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Una leyenda no se hace, nace, y en los libros de las grandes historia de la música Cubana, la cuna de la música del caribe, caliente como la leña, dulce como la azúcar, y sabroso como el ron nunca podrá faltar una mujer, nacida en la provincia de Oriente, Cuba en el año 1939.
Mucho más famosa que Celia Cruz en los años 60, el éxito de La Lupe se debió en parte a su canto aguerrido, su peculiar y única manera de afrontar el bolero y la cada vez mayor influencia de una música latina alejada de los formalismos de salón. Tanto era su amor a la música que ella decía que la música era como hacer el amor, entre mas pasión, mas el deseo y por eso ella se entregaba totalmente a su pasión, demostrando sus arranques de locura tirándose en el piso, rompiéndose la ropa y hasta quitándose las prendas intimas, esa era La Lupe, ardiente.
A causa de su locura, de su estilo único y sin importarle las leyes o la política ella causo disturbio en la sociedad Cubana y aunque durante los tiempo de Batista su comportamiento era de mal gusto para las personas de alta sociedad, el pueblo la admiraba, la quería y le aplaudían su estilo, cual fue bautizado "El Lupismo." Al final de los años ‘50s la desgracia para el Cubano vino disfrazada, el comunismo se apodero de Cuba y entro al poder el dictador Fidel Castro. Millones de Cubanos tuvieron que dejar atrás su Isla y familia, ajenos a la desdicha que le esperaba. El Gobierno Castrista no pudo permitir la desobediencia de La Lupe, su libertinaje era un desprestigió para la revolución y sin darle ninguna opción ella tuvo que salir de Cuba al principio de los años 60’s. Con una maleta llena de recuerdos y lagrimas en su mejilla, ella se monto en un avión, para nunca mas volver. (Jessie Ramirez) |
Por Manny Gonzalez
En
su libro “La Lupe, resurrección de una cantante de
'soul', la escritora Mireya Navarro recuenta que La Lupe,
en el ocaso de su vida, mientras daba su testimonio en una
iglesia, hablaba rápidamente y en staccato, a golpes
de energía, con una voz tan chillona como la que
utilizaba en sus canciones.
“Me
llamaban 'La Lupe', 'La Yiyiyi', 'La reina de la canción
latina'”, decía, y le contó a los miembros
de la iglesia que una vez había sido rica y famosa,
que había cargado abrigos de visón, que tenía
automóviles de lujo y una enorme casa, pero entonces
su vida comenzó a desarrollarse en una cadena de
desgracias.
Su
marido se enfermó de la mente y tuvo que acudir al
gobierno para recibir ayuda; mientras colgaba una cortina
se cayó y se lastimó la espalda; su apartamento
se quemó y ella y su hija acabaron en un albergue
para menesterosos.
“A veces”, decía La Lupe a la congregación
en palabras que se conservan aún en una cinta grabada,
“le preguntaba a Cristo Jesús, ¿por qué
había tenido que pasar por tanto para poder encontrarlo?”.
La
historia de Guadalupe Victoria Yoli Raymond, “La Lupe”,
pudiera ser fácilmente un guión para una película
de Hollywood.
Después
de todo, ¿no acaban de filmar una de la vida de Muhammed
Alí, otra del esquizofrénico John Nash y una
más que Whoopi Goldberg quiere hacer sobre Celia
Cruz?
Nació
el 23 de diciembre de 1939 en San Pedrito, un barrio de
Santiago de Cuba, Oriente, tan pobre y desconocido que si
no fuera por ella nunca hubiera aparecido en un mapa. Desde
niña, Guadalupe Victoria denotó su pasión
por la música.
Ella
prefería escuchar y emular a Celia Cruz y a Olga
Guillot que ir a la escuela, pero su padre, un trabajador
de la empresa Bacardí que no toleraba su afición,
la obligó a estudiar para maestra mientras actuaba
al aire libre y en concursos radiales
Sobre sus primeros pasos en el arte, en 1954, cuenta: «Un día me fugué de la escuela para participar en un programa radial de aficionados con una imitación de otra artista muy famosa, de nombre Olga Guillot, y gracias al Señor, gané el primer premio.» Interpretó Miénteme, obra de la que Olga Guillot había hecho una creación; la imitó, no había otra manera de ganar en el programa La Escala de Chanlí, dirigido por Esteban Arroyo.
