20
de Agosto 2004
Miami, Florida
Estados Unidos de América.
Sr.
Fidel Castro Ruiz.
Presidente del Consejo de Estado y de Ministros de la República
de Cuba.
Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba.
Señor
Castro:
En
Enero de 1959 yo tenía ocho años y, al igual
que muchos otros niños, la Revolución triunfante
me emocionó
mucho. Coleccioné las postales del "Álbum
de la Revolución" y conseguí una gorrita
verde olivo -con la bandera rojinegra del Movimiento 26
de Julio- que no se despegaba de mi cabeza ni para dormir.
Prontamente
oímos hablar de expropiaciones, malversaciones y
fusilamientos; palabras todas éstas nuevas a nuestra
corta edad y que enriquecieron nuestro vocabulario.
Supe
que expropiar era quitarle la casa a uno de mis mejores
amigos (que después tuvo que marcharse a los Estados
Unidos) y malversar era lo que hacía mi tía
como trabajadora del Ministerio de Obras Públicas
y por lo cual fue despedida e impedida de trabajar en cualquier
otro lugar.
Fusilar
fue más fácil de entender ya que la revista
Bohemia publicaba las fotografías de los fusilamientos
y hasta presencié la película de uno de ellos
en un cine de barrio que usted expropió y después
cerró.
Yo
asistía a la Escuela Bautista, la cual también
fue expropiada y cerrada.
En
la próxima escuela, llamada pública, ya no
podía practicar mi credo y hasta un día fuí
expulsado por negarme a cantar un himno extranjero al que
llamaban La Internacional .
En
muy poco tiempo quedé sin amigos; todos se marcharon
de Cuba, pero me dejaron sus juguetes más queridos
en custodia para cuando en el término de unos pocos
meses regresaran. Obvio decir que nunca regresaron.
Mi
familia decidió, como tantas otras, marcharse también
de Cuba porque, a pesar de que usted lo desmintió
muchas veces, ellos pensaban que el comunismo se estaba
apoderando del país.
Comenzaron
a escasear los alimentos básicos, pese a que usted
promulgó una reforma agraria en el país.
Mi
padre fue despedido de su empleo de tantos años por
pensar diferente a como usted ordenaba y creo que a nadie
le importó. Todo el mundo estaba muy ocupado
gritando: ¡Paredón!, ¡Paredón!,
¡Paredón!.
También
por orden suya nos "expropiaron" el automóvil
Dodge de la familia y nos cortaron la línea telefónica.
Un
día un uniformado llegó a mi casa con un maletín
en mano e hizo un inventario de las pertenencias de la familia
(que a partir de ese momento eran propiedad del estado)
y envió a mi padre a cortar caña a los campos
de Manga Larga en la provincia Camagüey. Como Camagüey
está muy lejos de nuestra otrora casa en La Habana,
estuvimos muchos meses sin verlo.
Otro
día llegó otro uniformado con un papel autorizando
a todos los miembros de la familia a marchar a los Estados
Unidos; todos menos yo, que a la sazón había
cumplido quince años y por tanto estaba sujeto al
cumplimiento del Servicio Militar Obligatorio.
Con
mucha insistencia de mi parte, mi padre y mis dos hermanos
pequeños partieron y quedé con mi madre en
Cuba.
Buscando
alguna manera de salir del país, ingresé en
el Instituto Superior de Pesca donde, después de
cinco años me gradué en un curso programado
inicialmente para tres años. ¿Motivo?
Pasamos
siete meses de cada año cortando caña desde
Jatibonico hasta Puerto Padre y además el prepararnos
para "la defensa del país" adiestrándonos
en la Unidad Militar 1900 de cañones tierra aire
de 120 milímetros, nos tomaba mucho del tiempo planificado
para las clases.
