mientras tanto, yo me encontraba estudiando secundaria en la escuela Carlos Marx, Victoria de Girón, y luego pasé a la Rubén Martínez Villena. Desde esta última escuela nos mandaron a la zafra del café en las montañas de Mayarí Arriba, en el cuartón Margot nos sorprende la Crisis de Octubre, pero muchachos al fin, nada de aquello significó mucho para nosotros. Volví a probar el sabor de la libertad y no estaba dispuesto a renunciar a ella.

En el año 63 decido abandonar el Plan de Becas y voy a vivir en lo que sería mi hogar, tendría que gastar varias hojas para describir a aquella familia postiza, pero en mi relato titulado "En un portal de Párraga" los menciono. En este año mi padre da muestras de un repentino acercamiento hacia mi hermano Ernesto y yo, nada convincente después de tantos años ausente. Yo me encontraba estudiando en lo que sería en aquella época una especie de escuela taller, me refiero al taller Nr.1 Camilo Cienfuegos de transporte por carretera, estaba ubicado al lado del bar restaurante "Cuatro Ruedas" y cerca de la calle Dolores. Estudiaba 4 horas y trabajaba otras cuatro, me pagaban $30 pesos mensuales y de ellos le daba a mi madre $20. Con trabajos particulares que realizaba en el propio taller me buscaba unos centavos extras.

En ese acercamiento de mi padre, me lleva un día hasta el batallón de la reserva al cual perteneciera, de buenas a primeras me vi con una metralleta en la cintura y me atrajo la idea de portar un arma, ya andaba yo por los 14 años de edad. Para lograr la inscripción y aceptación en aquel taller debí presentar papeles falsos donde se hacía constar que mi edad era de 16 años, la exigida. Afortunadamente no existía un documento de identificación nacional, pero, surge la ley del Servicio Militar Obligatorio y exigen el comprobante de inscripción para poder continuar en el taller, no tuve otra alternativa. En el batallón al cual perteneciera mi padre hice prontos méritos, era de suponer, un muchacho con la mente fresca que no poseían todos aquellos viejos. Resolvía con mucha facilidad todas las fórmulas para voladuras de puentes, edificios, etc., y aquello me sirvió para pasar al pelotón especial de zapadores de la división 1442.

No duró mucho aquella especie de luna de miel con mi padre, porque fui entre los primeros en ser llamados al SMO en el año 64. Es lógico que omita muchos detalles ocurridos en todos estos años, solo deseo dar una idea del lugar donde me encontraba.

El 4 de Abril de 1964 y a la edad de 14 años ingreso en la DAAFAR, paso un curso de artillero de CAAD 30 milímetros, y posteriormente me convertí en calificador de tiro antiaéreo, actividad que desarrollé durante los tres años de servicio en el ejército. Estuve destacado durante ese tiempo en el campo de tiro existente en la carretera del Mariel y frente a la granja Menelao Mora. Creo que he escrito muy poco sobre esta etapa interesantísima de mi vida, porque por muy malo que sea el paso por el ejército, es innegable que sirve para forjar al hombre. Sin embargo, creo que es aquí donde comienza mi divorcio con la ideología aún imperante en Cuba. Fueron varios los factores que sembraron la semilla del rechazo, digamos que la prohibición a la música extranjera fue la primera de ellas, continúa el acoso y represión contra los muchachitos melenudos de la época; las órdenes recibidas de disparar contra los que intentaran escapar clandestinamente en nuestros recorridos por la costa; la trampa tendida en contra de otros reclutas como yo y en la que estuve a punto de caer también. Resulta que ocurren los acontecimientos de Camarioca y los jefes de aquella Unidad Militar, invitaron a los muchachos que desearan abandonar la isla a escribirles una carta de solicitud a sus familiares. La ingenuidad hizo que cayeran en aquella trampa más de 15 muchachitos que luego fueron llevados presos a la UMAP, solo éramos 50 reclutas en aquella unidad militar. En fin hay otras razones para que comience a sentir desafecto por las ideas que comenzaban a imponerse, pero que dejaré para otros relatos. Es lógico que en mi condición de recluta fuera llevado a otras actividades ajenas a la vida militar, trabajar en el campo y cortar caña fueron algunas de ellas.

Finalizo el servicio militar en 1967, luego de participar en la zafra de ese año en el pueblo de Amarillas. Mi madre se había mudado para una confortable casita en el reparto Juanelo y yo ingreso en la marina mercante cubana. Contrario a lo que siempre han pretendido hacer creer mis detractores, yo no pertenecía a ninguna organización política en aquellos tiempos, y el grueso de jóvenes inyectados a la marina eran del mismo origen que yo, desmovilizados del SMO, es de suponer que algunos militaban, pero no creo que llegaran al 10% del grupo total. Un mes después nos destinan a la agricultura por un año de constantes eliminatorias, esa fue una de las etapas más duras de mi vida y solo pude superarlas por mi interés y amor que sentía por el mar. Es a partir de entonces que tiene origen en mí la doble personalidad y que no la abandonaría hasta encontrarme definitivamente en el exilio.

Hablar de 24 años en la marina no resulta fácil de lograr en solo unas cuartillas, pero es innegable que fue aquel el lugar donde gasté la mayor parte de mi vida desde el simple jovencito, hasta el hombre maduro que abandonó su tierra. Ocurrieron muchísimos eventos importantes de los que fui testigo ocular, situaciones que tal vez no se repetirán en la historia y el hecho de haberlas vivido constituyen de por sí un privilegio. Visité en ese tiempo transcurrido 49 países y varias colonias, los EU fue el último visitado de mi colección y ajeno totalmente a mi vida de marino. Resultará frío y sencillo mencionar esa cantidad de países, pero no es tan fácil como se escribe, están distribuidos en diferentes continentes y a veces son necesarias navegaciones de miles de millas para llegar hasta ellos.

