Por: Lcdo. Sergio Ramos
Sergio
Ramos, Abogado cubano especializado en casos de inmigración,
residente en Puerto Rico. Vice-Delegado de la NLC, electo
por votación entre la comunidad exiliada en Puerto
Rico. criterio@coqui.net
La
historia política de América Latina, quedó
marcada por dos patrones socio-culturales adquiridos de
sus aborígenes y de los conquistadores españoles:
El caudillismo y el caciquismo. El primero es el gobierno
o dirección de un caudillo, o sea, por un solo
hombre que dirige, manda y guía concentrando todo
el poder en su sola persona. El otro se conoce como la
intromisión abusiva de una persona o autoridad
en determinados asuntos, valiéndose de su poder
e influencia. Cuba no quedó exenta de la inserción
de estos dos estigmas en la idiosincrasia popular. Nuestro
de cursar histórico por el tiempo destaca, aun
hasta nuestros días, la presencia de estas dos
caractererísticas socio-políticas. Añádase
que en la naturaleza socio-cultural cubana sobresale un
fuerte aire de individualismo y autosuficiencia, que probablemente
se forjó a causa de nuestra condición de
Isla y nuestro contacto con el mundo durante todo el período
colonial, por haber sido paradero de re-agrupación
de la Flota Española, en su ir y venir entre España
y América.
Como
en los seres humanos, el carácter de los pueblos
es el resultado de su formación y desarrollo durante
su crecimiento. Ella condiciona su conducta social del
presente y labra la que tendrá en el futuro.
Aquellos
patrones ideosincráticos forjados en el ayer, nos
traen nuestro comportamiento político presente.
Sin duda somos lo más alejado a la institucionalización
y la actuación comunitaria disciplinada. Cada cubano
es una Isla impregnada de autosuficiencia. La presencia
hoy de un caudillo maléfico en las riendas del
gobierno de Cuba tuvo su origen en nuestra debilidad por
el “Hombre Fuerte”. La misma que trastocó
por medio del cuartelazo el orden Constitucional iniciado
en 1940. El mismo caudillismo que impuso en 1933 el continuismo
presidencial, desfasando el orden Constitucional del 1902.
Fue la génesis del fracaso de la Guerra de Los
Diez Años, al prevalecer la visión del feudo
caudillista regional por encima de la necesidad estratégica
exigida por una Guerra Independentista nacional.
Solo
un caudillo del bien, imbuido por la misión del
amor y la justicia pudo hacer posible, por un instante,
unificar el carácter nacional, provocando a la
exitosa gesta del 1895. Pero un Martí suele ser
una excepción por milenio.
Ayer
como hoy, los cubanos se agruparon en la micro-facción,
que se multiplicaba y se multiplica, como amebas. Existen
tantos grupos como estrellas en el cielo. Muchos, integrados
de cubanos buenos y nobles, revestidos de patriotismo
sincero, pero atados por nuestro gene socio-político
del individuo-cacique. Se llega al extremo de que hay
“organizaciones” que resultan en sublimaciones
de un apellido. Una especie “sui generis”
de hombre-organización-mono-miembro. Existen, pues,
en el exilio, organizaciones y ‘organizaciones”:
Las primeras cuentan con una membresía real aunque
escasa, las segundas solo agrupan tantos miembros como
dedos de una mano o menos. Puestas en la real perspectiva,
digamos que son o gestoras o tentativas de organizaciones.
Destaco,
que muchos de esos cubanos-organización, son hombre
sacrificados con desdén hacia su beneficio personal
en aras del bien patrio. Son solitarios luchadores buscando
una salida dentro de la intrincada jungla política
a donde el tirano y la indolente diplomacia internacional
han lanzado al pueblo cubano. Sin negar, claro está,
que hay algunos, que solo son actores por conveniencia,
por intereses creados o para satisfacción su ego;
creo que son los menos.
El
micro-fraccionamiento contribuye a la dislocación
y dilución del esfuerzo libertario nacional, afianzando
la permanencia del tirano y sus secuaces en el poder.
No permite un eficiente plan coordinado, con la pujanza
que una unidad nacional puede ofrecer y que es requisito
para estar en condiciones equitativas a la hora de medir
fuerzas contra las del caudillo-dictador.
La facción conspira contra la liberación.
La unión garantiza el triunfo.
Otro
efecto negativo, es que ese fraccionamiento no puede esconderse
en las interminables listas de firmantes organizacionales
y micro-organizacionales de ningún documento solidario.