Las
zafras en las que participé fueron catalogadas por
usted como una "forja de comunistas", quizás
por ello es que tuvimos que rendir jornadas de doce o más
horas
en los campos cañeros, tomando agua con azúcar
prieta como desayuno y una escasa ración de chícharos
ahumados -muchas veces con proteína animal proveniente
de los gusanos- como comida y muchos de nosotros perdimos
muelas y dientes for falta de atención médica.
También
como parte de mi formación como "el hombre nuevo"
y bajo su orientación, fui llevado al Plan Cordón
de La Habana para sembrar café caturra y también
a sembrar pinos en Santa Fe. Por cierto que los pinos que
sembramos en Santa Fe, cuando mi instituto fue cerrado y
convertido en una marina internacional para extranjeros,
los arrancaron para sembrar cocoteros.
Al
graduarme en el Instituto Superior de Pesca con los máximos
honores académicos, me enviaron a trabajar a la Flota
Cubana de Pesca donde tuve que desempeñarme en un
cargo de tierra puesto que, por tener familiares en el extranjero,
no gozaba de confianza suficiente para que se me asignara
a bordo de un buque. Para ese entonces mi madre también
había partido para Los Estados Unidos.
Las
cartas que me enviaban mis padres demoraban hasta cuatro
meses en llegar y llegaban abiertas y en mal estado. No
era posible la comunicación telefónica con
ellos ni ningún otro tipo de contacto puesto que,
de acuerdo con sus órdenes, "los apátridas"
no podían visitar su país de origen.
También
le quiero contar que una vez terminado el nivel de técnico
medio quise continuar mis estudios en la universidad para
ser ingeniero electricista. Cuando fui a llenar la solicitud
de ingreso me pidieron una carta en la que se reflejara
la fecha de mi incorporación a los Comité
de Defensa de la Revolución. La verdad del caso es
que yo no pertenecía a los CDR y no por nada, sino
porque como estuve muchos años interno estudiando
sin prácticamente ir a mi casa, quizás me
abandoné y no solicité mi ingreso en dicha
organización.
Para
ser breve le diré que aquello terminó en que
tuve que falsificar la carta y finalmente, después
de siete años, concluí mis estudios y me gradué
como Ingeniero Electricista en la especialidad de Telecomunicaciones.
A la graduación tuve que ir con un traje y un par
de zapatos prestados pues yo no tenía.
Contrariamente
a lo que pensé, mi situación económica
no cambió mucho por ser ingeniero y continué
sin poder trascender la barrera de una camisa Yumurí
y un calzoncillo por año regulados por la libreta
de "Artículos y Productos Industriales"
del Ministerio del Comercio Interior.
Claro
que no todo fue angustias. Un día al llegar del trabajo,
mi esposa me dio una tremenda sorpresa: se había
ganado una olla de presión por el sindicato. Con
éste nuevo utensilio de cocina los chícharos
sabían mucho mejor.
Casi
se me olvida una parte muy importante de la etapa de desarrollo
socialista impulsado por usted en nuestra patria: los apagones.
Pese
a que la Unión Soviética proveía a
nuestro país con más de un buque tanque de
petróleo diariamente, los apagones fueron y, aun
lo son, una constante en la historia que usted escribió
desde 1959.
También
viene a mi memoria aquella etapa de miedo en la que nos
tuvimos que alistar para ir a combatir a Angola so pena
de perder el empleo y con ello el único medio de
subsistencia en un país donde solamente hay un empleador:
usted.
Miles
de hermanos cubanos murieron en esa guerra tratando de no
ser arrinconados por el tipo de sociedad socialista que
usted implantó.
Otra
memorable página de nuestras vidas que no quiero
dejar sin mencionar fue la escrita en 1980 donde por primera
vez quizás usted pudo palpar primera mano la lealtad
que el pueblo le tenía.
Cien
mil cubanos dejaron atrás las costas de la patria.
Recuerdo
su discurso en que al referirse a ellos usted dijo: "...que
se vayan...no nos hacen ninguna falta..."
