Por
Jorge Felix
Editor del Semanario ¨El Veraz
"A
la memoria de mi perro Liev"
¿Qué
de dónde soy? Bueno dicen que soy oriundo de Alemania,
pero mentira nací en la Habana Vieja… eso es lo que creo,
bueno no lo creo… que es así, nací en una
barbacoa de la Habana Vieja en el 1989 y soy un Bóxer cubanísimo,
yo y como 6 hermanos míos más nacimos allí
en aquel estrecho cuartucho, donde vivían además
como 7 personas sin exagerar.
Bueno
mi padre debió de ser tremendo semental… como todo buen
cubano. Yo era el más gordito de todos y vivíamos
bien apretados en aquella barbacoa, con un calor que pa que contarles.
Pero
cuando tenía como 20 días de nacido… vino a esa
casa… si se le puede llamar casa a aquello, el hombre más
alto y fuerte que había visto a tan corta edad,
me cogió con una mano y me miró, me dio como cuatro
volteretas en el aire, me abrió la boca y me cogió
por la parte de atrás del cuello y dijo: ¡Este
es el bueno! Y de pronto vi que dio un dinero al
viejo que me tenía allí y me llevó
con el.
Era
la primera vez que salía de aquel lugar, cogimos por toda
la calle Habana, ¿qué cómo me sé la
calle? Pues porque mi dueño repetía mil veces orgulloso,
cómo me había encontrado.
Bueno
pues sigo con el cuento… pues cogimos por toda la calle Habana
¡Dios mío que peste! Yo había sentido peste
en la barbacoa donde había vivido, pero en la calle era
peor, coño que peste a mierda por todos laos, no era que
yo tenía tremendo olfato... no, era que había tremenda
peste a mierda.
Después
cogimos por la calle Acosta, ya le expliqué por qué
me sé los nombres de la calles… bueno cogimos por la calle
Acosta, la peste no disminuyó, se acrecentó y el
hombre llegó a un lugar donde habían muchos autos,
era una Terminal de ferrocarril y juntos nos montamos como 10,
en una máquina de alquiler donde solo cabían 6.
¡Qué
calor coño! Y eso que me dejaron en la parte de la ventanilla.
Cogimos por donde había unos leones grandes, grandes, grandes,
pero que no se movían y después doblamos
y cogimos por un lugar grande, grande también y que de
la parte de allá estaba el mar, ¡qué fresco
coño! ¡qué fresco!... por fin se fue la peste
a mierda.
Al
fin después de recorrer un largo camino, el hombre se bajó
conmigo y caminamos, bueno caminamos no, el me llevaba cargado,
pero solo una cuadra y tocó la puerta de una casa, pero
aquello no era una casa… era un palacio, bueno pa que decirles,
de estar en una barbacoa en la mugrienta Habana Vieja, a estar
en aquella casa en el Vedado, era como del sol a la tierra.
Cuando
se abrió la puerta, salió una mujer, con una barriga
inmensa. Se puso contentísima, me alzaba, me besaba y yo
hasta me contagié con aquello, que empecé a pasarle
la lengua por toda la cara, entonces ella le preguntó a
el ¿cómo le pondremos? El sin pensarlo
dos veces le dijo: Liev, le pondremos Liev
como a León Tolstoi.
Bueno
queridos amigos, no puedo negarles que era muy querido, todos
en aquella casa me amaban, era el consentido, el mimado de toda
la casa. Me dejaban subirme a los viejos muebles, me subía
en las camas y les digo que mi dueño, tenía un amigo,
que trabajaba en un matadero y me traía tremendos pedazos
de carne y huesos, osea que comía como un león.
Y lo amplia que era la casa, podía correr por todos lados
y tenía un patio inmenso y un jardín, que le daba
la vuelta a toda la casa.
Pero mi lugar preferido era, dormir debajo de la cama de mis dueños,
me sentía allí seguro con ellos y ellos conmigo.
Me
tuve que acostumbrar a muchas cosas, a los ruidos de aquella cama
en las noches, si les digo que mi dueño, la hacía
sonar todos los días, no les miento, oía gritos
y tal parecía que aquello no terminaba nunca y después
venía la calma por fin.
Pero bueno que para que contarles, que una ocasión que
nunca se me olvida, después del traqueteo acostumbrado
de la cama, de pronto mi dueña se paró en el piso,
abrió las piernas y votó como un chorro de agua.
¿Que le había pasado? Todos en la casa se alarmaron,
la mamá de mi dueña y mi dueño, todos corrieron
como locos.
