por MARIO J TORRES
Los Estados Unidos han constituido un salvador refugio para
muchos cubanos a lo largo de estos años pero son muchas
las frustraciones y en infinidad de casos distintas las realidades
a las expectativas debido al totalmente opuesto estilo de vida,
costumbres, idioma, clima e idiosincracia.
Luego de sufrir los embates de la tiranía imperante en
Cuba, el auto-desterrado inmigrante cubano, en la mayoría
de los casos, busca volver a ser quién fue en su pais
pero por obstáculos de las leyes, el idioma, prejuicios
o la falta de dinero o tiempo, muchos maestros, artistas, médicos
u otros profesionales, pierden su identidad, se convierten en
obreros de otro tipo, olvidando quienes fueron pero sufriéndolo
internamente y solo se conforman con mantener su nivel de vida
mejor que el de Cuba pero con el precio de volverse aturdidas
y enajenadas máquinas de trabajar y pagar donde
los fines de semana se convierten en cubos de agua en la espalda
para seguir con los latigazos el lunes, en una vorágine
sin tiempo para disfrutar de ese nivel de vida mejor que aquel
que dejaron en la isla hasta el punto de que a algunos les matan
sus "signos vitales" a base de las "patadas"
de allá y las de otro estilo que reciben aqui.
La depresión y la frustración se adueñan
de muchos al preguntarse: "¿Que nos queda más
allá de "La Yuma"?".
Esta vida está dura y no estoy acostumbrado a ella pero
Cuba está mucho peor y Fidel no acaba de morirse.
Por poco me ahogo en la balsa, me pasé 10 años
en prisión ¿y luego qué recompensa tengo
por esto? ¿Más trabajo y un nuevo tipo de stress
y sufrimiento? No me acostumbro a este estilo de vida. Necesito
caminar y respirar al aire libre por aquellas calles mías.
Me siento como el Patito Feo en busca de mi lago perdido. Este
largo tiempo en el exilio son como años luz del cosmos
donde pierdo la noción de la gente y las cosas que quedaron
allá.
EL comentario que "éste no es el Capitalismo con
el cual se soñó", la añoranza de aquellos
que lo vivieron y la nostalgia de "la vida y las cosas
de mi país" están a la orden del día
en el hablar y el pensar del refugiado isleño. Otros
que andan desperdigados y perdidos por todo el mundo, al estilo
de judios y palestinos, también enfrentan inadaptación
a climas, idiomas y costumbres, discriminación, nostalgia
y el amargo sabor de ser intruso extranjero.
El antagonismo de opiniones y pensamiento y la falta de liderazgo
en toda la diáspora funcionan también como ingredientes
que rebosan la copa, dando un mayor hermetismo a la soledad,
el individualismo y el desconcierto de los indudablemente afortunados
que al menos escaparon de las garras de la bestia.
También los jóvenes, enlatados en sus "jaulas
de oro", que olvidan sus valores patrios y algunos son
incapaces de adquirir los nuevos, reciben las consecuencias
del forzado y necesario cambio y el precio de la nueva vida.
Finalmente, aquellos que asimilaron la nueva vida y se hicieron
ciudadanos americanos están conscientes que lo son pero
artificialmente, primero porque a la hora de demostrarlo el
mismo gobierno de los EEUU los ignora, al estilo de las muertes
sin justicia de Hermanos al Rescate. Estos neoamericanos de
arroz con frijoles y apellidos hispanos también llevan
dentro de si, bajo una epidermis plástica a veces, la
honrosa marca de la cuna pero a la vez la cicatriz de la herida
ya que este designio es para toda la vida y no se borra con
una firma, puesto que todos estamos marcados con el estigma
que el destructor de la Patria Cubana nos impuso hasta que Dios
disponga lo contrario.