En
la década del 40, y específicamente en 1948, Estanislao
Sureda ya hacía temblar la tierra en el mítico cabaret
Tropicana cantando con la orquesta de Ernesto Grenet. Pero en
puridad, y como él mismo admite, no fue sino hasta su ingreso
a los conjuntos de Senén Suárez y Casino, de Roberto
Espí, que vislumbra la puerta de entrada a la historia
de la música cubana. El umbral lo traspasaría con
su entrada en la Sonora Matancera en 1953.
Si soy como dicen un buen sonero me apunta enfático se
lo debo primero que todo a que mi santa madre me parió
en el barrio La Juanita, de Cienfuegos. ¿Captaste?
Ci-en-fue-gos. Tierra donde no ha nacido músico malo...
Apunta ahí: Benny (Moré), Espí (Roberto),
Delfín (Eusebio), Paulina Alvarez, Rapindey (Marcelino
Guerra), Lay (Rafael)... y un carajal más de músicos
con magisterio.»
Militante
de la ortodoxia sonera, a Laíto se le abrieron las puertas
de la grandeza cuando en 1948 ocupó la plaza que dejara
vacante Nelo Sosa en el Conjunto Colonial de Senén Suárez;
es el momento en que Laíto hace «estallar puros cañonazos
na'más» con las guarachas La negra Margot (Juan Rojas)
y Con suavidad (José Betancourt). Luego, exactamente en
1953,Laíto y Senén graban ese disco-joya tan perseguido
por los coleccionistas de exquisiteces:
Tumbao acaramelao, también con las voces de Raúl
Fundora y Miguelito Hernández, matrizado para el sello
Panart por el ingratamente olvidado ingeniero Ramón Sabat,
quien plasmó en una vastísima discografía
el sonido de las más valiosas agrupaciones de entonces.
«Pero lo mío no comienza con Senén, el Casino
o la Sonora dice Laíto. En el 47 ya yo había dado
jonrón con las bases llenas cuando canté con Cubavana
aquella guarachita... Mofaribale (Horacio de la Lastra), con dos
monstruos: Carlos Querol y Alberto Ruíz... Y en lo suave,
en el bolero, todavía se recuerda esa maravilla de Senén,
Eres sensacional, que años antes había sido un exitazo
en la voz del gran Alfonsín Quintana y que yo grité
para ese disco, Tumbao acaramelao.»
Inmodestia,
vanidad... Lo que se quiera, pero puras verdades. Estanislao Laíto
Sureda ha inscrito su nombre
en
el panteón sagrado de la música cubana y no hay
viento que pueda borrarlo. Una sola etapa de su larga carrera
artística con Senén, con Grenet, con los hermanos
Castro «...me pone orgulloso y con la garganta sabrosa para
cantar...».Los investigadores, los conocedores de aquellos
años espléndidos, recuerdan la entrada de Laíto,
a fines de 1955, al fenomenal Conjunto Casino y su interpretación
de Junto al cañaveral (Rosendo Ruíz Suárez)
con un coro de lujo: Roberto Faz, Rolito Rodríguez y Roberto
Espí.
Si
el estilo de Laíto se acomoda a algún formato es
a aquél creado por Arsenio Rodríguez con la alquimia
de su tres. «Sí, lo mío es el conjunto: piano,
contrabajo, bongó, una tumbadora encabroná, guitarra,
dos o tres trompetas y coro con cantantes que toquen maracas y
clave... Con eso y yo gritando, deja que la perra se coma el azúcar,
que se acabe el mundo... «¿La Sonora Matancera? Sin
dudas, uno de los mejores conjuntos que ha dado Cuba, con el de
Arsenio y el de Félix Chapotín...«Coñooo,
¿con la Sonora? Con la Sonora yo debuto en 1953 en Radio
Progreso, junto a Celia (Cruz) y Nelson Pinedo... Por cierto,
nunca se dice, pero toda la música cubana de los últimos
40 o 50 años le debe mucho a Severino Ramos, que me preparó
para ese debut mío.»
Laíto
se da un manotazo en la frente, como castigándose por haber
dejado escapar algo, y truena:
«¡Carajo!
Me hubiera gustado estar en los años 30 con Miguelito Valdés
en la Casino de la Playa, o en el Conjunto Casino con Nelo Sosa
y cantar con él y Espí el guarachazo Viejo Verde
(Agustín Ribot) o El telefonito (Silvestre Méndez)
¡Qué pitos los de esa gente! Antonio Machín,
Faz, Nelo, Vallejo, Barroso, Miguelito Valdés...
¿Y dónde dejar a Albertico Ruíz? Se le menciona
muy poco, pero hay que decir que con él y su Cubavana mucha
gente aprendió a cantar.
«Lo
mismo sucede con pianistas como Lilí Martínez Griñán,
Robertico Alvarez, José Picayo, Alfredo Sacasa, ese...Zapata
(Teodoro) del Colonial... Vayaaaaa... Lino Frías, Rubén
González... No, no, el que no aprecie a esa gente que no
venga a decirme que toca música cubana... Y si es son,
el son, mucho menos. Veinte comemierdas dicen por ahí:
`Lo de esa gente ya se murió...' Ah, sí, ¿y
por qué entonces siguen volviendo locos a los bailadores
de Colombia, Venezuela, Panamá, México, Puerto Rico...?
Haz la prueba: encarama un conjunto con el estilo del Casino,
la Sonora, Cubavana, en el escenario de Tropicana, y tú
verás que hasta las patas de las mesas salen a bailar.»
Tras
una posterior y rica etapa con el Conjunto Caney, del maestro
Benito Llanes, Laíto está viviendo la euforia de
haber resucitado luego de varios años de silencio.
«Colombia,
chico, los colombianos: ellos me han sacado del olvido; se acuerdan
de mí y de todos los buenos y fieles soneros. Ya he ido
varias veces allá y ahora regreso a mi Cali querida, a
mi Medellín, en fin, a esa Colombia donde ningún
cubano se siente extranjero... Ah, pero voy con mis hierros, con
mi propio conjunto, Laíto y su Sonora, que después
de cinco meses de ensayos ahí, ahí, ahí,
suena como a mi me gusta, bien soneao... Oye quiénes están
en mi tribu: Rolando Montero, El Muso, cantante; José Hernández,
hijo mío; Eduardo Hernández, mi nieto; Jesús
Vilches, bajo; Carlitos Rodríguez, timbales; Nicolasín
Mena y Lachy Lázaro Rodríguez, trompetas; Alejandro
Moya, tumbadora... Y yo, ¿no?, cantante. Ya tú sabes,
pa'Colombia a meter caña con el son alante.
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