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| El Veraz. | San Juan, Puerto Rico |

Las cubanas se ponen nuevamente los pantalones

Por Jay Martínez

Desde que las esposas y familiares de los prisioneros de conciencia cubanos se unieron y decidieron vestirse de blanco para asistir a misa en la Iglesia de Santa Rita en la Habana llamaron la atención del mundo.

Conocidas en los medios de comunicación como Las Damas de Blanco estas valientes mujeres domingo tras domingo caminan en silencio por 5ta Avenida en señal de protesta pacífica pidiendo la libertad de sus seres queridos.

La pasada semana nuevamente Las Damas de Blanco fueron noticia. En una protesta nada más y nada menos que frente a la Plaza de la Revolución, insignia del gobierno comunista de La Habana, exigían el traslado urgente, a un hospital de la capital, del disidente Angel Moya Acosta gravemente enfermo en una cárcel de la Provincia Granma. Desde hace meses su esposa, Bertha Fernández, había alertado a la Seguridad del Estado cubana sobre el estado de salud de su marido pero había recibido las acostumbradas evasivas.

Quienes hemos seguido de cerca la situación de los presos políticos en Cuba nos hemos dado cuenta de la importancia de las esposas y madres a la hora de convertirse en voz de sus seres queridos. Condenados a injustas condenas por el único delito de criticar al régimen comunista y reducidos a inmundas celdas con precaria alimentación y el deterioro paulatino de sus organismos los presos políticos y de conciencia cubanos ven a sus esposas como la única manera de gritar su realidad al mundo.

No es de extrañar que Las Damas de Blanco se hayan convertido en una espina molesta para el gobierno de Castro. Las amenazan por teléfono para que no asistan a la Misa en Santa Rita, las amenazas a sus familiares más cercanos y los operativos policiales cada domingo alrededor y dentro de la Iglesia con hombres vestidos de civil se han convertido en la cotidianidad en la vida de estas mujeres. La Seguridad del Estado hace todo lo posible por amedrentar a estas mujeres pero evidetemente no ha podido vencerlas.

Algunas con hijos pequeños, otras con nietos, la valentía de estas mujeres ha dejado boquiabierta a la opinión pública mundial pues a cualquiera se le eriza la piel cuando las ve o las escucha defendiendo a sus familiares con tanta valentía y coraje en medio de una dictadura tan cínica como la cubana.

Como era de esperar, las Damas de Blanco, lograron su objetivo la semana pasada. En horas de la madrugada después que la prensa acreditada se habia marchado a dormir tranquilamente (cosa usual cuando se trata de personas “no oficiales”) altos oficiales de la Seguridad del Estado cubana fueron hasta donde se encontraban las mujeres en una calle al costado de la Plaza para decirles que su caso sería resuelto pero que no iban a permitir presiones.

Según los cables, a la misma hora del suceso el prisionero de conciencia Angel Moya Acosta, condenado a 20 años, era trasladado a un hospital de la Habana para recibir, esperemos que sea así, la adecuada atención médica que necesitaba.

Afortunadamente, los tiempos han cambiado y los cubanos disidentes y las mujeres de los prisioneros políticos no deben sentirse nunca desamparados. Cualquier mínimo incidente en cuestiones de segundos se encuentra en disímiles páginas de internet y televisoras y periódicos locales tanto de Europa como de los Estados Unidos y América Latina.

Creo que en 40 años el gobierno no se había encontrado con mujeres dispuestas hasta a ser golpeadas y encarceladas por tal de ver a sus maridos y familiares libres. La protesta pacífica es un arma tan elemental en el mundo civilizado pero tan inusual en Cuba que es por eso que la actitud de estas mujeres nos llena siempre de regocijo y esperanza.

Es por eso que el gobierno, aunque no quiera, debe usar guantes de seda a la hora de tratar a las Damas de Blanco. En la perseverancia de sus denuncias se encuentra la fortaleza de estas mujeres indefensas. Ningún gobierno extremista, aunque las asesine en plena calle, podrá acabar con el eco de sus voces.


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