No escapa al observador foráneo la realidad divisionista
de la oposición exterior e interior cubana. Esto
se traduce en restarnos la capacidad negociadora, la fuerza
argumentativa, el empuje movilizador, y pujanza demandante
de hay que tener ante los gobiernos, organismos internacionales,
personalidades e instituciones a lo largo y ancho del
mundo para poder hacer avanzar la causa y lograr la solidaridad
internacional para con ella... Nos hace perder credibilidad,
representatividad y fuerza de autoridad ante el mundo.
Por la falta de unión, perdemos la razón
que nos asiste. Nos limita nuestra capacidad ofensiva
y de acción contra la poderosa maquinaria opresora
de la tiranía.
También
es cierto que las organizaciones y micro-organizaciones
suelen dirigirse dentro de un campo de operabilidad particular:
Unas se proyectan como de acción, otras políticas,
algunas de defensoras de los derechos humanos, o periodísticas
o profesionales o sindicales o cívicas; todos estos
campos son quehaceres necesarios, por ser parte de una
lucha total y multi-frontal contra la tiranía totalitaria.
Todas tienen el común denominador de buscar la
liberación y democratización patria. Pero
esta amalgama de cursos de acción inconexos, ha
disipado y disipa, los efectos de cualquier triunfo individualmente
obtenido por algún grupo en particular.
Dentro
de Cuba, sucede lo mismo con la oposición, pero
puede entenderse. La dictadura no permite el libre curso
de las ideas, ni el acceso a los medios de comunicación,
como tampoco el proselitismo opositor. Ese micro-fraccionamiento,
que no deja de ser una veta socio-genética del
cubano, pero adentro de Cuba lo es, también, por
la presión y acción represiva del sistema
totalitario. Las micro-organizaciones vienen a ser, entonces,
el equivalente a las células de un peculiar clandestinaje
abierto.
Para
el cubano corriente, exiliado o cautivo, el fraccionamiento
y el micro-grupismo son sinónimos de debilidad
y decepción. Presenta una tara a su incorporación
a la lucha libertaria y a la movilización necesaria
de un pueblo ansioso de libertad y democracia.
Esta
dispersión genera un nocivo divorcio entre las
dirigencias y la masa popular. El pueblo no los percibe
como sus líderes, sino como errantes Quijotes que
embisten el molino-fortaleza de la tiranía. Tal
debilidad presenta un campo fértil para la desinformación
de los agentes de la tiranía, al destacar, no solo
la pulverizada división de la oposición,
sino que les facilita recriminar en nuestra contra, lo
malo, lo corrupto, lo ambicioso, lo económicamente
interesado, de cualquier manzana podrida que siempre suele
colarse en cualquier barril. Hace fácil al déspota
incrementar la división por vía del exacerbo
de las diferencias, las intrigas, las rivalidades, los
egoísmos, y las pugnas inter-grupales y entre sus
dirigentes. Permite al tirano y a los foráneos
que les molesta la libertad de Cuba, crear organizaciones
fantasmas, que solo sirven, abierta o solapadamente, al
interés del régimen y sus compinches en
perjuicio de la liberación del pueblo.
A
lo largo de la historia de la lucha contra la tiranía
castrista ha habido infinidad de esfuerzos en pos de la
unidad opositora. Es lógico, y no es único
de los cubanos, que la oposición por naturaleza
sea fragmentada, mientras que el poder --- agente catalítico
natural --- es unificado. La absoluta unificación,
puede que sea una cuestión mítica, que ni
el mismo Martí logró al ciento por ciento
en sus tiempos, pero si puede lograrse rediciendo a la
mínima expresión el micro-grupismo. Tampoco
debe asustar el que exista la diversidad, al fin de cuentas,
de eso se trata, de pluralismo. Lo que debe haber es integración
de esfuerzo libertario en el común propósito
de democratizar a Cuba y devolverle al pueblo cubano su
libertad.
Sin
embargo, hay que tener mucho cuidado a la hora de hacer
“unidades”, pues la experiencia a lo largo
de todos estos intentos unificadores, ha sido que los
que ayer se unieron, salieron mas divididos que cuando
entraron a la alianza. Su resultado fue multiplicar más
el micro-fraccionamiento. Y es que no se puede unir sobre
bases artificiales. No puede construíse torres
de Babel, sin que a la postre quede la obra unitaria inconclusa
o desmoronada por el peso de las divergencias.