Me
quedé con la abuela, así le decían todos
a ella, y me pasaba la mano por la cabeza con mucho temor, pero
no sé por qué, porque
yo era bueno, pero eso si… me di cuenta que quizás era
por mi boca tan grande.
Nada,
pasó un día entero, y yo preocupado, me paraba en
el portal de la casa, daba la vuelta a toda la cerca del patio
para ver si venían, pero nada.
¿Se
habrían ido y me habían dejado con la abuela? Pero
si la abuela no sabía ni cocinar, ¿cómo se
le podía ocurrir hacer eso?
Por fin al segundo día, que estaba yo ya a punto de resignarme,
vi que una máquina paraba frente a la casa… me volví
loco de alegría eran mi dueño y mi dueña,
pero había algo con ellos, ella tenía una cosa en
los brazos. La alegría de los vecinos fue inmediata, todos
fueron a ver a aquello, que yo no sabía que era.
Hasta
que pude olerlo y verlo… era el niño más lindo que
había visto en mi vida, tenía los ojos azules, rubio,
lindo, lindo, me gustó tanto, que le pasé la lengua
por la plantica del pie, qué olor tan rico, ese olor se
quedaría para toda mi vida.
Si
les digo que crecí con el, no les miento, si el lloraba
en la madrugada, yo empezaba a ladrar para que mis dueños
despertaran, si el se hacía pipi en su corralito, yo avisaba
a mis dueños. El se acostumbró tanto a mis ladridos
que a veces me imitaba, creo que primero aprendió a ladrar,
que a hablar, yo ladraba y el me imitaba y se reía.
Por
eso lo quería tanto, porque era mi otro yo, cuando fue
más grande yo también fui mas grande y juntos corríamos
como locos por aquel inmenso patio.
Paseabamos
mucho por todo el malecón, pero lo que más me gustaba
era ir al parque que habia cerca de la casa, los tres salíamos
juntos siempre, mi dueño, el niño y yo... desde
luego a mi niño, no le quitaba un ojo de encima, todos
los demás niños en el parque, me tenían miedo
y yo dejaba que el me metiera la mano en la boca y delante de
todo el mundo me apretara la lengua. Todos los demás niños
se sorprendían.
Era mi niño chiquito.
Recuerdo
una ocasión, en que veníamos de regreso del parque,
mi niño iba delante y de pronto, salió
un perro Doberman de una reja de una casa y abriendo la boca se
lanzó sobre mi niño con rabia.
Pero ¿qué se imaginan ustedes que hice yo?… pues
no le di tiempo a nada… a solo medio centímetro de la cara
de mi niño, me lancé sobre aquel feo perro y como
yo tengo mi boca tan grande le mordí todo el hocico y le
cerré la boca, uniendo la mandíbula de arriba con
la de abajo, la mordida era tal que los quejidos del perro se
oían en toda la cuadra…
Para
que contarles, un perro sin su boca no es nada, se quedó
inmóvil.
Solo
lo solté cuando mi dueño me dijo: ¡Suéltalo
Liev, suéltalo! No me fui sin antes mirar
que le había hecho unos huecos en el hocico… cómo
se le ocurría a el hacerle eso a mi niño, es posible
que otros niños lo hubieran maltratado a el, pero mi niño
en concreto ni lo conocía y aunque mi niño lo hubiera
conocido, solo le hubiera dado amor, así que lo siento
por el.
Así
me pasaba la vida al lado de el, cuando lo acostaban, yo entonces
descansaba y me tiraba en el piso, al lado del sillón de
mi dueño en el portal, y entonces oía a mi dueño
conversar con el vecino.
Mi
dueño siempre hablaba en contra del gobierno desde que
me trajo, desde que tuve uso de razón y mientras se expresaba,
el vecino callaba, nunca decía ni si ni no.
Mi
dueño, leía muchos libros prohibidos y quizás
estaba más informado que otros, pero el era diferente,
los otros como que repetían lo mismo siempre a favor del
gobierno.
Yo
de eso no sé…. Yo solo sé que a mi lo que me molestaba
era, que a la hora de yo ver en la televisión, mi programa
favorito que era ¨El perro Dinky¨ ponían
a un barbú ahí… que se ponía a hablar horas
y horas como un comemierda sin mear.
Cuando
lo quitaban pa ponerlo a el... mí niño y mi dueño
al unísono decían: ¡Me cago en
la madre que lo parió!
Mientras
yo me quedaba con la ganas de ver a mi actor preferido, un perro
cómico que todo lo rompía y lo tumbaba.
