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| El Veraz. | San Juan, Puerto Rico |
A Cuba con la Esperanza de Encontrar Parejas

Frida Llanos se casó con un cubano a pesar de la información sobre fraudes de amor que le dio la embajada de México en la isla, de las súplicas de su madre y las anécdotas sobre "infidelidades caribeñas" contadas por sus amigas. Pero estaba decidida y vendió su vocho nuevo para pagar los 80 mil pesos de trámites.

Tenía 36 años y se había mudado a La Habana para vivir de sus ahorros. Conoció a Luis, de su misma edad. "Será una relación madura", concluía Frida, quien se sentía en la luna.

"Era guapísimo, cortés, culto y hasta dejó de trabajar como traductor, pero lo hizo para estar más tiempo conmigo", cuenta a Crónica.

Pero los días pasaron y los ahorros de Frida se esfumaron, así que se trasladaron México, donde Frida retomó su antiguo empleo como socióloga del Gobierno del Distrito Federal, y se instalaron en la casa de su madre, en una colonia cercana al metro Indios Verdes.

Venían de vivir tres meses de felicidad en La Habana, tras conocerse una noche del "cañonazo de las nueve" en el castillo de El Morro, donde Luis la llevó a beber mojitos con el dinero que una hermana le mandaba de Miami.

Frida se acordaba de un personaje de la película Cosas que dejé en La Habana: una española que se llevó a vivir a un cubano que conoció en un antro y luego la traiciona con su mejor amiga. "Total —concluía la hispana— si me hizo el amor mejor que el serbio bosnio, el marroquí y, y... cualquier otro".

"Era su inversión para lograr que me lo trajera", analiza ahora Frida con un rictus de tristeza en su rostro de marcados rasgos indígenas: "Luis era otra persona en Cuba, incluso jamás lo vi borracho hasta que llegamos a México: el príncipe se volvió un ogro".

El colmo fue cuando la visitó a su oficina y le armó una discusión conyugal al estilo de un barrio pobre habanero: manoteos, estruendos, gritos, "coños" y "cojones"... Era la despedida del caballero que cinco meses atrás le había robado el corazón.

Frida había entrado a la estadística: según la embajada de México en Cuba, en el 2002 se legalizaron 1019 matrimonios binacionales, de los que 611 peticiones son de mujeres y 408 de hombres. En ese mismo tiempo hubo mil matrimonios entre cubanos e italianos y más de cuatro mil con españoles.

Los matrimonios entre extranjeros y cubanos aumentaron a principios de 1990, cuando el gobierno de Fidel Castro apostó al turismo para levantar la economía del país.

Y los cubanos vieron un negocio en los amoríos con turistas. Después de todo huir en balsa implicaba un peligro y, aunque la embajada estadunidense otorga anualmente 20 mil visas, el número de solicitudes es tres veces mayor.

Gilberto Calderón, ex secretario de la embajada mexicana en la isla de 1999 a 2002 y autor de ensayos sobre la sexualidad cubana, tiene una explicación: "Los cubanos son muy atractivos para los extranjeros porque son de todas las razas. Los europeos van en busca de personas negras o mulatas, los mexicanos por blancas o rubias. Y todos son muy sensuales aparentemente".

Y añade: "Van a Cuba con la esperanza de encontrar una pareja con mayor facilidad. Por lo general son adultos que buscan jovencitos o gente físicamente fea buscando belleza que difícilmente conseguirían en su país y los cubanos capitalizan esta necesidad irresistible".

De ello da cuenta Horacio Calvo, un periodista mexicano que vivió una década en la isla como corresponsal de un medio del Distrito Federal. De 39 años, no podía creer que tantas muchachas quisieran seducirlo a pesar de ser casado y tener tres hijos.

Alto, robusto, de ascendencia tzoltzil, Calvo ganaba tres mil dólares mensuales que le alcanzaban para vivir como si fuera rey de La Habana, mientras sus competidores cubanos en la lucha por las chavas discotequeras tenían sueldos de siete dólares al mes.

Las favoritas de Calvo eran las rubias porque en México "nunca pude ligarme a una ni yendo a bailar a Chalma".

Conoció a Yoliani, una guajira de 20 años, rubia rizada de ojos verdes, con ganas de pasear con el periodista cuarentón. La vida se convirtió en una bronca eterna para Calvo: su esposa llegó a irrumpir abruptamente en uno de sus escondites de amor con un machete en la mano.

Pasaron un par de años y se acabó la corresponsalía. En el DF, lo que Calvo pudo encontrar para vivir fue un departamento polvoso en la colonia Cuauhtémoc. Desesperado, se divorció y trajo a la rubia por "carta de invitación", facilidad que Cuba da a sus ciudadanos para viajar si una empresa o persona extranjera lo invita.

