Por
Jorge Felix
Editor del Semanario "El Veraz"
Fragmentos de la Novela "Desde la Penumbra"
Se
había celebrado el Festival de Varadero 70 y para
Leo, habían sido los días más felices
de su vida.
Con
mil dificultades habían llegado a Varadero con su
hermano Sergio, para ver a los grupos españoles más
famosos de la época, Los Ángeles, Los Mustang,
Los Bravos y muchos más, estaban frente a ellos.
Todos
sus hermanos se empezaron a dejar crecer el pelo, mal vestidos
pero con el pelo largo. Aquello fue una euforia tremenda,
habían olvidado el hambre y que no tenían ropas.
Juntos oyeron las melodías más famosas.
Nadie
quería escuchar música cubana, realmente todas
las orquesta cubanas eran una copia de las orquestas típicas
de los años 50.
Y
para Leo, hacia rato que no significaban nada. Todas las
estaciones de radio solo ponían música cubana,
las letras de las canciones eran vulgares y africanas.
Solo
había un programa en la radio que ponían música
extranjeras, el programa Nocturno que empezaba todas las
noches a las 8:30 de la noche. Cuando empezaba el programa,
era como si se paralizara el país. Para ella era,
escapar de la realidad, se pensaba que era la Massiel o
una guitarrista en el grupo norteamericano Los Aguas Clara.
|
Los Mustang |
El
otro entretenimiento que tenía era el único
programa de televisión que ponían a los grupos
extranjeros, el programa 10 y 30 que ponían los miércoles.
Allí también se perdía en un mundo
de sueños. Las películas eran del año
40. Aunque no sabía ingles, Casablanca se la sabía
de memoria en inglés de tanto que la repetían.
Fuera
de eso no podía soportar el televisor. Muchas veces
pensó que vivía en África, o que la
televisión cubana se hacía desde Burundi,
en todos los programa salía una tribu del folklórico
nacional, llenos de plumas, dando brincos con lanzas y escudos.
Sobre
todo ponían programas para asustar al pueblo, donde
los que luchaban en contra del gobierno, eran los malos,
y la seguridad siempre salía victoriosa. Los otros
programas eran peores, todo lo malo que ocurría era
culpa del pobre imperialismo.
Si
el pan estaba duro como un palo, era culpa del imperialismo,
si la leche llegaba cortada, detrás de todo aquello
estaba la CIA. Pero a los del gobierno no les faltaba nada,
decían que era una revolución para los humildes,
y ellos tenían varias casas, autos y viajaban el
mundo. Mientras que la inmensa mayoría de la población
comía lo mismo y bien malo.
Las
filas que se formaban para comprar en las bodegas del gobierno,
frijoles, arroz y pescado no la brincaba un chivo. Se moría
de la risa, cada vez que se acordaba del cuento que le habían
hecho, los amigos de la escuela en el que Fidel estaba en
la plaza de la revolución y le dice al público
allí reunido:
- Tengo dos noticias que darles, una buena y la otra mala.
El público le empezó a gritar:
- Dinos primero la buena Fidel – a lo que él contestó:
- Bueno, que el próximo año, ¡comeremos
mierda!
- ¿Y cual es la mala Fidel? - preguntó la
muchedumbre
- Que no alcanza para todo el mundo
Cada vez que se acordaba, se reía sola. La verdad,
que el cubano tenía cada cosa - pensaba para sí.
Otra de las cosas que no le gustaba era que, en las calles
se había hecho oficial el maltrato del prójimo.
En la vida de los cubanos comenzó a florecer un lenguaje
extraño, delictivo, surgieron palabras que la mayoría
de las personas no entendían. A ella no le gustaban
los que hablaban así, se veían vulgares.
En realidad, solo le gustaba una persona, Gustavo, un muchacho
que vivía en el mismo barrio, lo adoraba porque para
ella, era igualito que George Harrison el de Los Beatles.
Con su pelo largo, no estudiaba, no trabajaba y por eso
cuando le dijo a su madre que estaba enamorada de aquel
muchacho, la madre le contestó: ¡Ni se te ocurra,
tu padre te mata!
Pero, como le gustaba, su pelo largo, sus ojos, sus blancos
dientes. Si pasaba frente al balcón, allá
iba ella corriendo a verlo.
Le miraba como si estuviera mirando para otra parte, tanto
disimulaba que él no se daba cuenta. Al punto que
él, se hizo novio de otra muchacha del barrio.
Para
ella, aquello fue un duro golpe, lloraba todas las noches
en su cuarto. No sabía por qué llorar más,
si por el muchacho o por lo aburrida que estaba. Su cuerpo
se había desarrollado enormemente, sus senos habían
crecido mucho, sus muslos eran bellos y se veían
más bellos cuando ella, se ponía las faldas
cortas, al estilo de Massiel la cantante.
Había
empezado la moda de la minifalda y su madre de cualquier
tela o vestido viejo le hacia una saya. Pero no tenía
adónde ir. Cuando ponían alguna película
nueva en el cine, ella no se la perdía, con su hermano
más chiquito, se metían en las inmensas filas
de personas que se extendían por cuadras y cuadras
alrededor del Cine Pairet. Lo peor sucedió con la
película ¨Nuevo en esta Plaza¨, la tiraron
contra la puerta de cristal y le subieron el vestido hasta
el cuello, afortunadamente según ella se había
puesto la única ropa interior que no estaba rota.
Tanto les gustó, que la vio tres veces más,
todas las veces en pantalones. Se la sabían de memoria.
El hermanito, la cuidaba como una joya, no dejaba que se
metieran con ella, a veces le gritaba tres o cuatro malas
palabra y ahuyentaba al del piropo. Pero en una ocasión,
de camino a la casa, estaba Gustavo en una esquina y por
primera vez, se metió con ella de una forma, como
si recién la hubiera descubierto. La siguió
por cuadras, diciéndole todos los piropos bellos
que sabía. Ella iba adelante orgullosa, como si no
fuera con ella. El hermanito le empezó a decir a
él, algunas preciosidades de esas que había
aprendido en la escuela y la hermana clavándole las
uñas, muy disimuladamente le murmuró entre
dientes:
- ¡Déjalo que se meta conmigo! ¡Cállate!
El niño no entendía aquello, definitivamente
no lo entendía. Por fin al doblar de la esquina,
cuando Gustavo vio que estaba el padre parado en el balcón,
cambió de dirección como si nada hubiera pasado.
Para ella, el mundo había cambiado, en el cuarto
saltó de alegría, que se fuera a la mierda
Fidel Castro y toda su camarilla, ahora era feliz, muy feliz.
Le importaba poco si tenia hambre, si tenia que comer todos
los días lo mismo, nada le importaba.
Fotos
de la Massiel Cortesía de www.massiel.es.vg
|