Triste
figura cabalgante con sentido quijotesco
Carlos
Castro Álvarez
Lo
que me motiva a escribir este artículo, es precisamente
el interrogante del título. Pregunta que muchas personas
se hacen al conocer el asunto. Me refiero concretamente a uno
de los tantos fenómenos generados en Cuba, a principios
de la década de los 90, derivado de la depresión
económica. El jineterismo.
El fenómeno pudo comenzar con el ucase de 1959, que puso
fin al libre ejercicio de la prostitución (no a la prostitución
en sí); acción represiva que, como tal, ha sido
fuente de otra terrible corrupción: ese engendro llamado
doble moral.
Volviendo a las interpretaciones, mi criterio es que ambas soslayan
lo principal, a saber: que el jineterismo sexual no es más
que un simple desprendimiento del jineterismo moral, practicado
por la mayor parte de la sociedad cubana desde principios del
proceso comunista.
Es interesante como una sola palabra puede trasmitir una imagen,
una idea, una lectura múltiple. En el mundo del lenguaje,
la unión de simples letras -signos- es capaz de darnos
un significado; de expresar un sentimiento para un grupo de personas;
relacionar los sistemas humanos y hacer comprensible un mundo,
donde ³lenguajear², se ha convertido en una aventura
fascinante.
Y pienso en lo difícil que sería para un no cubano
entender el significado de la palabra jinetera. Le invito pues,
amigo lector, a hacer un simple ejercicio de interpretación:
¿Por qué en Cuba no es prostituta? ¿Por qué
no es, como la conocieron mis padres y abuelos, una mujer de la
calle?, como las que solían encontrarse en los barrios,
Pajarito y Colón.
He pensado que se pudiera tratar de un simple eufemismo para suavizar
la crudeza de la palabra correcta. Es difícil para todos,
sin excepción, asumir en público o privado semejante
denominación.
También es un hecho de que en ciertos hogares y grupos
de nuestra comunidad, la jinetera se ha convertido en fuente de
ingresos, en moneda dura, y somos testigos de cómo se le
cuida el sueño, su alimentación y hasta la burla
o crítica más sana. En muchas ocasiones la llegada
de una de éstas a la cuadra, se convierte en un acontecimiento.
Es como si llegara de fuera el vecino que emigró hace 30
años.
Es posible que nuestra jinetera no se ajuste a los parámetros
del ejercicio en otras latitudes. Su construcción psicológica
y social difieren en cuanto a historia. Pero tampoco encuentro
una explicación racional al término, porque aún
en la más aséptica concepción y precedente,
la renta del cuerpo y del alma, -éste último alquiler,
el peor de todos-, no justifica trastocar una palabra por otra.
Lenguaje como envoltorio de una idea o un tipo, historia y construcción
social, en ambos referentes parece no hallarse una explicación
a un fenómeno mucho más complejo de lo que nos parece.
Pero el objetivo de este artículo no es ir a las raíces
históricas o lingüísticas de la palabra jinetera,
sino al inicio, allí dónde una considerable, diríase
mayoritaria parte de los cubanos, no conocimos la prostitución
y nos encontramos, sorprendidos por las evidencias, sin soporte
subjetivo para comprender el fenómeno. Muchos se hallan
desvalidos para comenzar a entender el problema. Es cierto que
la prostitución en Cuba tiene particularidades distintas
del ejercicio en otros lugares. Que las condiciones históricas
en que se ha desarrollado, y los actores, son diferentes. Quizá
por eso el concepto de jineterismo, aunque no aceptado por muchos,
pudiera ser una etiqueta singular para comenzar a organizar los
instrumentos que permitan, primero, comprenderlo y después,
con una visión desprejuiciada, valiente, incluso científica
en lo social, cultural y económico, combatirlo.
¿Qué
prostitución tenemos?
Las personas que se dedican a ello tienen relaciones sexuales
casi exclusivamente con extranjeros a cambio
de una o varias condiciones fijadas o no de antemano. No acostumbran
a mantener relaciones exclusivas con un hombre (o una mujer),
sino que aceptan al que esté dispuesto a pagarles y es
ésta su mayor fuente de ingresos, aunque en general, no
es la única. Ejercen la prostitución de manera regular
y no se consideran prostitutas (o prostitutos), concepto en sí
mismo que les parece denigrante, no así el de jinetera
o jinetero que se emparenta más con la categoría
de ³luchadores² o trabajadores sexuales en el cual se
reconocen.
