por Pablo Felipe Pérez G.
"La
Iglesia no tiene la misión de ser partido de oposición
que lamentablemente no existe en Cuba. Yo quisiera que hubiera
uno, dos o tres partidos con pensamiento distinto, pero no los
hay".
De
esta manera diáfana y sugerente, para considerar, se
manifestó hace pocos días el cardenal Jaime Ortega
y Alamino, arzobispo de La Habana; durante una conferencia -
sobre el futuro de la Iglesia - en la parroquia San Juan de
Letrán, de la capital cubana.
El
prelado, salvaguardado en la razón de ser de la Iglesia,
ha dejado bien definido que defenderá los derechos de
la institución y no relegará en modo alguno su
principal servicio para los cubanos según las reglas
y prácticas apostólicas. Argumentos, para encarar
con sabiduría la conminación y pretensión
de algunos opositores, de asuma la Iglesia partido frente al
absolutismo imperante en la isla.
Todo
mi ser coincide con está admirable posición, si
tenemos en cuenta de que existen más de 360 organizaciones
no gubernamentales de oposición, entre las que se conocen
Agencias de Prensa; Asociaciones; Coaliciones; Movimientos;
Confederaciones; Alianzas; Corrientes; Sindicatos; Uniones,
etc. Prueba indiscutible de la ausencia de unidad política,
aunque quién sabe algunas coincidan en el fin.
La
Iglesia bien pudiera ser intermediaria en una probable concertación
y conciliación - ejemplos hay en otros países
-; pero está conciente y consciente de la insuficiente
unidad en la oposición, y el vacío de líderes
convincentes, y coherentes preceptos éticos y sensibles.
En último análisis, sentido común.
Por
más de cuarenta años se ha desaprovechado la conveniencia
de dialogar entre nacionales, y especialmente el escuchar con
sapiencia las verdades. Actualmente, es una certeza la máxima
política enunciada por Maquiavelo: "Divide ut regnes";
que es la cotidianidad de algunos disidentes, opositores o defensores
de los derechos humanos. El principal pecado: la arrogancia,
vestida de protagonismo, perniciosos en la transformación
de los seres humanos, para domine las "pasiones" y
su intelecto.
Escéptica
está la generalidad de cubanos, en le día a día,
de sea realizable una transición hacia la democracia,
pues, se ha edificado en el corazón un altar, olvidando
no hacer del corazón un sanctasanctórum. Porque
se ha hecho oposición, al absolutismo castrista, con
ad ostentationem. También, realizado escaramuzas, con
la complicidad de las bajas pasiones y la obsesión. Los
"poderosos" del exilio rechazan cualquier criterio
sanamente igual, superior o discordante, que pongan en peligro
sus intereses especulativos. La prueba más reciente "Cuba
Refe 2003", un antijurídico y desatinado refendum.
Una
mediación imparcial de la Iglesia, permitiría
- a opositores y oficialismo - un diálogo con prudencia
y comedimiento. Un Proyecto Varela, el magnífico trabajo
de Cambio Cubano, pudieran ser alternativas que ayuden a sustentar
la soberanía de Cuba. Pero... hace falta concertación.
Se ha demostrado que en el proceso evolutivo, de los seres humanos,
es inevitable el antagonismo, bajo el principio de causa-acción-reacción-efecto.
No obstante, la lucha se debe subordinar a las rectas relaciones
humanas, con un enfoque honesto e integrador; y total desapego
a las experiencias dominadas por la miopía e "ignorancia",
que obstaculizan el acercamiento. ¿Es posible la unidad
del pueblo cubano - como nación -, para una transición
democrática? ¡Sí! En el momento que la oposición
tenga la capacidad de prestar atención, discernir con
franqueza, y el corazón sé conmueva, más
allá de la aspiración del beneficio personal.
En
este punto es cardinal saber que, salvo excepciones, la oposición
esta carente de honesta identidad entre discurso y propósitos,
pues se antepone lo personal y se descuida sistemáticamente
el contexto en que viven la mayoría de los nacionales,
en Cuba y el exilio. Nunca la unidad de propósitos debe
perjudicar lo sustancial y probo del universo cubano. Ya que
la convivencia y los poderes "legales" no podrán,
de ningún modo, justificar los argumentos peyorativos
de la descalificación y las actitudes permisivas, en
concomitancia con la "obsecuencia" de los gorrones.
Si se aspira construir una democracia en Cuba, es vital tener
voluntad, con mente abierta al discernimiento, la circunspección,
y el afecto; siempre presentes en el apostolado del Padre Varela.
Ahora
no faltara una nueva equivocación, de algunos opositores,
sobre las declaraciones del cardenal Jaime Ortega. Unos lo acusaran
de que es un colaborador del régimen y cómplice
de Fidel Castro; otros lo calificaran de marxista-leninista;
y quién sabe hasta lo incriminen para sea anatematizado
por el Vaticano.
Empero,
hay que tener fe de estos reclamos se silencien; porque auténticos
cubanos saben hay necesidad de servir al país con pundonor;
motivados en primer lugar por la conmiseración, luego
el convencimiento de la esencialidad y el indispensable amor.
Aspectos que educan el alma nacional; con su rica experiencia
del perdonar y el crecimiento espiritual; legítima consagración,
urbanidad, y constante reorientación ante las circunstancias
y la vida misma.
Es
pertinente reflexionen los disidentes, opositores, y defensores
de derechos humanos, y no coaccionar a la Iglesia cubana para
hacer política. Más talentoso es el pensar cómo
pudiera la institución - de manera neutral - ser arbitro,
en posibles diálogos entre todas las orientaciones políticas,
sociales y religiosas; para finalmente hacer frente al gobierno
de la isla, con una estrategia fusionada.
Estoy
convencido de lo benéfico y la percepción que
tiene la Iglesia, también de su comprensible posición.
Hay que respetar la rectitud del cardenal Jaime Ortega y Alamino,
porque es para los cubanos una mano amiga, pródiga de
indulgencia. Compatriota de pura cepa y excelso representante
de la fe cristiana. Además, firme protector de la misión
pastoral de la Iglesia, para el pueblo cubano esté más
cerca de la Esencia divina y prevalezca la Paz en Cuba.
¡Redimir
la Patria es posible! En la medida de que los cubanos - sin
parcialidad - sean sensatos, a la par de ideas creadoras y planes
dirigidos al bien común; ausentes de contumacia. Es decir,
encauzar la energía física y espiritual desde
el corazón, para enaltecer las acciones altruistas y
de buena voluntad, con decoroso propósito parabién
de la concordia nacional.
Medellín,
08 de junio de 2003.
Pablo
Felipe Pérez.
Apartado Aéreo No. 56381. Medellín. Colombia.
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