Por
Miguel A. García Puñales
Centro
de Información y Documentación de Estudios Cubanos
Un
enfoque por modelación de cubismo social, necesitaría
abordar el asunto desde seis parámetros diferentes, aclarando
que en algunos de ellos se hace imposible sin el acceso real a
los datos de la población. Se precisaría correlacionar
las siguientes áreas de la realidad social;
- Fondo histórico del problema
- Pertinencias grupales en la conciencia y las instituciones religiosas.
- Trasfondo psicocultural
- Viabilidad de las instituciones políticas y asociaciones
particulares.
- Datos demográficos reales.
- Fondo económico del problema (relaciones de propiedad,
ingresos, capacidad de ahorro etc.)
De
lo contrario podremos aprobar políticas que no se correspondan
con la realidad. Situaré ejemplos;
- La mayor parte de las quejas se refieren a la exclusión
de las estructuras de poder y de la nueva economía. ¿Qué
estamos reclamando, participar del aparato del estado coactor
y excluyente? ¿Tener acceso a las áreas donde mayor
depredación se ejerce de la riqueza de la nación?.
Evidentemente no es con cuotas de complicidad con el estado totalitario
que se suprimirán las políticas de exclusión.
¿O bastaría sólo con eso?, Es probable que
para algunos beneficiarios sí, no para la masa de población
en condición marginal.
- ¿Se adoptarían
de inmediato cuotas, según pertinencia racial, para las
diferentes capas excluidas?. De ser así, ¿Parecería
lógico limitar la participación de los cubanos de
raza negra o mestiza en aquellas áreas donde hoy son mayoría?.
Áreas que por demás siempre han representado privilegios
evidentes sobre el resto de la población en viajes al exterior,
obtención de viviendas sin participar en las consabidas
micro brigadas, electrodomésticos etc.; de los equipos
de deportistas estoy hablando.
Evidentemente en elementos como esos radican las limitaciones
de la discriminación positiva, que según el prestigioso
analista Ralf Dharendorf, a día de hoy mueven a tres dudas
razonables;
Primera: La creación de preceptos de justicia
invertida, donde ciudadanos con mejores cualidades para determinadas
actividades (estudios, deportes, plazas laborales etc.) sean discriminados
en virtud de cuotas previamente establecidas. Tal y como han sentado
precedentes legales vistos por los tribunales americanos. Con
lo que un criterio de igualdad concebida para una situación
y etapas concretas se torna el contrario de la excelencia en la
actividad.
Segunda:
Nos lleva a la pregunta sobre si la representación “igual”
–por cuotas proporcionales al índice demográfico-
en todos los órdenes y áreas sociales es necesaria
e incluso beneficiosa para los segmentos excluidos.
Tercera: Casi siempre llevan a segmentaciones rígidas,
pues una vez legisladas sus privilegios son exigidos por los grupos
beneficiados, aún cuando el origen del problema haya desaparecido.
Es el caso conocido, por ejemplo de las ayudas a determinados
grupos, que instrumentan simulaciones difícilmente verificables.
Por
tanto el problema es mucho más complejo y por supuesto
las medidas, incluso generales para su eliminación, superan
con creces las conclusiones de la mesa redonda a la que he estado
haciendo referencia a todo lo largo de este ensayo.
Su primera conclusión; -Existe racismo en Cuba, pues claro
que sí, pero sus manifestaciones aunque igualmente irritantes
y degradantes a la condición humana, ni alcanzan las cotas
ni las manifestaciones concretas del racismo en otros entornos,
pues la exclusión y la marginalidad alcanzaron a casi todas
las capas y clases de la sociedad, por la vía de nuevos
raseros.
En los distintos sustratos de exclusión de la Isla, evidentemente
el primer rasero es el político y mientras no se logre
el establecimiento de un estado de derecho que permita la adopción
de un complejo de acciones sociales destinadas a la eliminación
de las exclusiones -y de los excluidos-, sólo se logrará
denunciar la realidad y por supuesto en el mejor de los casos
lograr que esta se mimetice por el estado o que este endilgue
responsabilidades a otros.
El auge de los delitos, evidentemente tiene vinculación
directa con la cada vez más caótica situación
de las grandes masas marginales. En nuestra propia historia existen
similitudes que no son despreciables.
El 16 de junio de 1819, con la promulgación de Real Decreto
que legalizó la propiedad de la tierra, -sentando las bases
para la acumulación de capital criollo- se traspasó
a manos de oligarcas lo que sólo disfrutaban teóricamente
en régimen de usufructo y se desposeyó de medios
de vida a los campesinos pobres que históricamente la trabajaron.
Todos los autores coinciden en que el auge del bandolerismo en
la Isla en la década de 1820, estuvo relacionada con este
hecho, así
como la aparición del “cazador de bandidos”, versión
novísima del “rancheador” de cimarrones. De la inteligencia
de los cubanos depende que no se produzca un continuismo que lleve
a la “legalización” de las depredaciones, porque entonces
por igual blancos y negros sufriremos la persecución del
nuevo Domingo Armona, no en balde, cazador de bandidos y rancheador
fueron interpretados en las pantallas cubanas por el mismo actor.
Enrique José Varona, en un imprescindible ensayo sociológico
sobre el bandolerismo en la Isla de Cuba, señaló;
“...la población atraída por las aglomeraciones
urbanas se ha hecho más densa, las razas y las clases han
pasado sin contraste unas sobre otras, confundiendo en igual servidumbre
a cuantos estaban por debajo. El guajiro y el isleño, han
sido tan esclavos como el negro. El veguero es un siervo adscrito
a la gleba. Trabaja sin remisión ni esperanza para el bodeguero
que lo estafa y para el marquista que lo explota...”
Todavía está por
cumplirse el mandato de Martí; Una nación con todos
y para el bien de todos.
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