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España Tiéndeme tu mano

Por Claudia Márquez Linares, La Habana

Es una maravilla que el nuevo gobierno español de José Luis Rodríguez Zapatero aspire a propiciar “cambios profundos” en el régimen de Fidel Castro como si éste llevara unos meses en el poder. Pero son 45 años de artimañas políticas en las que Castro siempre se las ha ingeniado para engañar a todo el mundo e imponer su “santa” voluntad.

En Cuba, los disidentes somos acusados las 24 horas del día de “mercenarios a sueldo del Imperialismo”. Y bajo ese estrecho prisma nos mira el gobierno. Por ejemplo, según la Nota Oficial emitida por la única televisión que existe en Cuba, el encuentro entre el diputado Moragas, en julio pasado, y varias esposas de presos de conciencia – según la versión oficial también mercenarias - fue una provocación. El lenguaje intolerante de la nota cierra todo intento de diálogo y nos ubica a los opositores pacíficos, una vez más, en el pozo de las no personas en el que llevamos desde hace décadas.

La invitación a los disidentes, una de las medidas simbólicas de la Unión Europea surgidas a partir de la ola represiva de 2003, da un mínimo de reconocimiento internacional a la disidencia interna y entabla un diálogo con los opositores.

Sin embargo, durante la celebración de la Fiesta Nacional Española se le dejó claro a la representación de disidentes y familiares de presos de conciencia allí presente -todos no cabemos porque somos muchos- que el invitarlos no arreglaba nada. Lo que de verdad deseaba el embajador era contar con la presencia del gobierno que persigue a los opositores y a sus familias.

Posteriormente, la reciente expulsión de los diputados europeos Dittrich, Ferrier y el mismo Moragas volvió a dejar claro que el gobierno cubano no sólo rechaza dialogar con su propia oposición, sino que ni siquiera permite que nadie dialogue con ella.

El respetuoso lenguaje diplomático no debe omitir la capacidad de poner los puntos sobre las íes y señalar los errores de la parte contraria. Por eso el ministro Moratinos en esa ocasión calificó correctamente la expulsión de “inaceptable’ y pidió explicaciones a la embajadora cubana en España. La experiencia ha demostrado que al gobierno cubano no le gusta que le señalen sus numerosos desaciertos en política interna y asume la cómoda actitud de encerrarse en sí mismo a esperar que pase la tormenta.

Mientras tanto las promesas continúan. Desde hace tres semanas mi esposo, Osvaldo Alfonso Valdés, condenado a 18 años por dirigir el Partido Liberal Democrático de Cuba, se encuentra esperanzado. Le han dicho - la Seguridad del Estado por supuesto - que se encuentra en una lista de futuras liberaciones de presos políticos. Al preguntar mi esposo cuándo será esa liberación la respuesta suele ser escueta: “Estamos esperando el momento político preciso”.

Yo me conformaría solamente con que mi hijo vuelva a abrazar a su padre cada vez que lo desee

Y así actúa el gobierno cubano. Se acomoda de acuerdo a la situación política reinante. Libera a algunos presos de conciencia con cuentagotas mientras mantiene a cientos en prisión. Sostiene su intolerancia reiterando que la oposición es fabricada por Estados Unidos, mientras que dialoga con quienes prometan billetes – qué tanta falta le hacen - , y utilicen un lenguaje que evite la “intromisión en los asuntos internos”. Con este estilo mantendremos por 45 años más – Dios no lo quiera -; nuestra “independencia y soberanía”. Conociendo su modus vivendi, dudo mucho que Rodriguez Zapatero pueda propiciar los “cambios profundos” que augura a base de ceder ante el gobierno cubano.

Yo me conformaría solamente con que mi hijo vuelva a abrazar a su padre cada vez que lo desee. Me causaría satisfacción que ninguna madre vuelva a llorar al ver a su hijo en la cárcel por pensar diferente a la línea del Partido Comunista, que los cubanos gocemos de las mismas ventajas que posee cualquier ciudadano del mundo (hospedarse en un hotel, tener un negocio, etc.). Añoro tantos cambios profundos en mi país que la superficialidad de esta ajada retórica me produce hastío y desesperanza.

Dejar de invitar a los opositores a las fiestas nacionales sería aceptar el intolerable chantaje del gobierno cubano y humillar a la disidencia que defiende los derechos humanos en la Isla. Si el gobierno cubano quiere diálogo, sus funcionarios deberían ir a esas fiestas nacionales, a las que también son invitados, y dialogar con los diplomáticos y sobretodo con los familiares de los presos de conciencia a los que han encarcelado injustamente. Ese diálogo entre cubanos es tan desagradable para los represores como urgente para el país. ¡España, tiéndenos tu mano para lograrlo!


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