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| El Veraz. | San Juan, Puerto Rico |
Los Sueños de Laura Restrepo

Por José Vilasuso.

Hace poco Laura Restrepo formulaba su inconformidad con manifestaciones de exilados entre ellos el poeta Angel Cuadra, según las cuales había sido blanco de críticas fuertes que, a su parecer, respondían a una declaración de poca monta expuesta al arribo a la ciudad de Miami. En síntesis, la declaración se ceñía a que “el sueño del gobierno de Cuba era el sueño de América Latina, sueño necesario y que con miles de errores Fidel Castro había emprendido”.

No es rara ni inesperada la reacción de la señora -- escrito como adjetivo -- novelista cuyo acierto más acusado consiste en soñar: con los ángeles de nuestra creencia, el amor que se nos fue o con signos de la buena suerte. Cuestión de preferencias. Aunque el acierto más acusado de la autora de Delirio es precisamente su legítimo derecho a usar de la capacidad imaginativa que a los personeros autorizados, conocidos de la democracia, y la tecnología no les puede pasar por la cabeza bien peinada y brillosa con vaselina olorosa. Cabal, la escritora merece nuestra humilde solidaridad en su intento de arguir a favor de ese privilegio tan mal traqueteado por las fuerzas materialistas predominantes mundialmente al comenzar el milenio. El derecho a soñar. Porque a escapadas cuando se habla de sueños no es inverosímil que nos cataloguen de tonto, en el limbo o que la bancarrota nos asoma a la vuelta de la esquina caliente. Anótese el punto a nuestra admirada polígrafa.

Sin que por ello tras el espacio en blanco surja el diferendo esclarecedor. Si como anota la misma ese sueño conlleva miles de errores; entonces es preciso establecer el balance saludable so pena de que la idea bella se imponga ajena al objeto de embeleso. Que la cima clareada se confunda con la sima opaca. Dado que por el simple repaso de la historia desde las décadas correspondientes a Josif Vissarionovich Dugazvilli, Stalin; Albert Camus, entre tantos, señalaban que la cuantía, intensidad y efectos de los errores del marxismo leninismo superaban con creces el valor de su discurso. En otras palabras, que siendo bueno soñar hay que saber con qué se sueña.

Acoto el señorío de inolvidables pensadores, activistas, plumas y teclados dotados como Jean Paul Sartre, Arthur Koesler, Ignacio Silone, Carlos Franqui, Jorge Semprúm, Regis Debray, y los que no cabrían en bolso grande que, en sus inicios militaron con el sistema prevaleciente en la tierra de Fidel Castro; aquellos lo conocieron a fondo y dieron luego la vuelta. Remitirnos a esa jurisprudencia enciclopédica y de buen peso tomaría espacio y tiempo sólo medible con justeza por el gran Albert Eistein.

Sí, mi querida y apreciada dama gentil, digna sucesora de los Carlos Lleras Restrepo, Javier Darío Restrepo, Baldomero Sanín Cano, Alvaro Mutis, Germán Arciniegas, o José Asunción Silva. Antes de la argumentación es siempre prudente empaparse del contenido onírico poniéndolo en balanza con el justo precio a pagar, y crédito a riesgo. No sería agradable embarcarnos en la nave de Aladino para que traspasado el cero y el infinito, perdernos en el averno de la perversidad y crujir de dientes. Las experiencias del Este Europeo, Nicaragua o China no son en esencia diferentes a las de Cuba. Hay matices y coloretes; cierto, pero todos confeccionados a base de sangre, sudor y lágrimas. No la culpo si a sus oídos no han llegado los clamores de Las Damas de Blanco, del ciego muy vidente Manuel González Leyva, o el libro humilde del negro Antúnez, posiblemente el preso de conciencia más antiguo del mundo. Reconozco que distinguidos columnistas del sector neoliberal no mencionan a esos desconocidos. No les importan. Ellos fueron desplazados de la publicidad libre más preocupada por defender el aborto pongamos por caso. Aunque picaruelo y permisivo me pregunto ¿se atrevería usted a conversar del tema? ¿Suena interesante la palabra disidente? ¿Recuerda a Boris Pasternak? Desconozco si será masticable, tragable y deglutible discurrir de tal guisa. Puede figurar en el pasado remoto. Pero si con mi desliz cometo falta contra la moral capitalista, o la globalización, iré de inmediato y contrito a confesarme con Frey Betto.

