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| El Veraz. | San Juan, Puerto Rico |

Una obsesión llamada Cuba

Por Jay Martínez
jay@elveraz.com
Director del programa radial
Magazine Cubano
Puerto Rico

Para la mayoría de los sociólogos y expertos que estudian el comportamiento del ser humano la actitud y el proceder de los cubanos exilados se les hace algo extraña y muy distinta de los demás grupos de exilados que residen en los Estados Unidos.

Para los americanos los cubanos somos una raza especial. Les resulta difícil comprender cómo es posible que después de 45 años de exilio una persona pueda seguir pensando en su patria y en lo que dejó atrás. Cuando comparan a los cubanos con las comunidades italianas, irlandesas, francesas, mexicanas y puertorriqueñas no pueden entender nuestro proceder.

Y es que ellos no saben que los cubanos han sufrido una lesión antropológica de despersonalización. Para nosotros, abandonar la patria debido a un sistema de gobierno que lejos de realizarnos como personas nos convertía en esclavos de una ideología, resultó un golpe fatal. A diferencia de otros grupos de inmigrantes que se radicaron en los Estados Unidos para ver hecho realidad el “sueño americano” basado en la prosperidad económica; el cubano se marchó con la esperanza de que sería una huida temporal, circunstancial pues un gobierno con tales características no podía ni debía durar tanto.

Según datos históricos, el cubano no emigraba de su tierra. Al contrario, a Cuba llegaban personas de todas partes del mundo en busca de prosperidad y bienestar social. Los cubanos nunca se imaginaron que algún día tendrían que sufrir en carne propia la dura realidad de un exilio forzado. Dejar la tierra que los vio nacer, la mayoría de las veces de forma definitiva, y tener que adaptarse a otras costumbres y tradiciones para poder subsistir en medio de otras comunidades no ha sido nada fácil.

Pero logramos insertarnos en tierra de libertad manteniendo en alto el apego a nuestras raíces y costumbres. Quizás el secreto de que alcemos con tanto orgullo nuestra condición de cubanos en cualquier parte del mundo donde nos encontremos se encuentre en el hecho de que fuimos obligados a salir pero no podemos regresar.

He aquí donde esta el problema. Ese deseo de volver a ver la casa donde nacimos, la escuela donde estudiamos, la iglesia donde fuimos bautizados o nos casamos, la esquina o el parque donde jugábamos, la casa de la abuela o visitar la tía y hablar con los primos; todos esos recuerdos se convierten muchas veces en una obsesión de nuestro subconsciente y lo manifestamos aún sin darnos cuenta.

Esa obsesión por Cuba y el afán por mantener vivos nuestros recuerdos hace que los cubanos, en su inmensa mayoría, seamos muy familiares y nos guste compartir tal como fuimos educados en ese ambiente tan caluroso que resultaba nuestro humilde hogar en la Isla cautiva.

Ese es nuestro carácter aunque, claro, siempre hay sus excepciones: “los cubanos desteñidos”. También resulta interesante para mí ver como en la Internet usted puede encontrar páginas enteras dedicadas a rescatar la Cuba antes del primero de enero del 59. En una ocasión escuché a alguien que me dijo que la nostalgia por Cuba estaba de moda. Y es cierto. En Miami existe hasta una feria dedicada exclusivamente a promover las raíces y la cultura cubana y que cada año se convierte en un evento más concurrido y apreciado por los diferentes grupos de exilados. Cuba Nostalgia es el nombre de la feria.

Y así, si seguimos buscando sobre Cuba en la web, encontramos libros dedicados a informar como habla el cubano, los piropos y hasta los chistes típicos que tanto hacían reír y cantar a la Cuba libre antes de la llegada de los rojos.

El caso nuestro es único. Imagine, amigo lector, esta realidad que le voy a ilustrar. Los cubanos que están en la Cuba esclava quieren y desean estar aquí. Y los que estamos aquí y que llevamos varias décadas fuera, queremos estar allá.

Nada señores, lo nuestro es un caso que nadie que no sea cubano jamás podrá entender.


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