Para
lograrla no basta la buena fe. En ausencia del líder
extraordinario, catalítico del abanico político
de la nación, tiene que producirse unos factores
indispensables, so pena del fracaso incrementador del
divisionismo.
Lo
primero es el desprendimiento de quienes se conjuran en
la unificación. Un desasirse del ego, del personalismo,
del yoísmo que se traduzca en el desmantelamiento
de los Castillitos Feudales Organizacionales y Seudo-Organizacionales
tras los cuales se refugia el deseo individualista, diluido
y egocéntrico del querer hacer por Cuba.
La
unificación tampoco puede quedar divorciada de
la base popular. Requiere la incorporación del
pueblo y el otorgamiento de verdadera representatividad.
Es necesario la participación de todos los cubanos
en la lucha porque esta ha de ser la lucha de todo el
pueblo contra su único enemigo: La Tiranía.
Para que exista representatividad de la dirigencia, esta
tiene que surgir de la misma base popular, y solo por
medio del voto limpio, transparente y universal, se pueden
conjuntar esos factores: Participación del pueblo
y las organizaciones opositoras y la representatividad
legitimada de sus dirigentes. En nada resta a la diversidad
del criterio político, que ha de prevalecer como
cimiento del pluralismo sobre la cual ha de fundarse el
futuro de la nación cubana.
El
llamado a concertar el esfuerzo unido no puede hacerse
sobre bases artificiales por el capricho bona fide de
sus gestores. Ha de ser la concertación natural
que emana del voto popular. Votar es la manifestación
tangible de la democracia. Puede efectuarse desde los
más pequeños núcleos hasta los niveles
abarcadores de toda una nación. Donde existe la
libertad puede hacerse y el exilio la tiene aunque prestada.
No es requisito la formación de un gobierno en
el exilio. No se trata de eso. El asunto es la creación
de una legitimizada dirigencia representativa colegiada,
naturalmente emanada de la voluntad soberana de los integrantes
--- los nacidos en nuestra tierra y sus descendientes
--- de una nación: La Nuestra: Cuba. Los cuales
han de tener la misión y encomienda otorgada por
el pueblo, de conducir la lucha libertaria hasta erradicar
totalmente la tiranía e instaurar en el país
una sociedad civil enmarcada en el estado de derecho,
la democracia y la garantía a las libertades consagradas
en el derecho natural y humano.
Es
obvio que el dentro de Cuba no puede hablarse elecciones.
La dictadura no las permite. Su naturaleza totalmente
anti-democrática impide a los opositores tener
el menor espacio. Los llamados a referéndum de
la Alianza Nacional Cubana en el 1996 y del Proyecto Varela
en el 2000 fueron aplastados por la intolerancia y la
persecución del régimen. Allá solo
puede caber la concertación de aquellos que con
valor extraordinario confrontan en sus entrañas
a la tiranía. Dentro de Cuba el factor cohesionante
es la necesidad de sobrevivencia emanada de la lucha desigual
de los opositores contra una poderosa y despiadada dictadura.
El llamado ha sido hecho bajo la sombrilla de la Asamblea
para Promover la Sociedad Civil. Un esfuerzo retante y
valiente que repite el consenso de Concilio Cubano en
la primera mitad de la década de los 90 y que tanto
preocupara y asustara a la dictadura. Una convocatoria
que se nos hace mandatoria, por deber patrio, y que demanda
la solidaridad plena de cada cubano para con estos valientes
patriotas.
Aquí
y allá, lo importante ahora es empezar por despojarse
del yo, y transformarnos en un nosotros abarcador de todo
el pueblo cubano. El inicio debe conducir a abrir los
muros de cada castillo --- de cada organización,
tentativa de organización u hombre-isla-opositor
--- para integrar el cuerpo unido de la nación
cubana. Un cuerpo unido que trace un derrotero de lucha
organizado y común, en pos de la democratización
y la libertad de la patria. Esto debe hacerse, dentro
y fuera de Cuba, haciendo de los de afuera y de los de
adentro uno, para presentar un amplio y poderoso Frente
Total contra la tiranía, que es, en verdad, nuestro
único enemigo.
Nota:
Lcdo. Sergio Ramos, Abogado cubano especializado en casos
de inmigración, residente en Puerto Rico. Vice-Delegado
de la NLC, electo por votación entre la comunidad
exiliada en Puerto Rico. criterio@coqui.net