El
escritor nació el 22 de abril de 1929 en Gibara, pueblo
de la antigua provincia de Oriente, Cuba, en un hogar humilde.
Anticastrista ''por una profunda convicción'', como solía
decir, en 1994 en Miami el escritor recordó las ideas políticas
de sus padres y la educación que le dieron.
''Por
ahí dicen que yo crecí bajo el gobierno del general
Gerardo Machado, pero a decir verdad creo que fue bajo la dictadura
de [José] Stalin, porque mis padres eran comunistas'',
confesó Cabrera Infante.
En
1941, el joven Guillermo emigró a La Habana junto a sus
padres, y se fueron a vivir a una buhardilla en La Habana Vieja.
Sus primeros escritos datan de 1947.
En
1947 empezó a escribir, oficio al que se dedicaría
de lleno luego de abandonar sus estudios de medicina.
''Fue
más o menos por esa época nos conocimos; leí
su primer cuento, me pareció extraordinario; le regalé
el primer libro, Las Palmeras Salvajes, de William Faulkner, en
una traducción de Jorge Luis Borges'', recordó ayer
Franqui.
En
1950 ingresó en la escuela de periodismo donde se le abren,
además, las puertas del séptimo arte, sus dos grandes
pasiones, como recuerda otro de sus mas viejos amigos, el crítico
de cine René Jordán.
''Realmente
fuimos compañeros en un curso de cine en el año
1948, y para mí, Guillermo es más que un hermano...
su muerte es devastadora'', dijo Jordan, emocionado, desde Nueva
York.
''Fuimos
compañeros en la escuela de periodismo, la hicimos entera,
los cuatro años, y desde entonces el contacto es permanente.
Era un contacto absoluto. Yo no puedo entender cómo no
puedo agarrar el teléfono y no llamar a Guillermo y no
poder decirle: `Guillermo, anoche vi la película tal o
más cual'... no concibo no poder hacer eso'', añadió
Jordán.
Cabrera
Infante adquirió notoriedad cuando bajo el seudónimo
de G. Cain comenzó a publicar criticas de cine en la revista
Carteles, de la cual llegó a ser jefe de redacción
en 1957. Para esa época, ya estaba profundamente involucrado
en el movimiento cinematográfico de la isla, junto a su
hermano, el director Sabá Cabrera. Con él fundó
la Cinemateca de Cuba.
Tras
el triunfo castrista, Cabrera Infante se une a Franqui, y juntos
fundan el diario Revolución y crean Lunes de Revolución,
del cual fue director durante toda su publicación, desde
1959 hasta su clausura en 1961.
Lunes
nunca fue del agrado del régimen, y siempre fue blanco
del odio y el rencor de los llamados viejos comunistas, quienes
casi de inmediato comenzaron a conspirar contra él, terminando
por forzar su cierre.
En
1960, el escritor publica su primer libro destacado, Así
en la paz como en la guerra. A finales de 1961 se casa con la
actriz Miriam Gómez, y al año siguiente es nombrado
agregado cultural en Bruselas.
En
1965, el escritor regresó a Cuba para asistir al entierro
de su madre. Renunció al servicio diplomático y
se fue para nunca más volver.
Su
relación con el poder no fue nunca fácil. En 1952
fue detenido bajo la dictadura de Fulgencio Batista por publicar
un cuento con "palabrotas".
Su
distanciamiento del régimen de Fidel Castro fue paulatino,
pues fue director del Instituto del Cine, director del suplemento
literario del diario Revolución y, como ya se dijo, agregado
cultural.
Sin
embargo, para 1968 la ruptura ya era total. Ese año concedió
una entrevista a la revista argentina Primera Plana en la que
criticó duramente al gobierno cubano.
Desde
entonces, y hasta el final de sus días, sus libros estuvieron
prohibidos en Cuba.
Su
presencia en Europa es suficiente para agrandar su distanciamiento
con el castrismo, y en 1965 abandona el puesto diplomático,
viaja a España, donde el gobierno de Francisco Franco le
niega asilo político, y termina instalándose en
Londres, e iniciando, a la par de su obra literaria, una labor
propagandista anticastrista.
Los
cuarenta años de exilio fueron una experiencia agridulce
para el escritor. "Ha
significado algo muy bueno porque me he permitido convertirme
en escritor profesional. Es decir, yo vivo de lo que escribo,
no como antes, que publicaba esporádicamente".
