Por Deny Extremera
Ignacio Jacinto Villa nació en la ultramarina villa habanera de Guanabacoa — de una tradición musical de altura, cuna de Rita Montaner y del propio Lecuona —, el 11 de septiembre de 1911.
La madre, dicen las crónicas, era negra de budeque, es decir, mujer fértil y florida, que dio a luz trece hijos. Criada por congos y carabalíes, tenía en sí la gracia de la tradición oral, el ánimo de bailadora empedernida en jolgorios hasta el amanecer, lo mismo en fiestas de vecindad que en improvisados toques de rumba con palos y latas, talentosa lo mismo para la mejor rumba de cajón que para un toque de Yemayá, educada por el padre, ñáñigo y capataz de los muelles, entre congos, carabalíes, comparsas de diablitos bailarines y salidas de cabildos...
En ese ambiente de danzas ancestrales, de babalaos y fiestas del bembé fue creciendo el futuro Bola de Nieve.
Su tía abuela lo matriculó en la academia municipal. Se llamaba Mamaquina y decía que tenía que ser artista, según su adivinación.
Gracias a ella inició primeros estudios en una escuelita particular y, también alentado por ella, a los 12 años comenzó clases de solfeo y teoría musical.
Primero pensaron en la flauta, que resultaba de fácil entrada en cualquier conjunto y resolvía necesidades, luego en la mandolina, pero el piano decidió su destino
Por aquellas irregularidades de la historia, en la cual se mezclan siempre leyendas, cuentos populares y las pesquisas de críticos y musicógrafos, hay una contradicción en cuanto al surgimiento del apodo de Bola de Nieve.
Para muchos, lo creó Rita Montaner en una noche de actuación en el hotel habanero Sevilla en el año 30 o 31, ocasión en que la acompañó al piano en "El Manisero y Siboney". Para otros, fue idea de un médico del barrio.
Estos últimos cuentan que a Ignacio le mortificaba el apodo ya en la época en que aún no era famoso y esperaba en el portal de un teatro de la vecindad para canjear su arte por un peso cuando faltaba el pianista de la función, o cuando acompañaba filmes silentes en el cercano cine Carral. Los chicos del barrio, en burla, le gritaban "Bola de Fango" y "Bola de Trapo".
Eso sí, no hay dudas de que fue gracias a Rita que se hizo famoso aquel incisivo mote. Cuentan que, llegados ambos a México, la gran cantante hizo que pusieran en el cartel de presentación: "Rita Montaner y Bola de Nieve"
La música cubana y el Bola por el mundo
Vestido de impecable etiqueta, elegante, Bola de Nieve expresó el espíritu de la música popular cubana. En pianos de cola, en fastuosas salas de concierto, siempre salían de sus manos sobre el teclado, y de su voz, los aires del cajón sonado en las calles de su Guanabacoa natal.
El Bola no creó, sino que fue él mismo, un estilo único, tal vez irrepetible. Llevaba en sí esencias ancestrales que fundió en una expresión singular. Su voz, su manera de tocar el piano, sus gestos teatrales y su forma de interpretar las creaciones propias o de autores nacionales y extranjeros le dieron un sello atractivo y original que llevó por todo el planeta. Por todas partes anduvo más de una vez, y siempre le pedían que regresara.
Y en cuántos lugares estuvo...Desde su debut en México de los años treinta, paseó sus simpatías y su arte por Buenos Aires, donde, de la mano de Lecuona (pertenecía a la compañía del gran músico), compartió en 1936 con Esther Borja; Santiago de Chile, Montreal, Lima (cuna de Chabuca Granda, de quien interpretaba magistralmente Flor de Canela); Bogotá; Caracas (en Maracaibo se abraza con Libertad Lamarque); Río de Janeiro (donde gana el acento brasileño en las sambas de Ary Barroso o en los cantos marineros de Dourival Caymi)...
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Encuentro con el cubano Kid Chocolate Campeon Mundial de Boxeo |
Estados Unidos, donde deja su huella y una constelación de aplausos en el Hall de la Fama, el Carnegie Hall de New York (donde lo llamaron nueve veces a escenario y el New York Times lo comparó con luminarias como Nat King Cole y Maurice Chevalier), en la Academy of Music de Filadelfia...Allí, el tenor Paul Robenson lo oye en Café Society y le retribuye cantándole en el camerino...
En Europa, el Bola se hace conocido en París, Cannes, Niza, Florencia, Copenhague, Milán..."Un día tenía un hambre de tres varas y media y hacía cualquier cosa...canté en italiano, bromeando. Me contrataron para Eurovisión y me cansé de volar entre Milán y Roma"...Moscú, Leningrado, Praga, Sofía, Bucarest...Y también Asia: Beijing, Pyongyang...
Yo soy la canción
Cantó vestido de frac, a risa suelta. Cantaba a su antojo, moldeaba la canción entre las ventanas de su diálogo, sus inflexiones y su voz ronca (de "vendedor de duraznos y ciruelas", como solía decir), y siempre dejaba una nota irónica y humana. Cantó sin voz, arrancando aplausos, en idiomas de cuatro continentes.
