Por
Miguel A. García Puñales
Centro de Estudios Cubanos de España
El fracaso de la política de aislamiento
social al paciente
El
incremento geométrico característico de la
pandemia, desmiente la versión cubana que se empeñó
desde un inicio en el aislamiento del paciente y peor aún
de los portadores sanos, confiando en que la encuesta epidemiológica
les permitiría establecer las cadenas en su totalidad
y de esa forma cortar de raíz el mal.
Existen
elementos de juicio que permiten un mejor análisis
de lo expuesto:
1. En ocho años se pasó de un primer sanatorio
-Los Cocos-, a trece sanatorios, casi a uno por provincia,
incluido el Sanatorio 13, para pacientes inadaptados al
régimen de encierro, conocido como “Nazareno
Viejo”.
2. Al contrario de lo que era de esperar, no se inició
una amplia campaña divulgativa sobre la enfermedad,
sus características y las formas de prevenirlas.
Se dedicaron los mayores esfuerzos a tranquilizar a la población,
divulgando las excelencias del régimen sanatorial.
Esto
facilitó, no sólo el continuo crecimiento
de la epidemia, sino que se generaron nuevas afecciones
en los enfermos –Iatrogénicas en términos
médicos- incumpliendo un principio básico
del juramento Hipocrático, “No dañar”.
Los conflictos surgidos en las condiciones de encierro de
los pacientes fueron múltiples a lo largo de los
años de tozudo empeño por parte de las autoridades
cubanas en este tipo de política. Muchas personas
que carecían de antecedentes penales antes de su
ingreso en los sanatorios, comenzaron acumulando condenas
comunes por supuestos delitos de ”Transmisión de
epidemia”, derivados de no aceptar su encierro vitalicio.
Muchos
de esos ¿pacientes?, Eran enviados para Nazareno
Viejo, incluso aún después de largos meses
de encierro en el Combinado del Este o en Manto Negro –las
cárceles de hombres y mujeres enclavadas en la Provincia
Habana-. Esta entidad, constituía en la práctica
pura y dura una cárcel de alta seguridad para enfermos,
que eran enviados a ella ¡para el cumplimiento de
condenas extrajudiciales!
Varios
factores llevaron al estado cubano a terminar, al menos
formalmente, con el encierro obligatorio de enfermos y seropositivos;
el primero y más importante de todos, la fuerte presión
internacional a favor de los derechos de los pacientes.
El
segundo factor fue el crecimiento cada vez mayor de los
casos detectados con modificación del patrón
de conducta sexual original, pasando al patrón heterosexual
de transmisión de la epidemia, con lo que los grupos
de riesgo eran ahora los segmentos mayoritarios de la pirámide
poblacional cubana. Es decir jóvenes heterosexuales.
El
tercero y no por ello menos relevante, se debió a
que en plena crisis de inicios y mediados de los noventa,
el costo hospitalario de estas instalaciones se hacía
poco menos que incontrolable, sin relación visible
entre el gasto y la efectividad del sistema, que adicionalmente
generaba un precio político para su mantenimiento.
En una etapa en que los hospitales pediátricos de
la capital –por sólo poner un ejemplo- carecían
de infraestructuras mínimas por falta de recursos.
Algo
debe haber influido también dentro de la cúpula
del MINSAP cubano la venida a menos en 1993 del por entonces
Viceministro de Higiene y Epidemiología, Dr. Héctor
Terry Molinet, uno de los principales teóricos del
control de la pandemia por la vía del aislamiento
del paciente.
La
“confiabilidad” de las estadísticas cubanas
Con
relación a los datos que se han venido publicando
–antes y después- con relación a la cantidad
de infectados en el país –datos oficiales del estado
cubano- permítame el analista extranjero que esboce
al menos una sonrisa; es que para algunas cosas, en Cuba,
se debe ser testigo presencial y aún así,
estando bien despierto –al loro como dicen en España-
le pasarán gato por liebre.
Tampoco
son extremadamente confiables los reportes de oficinas del
sistema de organizaciones de ONU enclavadas dentro del país,
pues salvo los más altos cargos directivos -que son
de obligada ciudadanía extranjera-, los demás
puestos, técnicos, administrativos y hasta de servicios
son ocupados por nacionales cubanos especialmente elegidos
para tales fines y en todo caso no son estas oficinas las
que colectan el dato primario. No existen en Cuba fuentes
independientes que contrasten los datos, ni permitirían
encuestas paralelas para confirmarlos.
La
conclusión es clara, los reportes estadísticos
presentados a organismos internacionales han pasado por
el tamiz del “secreto estatal”, donde obviamente se esconden
o deforman los datos, pues detrás de cada cifra o
conclusión estadística existe casi siempre
una evidente e institucional manipulación de motivaciones
políticas.
Es
por eso que las causas del incremento –declarado- de los
casos de SIDA en el país no debían achacarse
al abandono de una política que además de
errada, es violatoria de todos los derechos, ni a una peculiaridad
promiscua atribuible al nacional cubano, a los turistas
sexuales admitidos con agrado para importar divisas. Si
no al resultado de políticas erradas en el orden
social, durante decenios, que prefiere reprimir a educar,
a formar médicos para situar uno por cuadra que reparar
eficientemente las redes de alcantarillado y agua potable.
Por esa época, el autor del presente artículo
afirmaba: “Me duele la profecía: cómo en el
resto del mundo, en Cuba seguirá creciendo la pandemia,
¡Ojalá me equivoque!. En todo caso no será
encerrando a los pacientes como se resolverá el problema.
Los programas de educación ciudadana, necesitarán
de algo más que cien voluntarios visitando las playas
y a los grupos de riesgo, hay que rescatar el tiempo perdido;
El SIDA no perdona y los errores no entienden de métodos
estadísticos ni de discursos triunfalistas, lo peor
de mentir es que se puede llegar a creer la propia calumnia
y eso en salubridad, representa vidas humanas”.
De
aquel año a la fecha, el estado cubano comenzó
a “tomar medidas”... y no de sastre precisamente. Resulta
que en apenas dos años, vuelve Cuba a presentar supuestas
disminuciones en el índice de incremento de la pandemia
y Pérez Roque se desgañita en alabar la política
cubana sobre el SIDA; retomando el viejo tema de las violaciones
de los derechos de los pacientes ¡para justificar
con esas transgresiones a los derechos humanos, los actuales
y supuestos resultados!. Sólo que, ¿Cómo
explican que en el caso cubano la relación proporcional
entre otras Enfermedades de Transmisión Sexual y
SIDA se comporte de forma atípica?, Conociendo que
la vía parenteral –todavía- no es un problema
de salud en el país. A lo mejor el virus se comporta
en Cuba de forma selectiva, ¿Será militante
del PCC?.
Aunque
el fariseísmo no tiene límites; Si alguien
duda que revise la página de ECIMED, -el portal del
MINSAP cubano- y consulte los textos legales que allí
aparecen sobre la “defensa” de los derechos contra la exclusión
social y marginación de los pacientes con SIDA. Verdaderamente
las declaraciones de los científicos han caído
en el peor momento; Mira que descomponerle el discurso a
Pérez Roque ¡no hay derecho!, Menos ahora que
el flamante Ministro ¡al fin! Aprendió cómo
se anuda la corbata.
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