"Pero,
al mismo tiempo, el exilio me ha hecho perder mi lector natural
que es, por supuesto, un cubano y si es posible un habanero. Y
eso ha sido para mí un conflicto porque mis libros están
prohibidos en Cuba".
Sin
embargo el exilio no significó la sequía, pues siguió
escribiendo y publicando con regularidad.
Entre
sus obras del exilio se destacan Vista del amanecer en el trópico
(Cuentos, 1974), Exorcismos de esti(l)o (divertimentos, 1976)
Arcadia todas las noches (crítica de cine, 1978), La Habana
para un infante difunto (novela 1979), Holy Smoke (ensayos, escrito
en inglés 1985), Mea Cuba (escritos políticos, 1993),
Delito por bailar el chachachá (cuentos, 1995).
En
1997 Cabrera Infante recibió el Premio Cervantes por el
conjunto de su obra. Una obra que algunos consideran desigual,
pero de la que no hay duda que perdurarán títulos
como Tres tristes tigres.
Tampoco
hay que dudar que la noche habanera perdió a uno de sus
mejores cronistas.
''Tuvo
una posición muy firme, sin fisuras, frente a la dictadura
cubana, y como siempre gozó de un enorme prestigio literario.
Fue un adversario muy serio frente a la dictadura cubana'', añadió
Montaner.
En
La Habana, el periodista y poeta independiente Raúl Rivero
manifestó que el fallecimiento ``es un momento fatal para
la literatura cubana y en lengua castellana, es un vacío
enorme''.
''La
cultura cubana ha perdido una figura trascendental como nunca
existió otra. Es de lamentarse que haya fallecido él
y no su némesis en La Habana'', añadió en
Miami el cineasta Nat Chediak.
El
ex preso político y sacerdote Miguel Angel Loredo fue uno
de los entrañables amigos del escritor. ''Cabrera le dio
un gran apoyo a todos los que luchamos por la causa de Cuba; su
arte, su literatura, y la creación que hizo de La Habana
nocturna son únicas'', dijo.
Además,
añadió, ``era un hombre bueno de una caridad infinita,
de una paciencia infinita, y su apariencia de hombre agreste escondía
una naturaleza humilde''.
''En
una de sus entrevistas cuando le dieron el premio Cervantes, Guillermo
decía que había que deslizarse para la muerte...
una frase extraordinaria... creo que lo logró'', recordó
Franqui.
A
Cabrera Infante le sobreviven su esposa, Miriam Gómez;
Ana y Carola, hijas de su primer matrimonio en 1953, y seis nietos.
Entrevista
por la BBC
Guillermo,
Ud. podría pensar en algún momento que considere
que ha sido definitorio en su vida, que lo ha marcado como escritor,
como ser humano.
Sí.
Esto ocurrió en el bachillerato, pero lo que yo tengo que
decir, antes de hablar del bachillerato y de un profesor extraordinario
que me tocó tener, es que estudié en Cuba, desde
el kindergarten hasta la escuela de periodismo -pasando por el
bachillerato- absolutamente gratis. Es decir, en escuelas públicas.
Eso
para mí es importante porque yo les debo, no solamente
a los maestros de primera enseñanza, sino a los maestros
de bachillerato y de la escuela de periodismo, un reconocimiento
que en realidad nunca les he dado.
Nunca
he mencionado como ellos influyeron en mí, más que
nada.
Pero
hay un momento en mi vida, en el cual yo era un estudiante bastante
bueno, pero a mí nada más que me interesaba el béisbol
y ver pasar a las muchachas por el instituto, porque eran clases
de hembras y varones, y un día un profesor que cuando hablaba
se volvía un histrión empezó a contar un
cuento, que de pronto resolvió con la visita de un viajero
que muchos años antes había dejado su isla y al
regresar no era reconocido más que por su perro.
Entonces,
como yo era un gran fanático de los perros...yo siempre
tuve perros, desde niño e incluso ya de mayor...pues, me
interesó la historia. Y este perro, después de reconocer
al viajero, moría.
Ya
Ud. sabrá que estoy hablando de Ulises y de su regreso
a Ítaca, y de "La Odisea", pero yo no lo sabía.
A
mí lo que interesó verdaderamente fue la anécdota
del perro tan leal y tanto reconocimiento que le hacía
a su dueño.
Pero
eso picó mi curiosidad por saber exactamente qué
ocurría antes y después de la muerte del perro,
y después del regreso de Ulises a Ítaca, y fui a
la biblioteca del instituto, que era magnifica, y me leí
"La Odisea".
