Por Alberto Salazar
Consciente
o inconscientemente, el público siempre había estado
esperando por ella. No tenía precisamente que llamarse
Lucrecia, pues el nombre era lo de menos.
El caso es que, después de una larga espera, Cuba y los
amantes de la música popular cubana parecen haber encontrado
a la figura capaz de llenar el vacío que lamentablemente,
dejara la inmensa Celia Cruz.
El
nombre, repito, es lo de menos. Pero no deja de ser curioso que
con las letras que forman el nombre de Celia Cruz puede formarse
completamente el de Lucrecia... y sólo sobra la «z»
final. Toda una casualidad.
Lo que de ningún modo podía ser casualidad era que
la posible sucesora de la otrora llamada Guarachera de Cuba, hoy
Reina de la Salsa, reuniera toda una serie de requisitos vocalísticos,
interpretativos, de dominio de la escena, de versatilidad en el
manejo de los géneros e incluso ¿por qué
no? de carisma y simpatía personal.
Y
todos esos atributos no discutamos si en mayor o menor grado que
Celia, pues ello a nada conduciría, los reúne Lucrecia
Pérez Sáez (Por cierto: las dos «z»
al final de sus apellidos, ¿no estarán pagando alguna
deuda anterior?)
Una
de las cualidades que más agradablemente uno descubre en
Lucrecia es su tremenda capacidad de improvisación, condición
muy valorada en los cultores
de la música popular cubana, y en particular entre quienes
hacen son.
La
muchacha
resuelve con facilidad
pasmosa frases de suma originalidad y las incorpora al texto como
si siempre hubiesen formado parte de él, cual si premeditadamente
estuviesen elaboradas para el caso. Y otra cosa: cuando efectivamente
sí han sido preparadas para el texto en cuestión,
Lucrecia las dice con una naturalidad tal, que el oyente se deja
«engañar» a gusto y quiere pensar que la chica
las acaba de inventar.
Lo mejor del caso es que Lucrecia «cuadra» la frase
o el giro melódico de que se trate, por más complejo
que sea, dentro del tiempo del compás. Y lo hace de una
forma tan limpia como inesperada, como sólo los grandes
saben hacerlo.
Otra
virtud apreciable en ella es su versatilidad. Lucrecia afronta
con iguales y altas posibilidades lo mismo un son que una guaracha,
un bolero o una balada: sencillamente no
hay género de la música popular cubana fuera de
su alcance. Mucho le ayuda a ello su agradable registro de soprano,
cuyo espectro se adapta a los requerimientos de cada género
al imprimirle a su voz la coloratura necesaria, el tono preciso,
la inflexión adecuada...
El tratamiento de cada género, por demás, demanda
de la voz sabores y sentimientos diferentes que Lucrecia es capaz
de resolver sin dificultad alguna: ella coloca y sostiene un agudo
donde debe ir, con la misma facilidad que lo hace con los tonos
graves. Y está también la conducta escénica
y el lenguaje gestual: la muchacha es ligera, arrebatadora,
pimentosa, pícara y guapachosa .cuando
el texto y la música lo exigen, pero en la pieza siguiente
puede parecer patética, sombría, nostálgica,
triste, si la canción del momento así lo reclama.
Cuba y los amantes de la música popular cubana en todo
el mundo llevan años esperando por un nuevo Benny Moré
y no se sabe cuánto durará aún la espera.
Pero respecto a la sucesora de Celia Cruz, todo parece indicar
que el conteo regresivo anda bastante avanzado. Todos desean que
haya Celia para rato, pero... siempre es una garantía tener
la sucesora a mano por aquello de que lo que abunda no hace daño.
En definitiva, el trono de la salsa es lo suficientemente amplio
como para ofrecer asiento a dos reinas.
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