Para
Jorge Félix, Editor, El Veraz:
Ernesto
Lecuona Casado.
Breve synopsis basada en parte en previo artículo
publicado en El Veraz, y en datos obtenidos y de la propiedad
del sobrino del Maestro Lecuona,
Rafael A. Lecuona, Ph.D.
Profesor Emeritus(Retirado)
Ernesto Lecuona Casado, el más destacado compositor
y pianista de Cuba, -y posiblemente de la América
Latina– es considerado como uno de los más prolíficos
genios musicales hispanoamericano del siglo XX. La diversidad
de su música refleja las tres tendencies básicas
de su genio musical asi como las raíces de las
mismas: Cuba, España y Africa.
“Malagueña,”
“Siboney,” “Siempre en mi Corazón (Always in my
Heart),” “Andalusia (The Breeze and I)” y “La Comparsa,”
entre otras, han pasado a ser hoy día inmortales
composiciones de Lecuona. Así mismo ha sucedido
con la música de las zarzuelas del Maestro, tales
como “Lola Cruz,” “El Cafetal,” “María la O,” “Damisela
Encantadora,” al igual que con la música de sus
famosas danzas, valses, y canciones.
La
tendencia española del Maestro Lecuona proviene
de sus antepasados vazcos de Guipúzcoa, España,
quienes emigraran a las Islas Canarias (españolas)
en donde (Santa Cruz de Tenerife) su padre, Ernesto Lecuona
Ramos (abuelo del autor de este artículo), nació
(1854), falleció (1902) y yace enterrado.
Ernesto
Lecuona Casado nació en Guanabacoa el 6 de agosto
de 1895 (escasamente cuatro meses después del comienzo
de la guerra de independencia de Cuba en contra de España).
En
Guanabacoa, el talento creativo y la sensibilidad musical
de Lecuona fueron grandemente influenciados por el ambiente
de Santería (cuyas prácticas religiosas
reflejan una mezcla religiosa africana-católica)
que existía en la pequeña villa. Este ambiente
estimuló, aparentemente, la tendencia afrocubana
del genio musical del Maestro dando a luz sus famosas
danzas, tales como “La Comparsa,” “Danza Negra,” “Danza
de los Ñañigos,” y “Danza Lucumí,”
entre otras.
De
las tres tendencias musicales, la tendencia cubanísima
de Ernesto Lecuona está impresa y es caracterizada
por las conocidas románticas y melodiosas canciones
del Maestro. Entre ellas, se pueden citar “Siboney,” “Como
Arrullo de Palma,” “Dame de tus Rosas,” “Juventud,” la
inmortal “Siempre en mi Corazón” (Always in My
Heart), amén de sus inolvidables valses como lo
son, “Estudiantina,” “Noche Azul,” “Damisela Encantadora,”
“Muñeca de Cristal” y otros.
Aun
más, las tres tendencias culturales de la música
de Lecuona- la Española, la Afrocubana y la Cubana-
aparecen, respectivamente, reflejadas en las obras teatrales
y películas musicales en donde la música
del gran compositor cubano es presentada. Zarzuelas como
“María la O,” “El Cafetal,” “Lola Cruz” y otras,
incluyendo su finísimo ballet “Tarde en la Siesta”
son típicos ejemplos de la variedad musical del
Maestro.
En
efecto, se puede afirmar que Ernesto Lecuona Casado fue
no sólo el padre del teatro lírico cubano,
sino que también es probablemente el Latinoamericano
cuya música ha sido tocada en el mayor número
de producciones cinematográficas del siglo XX,
sin mencionar siquiera sus más famosas obras de
películas musicales: “Carnaval en Costa Rica” y
“Always in my Heart,” esta última obteniendo una
mención “Oscar” de Hollywood.
El
padre del famoso compositor cubano, Ernesto Lecuona Ramos,
escritor y periodista, quien con el tiempo fuera nombrado
director de diversos periódicos, entre ellos “El
Sol de Nivaria “ de Tenerife y “La Aurora de Yumurí”
de Matanzas, Cuba, emigró en 1880 a la entonces
ciudad de Matanzas, la “Atenas de Cuba” la que en esa
época registraba un alto nivel cultural y económico.
