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| El Veraz. | San Juan, Puerto Rico |

Mis navidades perdidas

Por Eduardo Cancio González

La Navidad, no está de más recordarlo, es la temporada más feliz del año. Es tan hermosa la celebración, que trasciende lo meramente religioso para reunir a creyentes y no creyentes en una maravillosa conjunción de jolgorio, alegría y festividad. Puerto Rico es hoy una hermosa casa de colores donde las pasiones políticas y las presiones económicas van cediendo paso al arbolito, el nacimiento, santa y los reyes magos. No importa que un nacimiento de figuras desproporcionadas sea defendido por un Santa en trineo a la sombra de un pino invernal. El lujo de los adornos o la procedencia del árbol carece de relevancia.

Lo importante es la fiesta y el motivo. Pregunto entonces si alguien en este país podría concebir un año sin Navidad. Yo he vivido esa experiencia.

El 25 de Diciembre en Cuba ha sido, hasta 1998, una fecha cruelmente pisoteada y olvidada por el régimen comunista. Las personas nacidas en las décadas del 60 al 90 no pudieron disfrutar la fiesta navideña. En Cuba desaparecieron los arbolitos, las guirnaldas, los adornos y los villancicos. Durante todos esos años solo la iglesia católica celebraba la tradición, templos adentro, y ante una exigua feligresía. La noche buena del cubano fue cayendo en el olvido del alma y el estomago. Las pocas galas que sobrevivieron al Galiano de los 50 caían ante el paso del implacable, y el cerdo de la tradición fue convirtiéndose en un lujo de pocas mesas.

Posterior a la visita del Papa, comenzó un tímido renacer de la tradición, y aunque Jesús ha permanecido en la isla para disgusto del sistema, pareciese como si hubiera vuelto a nacer por obra y gracia de la benevolencia del tirano. De pronto comenzó la venta, “san dólar” por medio, de luces, adornos y motivos navideños. Apareció Santa Claus y el pueblo comenzó a disfrutar la costumbre “burguesa” de celebrar la llegada del Salvador. Muchos han regresado a las tradicionales misas de gallo, en la esperanza de pedir, con el grito del pensamiento, una apertura en Cuba y un cambio de la situación.

Así marcha nuestra tierra, en un rescate, pulgada a pulgada de cada espacio arrebatado. Y es que aún cuando el adoctrinamiento trasladara Belén a la Sierra, nuestro Santa vistiese de verde olivo y pistola al cinto, y nuestro arbolito fuera una mata de caña, el pueblo resiente la doblez y la mentira de un gobierno, que siempre ha pedido sacrificio para esta fecha, mientras el jolgorio del poder se atrinchera en las prebendas de una noche buena anticipo del “luminoso” primero de Enero.

La esperanza, a Dios gracias, no la hemos perdido, y la luz se hará, para que Cuba vuelva a brillar como si cada día fuera 25 de Diciembre.


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