Me
pareció un libro extraordinariamente atractivo y después
leí "La Ilíada", que en realidad me rechazó
un poco, por lo sangrienta que es y la cantidad enorme de batallas
y de nombres, pero me quedé prendido a "La Odisea",
realmente.
Y
ahí fue cuando yo empecé a interesarme en los libros
y, por supuesto, en la cultura que ofrecen los libros.
La
historia de Ulises es de cierta forma una historia de exilio.
¿Qué ha significado para Ud. ser un escritor exiliado?
Ha
significado algo muy bueno porque me he permitido convertirme
en escritor profesional. Es decir, yo vivo de lo que escribo,
no como antes, que publicaba esporádicamente.
Pero,
al mismo tiempo, el exilio me ha hecho perder mi lector natural
que es, por supuesto, un cubano y si es posible un habanero.
Y
eso ha sido para mí un conflicto porque mis libros están
prohibidos en Cuba. Ni siquiera se pueden tener en la casa.
Hace
poco descubrieron a una maestra que tenía un ejemplar de
mi libro "La Habana para un infante difunto" y la llevaron
presa.
La
juzgaron por tener "literatura subversiva", cosa que
es verdaderamente tener ganas de acusar a alguien por algo que
no existe, y la multaron en 500 pesos, que para una persona en
Cuba es bastante dinero.
De
manera que ni siquiera puedo tener ese tipo de lector ocasional.
Y esto es lo que a mí en realidad más me toca de
mi exilio.
Conozco
a los otros escritores sudamericanos que empezaron a publicar
junto conmigo y todos no solamente pueden regresar a sus países
de origen, sino que sus libros son celebrados, acogidos y leídos
en sus países respectivos.
¿Y
qué tendría que pasar en su Ítaca para que
Ud. pueda regresar?
Tendría,
primero que nada, que desaparecer del gobierno Fidel Castro, de
la forma en que fuera posible, es decir, si renunciaba o si se
moría
o si lo sacaban del poder.
Tendría
que ser un país en democracia. De otra manera, yo no podría
regresar.
Porque
yo estoy muy bien en Londres. Estoy viviendo en la democracia
inglesa, y estoy viviendo muy bien en el sentido de que tengo
completa libertad para hacer lo que yo quiera, para escribir lo
que yo quiera y para leer lo que yo quiera.
¿Cuál
Ud. cree que sería el futuro, digamos, ideal para Cuba?
El
futuro para Cuba es uno sólo. El futuro ideal es el mismo
que el futuro real, es decir una democracia.
Yo
creo en la democracia y una de las cosas que más me gusta
de Inglaterra es la permanencia de su democracia, de su constitución
no escrita, y un parlamento independiente, y una prensa libre.
Todo
eso viene con la democracia. No hay otra forma de alcanzarla.
Todo lo demás que se diga del gobierno del proletariado
y toda esa serie de engañifas, no tienen ningún
sentido para mí.
Yo
creo que el gobierno único de un país tiene que
ser un gobierno democrático, elegido por la mayoría,
en voto secreto y universal, y eso es lo que yo aspiro que ocurra
en Cuba.
¿Ud.
tiene algún tipo de contactos con escritores cubanos en
Cuba, en la isla?
Muy
esporádicos. A mí vienen a visitarme escritores
de todas partes y yo los recibo.
Y
así mismo recibo a los escritores cubanos que quieran conocerme,
como pasó con Senel Paz, que me llamó por teléfono
y me dijo que quería conocerme.
Vino
un día y me conoció y charlamos. Por supuesto, no
hablamos de política, sino de literatura.
Ha
habido otros escritores, como Antón Arrufat, quien también
vino a visitarme.
Él
es ahora un escritor laureado por el gobierno de Castro, pero
lo recibí por ser un viejo amigo y por ser una persona
que, en realidad, por encima de todo, lo que le interesa es la
literatura, y de eso fue lo que hablamos.
Y
también otros escritores de no tanto nombre como Paz o
Arrufat, pero sí bastante conocidos en Cuba.
Sí,
yo recuerdo lo de Arrufat. Ese día yo estaba con él.
En ese momento yo estaba estudiando literatura inglesa e hispanoamericana
en Oxford y lo había invitado a dar una conferencia allá.
Después él vino a verlo a Ud.
