Esteban
Casañas Lostal.
Montreal.. Canadá
Las
noticias que nos llegan diariamente se encuentran saturadas
de muertes, unas veces protestadas y otras aceptadas por
un cómplice silencio. Sin embargo, en medio de todas
esas calamidades a las que ya estamos acostumbrados, sobresale
una noticia que no deja de ser extravagante y un poco excéntrica
si se quiere. Resulta que una señora diputada de
Argentina llamada Inés Pérez Suárez,
presenta un proyecto de resolución donde plantea
repatriar los restos del guerrillero Guevara. Leo con detenimiento
y encuentro en medio de ese intercambio algunas opiniones
que resultan interesantes.
Me viene a la mente aquel afiche del Ché colgado
en la sala de mi casa, no es nada nuevo una expresión
como esta. No soy de los que andan diciendo no fui esto
o no fui lo otro. La mayoría nos vimos involucrados
en esa corriente y fueron demasiados los que sembraron esperanzas.
Pero bueno, temprano pude recapacitar y heme aquí.
Aquel afiche lo cambié por un hermoso gobelino comprado
en Singapur, mostraba una caravana de camellos muy próximos
a un oasis. Indiscutiblemente el cambio había sido
fantástico, aquel paisaje brindaba a mi hogar una
asombrosa sensación de paz, mientras la figura de
aquel individuo transpiraba odio y muerte.
Ahora que esa señora reclama los despojos de su admirado
camarada, me llegan a la mente incontable imágenes
de mis hijos en el matutino de la escuela gritando que querían
ser como él. ¿Como él por qué?
¿Por qué no podían ser como yo? Yo
era el que me jugaba la vida en un barco para satisfacer
sus necesidades, yo era quien compraba la leche en la bolsa
negra para que desayunaran, yo era el que los vestía
y calzaba, yo fui el que se rompió el lomo durante
dos años y medio en una microbrigada trabajando como
esclavo para que tuvieran un techo donde vivir. ¿Por
qué tenían que ser como él y no como
yo? La respuesta la encontré y mi trabajo fue paciente
y largo, pero obtuve mis resultados, mis hijos no son como
él, sencillamente no lo soportan. ¿Saben por
qué? Porque además de las razones expuestas,
su padre nunca ha estado vinculado a hechos de sangre.
Es probable que eso no lo comprenda la camarada Inés
ni los otros diputados que aprueban ese proyecto tan disparatado
para unos, y tan bien recibido por otros. Puedo adelantarle
algo, creo que es lo más razonable que pudieran hacer
a tiempo para conservar los huesitos de su comandante. ¿Por
qué lo digo? Es solo una deducción después
de haber observado lo ocurrido en China, o en la misma extinta
Unión Soviética. Lo del bloque soviético
es de conocimiento mundial, todos vieron como se derrumbaron
estatuas de Lenin. No creo sin embargo hayan observado nada
de lo ocurrido en China y se lo diré con pocas palabras.
¡Camarada! En mis viajes por ese país y estando
aún el “Gran Timonel” al mando de esa inmensa nave
asiática, se podían contar por cientos las
estatuas, afiches, cuadros, medallones, libros, fotos,
películas, etc., sobre el gran líder. Solo
otras líneas para terminar, luego de desaparecido
y caída la camarilla que realmente gobernaba, todas
esas porquerías desaparecieron del panorama chino.
Las hay, no lo niego, pero muy contadas. Por ese motivo
le doy la razón a esa camarada, traten de llevársela
antes de que esos despojos desaparezcan del panorama cubano
junto a su estatua.
Veo la justa reclamación realizada por la diputada
argentina y me vienen a la mente mucha gente. Observo al
malecón repleto de muchachitas jineteando para sobrevivir,
niñas que pocos años atrás colgaban
una pañoleta blanquiazul del cuello, niñas
que gritaban la misma consigna y deseos de millones de niños
cubanos. ¿Ya son como él? Observo a decenas
de muchachitos satisfaciendo los apetitos sexuales de extranjeros
y repito la pregunta, ¿ya son como él? Los
veo arribar y morir en balsas tratando de escapar del paraíso
prometido y regresa la misma pregunta, ¿ya son como
él? Veo a toda una nación en ruinas, observo
con dolor la destrucción del patrimonio entregado
por nuestros abuelos y pregunto, ¿esto es lo que
quería él? Me encuentro con un pueblo hambreado,
sin rostro y con una sola meta en sus vidas, escapar de
lo que ha convertido sus vidas en un infierno que nadie
quiere ver, me llega esa pregunta como un martirio, ¿esto
es lo que quería él? ¿Y si no es lo
que quería él, qué es lo que realmente
deseaba? ¿Cuál sería su posición
actual? Claro que esta última pregunta no la puede
responder un muerto, pero nosotros los cubanos la podemos
responder con una sola pregunta, ¿qué se puede
esperar de un ser tan despiadado sobre el que pesan decenas
de asesinatos de cubanos?
¡Claro
que sí señora Inés! Los argentinos
tienen derecho a lucrar un poco con la imagen de ese individuo,
es hora de que puedan vender pullovers del Ché que
los ayuden a saldar la deuda externa, ustedes son inteligentes.
Pueden agregar a ese mercado fotos, libros, discos, afiches,
llaveros, el diario y quien supiera
cuantas cosas más. Hasta un robot pueden mandar a
construir, un enorme muñecón que gesticule
y sea capaz de dar un discurso. ¡Claro que todo es
posible! ¿No recuerdan cuando les llevaron a King
Kong y la gente pagaba para entrar a verlo?, ¿Cuál
es la diferencia?