Como les decía, había sido testigo ocular de hechos importantes, conocí a la China de Mao y a la posterior a su muerte, conocí a la Corea del Norte de Kim Il Sung y a la del Jr. Estuve en Viet Nam cuando la guerra, en el Líbano, en Angola, etc. Conocí a casi todo el desaparecido "Campo Socialista", y todas esas cosas me dieron la oportunidad de establecer comparaciones, algo vedado para la gente de nuestra tierra. Durante ese tiempo pude dar cuatro viajes de circunnavegaciones, nadie puede imaginar las condiciones en que fueron dados esos viajes alrededor de la tierra, cuánta hambre pasamos, cuántas veces nos jugamos la vida.

Solo hice dos intervalos largos durante esas navegaciones, una como Profesor de Navegación en la Academia Naval y otra trabajando en las microbrigadas de Alamar para obtener un apartamento. Estuve trabajando como Oficial de la naciente marina mercante angolana durante un año y medio a bordo de su buque insignia N'Gola, esa fue mi misión internacionalista. Siendo miembro de la marina me proponen como militante de la UJC, ¿hubieran rechazado ustedes aquella proposición? Tal vez si, si no tuvieran mucho que perder, yo milité dentro de esa organización por espacio de unos dos años y medio, luego "deserté" y nunca milité en el partido. Pongo entre comillas esa palabra porque los que han vivido en Cuba saben que significaba esa acción en la década de los 70-80. Por fortuna era un Oficial experto y consagrado, gracias a ello conservé mi trabajo y les escribo hoy.

Mi deserción no fue fortuita tampoco, las circunstancias me obligaron a ello, de lo contrario hubiera estado viviendo en Cuba aferrado a cuatro tarecos y un apartamento que una vez dijeron fuera mío, pero me falta mucho por escribir aún.

¿Quién soy? Ya lo dije al inicio, un aventurero, un soñador, un loco que nunca se ha tomado la vida en serio. El tipo que una vez robó como otros allí, donde ser honrado era pecaminoso, un ferviente enamorado de las mujeres, la música, el trago, la lectura y el mar, eso es lo único que me han arrancado. No siento nostalgia por la tierra porque siempre me consideré una gaviota o golondrina, solo soy ave de paso y mi destino final será aquel de donde me arrancaron, el mar.

¿El amor? He sido un afortunado, un infiel, un promiscuo allí, donde serlo era una virtud y nada era condenado. Creo que en este aspecto es por donde más me atacan mis enemigos, pero yo no me arrepiento de nada lo vivido. Me arrepiento sí, de haber perdido grandes amores en mi vida de aventurero. Soy un gran admirador de la mujer y creo contar solamente con una enemiga virtual, eso no me preocupa tampoco, no la conocí. Pudiera estar escribiendo por mucho tiempo sobre este tema, pero lo poco que he escrito ha servido solamente para atacarme, no lo haría por vanagloriarme de algo que muy bien puede ser considerado un defecto, pero si escribo de muchas cosas sobre mi vida, estos pasajes no pueden ocultarse.

¿Qué quiero? Nada y mucho, yo no escribo tampoco, y si lo hago no es por vanidad, solo deseo dejar mi testimonio como legado a mis futuros nietos, y si sirvieran de algo para conocer todas las desgracias que nos tocó vivir a los cubanos, pues bienvenido sea. Yo me considero un trovador, un jodedor, un cuentista, pero de aquellos que haciéndolos reír dicen las cosas en serio, ese soy yo y créanme, disfruto mucho haciéndolo.

¿La vida? No tiene el mismo sentido para todos nosotros, para mí es solo un juego de azar donde existen ganadores y perdedores, si no juegas no tienes razón para exclamar. La mía a sido muy afortunada, esa extraña suma algebraica de momentos positivos y negativos, siempre luchando por que venzan los primeros, de lo contrario todo se convierte en una simple porquería. Me río de ella y de mis desgracias como buen cubano.

¿El dinero? Nunca ha sido una de mis prioridades, prefiero a un amigo sincero, éste es más difícil de conseguir y cuando se tiene al alcance es mejor conservarlo como el tesoro más preciado. Facilita nuestro paso por la vida, pero no puede comprar el amor ni la felicidad. Si lo tengo estoy bien, y si no lo tengo, no me desvelo.

¿La muerte? No le teman, ya estuve muchas veces cerca de ella, no solo en las grandes navegaciones, aquí mismo atentaron contra mi vida. Pueden preguntarle a Rafael Goicoechea González, él fue condecorado a su regreso a Cuba, solo le pido a Dios le conceda mucha salud para que vea el final de esta historia. ¡Ya ven que me falta mucho por escribir! Y corto ahora mismo diciéndole solo una cosa, la mayor parte de las narraciones escritas por mí tienen su origen en hechos reales. Muchas veces uso otros nombres para restarme un poco de protagonismo, otras veces existen creaciones que han sido condimentadas con esos hechos, he escrito sobre gente insignificante para los historiadores y escritores profesionales. Lo seguiré haciendo, porque no hay mejores protagonistas que, aquellos seres constructores verdaderos de ese raro entarimado que hoy forma nuestra historia. Deserté en Canadá el 13 de Nov. de 1991


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