Esteban
Casañas Lostal.
Montreal.. Canadá
2004-09-11
No
creo sean muchas las personas que hayan sufrido los embates
de un huracán en medio del mar. Tampoco le deseo
esa experiencia a nadie, pero en la vida de cualquier marino
puede aparecer en una de las hojas de su diario de bitácora.
Es una de esas oportunidades de esa ruda vida donde aparece
ese miedo inevitable, y donde tiemblan los más valientes.
Cualquier nave se comporta como un barquito de papel y las
vidas penden de un hilo.
Recuerdo
a varios de ellos, no por sus nombres porque han pasado
muchos años. Hubo uno que se desplazó paralelo
a nuestra derrota durante varios días en el océano
Pacífico, algo fenomenal. Tenía un diámetro
aproximado de cuatrocientas millas náuticas, y los
efectos sentidos a unas doscientas de su centro fueron terribles.
Las averías resultaron cuantiosas, y eso ocurrió
teniendo
en cuenta que se toman todas las medidas necesarias para
evitarlas. Otro muy importante sucedió cerca del
estrecho de Madagascar, curiosamente el único que
cruzó en mi vida de marino por el hemisferio sur.
Otra experiencia amarga me sucedió a dos o tres días
de navegación recalando a Panamá procedente
de Japón. En esa oportunidad navegamos entre dos
ciclones, solo puedo decirles una cosa, se requiere de mucha
pericia para poder escapar de ellos. Como quiera que sea,
aquellos momentos vividos en alta mar, son insignificantes
comparados con las angustias que se viven en Cuba.
¿Ha
pasado algún huracán en la isla? Yo sé
que la mayoría de los cubanos en el exilio responderán
afirmativamente, pero los extranjeros desconocen todo lo
que significa estar allí. Veo por la televisión
todas las movilizaciones de personas en la Florida con vistas
a tomar medidas preventivas para el caso. Sin embargo, cada
vez que esa región del planeta es atacado por uno
de esos fenómenos meteorológicos, los daños
son cuantiosos y las pérdidas de vidas humanas elevadas.
Hay que tener en cuenta varios factores a la hora de hacer
una evaluación sobre los acontecimientos. En mi modesta
opinión sobresalen dos elementos muy importantes,
creo que es indiscutible la mala calidad de las construcciones
actuales. Casas de muñecas que se construyen en tres
días y se destruyen en pocos minutos de embates por
vientos huracanados. Todo eso ocurre ante la mirada burlona
de construcciones tan antiguas como El Morro de La Habana,
por solo mencionar un ejemplo. El otro factor determinante
en esas pérdidas humanas lo es la imprudencia del
hombre. Pude ver con asombro a una muchacha joven con su
hijita de brazos en una de las playas de la Florida, manifestándole
al periodista que se encontraba allí por simple curiosidad,
que ella nunca había visto un fenómeno como
ese. Bueno, ustedes saben que la orden de evacuación
se había impartido con suficiente antelación.
Creo
que me he desviado y se hace necesario repetir la misma
pregunta, ¿ha pasado algún huracán
en la isla? Para los que no han vivido esa aventura, solo
les voy a sintetizar lo que se sufre en esos momentos anteriores
y posteriores al paso de un huracán. Sí, es
muy cierto que con suficiente tiempo se comienzan a impartir
órdenes por parte de la Defensa Civil, se realizan
traslados de estudiantes a sus hogares y se condicionan
muchas de esas escuelas como albergues. Es lógico
que solo se puedan albergar aquellos que se encuentren en
las áreas de mayor riesgo, porque si fueran a proteger
a los que viven en casas en malas condiciones, serían
necesarios albergues para unos diez millones de seres humanos,
una tarea imposible de lograr.
¿Y
los que permanecen en sus hogares? Para ellos la tragedia
comienza desde la llegada de las primeras ráfagas
de viento. ¿Han visto ustedes esos noticieros de
Miami donde la gente se apertrecha de todo?, desde materiales
para proteger sus propiedades hasta toneladas de comida.