De
pronto no sé que pasó, en la avenida en la que vivía,
casi desaparecieron los carros, apenas había transporte,
se podía uno acostar en el medio de la calle y empecé
a ver a la gente más flacas, muy flacas, vi personas caerse
delante de la cerca de mi casa, muchas gentes iba a ayudar al
caído y lo único que la persona decía como
delirando, tengo hambre, tengo hambre.
Al
paso del tiempo, así vi muchas personas y no solo ellos
pasaban hambre, mi dueño siendo ingeniero y teniendo empleo,
no tenía que llevar de comer a la casa, la dieta mía
del matadero desapareció, no había vacas que matar,
no había nada.
Mi
dueño empezó a conseguir pescados llenos de espinas,
para poder alimentarnos… a ellos con un pescado le alcanzaba o
al menos creo yo, pero mi dueño me daba dos pescados y
me hacía una sopa de cabezas de pescado en un caldero grande
y eso era lo que comía yo, imagínense ustedes… tuve
que comer eso… no había más na.
Pero
lo peor era, cuando se iba la luz, que era todos los días
¡Qué tristeza Dios mío! solo podíamos
irnos a dormir, no había nada que hacer. Eran horas y horas
sin luz.
Mis
dueños me vigilaban constantemente, porque a Chicho el
perro de la esquina, un perro sato, que siempre venía a
mi cerca a ladrarme, encontraron solo su cabeza en el latón
de la basura, alguien lo mató para comérselo.
Eso
no me lo contaron, lo vi yo con mis propios ojos… vi cuando sacaron
su cabeza del latón de la basura.
De
pronto mis dueños, empezaron a bajar también de
peso, yo estaba preocupado, porque se quitaban la comida de ellos
para dárselas al niño y trataban por todos los medios
de alimentarme a mi, pero no lo lograban desde luego, yo siempre
tenía hambre. Pero mis dueños bajaron mucho de peso,
parecían cadáveres, mi dueño tan alto, llego
a pesar 110 libras y solo tenía 33 años.
Un
día cuando iba caminando con mi dueño, cayó
en el medio de la acera, nunca pensé en ver que aquello
le pasara a mi propio dueño, siempre creí que era
fuerte, grande, imponente y verlo allí en el piso me partió
el alma, me lancé sobre el y empecé a lamerle los
ojos que lloraban y yo lloré también.
Estaba
desesperado, empecé a ladrar con lo que me quedaba de fuerzas,
tratando de que me ayudaran, llegaron muchas personas y lo sentaron
contra una pared, mi dueño empezó a volver en si.
Estaba pálido como el papel y yo no me quedaba tranquilo,
no podía estarlo al verlo en ese estado.
Por
fin con ayuda de las demás personas, logró incorporarse,
yo empecé a mover mi cola y saltar sobre el, al verlo de
pie y caminando, porque lo que más me preocupaba era, que
se hubieran llevado a mi dueño a algún lugar y regresar
yo solo a la casa.
El,
al ver mi preocupación me pasó la mano por mi cabeza
y me dio un beso en mi boca con sus pálidos labios.
Un
día de agosto de 1994 sucedió algo, empecé
a ver Helicópteros volando por todos lados como moscas,
muchos policías en camiones, muchos hombres con caras de
policías, vestido de constructores, ¿que por qué
lo sé? Pues porque mi olfato no me engaña, huelo
los policias a kilometros de distancia, no sé por qué,
pero siempre odié a los policías, los delincuentes
y a los borrachos, de hecho cada vez que le ladraba a un policía,
mi dueño me decía bajito: ¡Liev
cállate que te van a fusilar!
Ese día el vecino que nunca hablaba, llegó loco
de contento a la casa gritando:
-
¡Se formó cojones, se formó, se cayó
el comunismo!
Mi
dueño contento lo abrazó. Lo oí decir explicándole
a mi dueño:
- Le están cayendo a piedras y a palos
a los policías, hay revueltas, le sacaron un ojo a un tipo
del gobierno, los policías se mandan a correr, tiraron
un tanque lleno de piedras desde una azotea contra un carro de
la policía y
lo reventaron, aquello es incontrolable, están rompiéndolo
todo, de esta se cae el hijo de puta de Fidel Castro.
Mi
dueño decía: que lo maten cojones por tanto
daño que le ha hecho a este pueblo.
Pero
al terminar la tarde, según dijeron, la manifestación
sola se apagó y las esperanzas de tantas personas desaparecieron
con ella.
En
una ocasión que nunca lo hacía, me miré al
espejo y me vi, tenía la cabeza grande como siempre, pero
todas mis costillas se veían, podía hasta contarlas,
mi estomago se había casi pegado a mi espalda, estaba ya
igual que mi dueño.