Es hora de arriesgar vacas sagradas y colocar el delicado pie sobre la tierra no mojada. No es realista, aunque responda a las simpatías de la CNN, continuar repitiendo el discurso de un dictador de cuarenta y siete años de poder absoluto con sucesor nominado y beneficiario personal de un sistema inhumano y en desuso por una tercera parte de la población mundial. No es realista callar la censura hermética desde la letra impresa, hasta las ondas del aire e Internet aduciendo los errores de los bravos vaqueros, financieros opulentos y brillantes jugadores de futbol. No es realista ni moderno engavetar el hundimiento del remolcador Trece de Marzo con más de cuarenta personas a bordo – entre ellos veinte niños – por el delito de quererse largar del país. Corto los ejemplos por razón de espacio pero aun tan escasos ¿pueden opacarse con sueños? En cuyo caso ruego una síntesis de la dialáctica que los acuerpa, y bien catalogada por favor.

A través de la historia más de una generación latinoamericana vivió embriagada de discursos, ilusiones y arengas fogosas. La ilusión y el sueño es parte de nuestra ideosincracia, a honra la llevamos, y el día de su desuso y desecho habremos perdido lo que se temía el gran Bardo Nicaragüense, “ la América ingenua que tiene sangre indígena, aun reza a Jesucristo, y habla en español ”.

La cuestión palpitante no recae en la altisonancia gloriosa o la rebeldía sin causa a que no pocos de nuestros colegas fueron tan proclives en el pasado. Sino en lo abstruso presente de dar un paso más allá de la cantinela trucidante, reconociendo sus desaguisados y cegueras, para luego encaminarnos por veredas de ideales por reestrenar, mesuras de pueblo sabio, y responsable distinción del bien y el mal. Así a la mano le pongo material no ilusorio bueno para soñar sin despegar los pies del mosaico acrisoladamente trapeado y brilloso.

Hubo un tiempo perdido por Swan que ya no podremos recuperar. Fue un período breve, bravo y sin bravuconería. Arribábamos a los planos propios de demócratas amantes de la justicia social, despojados del veneno del odio y éramos capaces de enfrentarnos a los Trujillo, Pérez Jiménez, Somoza, Perón o Batista sin necesidad de sustitutos totalitarios de signo opuesto. Apreciábamos la libertad como valor supremo y calzo fuerte de los derechos ciudadanos. La democracia no se ponía en entredicho y nadie tenía miedo al diálogo. Hablar entonces de censura equivalía al chalado. Sabíamos curiosamente donde apretaba el zapato de gamuza y dos tonos Hoy esos ideales suenan a utopía. Para ciertos publicistas los nombres de Rómulo Betancourt, Rómulo Gallegos, Jorge Mañach, Eduardo Frey o José Napoleón Duarte se confunden, a ratos, con roqueros y faranduleros. Algunos prefieren el espectro de John Lennon, o la efigie de Bob Marley, mientras Diego Maradona convertido en orador doctrinario se ve respaldado por el cafre de Caracas. No olvidemos que también Robert Redford se nos ha revelado como próspero adalid de la revolución latinoamericana con su Diarios de Motocicleta.

Sin detener la historia. Deviene en objeto perfectamente factible soñar con proyectos similares a los que alumbraron en los cincuenta, acumuladas las duras experiencias de tantas olas sangrientas vertidas en los sesenta y setenta; para al final admitir que era más práctico redescubrir la sabiduría de las urnas electorales, libertad sindical y de prensa. Paso de avance indiscutible en el que peregrinamos hoy por todo el continente; aunque a los muertos no los podemos resucitar. A convicción plena y con todos sus humanos riesgos inherentes; pero mejor dirigidos ¿qué duda cabe? que con el sueño de Fidel instrumentalizado recién, en la provincia de Villaclara donde paramilitares vestidos de civil golpearon sostenidamente a un puñado de disidentes desprendiéndole un riñon a Jesús Alberto Gutiérrez, fracturándole la clavícula y el codo a Juleski García López, y el tobillo y la muñeca a Joel Fonseca. Mandando al hospital a Virgilio Mantilla Arango luego de su reclamación de derechos como preso y protestar por las condiciones higiénicas insoportables imperantes en la cárcel de Kilo 9 en Camagüey. Virgilio fue atado a una reja y emprendido a bastonazos y puños por numerosos militares, todos buenos revolucionarios.

La limitación más dolorosa de soñadores actuales entronca con su total ausencia de pasos en avanzada no sensacionales, carentes de ditirambos; si bien constructivos y fecundos cual alfombra tendida al primario y elemental respeto a los derechos humanos. Por ahí tratan los disidentes de cimentar su prédica a los cuarenta y siete años de sueño marxista leninista cristalizado con los cadáveres flotando en el mar Caribe o balsas que encallan en las playas cercanas a Cuba, vacías.


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