Cinco
años más tarde, en 1885, Lecuona Ramos contrajo
nupcias con una joven matancera, Elisa Casado Bernal (1862-1931)
de cuya unión nacieron doce hijos. Solamente siete
lograron sobrevivir hasta el siglo X X: Luis, Ernestina,
Elisa, Teodoro, José, Fernando y Ernesto, el menor
de todos. Con el tiempo, la familia se muda para la villa
de Guanabacoa, establecida a la entrada del Puerto de
lo que es hoy La Habana, precisamente frente a la misma.
A
la edad de 48 años, no sintiéndose bien,
Lecuona Ramos decide regresar por un tiempo a los aires
de su natal Tenerife en donde, desafortunadamente, fallece
a los pocos días de desembarcar. En Guanabacoa,
Elisa Casado de Lecuona tendrá que continuar, sola,
al frente de la familia. Ernesto Lecuona Casado tenía
solamente siete años de edad.
Desde
la edad de cinco años, Ernesto Lecuona Casado demostraba
ser un “niño prodigio.” Ya tocaba al piano pequeñas
partes de zarzuelas españolas, como “Gigantes y
Cabezudos” y segmentos de “La Marsellesa” y de sencillos
valses.
Fue
su hermana Ernestina, famosa pianista, compositora y a
su vez Maestra de música, la que se dio cuenta
enseguida de que su pequeño hermanito era un genio
musical y comenzó a enseñarle a tocar piano
seriamente. No tardó el prodigioso aprendiz en
desarrollar sus facultades musicales para componer, a
los doce años de edad, su primera obra: una marcha
militar titulada, “Cuba y América.” Al mismo tiempo,
el jovencito compositor ya tocaba el piano y dirigía
un pequeño grupo de músicos en un teatro
de “películas silentes.”
A
los 14 años de edad, el joven Ernesto tocaba en
concierto “El Gran Scherzo,” Op. 57 de Gottschalk. Tres
años más tarde, Lecuona ofrecía un
concierto, organizado por su mentor y destacado maestro,
Hubert de Blanck, en el que ejecutaba varias de sus propias
danzas, incluyendo su preferida e inmortal obra, “La Comparsa.”
Así, a los 17 años, el joven Maestro se
presentaba, definitivamente, como gran compositor y pianista
ejecutante. No
era de extrañar, pues, que un año más
tarde, el 9 de junio de 1913, Ernesto Lecuona se graduara
con honores y medalla de oro del Conservatorio
Nacional de La Habana. En la ceremonia y concierto de
graduación, Lecuona interpreta con excelencia Gottschalk,
Chopin, Chaminade, Liszt, y otros grandes de los clásicos.
En marzo de 1931 Ernesto Lecuona, ya profesional, llega
a Mexico, donde alcanzó un rotundo éxito
llegando a dirigir, tras el fallecimiento de su madre,
un espectáculo de música cubana integrado
por notables músicos y artistas criollos.
Entre
octubre de 1933 y diciembre de 1934, período coincidente
con la caída del dictador Gerardo Machado y crisis
revolucionaria subsiguiente, Lecuona actuó con
estruendoso éxito en México, a través
de sus numerosos conciertos, muchos por radio, y representaciones
teatrales en unión de otros artistas cubanos. Allí
dará a conocer obras importantes de inspiración
suya, que le darían fama para la posterioridad
como "María de la O, Niña Rita, El
Batey, Rosa La China, La Guaracha Musulmana, Julian El
Gallo, El Maizal, La Mujer de Nadie, La Flor del Sitio
y El Calesero", algunas convertidas en género
de zarzuela.
Regresó
a La Habana, bajo el aparente, estable regimen del dictador
Fulgencio Batista Zaldivar, con un álbum de canciones
basadas en textos de José Martí, obra que
el Maestro Lecuona dedicó a su amiga y excelente
intérprete Esther Borja y que se hace pública
el 26 de enero de 1935 en la Sociedad Lyceum. En ese mismo
año Lecuona era acreedor de la admiración
y respeto a escala nacional e internacional por lo que
el gobierno cubano lo condecora con la Orden de Carlos
Manuel de Céspedes al grado de Caballero.
