Recopilacion "El Veraz"
Nació
en Ciudad de La Habana el 31 de octubre de 1922. A los 19 años
de edad se inicia en el canto acompañado de su guitarra.
Durante la segunda década de los años cuarenta,
Portillo de la Luz, junto a figuras de la talla de José
Antonio Méndez, Ñico Rojas, Rosendo Ruiz (hijo),
Aida Diestro y Elena Burke, entre otros, inician un género
que, con nuevos elementos expresivos y en el contexto de la
canción trovadoresca cubana, establece un diálogo
de gran realismo con el público a través de la
emoción y la estructura sintáctica del bolero,
al que dan el nombre de feeling.
En
éste, la melodía abandona la quietud tonal, abortando
las modulaciones y ampliando armónicamente el enlace
de los acordes tonales y extratonales con influencia de la música
norteamericana. En estos años, entre 1940 y 1950, su
labor se hace relevante dentro del ambiente trovadoresco, presentándose
en centros nocturnos y famosos cabarets de la capital como el
Sans-Souci y el Pico Blanco del Hotel St. John, quehacer artístico
que ha mantenido hasta la actualidad.
Su
vasta obra autoral ha enriquecido el patrimonio de la cancionística
cubana con canciones como Contigo en la distancia y Tú
mi delirio, las que cuentan con más de 100 versiones;
otras como Noche cubana, Sabrosón, Realidad y Fantasía
y Canción de un festival, también han alcanzado
una amplia difusión internacional y lo han acreditado
como importante cantautor.
Con
una obra artística reconocida dentro y fuera de Cuba
podría hacer pensar en el descanso a cualquiera que no
fuera César Portillo de la Luz. Pero el autor de las
antológicas "Contigo en la distancia", "Tú,
mi delirio", "Realidad y fantasía", "Noche
cubana", "Ave de paso" y otras tantas canciones
románticas que han disfrutado varias generaciones, se
acerca a la edad provecta con juvenil entusiasmo creativo. "Estoy
más convencido de mi capacidad de hacer que cuando empecé",
asevera. Y tan convencido está, que anda fraguando una
nueva proyección dentro del mundo de la cancionística.
"Creo que es tiempo de que nos planteemos cosas distintas
en la canción. Por nosotros y por los demás",
dice.
Portillo
de la Luz no se ha tomado el trabajo de contar cuántas
versiones se conocen de sus obras más famosas. De "Contigo
en la distancia" y de "Delirio" (como gusta llamar
a esta última, abreviando su título), es posible
que se hayan hecho unas 100 en cada caso. Algunos de los intérpretes
de su obra fueron o son auténticas estrellas como Nat
King Cole, Lucho Gatica, Pedro Vargas, Fernando Fernández,
el tenor español Luis Mariano, Luis Miguel, Plácido
Domingo, Caetano Veloso, María Bethania, la Orquesta
Sinfónica de Londres, Cristhina Aguilera.
Pero
nuestro hombre no sólo ha sido cantante y compositor
de alto vuelo; él, junto a otro grande como José
Antonio Méndez ("La gloria eres tú",
"Novia mía"), es uno de los padres fundadores
del filin, un movimiento que sentó pautas en la cancionística
cubana a partir de la segunda mitad de la década del
40.
De
personalidad magnética, con un ingenio filoso, Portillo
gusta de hacer juicios definitorios y hasta polémicos.
Conversar con él es una experiencia siempre enriquecedora.
Por eso, cuando se le entrevista es mejor dejarle que lleve
la voz cantante. Es algo que me van a agradecer.
Soy
un elegido
"Llegué
al mundo de la música en mi adolescencia, pero ya desde
la niñez me sentí atrapado por ella. Pienso que
no sólo me atrapó, sino que también me
eligió. Porque si uno nace dotado de un sentido de la
entonación y de la medida perfecto, los dos elementos
a mi juicio fundamentales para manejar la música, entonces
uno es un elegido.
