Por
Esteban Casañas Lostal
Todo parece indicar que ya no es necesario esperar la
hora del juicio final, así marchan estos tiempos.
Con la modernidad las cosas han cambiado mucho, habrá
que conservar muy bien aquellos filmes, donde se hacía
llamar al sacerdote corriendo para que escuchara nuestra
confesión de última hora, concediéndonos
de forma apresurada el pasaporte y visa para el cielo.
En el caso cubano se complica un poco esa salida con el
asuntico de la tarjeta blanca.
La piedad y compasión se hacen muy frecuentes,
solo basta una pequeña dosis de ancianidad, no
es necesario un certificado de nacimiento tampoco. Eso
sí, es imprescindible aparentar ser viejo. Un rostro
visiblemente arrugado, el paso cansado al andar y una
que otra chochera al hablar, son pasavantes importantísimos
para obtener ese perdón tan deseado. Poco importa
cuanto daño hayas causado en tu vida, lo que importa
es la apariencia, ¿y luego?, bueno, luego dejemos
el resto a la prensa.
¡Qué
no es cuento tampoco! Son inolvidables todos esos artículos
consumidos sobre el estado de salud de Honecker. ¿Quién
pudo contener esos sentimientos de lástima por
las imágenes de Sadam Hussein?,
¿quién no se sintió preocupado por
la suerte de Ben Ladem cuando caían sobre las montañas
de Afganistán miles de toneladas de bombas?, ¿cuántos
no se han compadecido por el cautiverio de Milosevik?
¡Nada! Es para llorar por tanta carga de dolor que
diariamente nos transmiten.
¿Por
qué no condolernos por Castro? El pobre, ya está
viejito, le dan mareítos, y miren ahora, se ha
dado una desco….Piiiiiiii…. espectacular en el cumplimiento
del deber. ¡Ño! ¡Qué clase de
papelazo! Pero eso le pasa por terco, ya era hora de que
estuviera retirado jugando con sus nietos al Play Station.
Pero no, ahí lo tienen, tratando de salvar al mundo
con cuarenta y cinco años de disparates, digamos
mejor con sus alocados experimentos. Bueno, si los otros
han sido acreedores del perdón que otorgan los
periodistas, ¿por qué Castro no?, nosotros
los cubanos tenemos derecho a que se perdone a nuestro
demonio y envenenar un poco más al cielo. ¡Eso
es! Nosotros deseamos que llegue hasta allá arriba
para que le diga “mariconzón” a San Pedro, ya ustedes
saben que esto no lo inventé yo. Déjenme
ponerles el parche antes de que surjan las acusaciones
de vulgar, y bueno, si lo dijo un tipo que dirige una
nación, pues que lo diga yo es de menor peso.
Pero no crean que la rumba es así como así,
que no a todo el mundo se les concede el perdón
tampoco. Usted puede ser un gran pecador, el demonio más
grande que a parido esta tierra, pero si no es de izquierdas
está muy jodido, usted irá directico al
infierno, y si no lo cree le pueden preguntar a Pinochet.
Hasta el mismísimo Aznar ha agarrado sus trancazos,
y eso que fue elegido democráticamente.
En fin, ya nada es sorprendente en estos tiempos de tantas
manipulaciones. Vemos como caen pueblos enteros aplastados
por esa maquinaria maligna que es la propaganda, ¿habrá
otra opción?, puede que si, un día existirá.
Pero es innegable que la corrupción y saqueo desarrollado
por los depredadores políticos de ambas manos,
son los causantes de las frecuentes caídas en estas
abismales trampas. Vemos así a pueblos que claman
por figuras en quienes piensan encontrar soluciones a
sus problemas, y luego, bueno, aquellas soluciones ansiadas
se convierten en pesadillas. En caso de dudas pueden remitirse
al caso Venezuela.
Que toda esa gente en medio de su desespero sea víctima
del engaño y caiga en sus trampas no es nada irrelevante.
Pero que un cubano nacido y criado en el seno del infierno
castrista se deje atrapar con facilidad, creo que es algo
para preocuparse. Durante los días posteriores
a la estrepitosa caída del dinosaurio cubano, estuve
recorriendo muchos espacios de la net y leía con
una mezcla de asombro y pesimismo, declaraciones de personas
que manifiestan haber nacido en la isla. Entre ellas pude
leer abundantes expresiones de piedad por esta fiera disfrazada
de ancianito. Hubo algunas de ellas que me provocaron
deseos de vomitar, ellos fueron un poco más lejos
cuando comparaban la caída de esa bestia con la
de sus padres. Son los mismos, pienso yo, los mismos personajes
que cumpliendo órdenes de su amo se ocupan en vender
una imagen falsa de nuestro pueblo y sus verdaderos sentimientos.
Son los mismos que unas veces se solidarizan con la posición
de Menoyo, los que justifican la calamidad cubana con
el embargo americano, los que se disfrazan de demócratas
y se oponen a la democracia en su tierra. Los mismos que
se niegan a observar a su alrededor cuando viajan a la
isla, los que no se conduelen por la suerte de sus presos,
y no sigo porque la lista sería interminable.
Yo lo siento por su caída, lo sentí mucho
cuando vi que se pudo parar y continuar con la misma verborrea
de siempre, es una verdadera pena que no se haya desnucado.
Pueden tildarme de cruel si lo desean, no creo sea motivo
que provoque mis desvelos, pero es una verdadera lástima
que no se haya despedido ya para bienestar de nuestro
pueblo. No me considero extremista tampoco, he aprendido
del lado de acá a respetar los criterios de los
demás, pero como bien dice el título de
la presente; “Todo el mundo tiene derecho a hacer de su
culo un tambor”, y cuando se habla de tambores, parece
que hay muchos cubanos rumberos.
La reacción de la bestia no se hizo esperar, pueden
resultar a veces infantiles esos arrebatos, es indudable
que ya se encuentra en su segunda infancia. Sabe que sería
el motivo de burla de millones de cubanos y debía
condenarlos por ello. ¡Siempre se puede más!
Dice una vieja consigna y no deja de ser cierta, otra
vuelta más a la rosca de ese tornillo que asfixia
a su pueblo, es increíble que siempre quede un
poco de espacio para apretar. ¿Ahora? A pagar un
diez por ciento más, ¿no desean sentir compasión
por este ancianito? Los dejo y me voy a repartir caramelos,
la noche de brujas es una fiesta algo sosa, pero es más
divertido ver el rostro de los niños cuando le
echas caramelos en sus bolsas que escribir sobre todo
esto.