Por Lázaro González Valdés
ex prisionero de conciencia
Reconciliarse con el criminal no es administrar justicia
sino establecer un antecedente de arbitrariedad dejando
impune al causante del perjuicio, al tiempo que se priva
a la víctima del derecho a que se aplique las ley
y se haga cumplir la pena que, con humanidad, debe dictarse
según la naturaleza del acto criminal cometido y
en consonancia con las normas y procedimientos jurídicos
vigentes.
Por
ejemplo, sería inaceptable legal y éticamente
que se dicte como condena que los familiares de un asesinado
tienen que reconciliarse con quien lo mató. Tal medida
sería injusta porque no se administraría justicia
pero también sería perjudicial para la sociedad
porque, al no haber castigo para ese tipo de acto, estimularía
a la acción a cuanto asesino potencial resida en
esa jurisdicción a la cual de seguro en breve se
irían a residir homicidas de todo el orbe en busca
del imperio de la impunidad.
Si
aplicamos el anterior razonamiento a la propuesta de “reconciliación
nacional” que algunos disidentes plantean como fórmula
para resolver el conflicto entre el grupo político
que detenta el poder en Cuba y sus víctimas, podemos
concluir que esa proposición es inaceptable ética
y legalmente porque en más de 45 años de opresión
se ha confirmado que el partido comunista ha cometido miles
de crímenes.
Ninguna
solución para el pueblo cubano puede erigirse aboliendo
el derecho de esas víctimas a que se le administre
justicia. Ni los perjudicados sobrevivientes ni los familiares
de las víctimas fallecidas tienen potestad para oponerse
al imperio de la ley, porque nadie tiene derecho a instituir
la arbitrariedad como base de la nueva república
que necesita la sociedad cubana.
Podría
ser irreversible el impacto negativo que recibiría
la nación cubana si se aplica el Proyecto Varela
u otras propuestas que plantean el “borrón y cuenta
nueva” y la amnistía para funcionarios que han cometido
delitos como robo de bienes muebles e inmuebles, asesinato
político, destierro y juicios ilegales, encarcelamiento
injusto, torturas mentales y físicas, entre otros.
No
se puede negar que es seductor el discurso de los partidarios
de las proposiciones fundadas en el perdón de los
crímenes cometidos por miembros del partido comunista
de Cuba (PCC), porque ¿a quién no le gustaría
que los conflictos se solucionaran por el perdón
y la reconciliación de las partes? Pero esto sólo
es posible en el mundo de las especulaciones pues en la
vida real se necesita de un sistema que norme, interprete,
aplique esas normas y garantice su cumplimiento hasta por
la fuerza si es preciso para preservar la dignidad humana.
No
siempre lo ideal (en la acepción de “perfecto”) es
lo posible o lo éticamente correcto. En el caso cubano
quizás sea ideal perdonarle los crímenes a
los comunistas para que estos accedan a compartir el poder
con quienes están dispuestos a perdonarlos para -según
ellos declaran- “;ir de la ley a la ley” y porque -como
también ellos manifiestan- que; “cualquier cosa es
preferible al estado actual”, tal vez hasta se den las circunstancias
que posibiliten esa hipotética amnistía, pero
dicho procedimiento sería adverso a las víctimas
(que es la mayoría del pueblo si se considera que
el PCC lo integra un millón y pico de cubanos) y
también inútil para el establecimiento de
un estado de derecho pues -como se dijo antes- es contrario
a lla administración de justicia que requieren los
perjudicados y también contrario a los preceptos
de la moral.
Por
tanto, la lente con que analizo este asunto me indica la
vigencia del siguiente precepto de José Martí:
“Los crímenes no aprovechan a la libertad, ni cuadran
a estatuas blancas, manos rojas.”
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