"Desde
muy pequeño me llegaba la música cantada a dos
voces por mis padres, gente muy humilde que entonaba muy bien
a los clásicos de la trova tradicional cubana. Pienso
que genéticamente heredé esa musicalidad. A los
tres años yo cantaba con una entonación y una
medida del tiempo que causaba admiración. Lo hacía
para agasajar a las visitas, a mis tíos, era una suerte
de niño prodigio de la familia.
"Y
aunque la música estuvo muy ligada a mí desde
la niñez, la vocación se hizo perentoria en la
adolescencia. Es entonces cuando empiezo a guitarrear y a canturrear.
Formé un trío armónico con dos amigos entrañables:
Esteban Ponce, que trabajaba en una joyería, y Luis Lamar,
que era mecánico. A la sazón yo era pintor de
brocha gorda".
Portillo
cuenta que ese trío era de avanzada para la época
y fue una especie de antesala para la llegada del filin a su
vida. Cuando a partir de la segunda mitad de los 40 surge dicho
movimiento, él pudo contar con esa rica experiencia.
"El
filin soy yo —afirma categórico el compositor—.
Yo fui quien nucleó a los jóvenes que por entonces
integraban el grupo del filin alrededor en el Callejón
de Hammel, en el barrio de Cayo Hueso. Por entonces había
formado un nuevo trío con los hermanos Díaz, también
del grupo".
Portillo
precisa que el filin es un fenómeno musical netamente
habanero. Lo integraron compositores luego famosos como el citado
José A. Méndez, Ñico Rojas, Rosendito Ruiz…
"La
música que se conoce con el sello filin representó
lo más avanzado del momento. Fuimos una generación
marcada por el impresionismo, el jazz, el romanticismo. Todas
esas fuentes alimentaron nuestro pensamiento artístico-musical.
Creamos entonces una nueva corriente estilística en la
canción cubana.
"Sin
proponérnoslo, de hecho hubo un rompimiento con la canción
nacida del piano. En los años 40 la guitarrística
era más moderna que la pianística. Al grupo nuestro
lo precedió un movimiento de compositores pianistas cuyo
paradigma era Ernesto Lecuona. Mientras, nosotros mirábamos
para el impresionismo y el jazz. En lo anterior había
una gran riqueza melódica, pero no la riqueza y complejidad
armónica de lo que logramos nosotros".
El
compositor piensa que ello hizo consolidar esa tendencia para
hacer música que él llama crítica. Trascendió
internacionalmente y empezó también a ser una
opción para hacer la canción latinoamericana.
"Hay
una forma filin de cantar. Es sabido que nuestro filin proviene
de la voz inglesa feeling, que quiere decir sentimiento. Cantar
con filin es, si se quiere, hacerlo con una concepción
dramatúrgica. Es cantar teniendo que ver con las circunstancias
que se plantean, con lo que dice la letra y un poco actuar con
inflexiones, pausas, movimiento de la voz, a veces de manera
recitativa. Esto es, dejándose llevar por el sentimiento.
Aquél que quiera tener una forma filin de cantar puede
aprenderlo todo de Bola de Nieve, inolvidable por la fuerza
y la convicción con que transmitía lo suyo".
A
estas alturas de su vida, César Portillo de la Luz admite
que siempre hay algo de qué arrepentirse. Quizás
haber sido demasiado generoso con quien no lo merecía,
o demasiado intolerante con otros. En ese sentido cambiaría
algunas cosas si pudiera volver atrás. "Pero desde
el punto de vista de los principios no creo que cambiaría
nada", añade con convicción.
"Crecí
marcado por una serie de valores que me enseñaron mis
padres, como la honestidad, el sentido de la justicia, y en
ellos creo. Además, pienso que el arte puede ser muy
útil, más allá de la recreación
que pueda ofrecernos. Si el trabajo no conlleva una utilidad,
tanto en lo sentimental como en lo social, entonces la obra
es imperfecta. El artista no debe ignorar esas posibilidades
suyas. Ya que tenemos el don o la suerte de poder expresar por
los demás muchas vivencias y sentimientos universales,
debemos sentirnos responsable y actuar en consecuencia. Esas
son las divisas con las que transito por la vida".
Cesar Portillo de la Luz fallece en la Habana a los 90 años de edad, el 4 de Mayo del 2013