Por
Carlos Wotzkow
Hace
meses le explicaba a un amigo que Blanca Reyes, la mujer de Raúl
Rivero, tenía más valentía que muchos de
los 75 “disidentes” encarcelados. Lo demostró con creces
cuando le metieron a su marido preso. Pero también, le
decía yo a mí amigo, demostró con creces
ser una mujer extremadamente iletrada, torpe, de una brutalidad
verbal capaz de dejar al más aguajoso de los guapos de
Cayo Cruz con la boca abierta. Eran los días en los que
Rivero, aun en la cárcel, no paraba de instruirle hacer
gestiones para ganar más dólares de los que recibía
a expensas de una parte del “salario” de otros “disidentes” desapercibidos.
Y gritaba al mundo la señora Reyes que a su marido lo “ultrajaban”
en la cárcel. Lo gritaba, con la misma valentía
que le gritaba al exilio para que Emilio Estefan le diera unos
dólares por musicalizar poemas del maridito cautivo. Imagino
que el Sr. Estefan no transara por desprecio al bardo, sino basándose
en su mala obra. Ya por entonces lo que producía el “poeta
más vivo que tiene Cuba” (¿es eso lo que se dice
de él, o me equivoqué?) no pasaba de servir como
letra a un guaguancó (de negros con machete). Así
que, astuto el negociante, todavía no nos hemos visto obligados
a escuchar música para sangrientos y difuntos.
Pero a lo que vamos, el otro día me dio por mirar la ceremonia
del premio Sajarov y, como era de esperar, allí estaba,
toda de blanco, Blanca Reyes. Con una cara que los especialistas
en comportamiento clasificarían de mujer en estado crónico
depresivo. Lucía descuidada, sobrecargada de maquillaje,
con la mirada perdida, clavada un poco a la derecha de las cámaras,
y con unos ojos vidriosos siempre ajenos al acto. Los amigos que
desde Ginebra fueron a ver la compartida ceremonia, me dicen que
cuando ellos le dirigían la palabra la ex-dama de blanco
ni les hablaba. Dicen que parecía un zombi, que el flamante
poeta no estaba con ella. ¿Culpa del imperialismo inglés?
¿El Güisqui (Whisky) quiero decir?
Definitivamente, Blanca Reyes estaba triste, estaba sola, ¿abandonada?
Yo la comprendo, ¿cómo puede sentirse un ser humano
que dio la espalda a sus caminantes amigas de blanco mientras
se presenta en el parlamento europeo a recoger un premio al valor
ajeno? ¿Cómo puede sentirse una mujer que luchó
por la liberación de un “disidente” (uno sólo) cara-e-palo,
cuando después este sale de Cuba y la hace quedar en el
peor de los ridículos? “A mi me trataron respetuosamente”.
Pero peor, ¿cómo se puede sentir una mujer tan corajuda
al lado de un hombre tan pendejo. Y esto, sin pensar en que la
curda le haya dado por empezar a comportarse como un español.
Y no están lejos los que afirman que al poeta el alcohol
le está haciendo perder la barriga y ya nos dimos cuenta
que a la altura de la cumbre en Salamanca los pantalones se le
habían caído por completo. ¿Alguien vio a
Rivero ayudando a sostener una pancarta anticastrista? Blanca
Reyes dando la cara en la cámara de los diputados españoles
en búsqueda del apadrinamiento de los presos amigos, y
el poetizo, símbolo de la libertad de expresión
para los marxistas de Encuentro en la Red, seguramente dándose
chupitos por las terrazas de Madrid. Te comprendo Blanca, no serás
jamás Santo de mi devoción, pues eres bruta y tonta
como una burrita ciega, pero tener un cochero borracho y cobarde
debe ser lo peor que le puede ocurrir a una mujer cubana actual.
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