Me
preocupé mucho, pero bueno peor suerte tenían otros
perros… porque las gente no podían alimentarlos, los botaban…
vi
a un Pastor Alemán, un Doverman, vi a otro Bóxer
como yo, todos flacos y llenos de garrapatas, medios ciegos, vi
perros satos por montones escarbando y peleándose entre
ellos por un pedazo de pan en los latones de basura, como también
vi a personas fajándose con los perros por la poca comida
que encontraban en los latones de basura.
Una
tarde llegó un sobrino de mi dueño de muy lejos,
hablaron un rato y entonces mis dueños y mi niño
se sentaron en la sala de la casa y me llamaron, mi dueña
con lágrimas en los ojos empezó a decirme: Liev
mijo, te irás para el campo, allí podrás
alimentarte, es solo por un tiempo.
Oí decir a mi niño: Pero mamá, solo un
tiempo hasta que todo pase… Y mi dueño decir: Si
hijo es solo por un tiempo, hasta que podamos alimentarlo, mira
lo flaco que esta… se nos va a morir.
Bueno,
hubo muchas lágrimas, en mi despedida, pero ¿por
qué me iba a morir?... y suponiendo que me fuera a morir,
prefería morirme al lado de ellos, pero sé que me
amaban, pero no querían verme morir, ni que muriera. Ese
fue mi consuelo.
Me
llevaron en una máquina bien lejos de la Habana, allá
en San José de las Lajas, donde vivía el sobrino
y que tenía una pequeña finquita, donde sembraba
boniatos, plátanos y calabazas.
Así que me alimentaban con boniato, comía mucho
boniato, me gustaba el boniato y me recuperé, me puse fuerte
como un toro. Era una familia joven con dos niños y me
trataban bien.
El
sobrino se sentía muy orgulloso de mi, me paseaba por todo
el pueblo, que a propósito había tanta hambre o
más que en la capital y bueno yo tumbaba flacas vacas y
flacos caballos cosa que lo llenaba de orgullo, además
cuidaba toda la finca, nadie le robaba nada… al verme
allí era suficiente para que nadie tratara de hacerlo.
Una
mañana divise a unas personas bajarse de un camión,
alcé mi hocico al aire y sentí el olor tan querido
de mi niño, de mi dueña y mi dueño…
corrí como un loco y brinqué la
cerca y los alcancé… cuando llegué frente a ellos
me oriné de la alegría, mi niño estaba loco
de contento, me abrazaban, me besaban.
Era el día mas feliz, eso si los vi un poco más
delgados, me preocupo mucho el niño, que lo vi flaquito
como nunca.
Aquel
día fui muy feliz, cuando se fueron me prometieron que
volverían… y así lo hicieron, venían cada
10 días a verme, a veces incluso cada menos tiempo.
Un
día llegaron a la casa y juntos me llevaron a un médico…
el médico me miró la piel con una lupa, me sacó
un poco de sangre y a los pocos días, volvió mi
familia y los oí decir alarmados: ¡Cáncer
en la piel!
¿Qué
era eso? ¿qué es eso? nadie me decía, pero
bueno, me di cuenta que tenía muchas cosas en la piel y
que no se me curaban.
Ese
mismo día, me llevaron de regreso a la casa del Vedado,
me alegró mucho volver a mi casa, aquella si era mi casa,
mi dueño trajó un saco de boniato y me
lo mezclaba con aceite de hígado de bacalao. Los vi constantemente
preocupados por mí
Un
día queridos amigos, me sentí muy cansado, me metí
debajo de la cama, donde siempre me gustó estar, pero no
estaba cansando... en verdad, me sentía morir, uno
sabe cuando va a morir, uno empieza a mirar a los que amó,
lo que amó, los recuerdos y como que a uno le entra cierta
resignación.
¿Qué
cuándo morí? No lo sé, no lo recuerdo, solo
sé que fue una madrugada debajo de la cama... mi dueño
me sacó de alli y vi llorar a toda la familia… si... aunque
no lo crean... yo los vi y lloré también, por verlos
así... Mi niño, mi chiquitico... no llores.
Sentía
lástima y piedad por ellos, quería protegerlos por
toda la vida… y ahora ya... no podré hacerlo.
Me
enterraron en el patio de la casa, hicieron una cruz de madera
y la clavaron sobre mi tumba y pusieron allí en una lápida
de madera: ¨Liev, tu familia nunca te olvidará¨
Mirándolos
allí delante de mí tumba llorar, no tuve menos que
pensar que tuve suerte, fui amado, muy amado y les diré
una cosa queridos amigos, si volviera a nacer a pesar de todo,
volvería a nacer en aquella casa cubana y si volviera a
morir… moriría allí. |