Continuaron
los éxitos de Lecuona en España y el resto
de Europa asi como en la Argentina, Perú y otros
países Latinoamericanos, al igual que en los Estados
Unidos de América, países en los que dejaba
plena constancia de su profesionalidad musical como compositor
o intérprete, a la vez que ponía en alto
el patrimonio musical cubano.
Cuando
el 1 de enero de 1959 triunfa la revolución cubana,
el Maestro no se encontraba en Cuba. Sin embargo, regresa
a su Patria ante la trascendencia de los hechos, según
investigaciones llevadas a cabo por Eusebio Reyes, licenciado
cubano que se publican en "Canarias en América,
América en Canarias", La Prensa de Tenerife
(sábado 17 de abril 1999).
Nuevamente
en Cuba continúa trabajando y organiza tres festivales
en el teatro Auditorium, últimas actuaciones en
escenarios cubanos. Para esta fecha era indiscutiblemente
un gran músico internacional, especialmente a través
de las mundialmente populares "Malagueña,"
“Siboney,” "María la O,” “Siempre en mi Corazón,”
“Say Sí, Sí” (Para Vigo me Voy, “The Breeze
and I” (Andalusía) y muchas otras piezas musicales
que las grandes orquestas americanas (Glenn Miller, Artie
Shaw, los hermanos Tommy y Jimmy Dorsey, otras) hicieron
famosas en las décadas de 1940-50.
El
Maestro Lecuona era totalmente apolítico. No obstante,
el 6 de enero de 1960 partió hacia los Estados
Unidos, posiblemente al ser objeto de "mal trato
y consideración" por parte del recien instaurado
régimen cubano de Fidel Castro, que vería
en el gran músico que dió fama mundial a
Cuba, un prototipo burgués del régimen precedente,
donde, en Nueva York, habría de cobrar algunos
derechos de autor, no regresando más a Cuba su
tierra natal.
En
mayo de 1963 el Maestro Lecuona, en delicado estado de
salud, se econtraba en Tampa. Cuatro meses más
tarde, por decisión facultativa, viajó a
Canarias, la tierra de sus antepasados, desembarcando
en Santa Cruz de Tenerife, ciudad donde su padre había
nacido. Poco después, marchó a Málaga
en donde sería altamente homenajeado por su mundialmente
famosa "Malagueña.”
Siguiendo
viaje a Barcelona para tratamiento medico, se le recomendó
retornara al clima de Santa Cruz de Tenerife. En esta
ciudad atlántica se hospedó en el gran Hotel
Mencey donde parecía iba recuperando su salud.
No obstante, el viernes 29 de noviembre de 1963, el gran
músico universal dejó de existir en su habitación
del famoso hotel. En el vestíbulo del mismo, hay
una placa con su perfil y nombre conmemorando, en homenaje
póstumo, el año centenario de su nacimiento.
Igualmente, la placa, otorgada por el Centro Cubano de
Santa Cruz de Tenerife, es ofrecida en homenaje a la memoria
del gran pianista y compositor cubano de descendencia
tinerfeña.
Los
restos del Genio musical cubano de las "grandes manos"
descansan en el cementerio católico de Westchester,
Nueva York a la espera, según noticias publicadas
en el mes de abril de 2003, de que el régimen cubano
actual cese de existir y que Cuba sea libre de nuevo para
así poder honrar y cumplir con el deseo del ilustre
e insigne Maestro Ernesto Lecuona: ser inhumado en el
cementerio Colón de La Habana.
La
pérdida de este descendiente de "isleños"
causó consternación mundial, pero su extensa
y variada obra le mantendrá inmortal en todo los
ámbitos musicales del orbe.
Y
como dijera su sobrino (Rafael Lecuona, Ph.D., Profesor
Emeritus): “El Genio de Ernesto Lecuona habrá cesado
de existir, pero su música vivirá por siempre.”