Pues olviden ese panorama en los noticieros cubanos, allí
nadie se puede apertrechar de nada, y cuando digo nada,
es absolutamente nada. Si para la vida diaria no hay alimentos,
¿cómo pueden creer que existirán para
esos eventos?, ¿maderas, clavos, agua, baterías,
combustible, etc.? Creo que estamos hablando en serio, en
Cuba
se espera con lo que tengas a cuesta. En las primeras ráfagas
desaparece la luz, se pierde el agua o debes sacarla de
la cisterna a cubos, y eso, el que viva en un edificio que
la posea. Cuando rompe la tormenta hay que encomendarse
a Dios en medio de la penumbra, ¿velas? Veo con horror
el noticiero de CNN donde presentan vistas de cubanos saliendo
de un mercado con los carritos cargados de botellas de agua
Ciego Montero. Para el extranjero esas vistas serán
muy normales, para nosotros no. Esas personas acudieron
a un mercado donde solo se puede comprar con dólares,
¿tienen esa moneda los cubanos?, por supuesto que
no, solo una ínfima parte de su población.
Se fue la luz, hay personas que no tienen nada para alumbrarse
e inventan una especie de mechero con un tubo de pasta,
¿pasta?, hasta la confección del mechero se
dificulta. Se fue la luz y todos saben que pasarán
muchos días sin ella, saben que serán varios
los que pasarán sacando el agua con cubos de la cisterna,
el que la tenga. Siguen pasando por CNN vistas de los preparativos,
unas mujeres pegando papel precinta en los cristales, como
si ese simple papel pueda resistir los embates de la furia
de esos vientos. ¿Y en los hogares? Allí no
existe nada para asegurar, se lucha de frente al mal tiempo
tratando de que las ventanas y puertas no se abran, cualquier
cosa es de utilidad, hasta el simple palo de escoba. ¿escoba?,
¿clavos? Si fuera necesario crucificar nuevamente
a Cristo y eso sucediera en la isla, estoy convencido de
que viviría muchos años.
Si no falta la madera faltarán los clavos y cuando
aparezcan no habrá nada para cavar el hueco donde
colocar la cruz, y si existieran todos esos materiales,
bueno, se gastarán millones de horas de reunión
para discutir si se encontraba en los planes del quinquenio.
Lo peor viene después del paso del huracán,
evento que la gente toma con esa tranquilidad pasmosa y
no escasa del buen humor criollo. Si en tiempos normales
el abastecimiento de alimentos al mercado es sumamente irregular,
pues el huracán es una buena razón para justificar
las ineficiencias que siempre han existido. Aparecerán
en la prensa como dañadas instalaciones, fábricas,
plantaciones, medios de comunicación, vías,
etc. y etc., que todos sabíamos no funcionaban desde
hacía muchos años. Ya todos los cubanos conocen
de esos trucos utilizados por el gobierno, así como
de las muertes accidentales de millones de cabezas de ganado.
Las panaderías no pueden funcionar por falta de fluido
eléctrico, se demora más de lo normal el restablecimiento
de los servicios de transporte a la población, no
se puede adquirir combustible, y la leche, solo garantizada
hasta los siete años para los niños no acaba
de llegar. Con sus exiguas reservas el cubano trata de soportar
esos interminables días de angustias, y debe dar
gracias a Dios si el huracán es enviado a principios
de mes.
Sigue la CNN trasmitiendo noticias sobre los preparativos
en la isla, y como era de esperar, no puede faltar la ridícula
caricatura del dueño de la isla. No puede negarse
que es muy hábil en las manipulaciones de cualquier
evento útil para insistir en sus campañas.
Expresa ese senil anciano en una de sus atorrantes mesas
redondas, “ no aceptará ayuda de aquellos países
que participan en el criminal bloqueo contra Cuba”.
Me
viene a la mente un detalle muy importante, Cuba acaba de
sufrir un huracán que produjo bastantes daños
en la economía (según el gobierno), y lo peor,
la pérdida total o parcial de muchos hogares cubanos.
