Por Andrés Pérez
Hoy cumpliría años mi padre y escucho la música
que a él le gustaba, entre ellos Uno de Santos Discepolo,
pero cada vez que escucho ese tango más que a Papi recuerdo
a mi prima Cachín.
¡Mira
que se reía recordando a mi padre cantándole esa
canción
en serenatas a mi madre allá en la Loma de Caymari después
de darle vueltas al Parque Céspedes o esperar verla pasar
apostado en cualquier esquina! Hasta yo me río cuando
lo imagino.
Imagino a Papi tratando de impresionar a Las Capote, con un
traje blanco, quizás de dril cien, y unos zapatos de
dos tonos, tan de moda en esa época, cantando esa canción
en una ventana de la casa de la loma donde seguramente Mami
no estaría durmiendo, aunque dudo que en esos años
tuviera dinero para tal vestimenta y se limitaría a una
guayabera blanca con pajarita. Imagino a mi prima Galle, coetánea
de mi madre y a Cachín, un par de años menor,
riéndose del alpargatudo pichón de gallego que
venía a cantar tangos a la ventana de Amancia, que no
era la suya sino la de Cacha Capote, la matriarca.
Me desriñono pensando en aquel hijo de emigrantes, que
como Garufa engañaba a su madre y le decía que
era el rey, que iba de farra, pero que en realidad tenía
la pretensión de conquistar a la menor de las Capote.
¡Qué pretensión! ¿Cómo diablos
un pichón de gallego puede creer que van a aceptar que
venga un emigrante sin oficio ni beneficio a llevarse a
la benjamina de una familia decente, pudiente y cubana?
Se
dijo NO por consenso, excluyendo el criterio de mi madre, y
quizás hasta rieron los que decidieron. Era para morirse
de la risa que en la Cuba de la primera mitad del siglo XX viniera
el hijo de un gallego, “alpargatudo, muerto de hambre, hijodenadie
y boinudo” a llevarse la única perla que quedaba en las
Capote como joya para recordar lo que en otro tiempo la familia
fue. ¿Quién se cree que es este pichón
de gallego? ¡Vade retro cicotudo! ¡Vade retro galleguibiri!
El grave problema es que la decisión ya estaba tomada
y no incluía la opinión de los que tomaron el
consenso negativo: Una noche de febrero mi madre se huyó
con mi padre, vivieron juntos y casi felices, no comieron perdices
sino que se comieron un cable hasta bien avanzada la vida común
y formaron la familia de la que hoy soy el más viejo,
aquel que se recrea celebrando el cumpleaños de su viejo,
mientras escucha UNO sabiendo que se convirtió en cinco.
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