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Encuentro con Mao en China. |
Con su desmesurada sonrisa, rompió el empaque de la gala teatral. Impuso una expresión que envolvía hiriente sátira, inocente bonhomía...La amabilidad del gesto y la sonrisa, la elegancia impecable, la media voz y las melódicas armonizaciones sobre la tosca figura, el timbre áspero y la vitalidad agreste de los ritmos criollos fascinaron a todos aquellos quienes apreciaron su arte.
Poseedor de los misterios de la técnica musical, gozó además de una cristalina personalidad y una mezcla encantadora de alta cultura y sencillez de pueblo.
No creía en la improvisación y decía que no había trabajado en teatro por hobby ni por récord, sino por aquello de que había que comer y hay que trabajar. "Yo no me creo compositor, ni me respeto como tal, de las cosas que así me salieron, cancioncitas de esas baratas que yo hago, algunas han gustado .
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Cubano, negro, místico, homosexual en una sociedad homófoba y negro en una sociedad racista; pero su alta calidad personal y profesional hizo que estuviera por encima de todo, y que por encima de todo fuera músico, Ignacio Villa, Bola de Nieve (1911-1971), como le bautizaron, forma parte de los mitos latinoamericanos del siglo XX, pero también tuvo mucho éxito en Europa, Asia y Estados Unidos. ¿Quién era este hombre que, con un simple piano y su media voz, causó escalofríos en Edith Piaf, Andrés Segovia, Neruda, Robeson? |
Yo creo que la palabra compositor es demasiado seria y respetable. Yo he hecho cancioncitas"...
Así era de humilde. Lo cierto es que Edith Piaf se sorprendía porque nadie podía interpretar como él su canción La vie en Rose, y Andrés Segovia afirmaba que escucharlo era como asistir al nacimiento de la palabra y la música. Sobre sus composiciones también llovieron los elogios, pero son composiciones que sólo él podía y podría cantar, en una extraña y subyugante simbiosis. El asma y la diabetes lo acechaban. En enero de 1969 se le detecta una cardiopatía arterioesclerósica. En 1970, sufre un infarto cardíaco. Aún así, tenía humor para declarar: "los trastornos que me está ocasionando la diabetes no me incapacitan para continuar martirizando al piano y a mi público".
En los ensayos de Album de Cuba, programa televisivo que dio a los cubanos la últ
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Para descubrirme, para descubrir lo que me ha producido felicidad y dolor, no he acudido al psiquiatra, sino a Bola de Nieve |
ima ocasión de apreciar su "voz de persona" y su inigualable carácter, Bola se mostró especialmente chispeante.
El día anterior, sábado 11 de septiembre, había cumplido 60 años. "Aunque Josephine Baker trate de simplificar las cosas diciendo que son nada más que tres veces 20, no es cosa de tirar a broma", dijo.
Había concluido algunos ensayos y confesó que se había sentido mal del corazón en México, que quería echar sus huesos en Cuba, aunque prefería no hablar de eso.
Al propio tiempo estaba entusiasmado con un homenaje que le preparaban en Perú Chabuca Granda y otros amigos y admiradores. Su última entrevista en la isla, antes de viajar a Los Andes, la concedió a Radio Habana Cuba.
Partió entonces a México, escala hacia Lima, y allí murió a las 5 de la madrugada del 2 de octubre de 1971. Fallecía, curiosamente, en la misma ciudad en que había nacido para el mundo del arte como Bola de Nieve.
Según un periodista mexicano, al llegar al Distrito Federal "traía su sonrisa de siempre y nadie podía percatarse de que no vería el sábado mexicano,
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"Bola de Nieve se casó con la música y vive con ella en esa intimidad llena de pianos y cascabeles, tirándose por la cabeza los teclados del cielo. ¡Viva su alegría terrestre! ¡Salud a su corazón sonoro!"
Pablo Neruda
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ni actuaría el domingo en Lima, ni jamás miraría a su Cuba, ni cantaría a su Habana"...El día antes de su muerte, Bola recorrió la capital mexicana, realizó visitas a artistas y admiradores...Se veía alegre, bromeaba, contaba anécdotas...
Habló de sus planes futuros y de las actuaciones que le esperaban en Perú. A las 10 de la noche decidió retirarse, diciendo: "mañana quiero levantarme bien temprano, pues me espera un día de mucha actividad".
Desaparecía físicamente el hombre sin voz que se había adueñado de escenarios y de públicos en los más famosos y en los más recónditos lugares.
El hombre que era en sí una espectacular y efectiva síntesis de personalidad, voz y piano. Aquel al que su magia, que le nacía natural desde adentro, había hecho para siempre inigualable, imprescindible.
El hombre que, en un momento de confesiones, diría, "todo es bueno en la vida cuando uno cree o se engaña creyendo que está haciendo arte", y, en otro momento, "yo no tengo fanáticos, devotos es lo que tengo yo. ¿Por qué?...porque yo soy la canción; yo no canto canciones ni las interpreto. Yo soy". Y mucha razón que llevaba el Señor Bola de Nieve.
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