Por
Oscar Peña
Tratar de apresurar la sucesión puede ser también
una forma de adelantar la transición y el cambio.
Sin embargo, los últimos partes que se observan de
la meteorología política cubana están
reportando errores de perspectiva de personalidades interesadas
en redimir a Cuba. Creo no errar si afirmo que la mayoría
aclama aceptar sólo la transición y rehusar
la sucesión. Lo he escuchado de Jaime Suchlicki,
Antonio Jorge, Diego Suárez, Remedios Díaz
Oliver, Silvia Iriondo, Ninoska Pérez Castellón,
Carlos Pérez, Antonio Calatayud, Roberto Martín
Pérez, Eusebio Peñalver, José Sánchez-Boudy,
Conte Agüero, Rodríguez Aragón, Cary
Roque, Félix Ismael Rodríguez y otros conductores
del exilio cubano.
Armando
Pérez-Roura, posiblemente el más influyente
en la formación de opinión entre los primeros
exiliados de Miami, es todavía más exigente
y sólo aboga por un derrumbe total y súbito.
A todos ellos los respeto, aprecio y considero sanos e inteligentes
cubanos que están comprometidos en alcanzar la libertad
de Cuba, pero lamento que no sepan --o no traten-- de fertilizar
todas las vías que nos pueden llevar a la meta de
emancipación. También la sucesión es
una de ellas.
Valga
una adelantada aclaración para otros compatriotas
de imaginación porfiada en buscar desacreditar aquello
que no han propuesto o aprobado: también mis deseos
personales son de un cambio veloz, auténtico, humano
y saludable para la problemática cubana, pero las
aspiraciones no pueden nunca cegarnos y autoexcluirnos por
nuestra inmovilidad del terreno cubano. Cabe en el caso
cubano una pedagógica pregunta para los de pensamiento
muy puro y rígido: ¿dónde está
el botón que uno pueda tocar y se den nuestros deseos
de transición acelerada y transformación total
de Cuba?
Es
sólo con el estudio minucioso de un terreno que se
concluye cuál es el mejor tratamiento para recoger
una cosecha. Por ello de los que estamos opuestos a la dictadura
de Fidel Castro se demanda un alto olfato político
para alcanzar pensamiento y actitudes de estadistas donde
el propósito no sea en estos momentos que gane una
parte, sino la nación cubana. La denuncia diaria
no resuelve el mal. No hacer otros esfuerzos es convertirse
también como Fidel Castro en un obstáculo
y un freno para el cambio en Cuba.
Definitivamente
toda sucesión es cambio. Hasta en el hogar privado
cuando el padre se retira o muere los hijos cambian el inventario
y el panorama de la vivienda. Así será también
en la sociedad cubana. Militar o civil el sucesor. Sea Julio
Casas Regueiro, Carlos Lage, Colomé Ibarra, Fernando
Ramírez de Estenoz, Ricardo Alarcón, Eusebio
Leal, Leopoldo Cintras Frías, Ramón Espinosa
Martín, Felipe Pérez Roque, José Luis
Rodríguez, Pedro Sáez Montejo, el sustituido
Marcos Portal, hasta el propio Raúl Castro u otro
que está hoy a la sombra, traerán inevitablemente
aire fresco que rápidamente se convertirá
en permanente fresco.
¿Cómo
pueden ayudar el exilio y la disidencia a la sucesión?
No es difícil, la inversión política
no es costosa. Es con mensajes sinceros de apoyo y estímulo
a los posibles sucesores. Expresándoles que sabemos
que es Fidel Castro quien fomenta el odio y el miedo y el
que trata de fortalecer la duda y el temor a la apertura.
Romper las filas de la dictadura con nuestro mensaje de
salvar a Cuba entre todos. Entender y trasmitir que son
la hermandad y la comprensión entre los buenos hijos
de Cuba --considerable mayoría-- que están
en el pueblo, en el exilio, la disidencia y en esa cifra
grande atrapada dentro de las filas del régimen,
el motor y la base para la transformación y reconstrucción
de nuestro país.
Los
cubanos que integran el Buró Político, el
Comité Central del PCC, el Consejo de Estado, los
dirigentes y diputados de la Asamblea Nacional del Poder
Popular, los militares del MINFAR y oficiales del MININT
deben llegar a la valiente conclusión de que es Fidel
Castro, con casi 80 años, el que sigue obstinado
en mantener al pueblo cubano con un candado económico,
político y social, y sacrificando recursos humanos
y materiales en misiones internacionalistas en búsqueda
de su gloria personal y su ego. Es hoy el máximo
culpable de la grave situación de Cuba y el responsable
de un posible enfrentamiento civil que ningún cubano
sensato debe desear; pero mañana seremos culpables
todos si no tenemos el valor de hacer con premura hoy pactos
entre sectores reformistas y de buena voluntad del gobierno
cubano y el exilio y la disidencia interna.
Exhortamos
a las dos partes cubanas a un comienzo viable. No se trata
de un golpe de estado ni de asesinar o meter en una prisión
a Fidel Castro. Aparte del miedo justificado que tienen
todos en Cuba, tampoco se odia a muerte al carcelero que
se ha tenido por casi medio siglo. Lo que proponemos es
su jubilación. Es hora de retirarlo en una finca
y entre los sucesores, el exilio y la oposición interna
negociar un pacto de transición donde todos pongamos
el hombro para hacer de Cuba un país próspero,
decente y civilizado.
No
tengo dudas de que hacer lo que propongo es más ético
que estar esperando la muerte de Fidel Castro, o seguir
los dirigentes en Cuba complacientes con las arbitrariedades
del comandante en jefe, o desertando en el extranjero; y
más ético que los quejidos y denuncias diarias
del exilio y la disidencia, abrumando a amigos extranjeros.
Hacer entre cubanos sería virtud doméstica.
Los buenos cubanos de los dos bandos están invitados
a hacer camino al andar...