¿Dónde está la ayuda solidaria de nuestros
vecinos? No se ha hablado casi nada de donaciones que puedan
menguar en algo la triste situación de la población,
¿dónde está esa solidaridad? Me viene
a la mente muchos pasajes aplaudidos por simpatizantes del
régimen cubano, y de aquellos que confunden el nombre
del amo con el de la isla. Por caprichos de la memoria,
acuden esos momentos en los cuales su pueblo fuera sometido
a sacrificios extremos, solo por satisfacer su ego y apuntalar
a otros individuos de su calaña. ¡Claro! Esos
gestos eran conocidos como “la solidaridad de Cuba”, pero
nunca se contó con la voluntad de su pueblo. Llevó
a la isla a unas condiciones de vida similar a la de cualquier
obrero con bajo salario, hablo del individuo pendiente de
su cobro para poder abastecer los estantes de su cocina.
En la isla se vivía pendiente a la arribada de un
barco cargado de pollo, ave que se repartía en los
buenos tiempos cada nueve días y que representaba
el principal renglón de la canasta familiar. Pues
ese viejo senil ordenaba desviar a nuestros barcos de su
trayectoria, y ese pollo que le correspondía después
de nueve días de espera, iba a parar por arte de
magia a Nicaragua. Esto es solo por mencionar un ejemplo,
porque pudiera hablarse de los barcos que partían
semanalmente con alimentos para Angola, los destinados a
Etiopía, Mozambique, etc. Durante toda la etapa sandinista,
el pueblo continuó sometido a los molestos apagones
y nadie sabía que el exceso de combustible, vendido
por los rusos a precios más bajos del mercado existente
era revendido, y noventa mil toneladas era regalado a esos
sandinistas que también acabaron con su país.
¿Dónde
está la ayuda solidaria de sus amigos? Al parecer
cuenta con pocos y se hacen los de la vista gorda, el pueblo
queda abandonado a su merced. No pierde oportunidad el viejo
senil para hacer política de un huracán, también
es una ocasión magnífica para exponer sus
conocimientos de meteorología. Ya se olvidó
de las vacas enanas y de Ubre Blanca, trabajar con mapas
es más económico. No quisiera estar dentro
de la mente de Rubiera cuando este individuo mete la cuchareta
en algo totalmente ajeno a su profesión, la de bandido.
Reta a huracanes con la pastosidad del que posee incontables
refugios, pero no le satisface un fenómeno de esa
naturaleza. En medio de enfermedad mental, vuelve a recalcar
sobre una invasión que ha sido anunciada desde hace
cuarenta y cinco años, es como si soñara diariamente
con ella para justificar toda la destrucción del
huracán Castro sobre la isla.
Habla de reconstrucción, y me llega una sola pregunta,
¿reconstruir qué?, la destrucción provocada
por su régimen tomará el paso de varias generaciones
de cubanos. Lamentablemente la isla se les cae en la cabeza
a su población, y ésta ve con tristeza como
surgen nuevas edificaciones, pero solo dedicadas al turismo
vedado para ellos.
La mente es caprichosa y llegan pasajes lejanos de nuestras
vidas con la misma velocidad de un rayo. Un nuevo huracán
se aproxima a la isla y viene aquel viejo lema nacido cuando
el ciclón Flora; A recuperar lo perdido y avanzar
mucho más. Los más viejos la recordarán
y comprobarán que solo ha sido un caza bobos, ni
se avanzó y no se recuperó absolutamente nada.
A partir del Flora comenzaron las dificultades con el café
y nunca volvió a la normalidad, la población
desconocía que se exportaba.
De muy poco a servido la presencia de la patrona de Cuba,
de nada han servido las procesiones y plegarias ofrecidas
en todos esos años. Inservible ha sido el ejército
de babalaos con sus divisiones de santos. De nada sirvieron
tampoco las payasadas de Pastores vendidos, ni las porquerías
colectadas que molestaban en los closets de nuestros vecinos,
un país entero no puede vivir de la mendicidad.
Duele profundamente la situación que viven nuestros
parientes, vecinos, amigos, compañeros de trabajo.
Es como si esa isla fuera maldecida y todos la premiaran
con la complicidad del silencio. Hoy esperan otro nuevo
huracán, será destructivo y aumentará
sus calamidades, pero nunca lo será como Castro.
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