Sigo leyendo una nota aparecida en el diario La Nación
y me encuentro con expresiones que llaman la atención.
<<Para Pérez Suárez, la repatriación
de los restos del "Che" equivale a una reparación
histórica "hacia el símbolo universal
del inconformismo, la rebeldía y la entrega total
a una causa".>> Ignora esa señora que
es primordial reparar primero nuestro país por la
destrucción causada gracias a las alocadas ideas
de ese individuo. Y que si de reparación hablamos,
esa es una nave que ya no acepta ninguna y debe ser condenado
al desguace. Continúa en su exposición; <<
Su nacimiento en Rosario, sus estudios de medicina en la
Universidad de Buenos Aires y hasta su pasión por
el mate o los asados son mencionados como argumentos en
favor de las gestiones para su repatriación en los
fundamentos del proyecto.>> Tiene razón en
todo lo expresado esa señora, eso mismo pensamos
los cubanos apasionados por nuestras comidas, café,
ron, costumbres, paisajes y lechón asado muy diferente
al que se consume en Argentina. Eso mismo pensamos todos
los que andamos regados por el mundo. Pero hay algo exagerado
en su nota y no puedo confirmarlo, creo que el mencionado
ciudadano argentino al que se desea someter a reparación,
nunca alcanzó título alguno en “medicina”.
No termina ella en su exposición, dijo para rematar;
<< "No suscribo su apuesta por la lucha armada
ni su metodología, pero fue un hombre que vivió
y murió por sus ideas. El «Che» es argentino".>>
O sea, no interesa si las ideas son malas o buenas, solo
basta morir por ellas para ser merecedor del homenaje de
toda una nación. Podemos deducir entonces que iguales
derechos pueden ser reclamados para las figuras de Osama
Bin Ladem, Kahadafi, Castro, Pinochet, Sadam Hussein. Algo
es indudable, el Ché es argentino y debe apurarse
antes de que ocurra un cambio. Es más, debería
reclamarlo con monumento y todo, ya sabe lo que ha sucedido
por el mundo, las estatuas son las primeras en sufrir.
Aparecen otras manifestaciones relacionadas con la gestión
de la camarada Inés y hay una que llama mi atención,
es la del diputado cordobés Mauricio Bossa; <<
"No me opongo a que vengan los restos porque fue argentino
y porque debemos construir sobre la base de la tolerancia.
Millones de jóvenes lo consideran un símbolo
de la revolución, aunque era un verdadero inútil
que no supo construir".>> No sabe cuanta razón
nos da a millones de cubanos, “un inútil”, no ha
existido mejor definición para ese hombre cuyos pasos
se hicieron sentir en el Banco Nacional de Cuba y en el
Ministerio de Industria, cargos que ocupó sin poseer
el título de saca muelas. Puede tener seguridad esa
señora que si esa demanda la hace antes de realizar
el inevitable cambio, es muy probable que los huesitos del
guerrillero sean enviado a su país sin reclamaciones
de una indemnización, por eso le sugiero que insista.
¿Saben por qué? Porque el día que llegue
ese momento, la nueva sociedad cubana debe ser construida
sobre nuevos pilares donde sea borrado todo vestigio de
odios, y precisamente ese señor, amante del mate
y de nacionalidad argentina era uno de los mejores embajadores.
He deseado dejar para el final la declaración del
diputado Jorge Argüello; << "El «Che»
está dónde tiene que estar, y está
bien que así sea">> Se equivoca este señor,
el Ché debe estar en su tierra para satisfacer el
morbo de todos esos revolucionarios infantiles. Nunca debió
salir de allá y privarse del mate que no se produce
en nuestra tierra. Nosotros nunca reclamamos su presencia
y menos aún nos opondremos a su devolución,
escribo ahora en plural sin temor a equivocarme. Lo hago
por aquellos que permanecen mudos y traicionados por los
que se llenan la boca para llamarnos “hermanos”. A ese individuo
deben llevárselo de nuestra tierra y devolvernos
los restos de todos los cubanos que han muerto en su destierro,
nuestro pueblo los recibirá con mucho cariño,
porque ellos sí son nuestros, ellos son los que se
negaron a ser como el héroe argentino, ellos
son los que no abrazaron las ideas de las guerras y las
muertes. No cabe discusión señores, pero si
se lograra hacer efectiva esa reclamación, muy complacidos
les agregaríamos en el mismo embalaje a otros admirados
por ustedes, aunque para serles sincero, nunca le he deseado
mal a nadie, pero no se le puede negar ese derecho a experimentar
y acabar de utilizar nuestro suelo como laboratorio. No
olviden reclamar las manos del difunto, quizás las
nuevas generaciones no sepan que ellas fueron enviadas a
Cuba hace muchos años. Soliciten también el
original de su diario, puede que no lo hayan subastado en
Inglaterra como una vez se dijo. ¡Llévenselo
todo! Porque cuando llegue ese cambio inevitable yo no estaré
allí, pero no me cabe la menor duda de cuales serán
los destinos de toda la basura acumulada en casi cuarenta
y cinco años, nuestro pueblo barrerá con ellos
para poder construir tranquilos la paz y el bienestar que
tanto se merecen. Ese día, dejarán de deambular
por el malecón esas muchachitas que una vez gritaran
todos los días que deseaban ser como él. Tendrán
la libertad de elegir a quién imitar, pero nunca
lo harán por alguien con las manos embarradas de
sangre.
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