POR
MARIO J TORRES
Admito que en ocasiones he tenido infulas de ser dueño
del mundo y una casi constante sensación de inmortalidad.
Ahora reconozco que fueron locas ideas inherentes a la
juventud porque al pasar de los años, me enfrento
a la dura, frustrante y a veces increible realidad de
sentirme viejo, cansado y de ver la muerte como algo real
y cercano pero eso nunca no podré dar a entender
ni a conocer en público porque sería una
gran debilidad. Lo que si no puedo negar que me siento
realizado en mi vida, he hecho lo que he querido, he sido
respetado, admirado, amado, odiado, temido, adulado, tratado
como ser superior y a esto último me he acostumbrado
y no niego que me gusta hasta el punto de que con la fortuna
que he acumulado pudiera irme de Cuba, cambiar mi identidad
y disfrutar de una nueva vida en los años que me
quedan pero no me acostumbraría nunca a que no
me dijeran más comandante, a no mandar y dirigir
el país; me sentiría muy solo en realidad.
Eso se lo dejo entonces a mi familia y descendientes,
que se están ya preparados para hacer una nueva
vida en el extranjero cuando yo no esté o si el
país lamentablemente cambiase de rumbo.
Esta vida, aunque ha sido de sacrificios, presiones, mucho
trabajo y privaciones por la seguridad personal y las
difíciles tomas de decisiones, para mi ha sido
también de placeres, no solo el de mandar sino
el de comer las mejores comidas y beber los mejores vinos
y tener lo mejor de lo mejor como el más exigente
millonario y por cierto, es verdad que no me había
dado cuenta que soy uno más.
Inicialmente, no tenía ideales claramente definidos,
solo los de un rebelde sin causa con deseos y capacidad
de liderazgo, pero luego me di cuenta que la causa lo
es todo y es lo que te hace destacar y eso era lo que
yo quería sobre todas las cosas. Ser escuchado,
admirado, ser importante, célebre y pasar a la
historia recordado como alguien. Es como jugar para un
equipo o para otro y ser bueno. Por eso fui oportunista,
en un final la política es siempre sucia, y aparte
de mi interna y secreta quizás envidia o celo por
los americanos la cual a estas alturas no me la he podido
explicar, vi la posibilidad de una causa en aquel campo
socialista que se enfrentaba a los norteamericanos en
una guerra fría en la que yo podría ser
protagonista también. Decidí entonces seguir
esa causa.
Tal vez, en un momento dado, vi la injusticia en mi pueblo
y tuve ideas de ser justo. Tal vez, en un momento dado,
quise el bien para los cubanos y arreglar el país.
Posiblemente en los primeros años pero no ser como
luego fui me hubiera condenado a ser un mediocre y no
el famoso testarudo y atravesado que soy ahora. Además
había que ser implacable y tomar partido sin ser
tan nacionalista. Eso hubiera sido muy aburrido para mi,
por lo que apliqué la regla de destacarme en ese
ideal costara lo que costara y cayera quien cayera aunque
no lo sintiera de corazón y supiera que era un
fracaso pero eso garantizaría mi inmortalidad y
haría mi vida.
Las cosas me han salido bien y he eliminado a todo el
que ha representado un obstáculo para mi. Me puedo
jactar que me he burlado de mis enemigos y de mi infalible
e invicto sistema de seguridad y contrainteligencia y
además de mi condición real de rey de una
intriga que siempre puesto a mi favor. Tengo espías
e informantes dentro de la isla y en todo el mundo y la
clave del éxito es mano dura sin compasión
y sin concesiones. La historia lo prueba que es así.
No me pesa nada en la conciencia, ni las falsas promesas
y plazos, ni las mentiras, ni los presos, ni los fusilados,
ni los ahogados, ni el sufrimiento del pueblo, ni haberme
mezclado con terroristas o narcotraficantes. Una vez que
se entra en esta lucha no hay cabida para una marcha atrás,
ni para remordimientos, escrúpulos o blandenguerías.
No me considero un asesino, ni un monstruo. Soy un revolucionario
y los revolucionarios no reparan en las formas para llegar
a sus fines. Toda muerte, injusticia o sufimiento está
justificada por la causa.
Se que he destruido al país y a tres generaciones
de cubanos. Se que nadie está conmigo; todos están
chantajeados, sobornados, comprometidos u obligados como
pasa con casi todo el pueblo, pero no me importa ni lo
uno ni lo otro. Debo cumplir mi objetivo en la vida de
morir como he vivido siendo siempre intransigente con
el ideal que escogí y así seré recordado.
La sucesión de mi sistema la tengo cuidadosamente
preparada con todas las variantes posibles como en juego
de ajedrez. Vivo para eso en realidad aunque Cuba no me
importa después que muera. Lo que quiero es que
mientras viva, yo pueda cumplir mi misión de no
dar mi brazo a torcer con mis enemigos del exilio en Miami
y con los opositores que tengo aquí a los cuales
no les permitiré reunión legal ni nunca
los reconoceré oficialmente, por el contrario los
iré eliminando a todos poco a poco.
A la opinión pública internacional, la seguiré
engañando con mi cabildeo en España y otros
paises y con mi propaganda, siempre con la ayuda del antiamericanismo,
las malas democracias y las recientes tendencias socialistas
encabezadas por mi amigo Chávez para así
ganar tiempo y ver de nuevo otro campo socialista que
nos de oxígeno. También, el petróleo
en la isla nos pudiera ayudar aunque quizás provocara
malas intenciones en los Yankees, pero eso siempre lo
sabría manejar en su momento.
Los que muchos se preguntan: ¿Por qué los
americanos no se "mandan" conmigo? ¿
Me tendrán miedo o soy tan insignificante para
ellos que no les importo? Seguro que hay un poco de cada
cosa porque ahora, por un lado, recuerdo lo de los hermanos
al rescate pero a la vez veo que ya estoy solo sin Unión
Soviética por lo que les soy menos peligroso pero...
¿Quién sabe si mi intriga mayor y mi principal
secreto sea haber hecho un pacto con mis más acérrimos
enemigos?