Ah,
sí. Pues estuvimos hablando durante una o dos horas, pero
prácticamente no hablamos de otra cosa que no fuera literatura.
¿Y
algunos escritores cubanos como Gastón Baquero, Lydia...?
Ah,
bueno, sí. Los escritores exiliados, sí, por supuesto,
he tenido mucho contacto. He tenido contactos con Baquero, en
realidad encuentros bastante agradables.
Por
último, cuando estaba en el hospital, me escribió
una carta magnifica, hablándome de lo que yo escribo y
de lo mucho que le interesaba.
También
tuve una gran relación con Lydia Cabrera, quien murió
de una edad muy avanzada, 99 años, pero yo la conocía
de Cuba... a Baquero no lo conocía de Cuba, pero a Lydia
Cabrera sí.
Yo
visitaba su casa, muchas veces, y después la vi en Miami,
donde estaba exiliada, y la visité muchas veces.
También
tuve algún contacto, pero esporádico, con Lino Novás
Calvo, a quien fui a ver en el asilo en que estaba recluido.
Aparentemente,
no le interesaba nada más que lo más elemental porque
estaba calificado como senil pero, de alguna manera, yo le hablé
de uno de sus cuentos y dije mal el título y él
me lo corrigió.
Entonces
me di cuenta de que, a pesar de que estaba recluido como senil,
no estaba senil, estaba muy claro respecto a la literatura.
Pero
no hablamos tanto de literatura porque, en realidad, el ambiente
de ese asilo era absolutamente tenebroso, por no decir otra palabra.
Tengo
entendido que estos tres escritores que Ud. acaba de mencionar,
Gastón Baquero, Lino Novás Calvo y Lydia Cabrera,
por una coincidencia, han sido publicados en Cuba después
de muertos. Yo espero que Ud. dure mucho, pero digamos si Ud.
muere esta noche, ¿cree que le pasaría lo mismo?
No
lo sé. No lo sé realmente porque hay que reconocer
que los tres tuvieron posiciones muy adversas para la revolución
y para Castro, pero en realidad, allá siguieron el modelo
soviético de publicar a los escritores...
Inclusive
en Rusia, antes de caer el régimen soviético, ya
habían publicado a Nabokov, que era un enemigo ferviente
y fervoroso de la revolución rusa.
No
sé, en realidad, que harían, pero sí hay
una entrevista bastante vieja en la televisión americana,
nada menos que a Roberto Fernández Retamar, y él
dijo que yo era un contrarrevolucionario contumaz y que si me
moría, verían si me publicaban después de
muerto.
Esa
es una pobre esperanza para mí, en el sentido que no me
interesa lo que pase después de muerto, y mucho menos me
interesa que me publiquen en Cuba en esas condiciones.
Hablando
de artistas cubanos muertos recientemente, ¿qué
le ha parecido el caso de Celia Cruz?
He
lamentado mucho su muerte porque éramos amigos.
Ella
vino a visitarme aquí. Yo iba a sus conciertos cuando venía
a Londres.
Pero
lo que me ha parecido realmente extraordinario es la acogida que
le han dado no solamente en Miami, sino en Nueva York, a su velorio
y a su cortejo fúnebre.
Cientos
de miles de personas, en Miami, que era muy visible porque le
hicieron una toma con helicóptero, y se veía la
fila, que era de seis en seis, recorrer cuadras y más cuadras
alrededor de la iglesia en que estaba siendo expuesta.
Y
después, la acogida multitudinaria que tuvo su entierro
en Nueva York...
Es
sorprendente porque ella era una gran cantante, era una persona
con eso que se llama carisma, y era muy popular, pero nunca pensé
que tanta gente en Nueva York, a pesar de la lluvia y del mal
tiempo, asistiera a su entierro.
¿Y
ha sabido Ud. de las reacciones en Cuba?
En
Cuba tuvieron una reacción típica. Fueron muy mezquinos.
Publicaron
una nota de apenas una pulgada y la coronaron con una frase que
vale la pena repetir, para repetir la inequidad de la frase, dijeron
que era un icono contrarrevolucionario.
Eso
fue todo el juicio que hicieron de ella como artista. Eso me parece
una reacción típica de los funcionarios, es decir
de los comisarios cubanos.
Si
Ud. pudiera pensar en un epitafio desde La Habana para un Infante
difunto, ¿cuál sería?
Ah,
no, yo me niego a pensar en esos términos. A mí
no me interesa ese tipo de homenajes.
