Por
Jay Martínez
jay@elveraz.com
Para
mí como para una gran cantidad de compatriotas la
época de Navidad es tiempo de tristeza, reflexión
y nostalgia.
La
época de Navidad para las naciones civilizadas es
tiempo de celebración y de unidad sobre todo es el
instante para compartir con la familia el nacimiento del
Niño Jesus que vino al mundo para darnos fe y esperanza
de una vida eterna.
Para el cubano exilado resulta doloroso no poder compartir
con sus familiares en Cuba tal como hacen otras personas
que aunque no estén todo el tiempo en su tierra natal
pueden al menos una vez al año visitar a sus seres
queridos y compartir en armonía el maravilloso tiempo
de Navidad.
Aunque
no conocí la Navidad en Cuba lo poco que pude conocer
fue lo que me hablaba mi madre y algunos vecinos y amigos
que sí habían conocido y vivido los detalles
de esa tradición. Los primeros 16 años
de mi vida los viví bajo el régimen comunista
y esa época del año pasaba por alto para la
mayoría de los cubanos nacidos después del
59. El régimen aprovechaba la fecha para armar una
gran propaganda por la celebración del triunfo de
la revolución cada 31 de diciembre.
Recuerdo que muchas familias que querían recordar
y tratar de mantener la tradición guardaban cualquier
tipo de carne con meses de antelación. Podía
ser pollo, carne res y hasta algún pescado para cuando
llegara el 24 de diciembre. Entonces, en silencio, sentados
todos a la mesa se preparaba una ensalada de lechuga y rábanos
cosechados por alguien en el huerto del patio de su casa.
Acompañaba a la carne, el arroz, los frijoles y el
delicioso postre: buñuelos en almíbar, típico
de esas fiestas en la Isla.
Quiero
aclarar que no hablo de carne de puerco porque para esa
época en Cuba se prohibió terminantemente
la cría de cerdos por cuenta propia y sólo
el régimen lo podía hacer pues según
el gobierno la fiebre porcina había penetrado en
Cuba y todos los puercos habían sido confiscados
y prohibida su cría para evitar el “contagio”
de la población.
Cuba es mi patria. De ahí soy. De ahí son
mis recuerdos algunos tristes y otros bellos que jamás
podre borrar de mi mente. Yo tengo un amigo. Él es
asturiano y salió de España cuando tenía
mi edad al yo salir de Cuba: 16 años. Jesús
es su nombre y hoy ya tiene 55 años. Pero para Jesús,
Puerto Rico no significa el destierro. Es la opción
que él escogió para mejorar, estudiar y triunfar.
Jesús a diferencia mía y de miles de desterrados
cubanos regresa a Asturias todas las Navidades y pasa junto
a sus seres queridos todo el invierno.
Según
me cuenta disfruta mucho mirar a través de la ventana
de su cuarto las plantas repletas de melocotones. También
me habla de las golosinas que su mamá le prepara
y los postres que aquí no hay. Para nosotros los
cubanos todo es muy distinto y nuestra realidad es muy triste.
Porque en Cuba ya no existe la celebración de la
Navidad y no podemos regresar y estar alli el tiempo que
querramos.
El
régimen es quien decide si podemos ir y y cuanto
tiempo podemos estar en Cuba. El único país
en el mundo donde sus nacionales salen al extranjero a trabajar
y prosperar y luego no pueden volver es Cuba. Cuando llega
esta época del año a las personas que se encuentran
desterradas el recuerdo los viene a buscar y todas aquellas
cosas que en algún tiempo nos parecían insignificantes
ahora las atesoramos en nuestros recuerdos.
Un
día un buen amigo me dijo: “Lo único
que nos queda como desterrados es la esencia de nuestras
raíces. La cubanía. Y por esa tenemos que
luchas hasta la muerte y no permitir que nada ni nadie pueda
quitarnosla y mucho menos permitir que otras culturas puedan
absolvernos. |