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| Semanario El Veraz | San Juan, Puerto Rico | |
El disparate y la carnicería en la mitología castrista

Por Luis Cino

Antonio Guiteras se adelantó casi 20 años a Fidel Castro en la idea de intentar tomar un cuartel del ejército. Pero a diferencia de Castro, Guiteras lo consiguió.

Con un puñado de hombres armados con escopetas de caza, tomó no solo el cuartel de San Luis, sino el poblado completo, y luego logró replegarse con su grupo hacia la Sierra Maestra, donde permaneció alzado hasta casi un mes después de la caída del régimen de Gerardo Machado. No bajó de las lomas hasta que en septiembre de 1933 el presidente Ramón Grau lo nombró primero gobernador de la provincia de Oriente, y luego, Secretario de Gobernación, lo que equivalía a ser el segundo de su gobierno provisional.

En honor a la verdad, el plan de Guiteras en 1932 era mucho más modesto que el de Fidel Castro en 1953, cuando atacó el cuartel Moncada. El de San Luis, era un cuartelito defendido por poco más de una decena de soldados mientras que el Moncada era la segunda fortaleza militar de Cuba, con una guarnición de mil hombres.

¿Qué hubiera pasado en el caso harto improbable de que Fidel Castro y sus hombres hubieran conseguido tomar el cuartel Moncada? Supongamos que además hubiese logrado tomar los cuarteles de la Policía Nacional y de la Marina de Guerra. ¿No se habría convertido Santiago de Cuba en una ratonera para los asaltantes? Si los fidelistas hubiesen tomado también el cuartel de Bayamo, ¿habrían podido contener luego a los refuerzos del ejército que acudirían sobre Santiago? Luego de perdida la ciudad, ¿hubiesen podido los rebeldes escapar de los bombardeos de la aviación y refugiarse en la Sierra Maestra para iniciar la guerra de guerrillas?

El caso es que los fidelistas no lograron tomar el cuartel Moncada y aquello se convirtió en una carnicería. No podía resultar otra cosa de aquel plan descabellado que incluía barbaridades criminales tales como la toma del vecino hospital civil “Saturnino Lora”.

Solo que la especialidad de Fidel Castro, además de los planes descabellados, era convertir los reveses, por grandes que fuesen, en victorias, o al menos, en algo que lo pareciera.

Da grima, por enajenante, que una carnicería que dio inicio a una pesadilla que parece interminable se haya convertido en fecha de fiesta nacional, que se celebra con tres días feriados y carnavales incluidos: la celebración más larga del muy extenso aburrimiento castrista.

Parece un chiste de humor negro la feísima cancioncilla del grupo Moncada que desde hace años se repite machaconamente por esta fecha, donde se asegura, no se sabe basado en qué extrañas razones, que “el 26 es el día más alegre de la historia”

El ataque al cuartel Moncada es el ejemplo clásico de disparate que un movimiento armado nunca debe cometer si aspira a ser exitoso. Si no estuviese desde hace años en el infierno, le podrían preguntar al respecto al argentino Enrique Gorriarán Merlo, el cabecilla del guerrillero Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), que se escachó sangrientamente dos veces por querer reeditar el Moncada, primero en 1976, en Monte Chingolo, y luego en el regimiento militar de La Tablada, en enero de 1989.

No obstante, el fallido ataque al cuartel santiaguero, el desembarco ―o más bien el naufragio― del yate Granma, y la desastrosa campaña boliviana de Che Guevara, siguen siendo hoy los pasajes más ensalzados de la mitología castrista.


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