México exige tres mil dólares de depósito en caso de que el invitado no sea padre, madre, hijo o hermano de quien invita. Aún así, de los siete mil 800 cubanos que llegaron el año pasado a Estados Unidos desde 1999, cuatro mil 200 lo hicieron cruzando a través de México.

Uno de esos cubanos fue la rubia de Calvo: ella lo encontró abrumando por la familia, el tráfico y un sueldo que, aunque era el mismo, lucía 100 veces menos que en La Habana. Inconforme, recogió los cuatro trapos que tenía y cruzó la frontera por Matamoros, donde se declaró acosada por el régimen de Castro y Washington le dio asilo político.

Peter Geller, activista de la organización pro castrista mexicana Promotora Va por Cuba y muy conocedor de la isla, explica: "El problema es que cuando un cubano, que nunca ha salido de la isla, se lo llevan a otro país, sufre un cambio radical y puede reaccionar de mil formas".

Pero algunos cubanos y cubanas llegan a México en plan de vivir de sus parejas, según aseguran muchas de éstas. O a algunos de plano no les va bien el matrimonio, como a Francisco Gattorno, ex esposo de la actriz Cinthia Klitbo y a quien pillaron poniéndole el cuerno en Cancún con una bailarina cubana de Miami.

Pero Cinthia al parecer vio la experiencia como mera anécdota: se casó con otro cubano que vive en la isla.

"Yo me he abierto paso en México a golpe de pinga", confiesa un premiado escritor cubano casado dos veces aquí con mujeres adineradas que lo mantuvieron mientras escribía sus novelas.

Pero otros cubanos resuelven más rápido el problema del amor por compromiso. Eso lo vivió la mexicana Juliana González, quien ahora tiene 24 años, pero que se casó a los 19 años con Andrés: un bombón de 23 años, pelo castaño, ojos verdes y cuerpo formado en el equipo nacional de remo.

Lo conoció en Santa Fe, una playita que está después de la Marina Hemingway en La Habana, cerca de donde viven Pablo Milanés y Fidel Castro. Se lo presentó una bailarina cubana a quien Juliana visitaba por amistad cada verano desde los 15 años.

Andrés la llevó inmediatamente a su casa y su familia la trató como si fuera la nuera de años. Siguieron paseos por la playa, "guaracheos", cartas de amor y una propuesta de matrimonio que Juliana aceptó.

Ambos coincidieron que lo mejor era vivir en México, con la familia de ella, en la colonia Asturias, en el centro capitalino.

Andrés llegó gracias al dinero de Juliana, pero no se mostró agradecido: hablaba con monosílabos, era descortés y sólo veía la televisión. En un mes se le acabó el folclor y se fue a Ciudad Juárez, donde tenía un amigo y esperaba cruzar a Estados Unidos.

"Hablé con él por teléfono. Decía que yo era infiel. ¡Hazme favor! ¿Para qué iba a gastar dinero y tiempo si después le iba a poner el cuerno? Era un pretexto para alejarse de mí. Entonces comprendí lo que estaba pasando o", comenta Juliana.
Cinco años después de la crisis matrimonial, Juliana releyó las viejas cartas de su amiga cubana y la envolvió la nostalgia. "Cuba es más que un hombre", pensó.

Así que volvió a La Habana para ver a la amiga bailarina que conocía desde los 15 años y le había presentado a Andrés. Fue la última vez que la vio. Poco después viajó en una gira a España… y pidió asilo político.

* Matrimonios en 2002
En 2002 se legalizaron 1019 matrimonios mexicano-cubanos, de los que 611 peticiones fueron de mujeres y 408 de hombres. En ese tiempo hubo además mil matrimonios entre cubanos e italianos, así como más de cuatro mil con españoles.

* Amor que cuesta
Por invitar a un cubano a México, la Secretaría de Gobernación exige a los nacionales un depósito de 30 mil pesos: el dinero sólo se recupera si el invitado regresa. Aún así, muchos no vuelven a la isla. Al menos cuatro mil 200 que han venido invitados han cruzado a Estados Unidos.

* Llenando formas
El nacional que desee invitar a un cubano tiene que llenar una forma en la embajada cubana en México que cuesta 80 dólares.

* Permiso para salir
En la isla, el cubano tiene que pagar 150 dólares por un permiso de salida. Además de 40 dólares por el pasaporte y otros trámites menores también pagaderos en dólares.

* El boleto de avión
Un boleto de Mexicana Habana-Distrito Federal cuesta alrededor de seis mil pesos.

* Cubanos indispensables
Para obtener permiso de residencia en México, un extranjero que no posea el status de refugiado tiene que estar casado con un nacional o que una empresa asentada en el país lo contrate, previa demostración de que su labor es imposible de desarrollar por un mexicano


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