Llevaba sombrero de castor carmelita oscuro y saco de dril
blanco, pantalón a rayas, zapatos amarillos. Estudiaba
con cuidado, a veces durante horas, su melena recortada,
partida exquisitamente a la izquierda y con un mechón
de pelo encrespado sobre la frente. Atrevido y soez como
las caras esencias con que se perfumaba, hacía alarde
de un arte especial para rendir a las mujeres y una mano
muy dura para controlarles el dinero.
Más de nueve décadas después, la imagen
casi mítica de Yarini, machazos tradicionales de
porte señorial y hábitos perdularios, poco
tiene que ver con la realidad de los hombres y mujeres que
viven hoy de explotar la prostitución ajena.
El especial proxeneta cubano de hoy se acerca más
al origen gitano de la palabra chulo, que significa cuchillo.
Es eso, un incisivo truhán, un típico sinvergüenza
que finge muchas veces una manera de ser pública
por conveniencia profesional, y al mismo tiempo la desmiente
con la conducta privada.
Aunque pudiera serlo, no es necesariamente un maceta, sino
más bien un buscón que se dedica a la caza
de posibles clientes para proponerles chicas de insuperable
belleza, o un oscuro auxiliar de equipajes, portero, ascensorista,
chofer de taxi o de Lada particular, guía o bailarín
de una dependencia turística que organiza a las prostitutas,
las representa y las introduce en los hoteles con fachada
de modelos y masajistas. Por diez dólares que le
dejan caer en el bolsillo, para hacerse de la vista gorda
en el parqueo del aeropuerto, donde el que paga propone
sin recato un programa turístico alternativo al recién
llegado. O los que saben que su vivienda rentada sirve de
solapado burdel y hasta disponen
de servicio de cafetería, restaurante, videos pornográficos
y sábanas limpias por precios que oscilan entre los
quince y ochenta dólares diarios, según la
demanda.
El Regi
– ¿Cómo te ganas la vida?
– Luchando de muchas maneras. Cambio dólares,
jineteo, compro y vendo películas porno, consigo
niñas...
– ¿De todo?
– De todo. Especialmente contacto gente, y «cuadro»
fotos, que son una manera bastante limpia de hacer plata.
A un italiano, el otro día, le reuní un grupito
para eso. Nos fuimos para Varadero, aunque no estuve directamente
en el asunto -me cuido la cara, oíste-. Esa sesión
me dejó 500 dólares. También tengo
un socito español, un viejo homosexual que vive hace
tiempo aquí y al que le gustan los pepillos. Es una
mina. Le busco los muchachos y él paga bien.
– Muchachos, ¿de qué edad?
– De 13 a 15 años, más o menos.
– ¿Cómo logras que se presten para eso?
– No los engaño. Les digo que si quieren un
jeans tienen que ser amables con el viejo y hasta puede
que se les peguen otras cosas. Se los digo clarito: Yo sólo
pongo el pan en esta historia.
– ¿Y eso qué significa?
– Las putas hacen el pan, se acuestan con el yuma.
A
mi me toca ponérsela al extranjero como a él
le gusta, lo mismo blanca que negra, hembra o varón.
Les disparo a la cara, pero cuidándome, cuidándome
bien.
– ¿De qué manera puede cuidarse uno
en este ambiente?
– Por ejemplo, no metiéndose en asuntos de
trata de mujeres. El otro día conocí aun portugués
que quería diez jineteras para un negocio en grande
fuera de Cuba. En eso no me meto ni loco, porque ellas mismas
te echan pa’lante cuando se descubre todo. Y eso es
fácil, pues quién no se da cuenta con tanta
gente yéndose para un mismo lugar, en un mismo avión
e invitada por la misma persona. Hay quien no tienen idea
de cómo es este país y se creen que es jamón
hacer aquí un negocio de ese tipo. Ahora está
muy difícil la entrada a los hoteles, pero por treinta
dólares un portero que conozco me deja pasar a un
cabaret, donde es fácil proponer negocios entre gente
de billete... Por supuesto, yo no me regalo. Si ando con
un extranjero, me tiene que acompañar en el turistaxi
hasta la casa y por otro lado, hay que tener chispa para
elegir y para poder después estrallarse sin problemas
contra una shopping. «En esto también hay que
darse su lugar. Aparentar decencia, familia en los Estados
Unidos que manda dinero, etc... La apariencia es muy importante.
Uno vale lo que aparente, y olvídate de lo demás.»
– ¿Has tenido problemas con la policía?
– Tengo expediente de peligrosidad por una bronca
con un jinetero, que quería cogerse para él
sólo el Triángulo de las Bermudas (la zona
del Hotel Cohíba, el Riviera y el Cupet de Paseo
y Malecón). Aprendí la lección. El
que se mete conmigo sabe a lo que se expone, pero ya no
me dejo provocar. Hace poco un chulo quiso hacerme competencia.
Le pagué doscientos dólares a unos socios
y le dieron tantos golpes que todavía debe estarse
acordando.
– ¿Drogas...?
– De eso no hablamos, muñeca, porque ahí
sí que le parten la vida a cualquiera.
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