Lo que los impulsa hasta aquí básicamente ha sido
la opción de ganar, sin demasiado esfuerzo físico,
lo que sustentaría sus modelos de felicidad: una moneda
de alto poder adquisitivo en el bolsillo, ropas, zapatos de moda,
joyas, cosméticos, comidas, artículos de electrodomésticos,
paseos, estancias en hoteles y playas, y en no desdeñable
medida, la posibilidad, de la tan buscada, por la mayoría
de la juventud, salida del país.
Suponer que una jinetera vende su cuerpo por simples necesidades
materiales, además de ser un argumento falible, oculta
la cara más importante del asunto. Nuestras abuelas limpiaron
pisos, cocinaron mucho y lavaron para la calle y no fueron prostitutas.
El factor económico no puede soslayarse. Pero sobrevalorarlo
es insostenible: por decenas de jineteras hay cientos de muchachas
y muchachos que salen a trabajar, hacerse la vida de mil formas,
sin llegar a prostituir su cuerpo.
También la absolutización de los factores familiares
en el ejercicio de la prostitución pueden conducir a una
idea equivocada; o peor, a una intromisión en las dinámicas
familiares. A nadie, sin embargo, le debe caber duda de que es
la familia y los valores que en ella se trasmiten, un elemento
valiosísimo para las nuevas generaciones.
La ruptura del vínculo afectivo, comunicativo, e ideológico
con la familia de origen, ocasiona vástagos que crecen
en silvestres praderas estériles o en estepas llenas de
depredadores. Hay innumerables trabajos sobre el tema, incluso
en Cuba, que apoyan la idea del factor familiar como un elemento
propiciador y perpetuante de la prostitución.
No podríamos concluir la multicausalidad del jineterismo
-y no realmente prostitución, aunque se nos antojen términos
parecidos- sin hablar de los factores sociales presentes en Cuba.
El rápido tránsito hacia una sociedad dual -dobles
monedas y dobles vidas- desencadena una suerte de confusas apreciaciones
y pérdidas del sentido del valor humano. Se marcan las
diferencias antes no tan visibles y eso es una realidad objetiva
para la cual no están preparadas las subjetividades de
una extinta urna de cristal. Y aunque hallan sólidas bases
sociales, un discurso coherente y hasta un lejano pero promisorio
futuro, un sector de la población, por muy pequeño
que sea -o se pretenda que así sea-, siempre será
proclive a la búsqueda de soluciones inmediatas.
Es lamentable que una mujer deje a sus hijos con su marido para
ir a trabajar; o que otra haya perdido una parte preciada de su
cuerpo en un cielo para ella eternamente plomizo; y otra, alejada
de su país, vendiéndose en una vitrina, en las páginas
de una revista, en un club de baile. Todas cubanas. Todas jóvenes.
Todas sin haber conocido los barrios de la tolerancia, a un Yarini
(1) y su entierro, a su marine de paso por La Habana.
Ahora, es la hora, de unir valores y talentos, quizás con
un sentido pragmático. Nuestro pueblo, que es única
y verdadera Patria, merece que se unan voluntades. Hoy, más
que nunca hay que trabajar en pos de la reconciliación
y reconstrucción de la cubanidad, trabajar con todas las
fuerzas de la sociedad. Entonces...
No podría concluir estas líneas sin remarcar la
pregunta que da título al artículo: ¿Por
qué jinetera?. Quizá, en una forma muy consciente,
responsable, porque no puedo evitar ese dolor que me causa ver
a mi propia gente ser esa triste figura, delirante, cabalgando
con un sentido quijotesco de la vida, pero desprovista de toda
poesía, y para quien hay y habrá siempre mucho más
que molinos de viento.
Jinetera, Jinetero; variante de jinetear, andar a caballo. Procurando
mostrar la propia destreza. Vaya semejante nombre para tan repugnante
fenómeno social.
Bibliografía:
Palabra Nueva 1994-1998.
Jineterismo, Cáncer de la Sociedad Cubana. Trabajo investigativo
San Antonio Abad 1996.
¿Prostitución o jineterismo?, Proxenetas de la prensa,
El amor no da cosas, Juventud Rebelde, 1996.
Jineteros del Apocalipsis. Nueva Prensa Cubana, año nº
2, volumen 7.
(1)
Personaje popular y real cubano que representa el concepto del
clásico chulo. |