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| El Veraz. | San Juan, Puerto Rico |
José Marti: Nuestro Apostol

Por:Jay Martinez
Director
Programa Radial Magazine Cubano

Hoy 28 de enero los cubanos todos debemos sentirnos orgullosos. Nuestra tierra, hace más de cien años, dio vida a un hombre extraordinario: José Marti. No me detendré a expresar adjetivos acerca de este hombre que nos ha legado una basta obra humanista por excelencia. Les expondré al Marti que me enseñó a amar a mi patria por encima de cualquier ideología o pensamiento político.

Todo cubano desde que empieza su vida escolar conoce a Jose Marti. Aquel niño que nació en la calle de Paula hijo de Doña Leonor y Mariano Marti crece bajo la humildad y la ternura de su madre mientras su mente adolescente se regocija escuchando a su maestro Rafael Mendive. El ambiente político, en tensión, entre la Metrópoli y la Isla de Cuba resultó propicio para despertar la curiosidad del jovencito quien encuentra deleite en contarle los “secretos” que le revela su maestro, a sus condiscípulos.

Los sucesos del Teatro Villanueva revuelven La Habana. Maestro y discípulo preparaban la salida del periódico La Patria Libre en el cual su última página es un grito de amor a la patria. El largo poema Abdala, nombre de un joven guerrero, es admirable por su elocuencia. Uno de sus versos proclama:

El amor, madre, a la patria
no es el amor ridículo a la tierra,
ni a la yerba que pisan nuestras plantas:
es el odio invencible a quien la oprime,
es el rencor eterno a quien le ataca…

Doña Leonor y Don Mariano temen por la suerte de su hijo y comprenden bien sus actividades luego de leer Abdala. Días después de los sucesos del Teatro Villanueva encarcelan al Maestro Mendive. Fue recluido en el Castillo del Príncipe y posteriormente marcha al destierro a cumplir su condena. El Marti adolescente siente por primera vez el peso de la injusticia y a la vez la soledad lo invade. Encuentra refugio en la compañía de su amigo Fermín Valdés Domínguez con quien escribe unas letras de reproche a un joven que se une a los voluntarios. Le llaman apóstata y la nota la suscriben los dos amigos.

Debido a aquella nota, llega a la vida de Jose Marti, el Presidio Político. Al Tribunal que los condena le sorprende que los dos dicen ser autores de esa nota. Marti, se adelanta con aire resuelto y afirma su supuesta culpabilidad. Lo condenan a seis años. A Fermín: seis meses de cárcel.

En mi mente de joven curioso me cautivó sobremanera la sensibilidad del joven Marti al narrar sus experiencias en las Canteras de San Lázaro. Recuerdo su retrato, con grilletes en los pies y una cadena de la cintura a los tobillos, y me causa estupor. En las Canteras Marti se encuentra cara a cara con la injusticia y plasma en su testimonio del Presidio todos los horrores que vio allí mostrando las ideas políticas que ya albergaba su mente juvenil.

Seis meses estuvo en las Canteras de San Lázaro y las huellas del presidio, tanto físicas como espirituales, lo acompañarían por el resto de su vida. Tenía I7 años. Luego el destierro. España le sirvió para ampliar su intelecto y ver en carne propia los conflictos políticos de la Metrópoli. En la Isla se ciernen las esperanzas pues España había prometido mejoras para sus últimas colonias. Pero todo se convierte en promesas falsas que no conducen a ninguna parte.

Un suceso ocurrido en La Habana despierta indignación incluso en la propia España. La condena a muerte de ocho jóvenes estudiantes de medicina y el arresto de una treintena en los que se encontraba Fermín Valdéz Domínguez, el amigo de la adolescencia de Jose Marti, resulta alarmante. Marti, incansable movilizador de opiniones, no pierde oportunidad en denunciar en cualquier tertulia esta injusticia. Para nuestra historia los acontecimientos de aquel 27 de noviembre mostraban la inhumanidad de los voluntarios, símbolos palpables de los instintos más bajos de la Colonia.

Ocho años de duro destierro lo llevan por España, México, Guatemala, Honduras, Venezuela y Nueva York. Se enriquece de cada una de estas culturas y su facilidad para la oratoria y claridad de pensamiento sorprende a los que le rodean. En México aprende a interpretar la convulsa situación política y escribe columnas periodísticas que apenas contribuyen a ganarle el sustento. Su condición de desterrado político, unida a su riqueza mental y cordialidad que emanaban de sus palabras, logra conquistar la simpatía de los mexicanos. Allí conoce a la cubana Carmen Zayas, quien se convertiría en su esposa y madre de su único hijo.