Ya casada, se instala
en la capital, La Habana, y se convierte en la cantante
de “Los Tropicales”, empleo que pierde por ser “incontrolable”,
una mulata visceral, impúdica y salvaje, lo mismo
dentro que fuera del escenario.
En
1960, “la Lupe” graba su primer disco, “Con el Diablo en
el Cuerpo”, durante el mismo
período que Fidel Castro y sus rebeldes tomaban total
control de la isla, y aunque su popularidad con el pueblo
iba en subida, su estilo, sensual y agresivo, no era del
gusto del nuevo régimen, que quería que domara
sus presentaciones, por lo que la cantante, con mucho dolor,
abandona su tierra y busca la libertad a comienzos de 1962,
huyendo a México.
De
allí se traslada a Nueva York y comienza a cantar
en “La Barraca”, un popular cabaret cubano en el centro
de Manhattan.
Poco
tiempo después, el percusionista Mongo Santamaría
se entera, leyendo una revista cubana, que la cantante a
la que “ poseía el diablo cuando cantaba” estaba
en Nueva York. Curioso, decide verla cantar en persona,
y pronto, la carcajada de “La Lupe” suena en uno de los
éxitos de más trascendecia del percusionista
cubano, “Watermelon Man”.
En
diciembre de ese mismo año, Riverside Records lanza
“Mongo Introduces La Lupe” de cuyo disco salen los temas
“Besitos pa' ti”, “This is my mambo” y “Canta bajo”, que
le ganaron reconocimiento internacional. “La Lupe” y Santamaría
comienzan a actuar juntos en los lugares de moda: el Apollo
Theatre; el Club Triton; el Palladium, etc., siendo ella
presentada como la estrella.
Cuando
Mongo se prepara a salir de gira a Puerto Rico, “La Lupe”
le informa que ella no va por dos motivos: uno, que está
embarazada con la hija del vocalista Willy García,
con el que más tarde se casó, y dos, que acaba
de firmar un contrato exclusivo para cantar con Tito Puente.
“La
Lupe” debuta con Puente en el Lowe's Boulevard Theatre de
Nueva York, y en 1965 lanzan el primero de los tres discos
que grabaran juntos para el sello Tico: “Tito Puente Swings,
The Exciting La Lupe Swings.” Ese álbum vendió
más de 500,000 copias, pero la asociación
entre los dos no dudaría mucho.
En
1968, cansado de sus extravagancias y de sus locuras, en
medio de una grabación, Tito Puente la despide. Ese
momento quedó para siempre grabado en el tema “Oriente”,
donde “la Lupe” canta “Ay, ay, ay, Tito Puente me botó”.
Tratando
de mantener en la cumbre a una de sus mejores vendedoras,
Morris Levy, presidente de Tico, convoca a una presentacion
en noviembre de 1968 en la que, acompañado por la
orquesta de Machito, él mismo corona a “La Lupe”
como “La reina de la salsa” (la primera cantante que recibiera
ese
pseudónimo), aunque después de ese baile,
la estrella fulminante de “la Lupe” comenzó a extinguirse.
Aún
cuando continuamente aparecía como invitada en los
programas más populares de televisión, como
los de Dick Cavett, David Frost, Mike Douglas y Merv Grifith,
quien la adoraba, y aunque la veíamos siempre en
los periódicos y las revistas hispanas, pocos se
atrevían a contratarla, debido a los rumores que
siempre circulaban acerca de su comportamiento: sus actitudes
violentas, su tendencia al vicio, su inestabilidad y su
falta de juicio.
Además,
Tico fue adquirido por Fania y ella no pudo integrarse en
el panorama de la salsa por dos razones: su individualismo
y su mala fama. La música latina exigía que
sus divas fueran fogosas en el escenario pero moderadas
en la vida privada.
“La Lupe” nunca pudo calificar en ese segundo requerimiento,
como cuando decidió desnudarse durante una actuación
para la televisión de Puerto Rico o se retrató
vestida de blanco para que todos supieran que era santera.
