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| Semanario El Veraz | San Juan, Puerto Rico | |
Los “gusañeros” en México

Por Félix Luis Viera

Con este término, que tiene su origen en la fusión de "gusano” y “compañero”, un compatriota, colega y amigo definió hace algún tiempo a aquellos intelectuales cubanos residentes en México que, en sus conversaciones con sus iguales que precisamente no aman al castrismo, se muestran como estos y aun aportan nuevos ángulos para rechazar la dictadura; y que, sin embargo, recurren con fervor a cuanta invitación les llega de las instituciones del régimen en México, incluidas las más ácidas, como pueden ser la celebración de “un aniversario más de nuestra revolución socialista” o “el cumpleaños de nuestro invicto comandante en jefe”.

En México existen, además de las ya conocidas, tres interesantes variantes del escritor, artista, pensador, intelectual, profesor cubano aquí radicado. A) Los que, en contra de toda lógica, ¿y de toda vergüenza?, se siguen autoproclamando “revolucionarios” mientras comen cuatro veces al día, consumen mares de Coca-Cola y gasolina y asisten a las peregrinaciones por la Virgen de Guadalupe. B) Los que se mantienen apartados, no se expresan públicamente y ni siquiera son capaces de poner un “me gusta” en una página de internet con contenido anticastrista. C) Los “gusañeros”.

Durante algún tiempo tuve un encuentro cercano con un “gusañero”. Pocas veces he visto a alguien, con tan notable capacidad de análisis, rotundas experiencias personales y certerísima voluntad de abstracción, demostrar la inviabilidad del sistema político existente en la Isla, con basamento en una detallada exposición de los desmanes llevados a cabo por aquel, incluidas su crueldad y su manipulación de las mentes de los cubanos residentes en la Isla. Pero, de pronto, un día, cuando sostenía yo un diálogo con uno de esos abundantísimos escritores mexicanos que idolatran a Fidel Castro, su hermano y el desastre en que ambos han convertido a Cuba, este, ante mi enfebrecido discurso anticastrista, sacó un as de espada: me espetó que “mi amigo” no pensaba igual que yo. “Mi amigo” era el gusañero, que hasta ese momento yo no sabía que era gusañero. Comencé a averiguar y, efectivamente, aquel que se mostrara como un apóstol de la democracia para Cuba, comía y bebía en la embajada de Fidel Castro, celebraba allí “fiestas patrias” y asistía a conferencias de personeros del régimen llegados desde La Habana. Y constaté más: en varios círculos de la izquierda mexicana pro castrista, se movía “mi amigo” con un discurso parecido al de cualquier Vladimir Lenin en su momento de más convicción y euforia comunista.

Creo que dentro de los tres grupos que clasifiqué en las líneas anteriores, los de la A) resultan repugnantes, pero al menos su vileza se halla a ojos vista; los de la B) optan por no expresarse en contra de la dictadura porque, algunos, como se suele decir, no quieren “saber de política” (hasta el día en que los políticos se aprovechen de esta ingenuidad), y otros porque sienten un terror justificado de que no los dejen regresar a Cuba ni de visita a ver a sus seres queridos o contemplar de nuevo el añorado légamo de las paredes de la casa de enfrente; los de la C), los gusañeros, son en mi opinión los peores: semejantes a esas mujeres que, subrepticiamente, se desviven con sus dos amantes proveedores por si acaso uno se les muere.

De modo que tengamos mucha vista para diferenciar ¡(...) el canario amarillo/ que tiene el ojo tan negro!, como nos alertara José Martí.

Ya ven. Así van las cosas.


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