Todo
lo que sea póstumo, no me alegra.
Me
alegra todo lo que pueda ser celebratorio en vida, pero después
de muerto no creo que yo vaya a aspirar a una especie de permanencia
literaria, a una suerte de celebridad después de muerto.
Eso
no me interesa para nada. Para pensar en la posteridad literaria,
pienso mejor en el alma no corrompida de la religión...
me interesa muchísimo más saber de la Santísima
Trinidad, que saber de mi reputación después de
muerto.
Su
reputación, como escritor, vivo y muerto será la
misma, Ud. es considerado...
Muchas
gracias, de todas maneras...
Y
hablando de vida, ¿qué proyectos tiene? ¿Está
escribiendo alguna novela? ¿Qué está haciendo?
Estoy
escribiendo un libro, desde el año 95, que ha sido interrumpido
montones de veces, inclusive últimamente por escribir una
serie de artículos.
Yo
estuve muy enfermo, realmente ocurrió la muerte de mi hermano
menor, mi único hermano, en Miami, y esto me sumió
en una absoluta caída emocional, un "nervous breakdown",
del cual apenas he salido ahora.
Y
como, por supuesto, durante ese tiempo -casi un año- no
escribí nada, me esperaba mucho trabajo atrasado, que estoy
recuperando, por compromisos que tenía de escribir artículos,
de aparecer en público, de ir a congresos...
Todo
eso yo lo había suspendido durante un año y ahora
me ha alcanzado.
¿Y
ese libro ya tiene título?
Sí,
tiene un título. Se llama "La ninfa inconstante"
y es un libro que sigue muy de cerca ciertas aventuras personales,
pero todavía me falta.
Como
acostumbro a hacer, tengo escrito el final y, por supuesto, el
comienzo del libro, pero tengo una enorme cantidad de notas para
poner en el medio y eso es lo que me falta, componer el cuerpo
del libro.
Porque
teniendo el final o teniendo el principio, parecería más
fácil, pero en realidad me falta mucho todavía por
alcanzar la corporeidad del relato.
¿Está
basado en Cuba también?
Es
un libro que ocurre en La Habana, como todos mis libros que tienen
un contenido de ficción, aunque estén basados en
personajes reales o en ocurrencias reales.
Sí,
es un libro que ocurre en La Habana y prácticamente en
un solo barrio de La Habana.
Yo
me he constreñido a situarlo simplemente en un barrio y
creo que esa es una de las dificultades que tiene.
Realmente,
convertir el barrio de El Vedado, que es donde transcurren las
aventuras del personaje que narra el libro, es una suerte de laberinto.
Para
mí ha sido difícil seguir esa norma porque el espacio,
en realidad, limita mucho el tiempo del libro.
¿Y
el tiempo en que transcurre la acción, en qué años
es, más o menos?
La
acción ocurre solamente en el verano de 1957. Ese es el
tiempo en que transcurren las aventuras del protagonista.
¿Ud.
tiene algún tipo de sugerencia, de recomendación
para los escritores jóvenes en Latinoamérica o en
Cuba?
Yo
tengo una sola recomendación: la persistencia.
No
hay otra cosa que hacer con la escritura que persistir.
La
permanencia de la inmortalidad es muy elusiva, pero la permanencia
del trabajo diario, o cada vez que se pueda escribir, yo creo
que es muy importante.
Es
decir, si yo he tenido algún éxito, ha sido por
mi persistencia en seguir escribiendo y en publicar.
Lista
de la obra de Guillermo Cabrera Infante
Seguidamente una lista de la obra del escritor cubano Guillermo
Cabrera Infante, fallecido en Londres a los 76 años de
edad:
Novelas:
-
Vista del amanecer en el trópico (1965)
-
Tres Tristes Tigres (1967)
-
La Habana para un Infante difunto (1979)
-
Holly Smoke (1995)
-
Delito por bailar chachachá (1995)
-
Ella cantaba boleros (1996)
-
La Amazona (1996)
-
Mi música extremada (1996)
Relatos
cortos y ensayos:
-
Así en la paz como en la guerra (1960)
-
Un oficio del siglo XX (1973)
-
Exorcismos de Esti(l)o (1976)
-
Mea Cuba (1992)
-
Arcadia todas las noches (1995)
-
Cine o sardina (1997)
Además,
escribió la adaptación cinematográfica de
la novela ''Bajo el volcán'', de Malcolm Lowry.
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