La fotógrafa Teresa Gamboa cuenta que una vez, mientras
estaba siendo asaltada en su propio estudio, se apareció
“La Lupe”, invocó a Changó, al Dios del fuego
y formó tal 'revolú' que los delincuentes,
asustados... ¡se dieron a la fuga!
Como
solista, “La Lupe” vendió miles de discos, actuó
en el Carnegie Hall y hasta tomó parte en una obra
teatral: “Two Gentlemen From Verona”, junto al actor Raúl
Juliá. Sus temas iban desde afrocubanas hasta rancheras
e incluso rock americano. Sin embargo, las canciones que
la hicieron famosa, “¿Qué te pedí?”,
“Puro teatro”, “La tirana”, “Amor gitano”, “Lo que pasó,
pasó” y, desde luego, “Con el diablo en el cuerpo”,
hablaban de desventuras amorosas o romances equívocos.
Luis
Caballero, el director del documental titulado “La Lupe:
Mi vida, mi destino”, recuerda que cuando era un adolescente
quedó desconcertado cuando la vio actuar en un pequeño
club en Puerto Rico. “Se quitó la peluca, tiró
los zapatos y se golpeó contra las paredes”, recuerda.
“Salía del escenario y regresaba. No entendía
por qué. Parecía que estaba loca, pero a la
gente le encantaba”.
La actuación impulsiva de “La Lupe” dio lugar a muchos
rumores, mayormente relacionados con el uso de drogas. Sin
embargo, sus amigos más cercanos siempre lo negaron.
Antonia Rey, la actriz cubana que es la madrina de René
Camaño, el hijo de “La Lupe”, confiesa que ella siempre
cantaba así. “A veces, había que darle oxígeno
cuando salía del escenario, porque no podía
respirar. Ella era demasiado intensa”.
Camaño,
hoy día asistente en un estudio de música
en Nueva York, ha estado tratando por largo tiempo, junto
con su hermana Rainbow García, de recuperar los derechos
de autor y las regalías de su madre. Según
él, lo que mucha gente llamaba excentricidad en su
madre era sólo su manera de ser única. “Ella
era una mujer muy fuerte e independiente, pero también
fue una madre muy cariñosa que estaba adelantada
a su tiempo”. Y quizás tenga razón, porque
si leemos una entrevista que la cantante le diera en 1971
a la revista “Look”, ella define su popularidad de la siguiente
manera: “Yo creo que le gusto a la gente porque hago lo
que ellos quisieran hacer, pero no se atreven”.
“La
carrera de La Lupe”, dice Carmen Rivera, autora del antes
mencionado documental, “se fue a pique debido a sus tragedias
personales: el incendio de su casa; una lesión en
la espalda que la
dejó en silla de ruedas por un tiempo y luego con
un bastón; la enfermedad de su esposo y su asocación
con las personas equivocadas. Ella firmó contratos
que nunca debería haber firmado”.
Para
la década de los 80, cuando “La Lupe” comenzó
a tomar unas clases en la Universidad de Lehman, en el Bronx,
ya nadie la reconocía. Estaba pasada de peso, coja
y muy mal vestida. En un testimonio que dio en su iglesia
dijo que se había matriculado en la universidad “para
utilizar el dinero de las becas para renta y comida”. Un
día, uno de los otros estudiantes le preguntó:
“Usted tiene una voz tan linda, ¿canta?”. A lo que
ella le respondió: “Sí. Me gusta cantar”.
Aunque
“La Lupe” murió en 1992, a los 53 años de
edad, pobre y olvidada (el hospital Lincoln del Bronx indica
que su defunción fue debida a un infarto cardiaco),
sus interpretaciones del bolero caribeño han pasado
a la historia, consideradas entre las mejores.
Ella
arrastraba su voz en la exposición del drama, llegaba
al llanto, y el quebranto de su voz desarrollaba el tema,
características que la hicieron única, irrepetible
y una de las intérpretes favoritas del rodador español
Pedro Almodóvar.
Por
desgracia, “La Lupe” murió cuando estaba preparando
su vuelta al mundo del disco. En su honor, quedan 25 álbunes,
gratos recuerdos de aquellos que tuvieron la fortuna de
conocerla a fondo, y una calle en el Bronx de Nueva York:
“La Lupe Way”, en la 140 Este, cerca de La Iglesia de Dios,
entre las avenidas St. Anns y Cypress.
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