Denigrantes
días aquellos en que las turbas bajo las directrices
del Consejo de Estado golpearon a los que solamente querían
escapar.Imágenes
de ignominias aquellas en las que los vecinos eran reunidos
en las noches para cortarle el fluido eléctrico y
el agua potable a quienes en espera de la salida se refugiaban
en sus casas. Puertas apedreadas, cristales de ventanas
rotos, fachadas pintadas de rojo, niños asustados
y llorando dentro de sus cuartos, sin comida y escuchando
todo el día: "...que se vayan...que se vayan...que
se vayan..."
No
puedo tampoco olvidar aquel verano en que usted montó
la farsa que culminó con el fusilamiento de un grupo
de hasta entonces incondicionales a su régimen.
Recuerdo
muy bien que el departamento de opinión pública
del Comité Central concluyó que el pueblo
no quería que los implicados fueran fusilados y usted,
contrario al sentimiento del pueblo que dice representar
y defender, determinó acabar con las vidas de aquellos
que le habían servido lealmente durante muchos años.
Pasa
por mi mente ahora la gran cantidad de personas por mi conocidas
que fueron enviadas a prisión por "traficar"
con dólares. Claro, eso fue cuando usted estaba respaldado
por la mayor potencia comunista del planeta porque, tan
pronto como cayó el bloque soviético, usted
"despenalizó" la tenencia de "divisa
extranjera" e incluso estimuló su circulación
como única forma de continuar acarreando moneda fuerte
a sus cuantiosas cuentas bancarias.
Más
recientemente usted ordenó personalmente el derribo
de dos avionetas civiles en pleno vuelo sin importarle en
lo más mínimo las vidas que allí usted
truncó.
También
el remolcador "13 de Marzo"-por causa de su decisión
personal confesa- se convirtió en un inmenso ataúd
donde niños, mujeres y ancianos encontraron la muerte.
Yo,
después de veinticinco años sin poder ver
a mis familiares más allegados por su causa, pude
llegar a éstas tierras para encontrar que mi madre
y mi padre eran ancianos y mis hermanos casi no se acordaban
de mi.
Aun
fuera de Cuba tuve que soportar sus imposiciones cuando
el hermano de mi esposa -que también fuera mi mejor
amigo- falleció en un trágico accidente. Solicité
la documentación necesaria para que ella pudiera
ir a Cuba a darle el último adiós a su único
hermano, pero pese a todas las peticiones que hice a los
funcionarios de la misión cubana en Washington subrayando
el carácter humanitario del caso, la autorización
de entrada al país le fue otorgada cinco meses después
del sepelio. Dios quiera que cuando usted muera su hermano
lo pueda acompañar prontamente.
Es
por todo lo anterior que me llama poderosamente la atención
su protesta ante la determinación del presidente
de Los Estados Unidos de América de reducir los viajes
a Cuba; usted, que nunca tuvo respeto por la vida humana,
que nunca vaciló en arrancarle la vida a miles de
personas, usted que ha convertido la patria de todos en
patrimonio personal suyo; ¿por qué protesta?.
Si
tanto quiere a su país, demuéstrelo: ¡Váyase
de Cuba!.
Si
usted se va no será necesario regular viajes ni envíos
de dinero, porque el cubano podrá trabajar y con
el fruto de su esfuerzo convertirá una Cuba mendiga
en una Cuba próspera.
Si
al final usted decide irse, por favor encuentre la puerta
de salida no sea que le pase como el 26 de Julio de 1953
que se perdió y no encontró la entrada al
cuartel Moncada, allá en Santiago de Cuba. Esta vezbusque
la salida adecuada; esa que dice: Bienvenido al Basurero
de la Historia.
No
tiene pérdida.
¡Patria
y Libertad!
Miguel
A. Domínguez
Un niño cubano que se hizo viejo esperando ver a
su patria libre de usted.
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