Por
Víctor Rolando
Hoy,
en los centros laborales, escuelas y en las calles de Cuba,
se escucha nuevamente el calificativo de chivato en boca de
jóvenes, adultos y viejos, al referirse a aquellos que
se dedican a vigilar y oír para después "soplarle"
el resultado de su gestión a quienes le encomendaron
ese "trabajo".
El
sistema político imperante en Cuba es quien favorece,
alienta e impulsa la delación, o "chivatería"
como se le llama comúnmente.
Desde
el primer grado de la enseñanza primaria, cuando el niño
aprende a escribir, se le da a los menores con ciertas condiciones
de conducta la "responsabilidad" de apuntar en una
lista el nombre del compañerito que no asistió
a clases o que no estuvo presente en la marcha combatiente o
en la tribuna abierta adonde llevan a los estudiantes para que
apoyen los dictámenes estatales.
Esos
niños cuando crecen son los que después, en los
centros de enseñanza media o superior, le dicen al director
o al secretario del núcleo del Partido Comunista quiénes
son los alumnos que hacen chistes contra la revolución
y quiénes hablan mal del gobierno o de sus funcionarios.
El
chivato no sólo conviene al régimen por sus delaciones,
sino también porque generalmente adula a los jefes y
hace cualquier fechoría para escalar a algún puestecito
político. Se chivatea y al mismo tiempo se es miembro
de las paramilitares Brigadas de Respuesta Rápida, que
es lo mismo que ir a darle golpes o gritarle ofensas a los disidentes.
Sin
embargo, aunque el chivato es popular en las esferas del gobierno
no goza de igual simpatía entre la población.
La mayoría de los cubanos, principalmente los jóvenes,
rechazan a los soplones, a pesar de que la propaganda política
del régimen trata por todos los medios de justificar
semejante conducta.
De
cualquier modo, los chivatos son parte del sistema y han ocasionado
y ocasionan muchísimos sufrimientos a personas inocentes
cuya única "falta" consiste en no compartir
la doctrina gubernamental, pero en cada barriada del país
la gente sabe quiénes se dedican a ese trabajo sucio.
Por eso, cuando uno de esos personajes se hace visible en cualquier
lugar suele oírse: "¡Chivato a la vista!"