En Guatemala, acude al bayamés Izaguirre para pedirle un empleo como Maestro. Ya este se había leído las memorias del Presidio Político y acepto sin recelo. Allí vive y disfruta el contacto directo con el paisaje y el hombre en su manera natural. Disfruta de la acogida que le ofrece la familia del General García Granados, frente a la cual nunca se atreve hablar de su noviazgo con Carmen Zayas. María era una de sus hijas. Un fuerte sentimiento nace en esta joven de mirada triste y Marti no podía evitar un sentimiento de ternura mientras la veía tocando el piano.

Marti le escribe a Carmen sobre la acogida que ha tenido en Guatemala y a inicios de I878 llegan desde Mexico la pareja de recién casados. A los pocos días Marti conoce de que María se encontraba muy enferma y duda si ir a verla. A la mañana siguiente doblan las campanas por el entierro de la “hija del general”. Sus versos evocaran algún día a “la Niña de Guatemala”:

…dicen que murió de frío:
yo sé que murió de amor.

Las intrigas y el aire enrarecido en Guatemala lo llevan a Honduras junto a Carmen. De la Isla, su patria amada, se sabe que los insurrectos y los Españoles han pactado y la guerra de Cuba termina. El Pacto del Zanjón hizo posible que centenares de cubanos que se hallaban en la diáspora regresaran. Entre ellos, y junto a su esposa embarazada se encuentra Marti que se distingue por un vago acento mexicano.

En la Habana, el abogado Azcárate, a quien conoció en Mexico, había abierto un Bufete. El viejo amigo lo invitó a trabajar con él y Marti aceptó. Las tardes se convierten en ardientes disquisiciones políticas sobre la realidad que imperaba en la Isla. A ellos se une el mulato Juan Gualberto Gómez, quién años después jugaría un papel esencial en lograr los objetivos del Partido Revolucionario Cubano.

La Isla se encuentra en una precaria situación económica. Martínez Campos, representante de la Metrópoli en la Isla, y conocido como el Pacificador por su actitud en el Pacto del Zanjón, reconocía que una nueva chispa, debido a las esperanzas defraudadas, podía volver a despertar la guerra. No ignoraba que los emigrados separatistas en Nueva York habían constituido, sólo tres meses después a la firma del Pacto, el Comité Revolucionario. Alguien con un incólume prestigio y que no había firmado el acuerdo lo había fundado: el General Calixto García.

En manos de Marti cae el Manifiesto exhortando a los separatistas residentes en la Isla a que se organicen en agrupaciones secretas para el logro de la independencia. Marti se estremece. Casado y con un hijo recibía el llamado de la patria. Las charlas junto a Juan Gualberto Gómez se vuelven más intensas.

La conspiración gana fuerza. Se envían fondos a Nueva York para la compra de armas. Marti se destaca por sus intervenciones en el Liceo de Guanabacoa y su ardiente elocuencia llama la atención, incluso, la del Gobernador español. Es apresado y deportado a España.

Posteriormente, logra irse a Nueva York. Allí se incorpora al Comité Revolucionario fundado por Calixto García. Se destaca por sus discursos repletos de patriotismo a la multitud de emigrantes cubanos residentes en los Estados Unidos, la mayoría tabacaleros y obreros muy humildes. Se granjeó el reconocimiento como uno de los asesores del separatismo en Nueva York.

El fracaso de la Guerra Chiquita sumen a Marti en una especie de angustiosa incertidumbre. La rebelión resultó incoherente y acéfala. Marti reconoce que Cuba era un pueblo cansado y que había que esperar. El momento no había llegado todavía.

Caracas lo recibe como un hijo. Se desempeña como maestro de los colegios Santa Maria y Villegas y aprovecha para impregnar en lo jóvenes el amor a la libertad. Colabora emitiendo sus criterios sobre nuestra América en diferentes diarios de la nación venezolana. Medio año después, por sus desavenencias con el Poder Venezolano, regresa a Nueva York.

La intensidad de su prosa crecía con vehemencia. En los artículos se podía encontrar un sentimiento de americanidad unido a un sentido humanista por excelencia. En todos, relucía el amor a la Patria sojuzgada y triste.

Marti esta consciente que solo es genuina y perdurable “la libertad que se conquista con las propias manos”. En I89I, luego de varios años de discrepancias con Máximo Gómez y Maceo, llegó a Tampa. Frente a un auditorio de obreros cubanos algunos con el sesgo de la ironía criolla. Había que borrar de sus mentes el escepticismo y llenar el ambiente de optimismo para los tiempo tan decisivos que se aproximaban. Marti se adelanta con la mano en el pecho. “Para Cuba, que sufre, la primera palabra…”

El público escucha en un silencio anhelante. Marti afirma:

“Porque si en las cosas de mi patria me fuera dado preferir un bien a todos los demás… éste sería el bien que yo prefería; yo quiero que la ley primera de nuestra República sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre… O la República tiene por base el carácter entero de cada uno de sus hijos, el hábito de trabajar con sus manos y pensar por sí propio, y el respeto, como de honor de familia, al ejercicio íntegro de los demás: la pasión, en fin, por el decoro del hombre, o la República no vale una lágrima de nuestras mujeres ni una sola gota de sangre de nuestros bravos.

Convencido, el público, estalla en aplausos.

Nace así a la luz de las resoluciones de Tampa y las Bases que allí acabó de redactar, el Partido Revolucionario Cubano. Todos sus esfuerzos se convertirían en lograr el fortalecimiento y organización del Partido Revolucionario. Había que limar asperezas con el viejo Gómez y el bravo mulato del machete, Antonio Maceo.

Marti decide fundar el órgano del Partido editando el Periódico Patria donde se publican las Bases de la organización. El ideario básico de la revolución y el sentido humano y democrático del pensamiento de Marti se refleja en sus páginas. En no pocas columnas de Patria se respira su americanismo cuando afirma que la causa de Cuba es también la de Puerto Rico pues Las Antillas “han de someterse juntas o juntas han de desaparecer en el recuento de los pueblos libres”. Recordemos que el peso de la redacción de Periódico Patria se le confió al puertorriqueño Sotero Figueroa, quién impresionó a Marti por el vigor y la franqueza de su prosa.

Transcurre el decisivo año I895 en la vida del Maestro. El 25 de marzo se redacta el histórico Manifiesto de Montecristi, suscrito por Marti y Gómez. La guerra es inminente. A su madre, le escribe dos dias antes reflejo de un presentimiento íntimo:

“Madre mía:

Hoy 23 de marzo, en víspera de un largo viaje, estoy pensando en usted. Yo sin cesar pienso en usted. Usted se duele, en la cólera de su amor, del sacrificio de mi vida: ¿por qué nací de usted con una vida que ama el sacrificio? Palabras no puedo. El deber de un hombre esta allí donde es más útil. Pero conmigo va siempre, en mi creciente y necesaria agonía, el recuerdo de mi madre. Ojalá pueda algún día verlos a todos a mi alrededor, contentos de mí. Y entonces sí que cuidaré de usted con mimos y con orgullo. Ahora bendígame; y crea que jamás saldrá de mi corazón obra sin piedad y sin limpieza.

La bendición, su Jose Marti.

Ya el I5 de mayo acampan en Dos Ríos. El momento decisivo había llegado y el consenso de los prestigiosos militares Gómez y Maceo se había logrado. El I7 hay noticias de que se acerca una columna enemiga. A la luz de una vela escribe su última carta a su amigo Manuel Mercado:

…ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber

El I9 de Mayo de I895, cae en Dos Ríos, luchando en consecuencia con sus ideales patrios: el Maestro. Cuba había perdido a uno de sus grandes y hoy nos regocijamos en ofrecer nuestro humilde homenaje a tan gigante de espíritu y de pensamiento. Imitarlo, es nuestro deber como cubanos y como hijos de América.

Hoy nuestra Patria sufre porque no ha sabido conquistar con honra y dignidad la libertad para sus hijos. Hombres sin alma han impuesto una doctrina desesperanzadora y mordaz que ha robado la felicidad a nuestro querido pueblo de Cuba.

Desde Puerto Rico, sirva este discreto homenaje para alentar al sufrido pueblo de Cuba, a que levante su cabeza y se sacuda del yugo que la oprime.

… los derechos se toman, no se piden; se arrancan, no se mendigan.


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